Sólo los ángeles tienen alas
1939 

7.7
5,319
15 de noviembre de 2015
15 de noviembre de 2015
1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sesión doble de Howard Hawks compuesta por ésta y por "Hatari". Estructura similar y mismos valores humanos para dar sendas obras maestras. En este caso, una joven americana hace escala en un ficticio puerto sudamericano en donde conocerá a una pequeña comunidad de pilotos que arriesgan sus vidas para llevar el correo con sus avionetas a través de las montañas. Liderados por un duro y joven Cary Grant en una de sus mejores interpretaciones fuera de la comedia y con un dueño holandés socarrón interpretado magistralmente por Sig Ruman.
Como siempre en las obras de Hawks los personajes están perfectamente definidos. Los diálogos son ingeniosos. Las mujeres las que provocan la mayoría de conflictos y los hombres siempre tienen un pasado por el que se sienten atrapados.
Las escenas de aviación están filmadas con técnicas arcaicas que siguen demostrando a día de hoy su enorme eficacia. Confluyen desde retroproyecciones, maquetas hasta filmaciones documentales. Especialmente notable una toma larga de un aterrizaje en una colina, en la que se frustra el primer intento y tiene que bordearse completamente hasta llegar conseguirle en la segunda oportunidad. El despegue posterior reproduce uno similar al que se hace en la reciente "Everest", en el que se tiene que dejar caer por la ladera para alcanzar velocidad de vuelo. Sin ser efectista es eficaz.
Thomas Mitchell hace aquí una de sus mejores interpretaciones, lo que es decir mucho, al ser considerado para mi el mejor secundario del Hollywood clásico, un poco por encima de Walter Brennan y Edward Everett Horton, entre otros. Ese mismo año estuvo en "Lo que el viento se llevó" y en "La diligencia", por la que se llevó el Oscar, casi nada.
Como siempre en las obras de Hawks los personajes están perfectamente definidos. Los diálogos son ingeniosos. Las mujeres las que provocan la mayoría de conflictos y los hombres siempre tienen un pasado por el que se sienten atrapados.
Las escenas de aviación están filmadas con técnicas arcaicas que siguen demostrando a día de hoy su enorme eficacia. Confluyen desde retroproyecciones, maquetas hasta filmaciones documentales. Especialmente notable una toma larga de un aterrizaje en una colina, en la que se frustra el primer intento y tiene que bordearse completamente hasta llegar conseguirle en la segunda oportunidad. El despegue posterior reproduce uno similar al que se hace en la reciente "Everest", en el que se tiene que dejar caer por la ladera para alcanzar velocidad de vuelo. Sin ser efectista es eficaz.
Thomas Mitchell hace aquí una de sus mejores interpretaciones, lo que es decir mucho, al ser considerado para mi el mejor secundario del Hollywood clásico, un poco por encima de Walter Brennan y Edward Everett Horton, entre otros. Ese mismo año estuvo en "Lo que el viento se llevó" y en "La diligencia", por la que se llevó el Oscar, casi nada.
17 de agosto de 2018
17 de agosto de 2018
1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En Barranca, pequeña localidad ficticia situada en la falda de los Andes, opera una humilde compañía aérea de transporte de correo. Geoff Carter (Cary Grant) es su director, piloto experto y hombre duro que parece no querer otro compromiso que no sea el de su peligroso y responsable trabajo. Salvo él y el propietario de la empresa nadie sabe que el futuro de ésta está en el aire (valga el chiste), y que su destino, seguir, reforzada por nuevos aviones mucho más seguros, o cerrar, está próximo a cumplirse.
Aunque aparentemente sencilla en su producción, enteramente rodada en los estudios de Columbia Pictures, esta película es, a mi juicio, una obra maestra; toda una maravilla en cuanto a guion (perfectamente engranado y con unos diálogos que no tienen desperdicio), escrito por Jules Furthman, y basado en una historia del propio Howard Hawks en la que recogía algunas de sus experiencias vividas como piloto de aviación. La dirección es un prodigio de dinamismo, no deja ni un solo tiempo muerto, ayudada por un excelente montaje de Viola Lawrence (la segunda mujer en dedicarse a su profesión y montadora de películas, entre otras muchas, como 'La reina Kelly', de Erich von Stroheim y 'La dama de Shangai', de Orson Welles).
