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Estados Unidos Estados Unidos · Montauk
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Voto de Harmony Faith Lane:
4
No habrá paz para los malvados
Voto de Harmony Faith Lane:
4
Thriller Madrid, principios del siglo XXI. Un día, el inspector de policía Santos Trinidad, volviendo a casa muy borracho, se ve involucrado en un triple asesinato. Pero hay un testigo que consigue escapar y que podría incriminarlo. Santos emprende una investigación destinada a localizar y a eliminar al testigo. Mientras tanto, la juez Chacón, encargada de la investigación del triple crimen, avanza meticulosamente en la búsqueda del asesino ... [+]
8 de enero de 2025 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
No habrá paz para los malvados es una película dirigida por Enrique Urbizu que nos sumerge en un thriller policíaco ambientado en un Madrid sombrío, al más puro estilo del cine negro. El protagonista, Santos Trinidad (José Coronado), un policía corrupto, acaba metido en un triple asesinato tras una borrachera monumental, lo que lo lleva a una espiral de autodestrucción mientras busca eliminar las pruebas que lo vinculan al crimen. Entre tanto, la jueza Chacón (Helena Miquel) avanza en la investigación, descubriendo que el caso es mucho más grande de lo que a priori parecía.

La atmósfera es efectiva en crear tensión y desesperanza: la ciudad se convierte en un personaje más, sucia y llena de sombras, reflejando la caída moral de Santos. La dirección de Urbizu destaca en transmitir la decadencia, y hasta el olor de un club de alterne, pero el verdadero problema radica en cómo se maneja a los personajes. La interpretación de Coronado como Santos Trinidad se queda corta, especialmente en escenas clave que detallo en la zona del spoiler. En lugar de empatizar con el sufrimiento del personaje, su actuación se siente más como un sketch de “héroe trágico” que una verdadera tragedia humana.

A pesar de la atmósfera envolvente y algunos momentos de gran tensión, la película se pierde en un ritmo lento y en una narrativa dispersa que no logra mantener el interés a lo largo de todo el metraje. La mezcla de thriller psicológico y acción explosiva se convierte en un collage de escenas que no logran conectar entre sí, haciendo que la película se sienta más como un ejercicio de estilo que un relato coherente.

Resumiendo, para mí No habrá paz para los malvados tiene momentos intrigantes, pero se pierde en sus propios tropiezos, desde la sobreactuación de su protagonista (sí, ya sé que se ganó el Goya, inexplicable para mí) hasta la falta de fluidez en su narrativa. Si lo que buscas es un thriller contundente, es probable que esta película te deje con más dudas que respuestas, especialmente cuando la tensión se diluye entre los clichés del género. Una película que trata de ser compleja, pero acaba siendo vacía y olvidable. ¿Un héroe trágico? Más bien un espectáculo de acción vacío.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La actuación de José Coronado en esta película como Santos Trinidad flota entre la parodia y la exageración. Desde el primer momento, el personaje se presenta como una caricatura más que como un hombre atrapado en un colapso moral, y Coronado parece más interesado en expresar “qué siente” que en construir un personaje creíble. Un claro ejemplo es la escena del vaso de cubata en el club, donde el actor exagera tanto su borrachera que más que generar tensión, provoca una risa involuntaria. Es una falta de coherencia que reduce a Santos a un héroe de acción de los 80, sin profundidad ni credibilidad. En otra escena cuando en su mejor momento, con bastantes menos cubatas, su compañero le dice “estás perdiendo facultades” y Santos exclama “¡esos son muñecos!” mientras practica tiro y falla su puntería. Es como si la película intentara hacer humor con un personaje que está al borde del colapso, pero lo hace de manera tan torpe que se vuelve difícil de tomar en serio y acaba siendo ridículo.

Santos, un ex policía del GEO, mezcla torpeza y violencia, pero lo hace de manera que resulta más cómica que dramática. En un intento de mostrar su desesperación, su comportamiento es errático: por un lado, tiene reflejos de élite al disparar descoordinado y borracho, pero, por otro, no es capaz ni de caminar sin parecer un muñeco de plástico. La incongruencia entre su deterioro físico y sus habilidades especiales no ayuda a construir un personaje creíble. Sus interacciones con otros personajes, como con Rachid (en la escena del coche y el “te estás ganando una hostia”), también se sienten artificiales.

Las escenas de acción, como la del club donde Santos mata a sangre fría, se vuelven ridículas debido a la sobreactuación de Coronado, cuyo manejo del arma es excesivo y desproporcionado. Además, las interacciones entre los personajes, que deberían generar tensión emocional, se quedan en simples diálogos que no avanzan la trama ni profundizan en sus motivaciones. La película intenta darle un toque de drama a Santos, como cuando se cose una herida, pero estos intentos solo refuerzan su imagen de “tipo duro” sin humanizarlo.

El ritmo de la película es otro de sus puntos débiles: la trama avanza a trompicones y parece alargarse innecesariamente. Los giros narrativos, como la revelación de un complot mucho más grande, solo sirven para prolongar el metraje.

En cuanto a los demás actores, cumplen con sus roles, pero se sienten más como accesorios ante la sobrecarga interpretativa de Coronado.

La escena final: esa joya del cine, es un espectáculo digno de una obra de teatro de preescolar. Santos, herido de muerte tras varias puñaladas en el abdomen (con las piernas intactas aunque parece que no le van las rodillas), avanza tambaleándose hacia una silla como si estuviera ensayando una coreografía de ballet. Al llegar, se deja caer en ella, con un plano de espaldas que nos invita a admirar su “gran actuación”. Y para rematar, ahí lo tenemos, muerto pero con un dedo sosteniendo la pistola por el guardamonte, como buen ex miembro de las fuerzas especiales, ¡sí señor!, en un gesto tan “dramático” que parece más una pose que una expresión genuina de dolor y muerte. La escena intenta transmitir un final épico, pero lo único que logra es dejarnos con la sensación de que todo esto es un mal chiste al que no conseguimos encontrarle el remate.

En resumen, intenta ser un thriller perturbador, pero acaba perdiéndose en una maraña de decisiones equivocadas, sobre todo en el tratamiento de su protagonista. Coronado, a pesar de sus esfuerzos, no consigue dar vida a un personaje que debería ser complejo y profundo, y en su lugar entrega una interpretación más cercana a la parodia que al drama. La película, lejos de profundizar en la corrupción (¿el terrorismo?) y la moralidad, se convierte en un catálogo de giros previsibles y excesos innecesarios. Para mí, y siendo generosa, no pasa de un 4.

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