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La gran belleza

Comedia. Drama En Roma, durante el verano, nobles decadentes, arribistas, políticos, criminales de altos vuelos, periodistas, actores, prelados, artistas e intelectuales tejen una trama de relaciones inconsistentes que se desarrollan en fastuosos palacios y villas. El centro de todas las reuniones es Jep Gambardella (Toni Servillo), un escritor de 65 años que escribió un solo libro y practica el periodismo. Dominado por la indolencia y el hastío, ... [+]
Críticas 303
Críticas ordenadas por utilidad
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6
2 de enero de 2014
10 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
No conozco la trayectoria de su director, por lo que quizá peque a causa de esa ignorancia y pido disculpas... Pero está claro que hay ciertos géneros y ciertas tendencias para los que hace falta estar tocado por algún tipo de divinidad, como le ocurría Fellini, y ese no es el caso de Paolo Sorrentino.

Revisar "La Dolce Vita" con respeto es un logro en esta película, pero la brillantez, la sátira mordaz de una alta sociedad decrépita, y, hasta la crítica feroz del patriarcado imperante, que Fellini nos brinda con un guiño y un sonrisa, no se ven en este film. Sorrentino realiza una hermosa (por qué no decirlo) exposición de hechos sin que asome la menor traza de juicio o reprobación, acercándose peligrosamente, a los ojos del espectador, al elogio o la apología.

Tampoco el papel de los personajes femeninos parece haber sido cubierto de la mínima capa de reproche. El asistente puede salir del cine con la sensación de que todas las mujeres estamos encantadas de ser las sirvientas en la cama de hombres que nos triplican la edad, cuya posición económica y social tiene suficiente peso para anular definitivamente cualquier opción de elección o decisión personal de las mujeres.

Aunque quiero insistir en que los guiños a “La dolce vita” son muy respetuosos (escena subiendo una escalera apenas iluminada con un candelabro), perjudican a la película, porque las comparaciones son odiosas. El protagonista colectivo, tan característico otrora del Neorrealismo, que Fellini recoge, adapta (y dulcifica) en su obra maestra, desaparece aquí, para dar paso a una suerte de onanismo protagónico en el que el resto de los personajes SIRVEN a las necesidades y opciones narrativas del principal. Todo ello nada criticable, si su protagonista tuviera suficiente profundización psicológica para llenar las otras carencias, centrando así la atención del público en un esfuerzo por empatizar con él y comprenderlo. Pero, desgraciadamente, esto no ocurre. Apenas sabemos nada de Jep Gambardella (un periodista con un alto poder adquisitivo que solo ha escrito un libro en su vida y que vive gozosamente, sin el mínimo esfuerzo, gracias a su alto poder adquisitivo), ni de sus emociones, sus miedos, sus metas...

En fin, la película habría tenido, siempre a mi juicio, más autoridad si hubiese sido capaz de desprenderse de las deudas a Fellini y nacer como algo nuevo, diferente, aunque hubiera coincidencias en la temática.
8
5 de enero de 2014
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si hay una novela de literatura contemporánea cáustica, dolorosa y francamente punzante con el pulular humano que solemos llamar vida es "Viaje al fin de la noche" del repudiado Céline; y si existe un filme actual que hubiera rodado sin reticencias Fellini sería sin duda "La grande bellezza", a pesar de sus excesos o precisamente en virtud de ellos, pues también eran esencia primordial en el imaginario personal del director de "La dolce vita" -con la que bastante comparte en espíritu la película que nos ocupa-, mas parece ser placer exclusivo de la crítica rendir pleitesía al consagrado mientras pone en entredicho similares recursos en otros que no lo son.

Con una cita de la obra de Céline comienza la cinta de Sorrentino, y no es casual que así lo decida el director, también guionista, pues desde el principio ha de dejar cristalino el propósito fiel al que se rinde la película: la vida. No ya su sentido profundo, su devenir presente y futuro, la casuística o la pulcritud existencial... La vida, la raíz que habría de mantenerse y que nos hace posibilitados de percibir la belleza en incontables ocasiones librándonos de lo que el filme no se cansa de repetirnos hasta el ensalmo: el esnobismo y el hedonismo extremo.