Howard Hawks había rodado previamente a ésta 'La fiera de mi niña', y posteriormente a ella dirigiría 'Primera plana', por lo que se puede deducir que el director de Indiana estaba en plena forma, en lo más alto de su carrera artística, lugar del que quizá nunca bajó. 'Sólo los ángeles tienen alas' contiene aventuras, drama (levemente edulcorado con gotas de inteligente humor), y romance; y todo ello incluido en secuencias donde la amistad, lealtad, compañerismo y el perdón, tras la oportuna redención, quedan patentes. Hawks siempre mostró en sus trabajos la amplia variedad existente de relaciones humanas y, como en este caso, un heroísmo a pie de tierra; no de superhéroes, sino, en apariencia, encarnado en gente corriente.
Por último, manifestar que en el apartado interpretativo poco hay que decir ante la evidente buena labor de actuación del elenco; se puede discutir, quizá, si Jean Arthur era la actriz más adecuada para representar el papel de Bonnie Lee, pero considero esa discusión no demasiado relevante. Dentro de todo el conjunto no quiero pasar por alto a Thomas Mitchell, fíjense que en ese mismo año, 1939, dicho actor, apareció, además de en este filme, en 'La diligencia', 'Caballero sin espada', 'El jorobado de Notre Dame' y en 'Lo que el viento se llevó', casi nada. Aquí, su secuencia final, la de la despedida de su personaje, Kid, para mí es uno de los mejores adioses que he visto en una pantalla.
Aunque aparentemente sencilla en su producción, enteramente rodada en los estudios de Columbia Pictures, esta película es, a mi juicio, una obra maestra; toda una maravilla en cuanto a guion (perfectamente engranado y con unos diálogos que no tienen desperdicio), escrito por Jules Furthman, y basado en una historia del propio Howard Hawks en la que recogía algunas de sus experiencias vividas como piloto de aviación. La dirección es un prodigio de dinamismo, no deja ni un solo tiempo muerto, ayudada por un excelente montaje de Viola Lawrence (la segunda mujer en dedicarse a su profesión y montadora de películas, entre otras muchas, como 'La reina Kelly', de Erich von Stroheim y 'La dama de Shangai', de Orson Welles).
Howard Hawks había rodado previamente a ésta 'La fiera de mi niña', y posteriormente a ella dirigiría 'Primera plana', por lo que se puede deducir que el director de Indiana estaba en plena forma, en lo más alto de su carrera artística, lugar del que quizá nunca bajó. 'Sólo los ángeles tienen alas' contiene aventuras, drama (levemente edulcorado con gotas de inteligente humor), y romance; y todo ello incluido en secuencias donde la amistad, lealtad, compañerismo y el perdón, tras la oportuna redención, quedan patentes. Hawks siempre mostró en sus trabajos la amplia variedad existente de relaciones humanas y, como en este caso, un heroísmo a pie de tierra; no de superhéroes, sino, en apariencia, encarnado en gente corriente.
Por último, manifestar que en el apartado interpretativo poco hay que decir ante la evidente buena labor de actuación del elenco; se puede discutir, quizá, si Jean Arthur era la actriz más adecuada para representar el papel de Bonnie Lee, pero considero esa discusión no demasiado relevante. Dentro de todo el conjunto no quiero pasar por alto a Thomas Mitchell, fíjense que en ese mismo año, 1939, dicho actor, apareció, además de en este filme, en 'La diligencia', 'Caballero sin espada', 'El jorobado de Notre Dame' y en 'Lo que el viento se llevó', casi nada. Aquí, su secuencia final, la de la despedida de su personaje, Kid, para mí es uno de los mejores adioses que he visto en una pantalla.
