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St. Vincent

Comedia. Drama Maggie (Melissa McCarthy) es una madre separada que se muda a Brooklyn con su hijo de 12 años, Oliver (Jaeden Lieberher). Al tener que trabajar muchas horas, no le queda más opción que dejar a Oliver al cargo de su nuevo vecino, Vincent (Bill Murray), un jubilado cascarrabias aficionado al alcohol y a las apuestas. Pronto, una peculiar amistad florece entre ellos. Junto a una stripper embarazada llamada Daka (Naomi Watts), Vincent ... [+]
Críticas 76
Críticas ordenadas por utilidad
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8
12 de mayo de 2015 3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película supone una grandiosa interpretación de Murray a la altura de sus mejores películas. Pero sobre todo, valoro muy positivamente que Murray ha encarnado a la perfección la figura de un adicto, con todos sus matices como son el juego, el alcohol, las prostitutas, el gato, el desorden de vida,... y a la vez, el buen corazón y la buena disposición cuando "el bicho" no lo rapta y lo posee. Una película altamente recomendable.
4
14 de diciembre de 2014 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ópera prima de Theodore Melfi, St. VINCENT cumple a mansa rajatabla la ley de esa rancia comodidad escénica que es el empaque telefílmico. Embalada con modos de comedia agridulce, claramente adscrita a la estética y contenidos del gusto más canónicamente indie, la propuesta de este nuevo realizador no hace ni un solo esfuerzo por renunciar a lo que reivindica su pronta apariencia; esto es, la constituirse como producto urdido al servicio de un lucimiento actoral protagonista de primera magnitud.

En esta ocasión, hay que reconocerlo, la coartada protagónica es magnífica. Vincent, el huraño viejuno borrachín, solitario, enfadado con el mundo, agresivo, arruinado, adicto a las apuestas, lleno de deudas y permanentemente enganchado a la música de Bob Dylan y Jefferson Airplane, que va a ser el permanente objetivo tanto del relato como de la observación de la cámara, está interpretado nada más y nada menos que por uno de los referentes incuestionables del panorama interpretativo, el gran Bill Murray. El personaje, desde luego, pide a gritos la pasmada capacidad para el distanciamiento irónico, meditabundo, excéptico e incierto que el intérprete viene gastando desde siempre.

La excusa argumental la brinda la llegada de unos vecinos nuevos a la casa que hay junto a la de Vincent: una madre y su apocado hijo preadolescente. Será la relación entre el jubilado cascarrabias y éste último la que desarrolle con más interés el entramado argumental dispuesto para la ocasión. El cruce de caracteres, la convivencia por obligación abocará al consabido intercambio de mejoras personales. Vincent ayudará al niño a superar ciertos problemas de socialización, mientras éste obrará el milagro de la implicación en un asunto distinto al de sus apuestas en los caballos o a la de su amistad con el alcohol.

Como cabe intuir, el problema de este tipo de propuestas suele ser la incapacidad del realizador para evitar que el objetivo final de la empresa se manifieste de tan incuestionable, ninguneante y blanda manera. En ninguno de los niveles: ni a nivel de texto de partida, pues se huye en todo momento de esquivar el atajo de lo previsible, ni a nivel de puesta en escena, puesto que todo está dispuesto para el constante lucimiento actoral establecido. Nada estorba, incomoda o combate a esa plataforma del exhibicionismo talentoso de un actor que se sabe mimado, reconfortado, ensalzado por la cámara. No debe extrañar por tanto que un Murray con el depósito en reserva resuelva de forma brillante tan exiguo recorrido.

