El violín

¡Qué película tan buena, tan bien hecha, tan bien interpretada por no profesiones de la actuación que podrían darle cien vueltas de realismo interpretativo al mejor de los actores supermillonarios de Hollywood! —para muestra sólo este botón: el diálogo amistoso entre el campesino Don Plutarco Hidalgo (Ángel Tavira) y el capitán del ejército (Dagoberto Gama); sin miedo a exagerar, dicho diálogo es magistral y sobrecogedor, al menos setenta y siete veces más excelente que el superalabado diálogo entre el Padrino mafioso (Marlon Brando) y su hijo menor (Al Pacino) en el film "El Padrino" (Francis Ford Coppola, EE.UU. 1972)—.

Una película que te agarra el interés hasta la médula y te hace removerte en el asiento lleno de nerviosismo cada vez que Don Plutarco se traslada de un lado a otro encima de su burrita o se mete en su milpa a desenterrar lo que allí guarda.

Excelente director Francisco Vargas Quevedo; si en sus inicios ya ha conseguido hacer un drama con tanto arte, realista y conmovedor, no será de extrañar que siga dándonos en los próximos años creaciones aún más sorprendentes y geniales. ¡Estupendo el cine y los directores tan magníficos y creativos que nos está brindando, en los principios del siglo XXI, la cinematografía mexicana!

Fej Delvahe

Entrevistado por la periodista y escritora Cristina Pacheco, el director Francisco Vargas Quevedo presenta su película en México dos años después de haber sido rodada, en donde lo increíble es que ha sido apreciada en Francia, España y ha ganado más de treinta premios y su exhibición en el país de origen se había dificultado por problemas de distribución.

Se rodó en Ixtapaluca; muchos de los actores son amigos de Francisco ya que es originario de la región; los actores no son profesionales; El violín es la conclusión de un cortometraje utilizado para su trabajo de titulación en la Universidad; filmado en blanco y negro sin mayores datos en tiempo y región para evitar caer en épocas o lugares y que hacer una historia apegada a las circunstancias del México de hoy y siempre; y ha contado con apoyo de otros directores para lograr su exhibición; son tan solo algunos antecedentes que el director en el momento de la entrevista.

Película interesante sin mayor búsqueda, sencillo y eficaz, sin complacencias; en donde la represión hace acto de presencia, represores y reprimidos unidos por la lucha social ubicando a Don Plutarco en el filo de la navaja, el cual toca las fibras sensibles de los soldados dueños de nada solo de anhelos y recuerdos.

Se dice que la industria fílmica mexicana es grandiosa fuera de su frontera, y ahí se queda, por que dentro está sumamente en el atraso; se prefiere llenar hasta cuatros salas de películas de los vecinos (los gringos) que tratar de proyectar lo que otros han apreciado y valorado del talento mexicano. ¡Es una lastima!

Don Plutarco Hidalgo lo dice mirándote a los ojos, como algo normal. Porque lo normal, es que Dios ahogue. “El violín” es la historia del campesino don Plutarco Hidalgo y de aquellos otros hidalgos que luchaban por las injusticias en los cerros. Es la historia de los maquis españoles, de los bielorrusos hostigados por los nazis, de los camboyanos aniquilados por los jemeres rojos, de los afganos escondidos de los talibanes, etc…

Esta es la historia de un fuerte y un débil. Esta es la historia que Francisco Vargas Quevedo ha realizado con una gran fotografía, con sobriedad, con artesanía. Don Ángel Tavira mira a la cámara y en sus ojos veo que me está contando su vida. Don Ángel Tavira es don Plutarco, un viejo violinista que ama la música igual que esa cabrona vida.
Gran cinta llena de sentimientos, de ritmo reposado, de un color sepia triste y polvoriento.
Don Plutarco tiene un nieto al que cuidar, una sola mano y una burra miedosa. Pues sí, la vida es cabrona… a veces.

El violín no es tanto una película sino un documental. No hay actores sino gente convencional, de esas que habitan tanto en México como en Latinoamérica. Los personajes son gente cotidiana que sale a la calle a vivir sus vidas y que por astucia del director y el cámara son grabadas, o mejor dicho, sorprendidas, capturadas. La historia tampoco es un guión, sino la cruel y cruda realidad de México (y otros lugares del mundo), donde la “democracia” no es sino una forma estilizada de llamar a la dictadura y al abuso del poder. Una “democracia” donde las violaciones y la persecución son la norma, por eso la película no tiene fecha, podría ser del 2007 o de 1968, lo mismo da, porque poca diferencia sustancial hay entre una fecha y otra (salvo que ahora los ricos son más ricos y los pobres más pobres, y las violadas mueren de gastritis). Un termómetro fiel de México, que muestra su cara más dura (los militares), y su rostro más noble (el violinista). El personaje principal es el mapa de México, fiel a los suyos, aceptando estoicamente la tragedia, sin protestar demasiado pero también sin doblarse, resistiendo, aguantando, con la cara y las manos surcadas de tiempo sudor y pobreza que se hace poco a poco miseria. La lucha de la guerrilla, sin esperanzas de victoria pero sin poder aguantar más la derrota cotidiana. En fin, una película que hay que ver para comprender México.

Excelente ejercicio de humanidad que pone de relieve el absurdo, la dureza y la total expoliación de dictaduras impropias del siglo en el que vivimos. Destacaría la enorme autenticidad de los personajes y un hermosísimo final en el que los valores humanos vencen moralmente a cualquier forma de opresión y tiranía (con esto no revelo nada, eh?).
Lo único objetable fue que, siendo yo de Lugo, me he tenido que desplazar 100 kms. para poder verla (hasta Santiago de Compostela, único rincón de Galicia donde de vez en cuando los cinéfilos gallegos nos podemos refugiar del aluvión de cine que a las productoras les interesa que veamos). Por eso aprovecho para denunciar que es una vergüenza que habiendo en mi ciudad dos cines de unas 7 u 8 salas cada uno, ¡¡¡ambos poyecten exactamente lo mismo!!!, abocándonos a una paupérrima elección de cartelera que la mayoría de las veces nos obliga a desistir de pagar una entrada o a ver un truño; lo cual imagino que será el mismo caso que en la mayoría de pequeñas y medias capitales españolas. Mientras tanto nos pasan por delante de las narices perlas como ésta sin que sepamos ni siquiera que existen... El que quiera cultura que se la busque, no? Eso sí, para la supermegamierdísima del Ricardito Bofill hubo un hueco. Cabreante!!!