Sorrentino, como ya hiciera el nombrado Fellini -y según mi parecer destroza sistemáticamente con la exageración Almodóvar-, nos regala unos personajes extremos, curiosos y del mismo modo memorables, partiendo del sentir interior de un artista, de una persona llena hasta el hartazgo de la nada que lo rodea y que ha renunciado per se a la búsqueda de un valor más elato. Imposible se me hace no ver esa evidente similitud entre el título de la obra de Sorrentino: "La grande bellezza", y la política y socialmente incorrecta sátira reconvertida en película de culto del extravagante Marco Ferreri: "La grande bouffé", y ambas, sin llegar siquiera a rascar fondo, también hablan de lo mismo en equidistantes perspectivas: de reventar de gusto aunque en ello perdamos la vida, física o psicológicamente hablando.

Decía Lennon eso de que "la vida es aquello que nos sucede mientras nosotros andamos ocupados haciendo otros planes". Sorrentino no nos ofrece otros planes, nos llama a la reflexión, a echar raíces, y a no olvidar la primera gran belleza que percibimos y que nos invita a seguir buscándola sin imposibles, sin causas perdidas... Aferrándonos a lo que existe.
9
20 de febrero de 2014
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una cita de Céline y adelante con el espectáculo. Bajo una Roma serena y clásica con voces traídas del cielo, un turista japonés fotografía la belleza y muere. Estamos avisados. Toda búsqueda conlleva un tropiezo, a veces sin posibilidad de seguir caminando. ¿Qué buscan los participantes de la fiesta que ahora vemos, monumento a lo hortera, lo hueco, lo frívolo, lo Carrà, lo imposible? Buscan no buscar más allá de sus narices: pura exhibición obscena presidida por Jep Gambardella (Toni Servillo: qué actor). Él busca lo que todos y otra cosa: una razón, algo. ¿Lo encuentra? ¿Importa saber si lo encuentra?

A medio camino entre lo operístico y el guiñol, Sorrentino nos ofrece un viaje al final del desencanto, a la vejez de plástico, al ridículo en letras doradas. Jep busca, también, gente que le limpie: su criada sudamericana le limpia la casa y las culpas del desayuno a medio día; el sacerdote del botox le limpia las dudas de la frente; sus amistades (con los que reflexiona como con el espectador con una inteligencia, una contradicción, un pesar y una ilusión que nos deja desnudos y llenos de pieles de bisón a partes iguales) que le limpian los vacíos para dejarlos más vacíos, más inútiles; y su vida le limpia de la muerte, por más que ésta sobrevuele por encima de cada amanecer de copas sin acabar, de tetas y culos poderosos, de estruendo sin alma. De teatro. De Roma.
Sorrentino, ya lo hizo en El Divo, juega al límite y bordea, como su protagonista, el descalabro. Pero no, no hay accidente en el delirio de esa cámara que sí, que muchas veces está encantada de conocerse: hay hipnosis, hay regalo para nuestras retinas, está el Fellini de La Dolce Vita y de Ocho y Medio, hay esa Roma ( santa y puta barata) que es espejo de esa decadencia que preside la cinta, hay virtuosismo a la hora de presentar, a modo de fragmentos de una vida, lo que pasa y no pasa sobre esa azotea que el Coliseo mira sin inmutarse. Porque pasa tanto como lo que no pasa. Jep quiere: quiere volver a escribir, quiere la vida de otros, quiere huir a los primeros amores empapados de interrogantes, quiere y quiere; pero volverá la noche y en ella se quedará con su habitual ruido y furia. Y llegará el día y la soledad entre calles de sombras. Y de día y de noche estará esa nada que tanto atraía a Flaubert como atrae a Jep. La nada por la que Sorrentino nos lleva con mano irónica. La nada, al fin y al cabo, que está en todos lados: en la Roma Clásica que abre sus puertas cuando se entornan las del sol, en la política, en la iglesia, en el arte moderno, en la filosofía que dura lo que dura una calada, en nosotros, en la propia belleza que se busca, que se persigue en esta película como los niños persiguen palomas y con el mismo éxito: al final todo sale volando, salvo la nostalgia.
2
5 de agosto de 2015
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todavia estoy flipando con las opiniones que leo en este foro.
Hay publicos para todos los gustos.
Q tiene esta pelicula para mantenerse dos horas delante de la pantalla.
No suelo escribir comentarios de ningun yipo, pero eapero que ayude a alhuien a no perder el tiempo ante este tipo de cine que solo gusta a los que quieren ser diferentes de los demas.
Devolver esta pelicula al video club y aprovechar las dos horas para hacer algo de provecho.
9
1 de marzo de 2020
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Gran Belleza (2013) comienza con un grupo de turistas admirando la ciudad de Roma y donde se escucha una música celestial cuando, de repente, la escena cambia por completo y aparece una fiesta de desfase descomunal. Allí nos encontramos a un alegre Jep Gambardella (maravillosamente presentado e interpretado por Toni Servillo) festejando que cumple 65 años pero que, sin embargo, lejos de su apariencia, es un hombre desilusionado.