Causa estupor como el realizador desparece, se esconde y se aplica a esa gramática ensalzativa. Sólo el divertido plano de cierre sobre el que se superponen los títulos de crédito aporta una agudeza visual que parece evitada durante el resto del metraje. La singularidad del personaje central reclama un trato vislumbrador mucho menos condescenciente. El pobrísimo tratamiento visual con el que está resuelta la empresa ensordece, apoca, malogra las posibilidades que brindan tanto Vincent como criatura a escudriñar, como a Murray, puesto que no se le plantea un obstáculo que le permita esforzarse más allá de lo justo. Sólo faltaba que un intérprete de su categoría no supiese ni ponerse el guante a medida que es, tanto en superficie como en fondo, esta sabida ST. VINCENT.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Más en. http://musiczine.es
6
14 de diciembre de 2014 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Objetivo: placer inocente de gusto sin sarna.
El refranero dice "más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer" pero..., ¿y si lo conocido es genial y lo por conocer adivinación fantástica de apetecible gusto y encanto por venir?
Tras las tres primeras escenas de un personaje uraño y desagradable, de constantes palabras malsonantes e insultos atronadores, cabreado con la vida e infeliz consigo mismo no es difícil adivinar la evolución que sufrirá dicho individuo y el cambio positivo que ofrecerá conforme avanza; cuando surge su compañía femenina embarazada que trabaja como dama-de-la-noche es de libro anticiparse a su benévola relación y despliegue acordado de cuidado mutuo; la aparición de la necesitada vecina divorciada con hijo desvalido a cargo es futurible relación de amistad querida y fantástica retratada con adivinación pasmosa y..., es decir, un argumento clásico, muchas veces visto y obvio en su resolución, que no por ello deja de seducir, encantar,amendrentar cálidamente y gustar con comodidad pasmosa de digestiva aceptación.
Un excelente y divino Bill Murray que se explaya con total libertad y confianza en su magnífica interpretación cautivadora de deleite ininterrumpido en sus mejores capacidades escénicas y a quien, una esplédida adosada Naomi Watts, un lindo Jaeden Lieberher de gancho para despertar de una somnolencia dañina y revivir el mejor espíritu de solidaridad y ayuda mutua y, una correcta Melissa McCarthy son excusa de cortejo necesario para desplegar todo su talento, destreza y habilidad veterana en un papel exquisito que ni los dioses hubieran escrito más acorde pensando en él,
Traje resultón, conocido y familiar cuyo patrón es copiado de muestras anteriores que no aporta novedad alguna ni sugerencia no prevista pero, de apetencia confortable, holgada y gustosa, espectáculo grato de diversión tenue y relajada visión generosa en su calidez y entregada simpatía, de recepción amable y entonada sintonía que camina sin sobresaltos, con la dosis medida de distracción standard y ternura emotiva acoplada al formato requerido hasta llegar a puerto seguro donde desembarcar de una atracción tradicional de pasos de memorización recordada pero que sigue siendo entretenida y válida para esparcimiento breve y ligero sin complicaciones de restos que acaparen y atosiguen el pensamiento.
Jack Nickolson tuvo a su vecino gay con incordio de perro fino incluido en "Mejor...,imposible", Clint Eastwood tuvo a su familia asiática viviendo al lado para ablandar su duro y castigado corazón en "Torino", en esta ocasión, Theodore Melfi, se sirve de una desconsolada madre desesperada, de una prostituta rusa preñada y de un niño sereño, conformado, de sentida madurez que acepta sin queja las condiciones que marcan su movilidad y nuevo destino y un gato, por supuesto, un guión preparado para la fiesta y el desmadre limitado, de estructura controlada-pasos medidos al detalle-explosión supervisada para no desbordar sus acertados efectos donde se obtiene un convite ameno con música avenida, tierna sensibilidad y un baile gracioso, dulce, entrañable y entretenido que baraja un poco de todo, un renombrado santo del día que tuvo suerte en las carreras, que dejó de fumar en presencia amiga, que cambió el alcohol por la coca-cola y la amargura por el llanto de un niño, su paupérrima soledad por nueva comitiva de presencia alegre que ilumina un hogar que retorna al júbilo y alborozo y un ingratitud devoradora de sangre por cariño, cordialidad y amistad eterna.
Su finalizada aflicción se espera sin ardor ni escozor pero con proyectada ansia y deseo para aplaudir esa felicidad recompensada por ser buena persona y un sacrificado ser que, a regañadientes, lo da todo por los demás, cuento propio para las fiestas que se aproximan, para ver en compañía dispar, que no estropea su apagada diversidad ni la carencia de originalidad, de tibieza climática que se abraza sin remordimiento y se disfruta con complacencia de ser más de lo mismo pero realizado con gusto, arte y esmero.
Un cascarrabias necesitado, un papa Noel con uniforme, mochila y deberes, unos renos adultos de confabulación presente y un párroco-profe molón para una fábula navideña de buenas intenciones, deseadas emociones, voluntad positiva y ejemplarizante ligero sermón final donde las buenas obras se recompensan y la justicia divina reparte solidaridad equitativa a quien se lo trabaja.
¡Es Navidad!, ¡porque no ser optimista, ingenuo y risueño, creer en los milagros y en una justicia celestial que otorga a cada cual lo que merece!
Suéltate, déjate llevar, márcate un baile, tararea la letra de la canción, sueña con que todo es posible y permite envolver tu corazón con afecto y estima no empalagosa, es fácil de hacer y sienta estupendamente.
Silvina Magari canta "mamá, mamá, mamá llama a los bomberros..., "que vuelvo a creer en imposibles, "mamá, mamá, mamá llama al médico..." que mi corazón se acelera de emoción ante unas bonitas creencias que endulzan mi áspera esencia áun no marchita.

http://lulupalomitasrojas.blogspot.com.es/
7
14 de diciembre de 2014 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por no ser santo de la devoción de alguien entiende el vulgo que una persona no es de nuestro agrado. Pues bien, algo de esto se respira en esta singular película, con un Bill Murray en un papel hecho a su medida, interpretando a un personaje que no es santo de la devoción de nadie, pero que realmente a priori, nadie conoce, nadie sabe nada de su vida y de todo aquellos avatares y viacrucis que el inhóspito destino le ha deparado. Es cómodo criticar lo que se ignora, es fácil desprestigiar a aquellos seres humanos "diferentes" de los que desconocemos su íntima idiosincrasia, y estas creencias forjadas que la masa irreverente tiene por absolutas caen en la parajoda de que en ocasiones las personas no son lo que aparentan ser. El ejemplo lo tenemos en Vincent, que no era santo de la devoción de nadie, que fue tildado de "hereje" por no adaptarse a los cánones de lo socialmente impuesto y acabó siendo santificado.
Moraleja: La apariencia de alguien no deja de ser más que un tapujo, un velo, una superficie por descubrir, nada más. Conocer a alguien es ahondar en su alma, es sumergirse en su psique, es adentrarse en su maraña, es explorar sus recónditas cavidades... Una vez más, asocio el legado de esta película a un poema, a un poema infantil de José Agustín Goytisolo que tantas veces escuché en mi infancia, que musicó Paco Ibáñez y que decía:
"Erase una vez un lobito bueno
Al que maltrataban todos los corderos,
Y había también un príncipe malo,
Una bruja hermosa,
Y un pirata honrado.
Todas estas cosas había una vez
Cuando yo soñaba un mundo al revés".
6
19 de diciembre de 2014 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La base, el espíritu y la gracia de la película recae en tres actores. Un guión basado en la interpretación (y en menor grado en la historia, ya trillada en repetidas ocasiones) que llevan a la perfección y hasta con sorpresas gratas su trío de actores. Un Bill Murray anclado en la vida del protagonista, agarrado con sus defectos estereotipados y recalcitrantes pero que los asume suyos, con una gestualidad, verismo, empatía y vivencia creíbles... Naomi sorprende, varía de registro, ayuda a quererla y nos da la alegría interpretativa... mientras Melissa pasa aceptable sin pena ni gloria, y el contrapunto a Murray es un niño, que muchos directores querrían... No se basa en la pena, no regodea el dolor, no hurga en la herida, más aún, señala lo no convencional, lo destaca y lo pone en valor. La historia no descubre nada nuevo, no nos llevará el guión por una anagnórisis explosiva, ni nos desvelará o sobresaltará por sus giros o inflexiones... pero nos descubre historias, ideas y vidas... más o menos convencionales o más o menos cercanas, pero al fin con un común denominador, el amor y cariño que nos mueve...
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