La Gran Belleza es el retrato de una sociedad moderna a través de su personaje principal, alguien cuya inspiración se agotó y que ahora vive gracias a su labor periodística en el que valora las diferentes obras artísticas que van surgiendo en el actual panorama cultural. Acompañar a Jep Gambardella es una de las experiencias más gratificantes que, como espectador, un cinéfilo se puede encontrar. Ver cómo un hombre que aspiraba a tanto y que ahora es el vacío como ser humano el que impera su vida es tan fascinante como desolador. Sin embargo, esto no se queda así, porque la película trata de la búsqueda de la inspiración, del cambio hacia una vida mejor, hacia una vida de provecho y que haya valido la pena vivirla. Un tema transcendental que Paolo Sorrentino ha sabido transmitir con gran ingenio y astucia.

¿Por qué ver La Gran Belleza? Son tantas las buenas escenas (la fiesta del principio, conversaciones entre Jep y Romano, Jep y Ramona, el funeral, la cena entre amigos, la visita de la monja, los paseos de Jep por Roma y sus encuentros con artistas…) y temas (nostalgia, muerte, amor –fundamental lo que significa el personaje de Elisa de Santis para Jep–, arte, relaciones sociales, familia, amistad, vejez…) que se tratan en esta película que hacen de ella una de las obras cinematográficas más destacables de este siglo. Y no solamente verla una vez, porque al principio, cuando la vi por primera vez, no estaba seguro de si lo que había presenciado era tan grande como me había parecido. La segunda vez me lo confirmó, la tercera más todavía… Y es que La Gran Belleza gana con cada visionado, por todo lo que dice y quiere transmitir, por lo que hace pensar al espectador y por su personaje principal, Jep Gambardella. A esto hay que sumar la forma de rodar de Sorrentino, la fotografía para presentar Roma y sus habitantes de esa manera tan bella y a la vez crítica. Y la música, claro, que va en perfecta armonía con lo visual. Sin duda, una película de obligado visionado.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Después de acompañar a Jep Gambardella en su viaje y de adentrarnos en su pensamiento, le queda por decirnos algo importante y que va a marcar sus intenciones de cara al futuro: «Siempre acaba así, con la muerte. Pero antes, ha estado la vida, escondido bajo el “bla, bla, bla…” Todo está sedimentado bajo la cháchara y el ruido. El silencio y el sentimiento. La emoción y el miedo. Los escuálidos e inconstantes destellos de belleza. Y también la sordidez desgraciada y la humanidad miserable. Todo sepultado bajo el manto de la molestia de estar en el mundo. Lo que hay más allá de eso es otro lugar. Yo no me intereso por los otros lugares. Por tanto, que comience la novela. En el fondo, solo es un truco. Sí, solo es un truco».

Debo decir que me parece uno de los mejores finales que he visto. El hecho de empatizar mucho con el personaje principal hace que me alegre de su decisión por volver a escribir y reconducir su vida, la cual se desvió en su juventud. Es un final tremendamente optimista, donde un hombre de 65 años vuelve a encontrar la esperanza de dar sentido a su vida. Porque a veces uno puede comenzar a vivir mejor cuando se es más mayor, porque nunca es tarde para intentar a empezar a ser feliz.
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