14 de marzo de 2012
14 de marzo de 2012
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Título mítico que nos devuelve a las películas clásicas de aventuras, de compañerismo, de mujeres que beben, fuman como los hombres y que saben cantar en un piano, de países exóticos y lejanos. No sé si es una obra maestra o nó, pero sin lugar a dudas está impregnada del estilo y personajes de Hawks, y se disfruta como antaño, cuando las películas nos hacían vivir con aparente sencillez, historias maravillosas. Los actores, por supuesto, se comen la pantalla, no hay más que mencionar Grant, Mitchell, Haywaorth.. Son palabras mayores.
15 de abril de 2012
15 de abril de 2012
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Era el año 1939 y ya se rodaron esas secuencias de vuelos, espectaculares algunas de ellas, incluso desde el punto de vista de hoy en día, pero no es eso ni mucho menos lo único bueno de la película. Hawks, Grant, Arthur, Rita, Mitchell, música, fotografía, y especialmente el guión, pleno de matices, es como si pudiéramos ver varias historias paralelas, la relación entre los dos amigos, verdadero amor sin lugar a dudas, la desconfianza del protagonista con las mujeres, el piloto que busca la redención, y también su mujer, el holandés que más parece un sufridor nato. Y en medio de todo aquello la corista que hace escala, y que sin pretenderlo se queda, como atraída por un magnetismo especial. Aunque tal vez ese magnetismo tenga un nombre, y este sea Cary Grant.
Hay unos cuantos momentos pletóricos, de pura magia, como cuando reciben al nuevo piloto al llegar, o cuando el jefe le permite hablar por la radio a ese piloto con su mujer, pero sobre todo el de la moneda, es excelente, y posibilita firmar un final esplendido sin caer en la sensiblería, ni ser excesiva e innecesariamente áspero. Claro que con los nombres que al principio enumero parece difícil hacer algo que no esté a la altura, pero es que en esta ocasión todos se superan para lograr eso que es tan complicado de conseguir, una obra de arte.
Como solemos hacer los buenos aficionados al cine, cuando damos con una película redonda, son varias las veces que la he visto, y mi intención es seguir haciéndolo de vez en cuando, no solo es necesario, sobre todo cuando a veces pillas una racha de esas que no consigues ver nada destacable, para saber que el cine también se puede hacer magníficamente. Es además recomendable hacerlo por nuestra propia salud mental, aunque estés pasando una mala racha, es imposible no sentirse exultante después de disfrutarla.
Hay unos cuantos momentos pletóricos, de pura magia, como cuando reciben al nuevo piloto al llegar, o cuando el jefe le permite hablar por la radio a ese piloto con su mujer, pero sobre todo el de la moneda, es excelente, y posibilita firmar un final esplendido sin caer en la sensiblería, ni ser excesiva e innecesariamente áspero. Claro que con los nombres que al principio enumero parece difícil hacer algo que no esté a la altura, pero es que en esta ocasión todos se superan para lograr eso que es tan complicado de conseguir, una obra de arte.
Como solemos hacer los buenos aficionados al cine, cuando damos con una película redonda, son varias las veces que la he visto, y mi intención es seguir haciéndolo de vez en cuando, no solo es necesario, sobre todo cuando a veces pillas una racha de esas que no consigues ver nada destacable, para saber que el cine también se puede hacer magníficamente. Es además recomendable hacerlo por nuestra propia salud mental, aunque estés pasando una mala racha, es imposible no sentirse exultante después de disfrutarla.
20 de mayo de 2024
20 de mayo de 2024
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En los tiempos heroicos de la aviación, en un rincón perdido de Sudamérica, un puñado de valientes pilotos arriesga su pellejo a diario, desafiando a las montañas, enfrentando tempestades, viajando a lugares remotos.
Cada vez que veo la película de Hawks me da la impresión de cosa fresca, en movimiento. Esos cuarenta primeros minutos en los que se cambia constantemente de punto de vista son un ejemplo de narración dinámica, atrevida, armónica. Los planos se llenan de gente y ruidos; están poblados, como si tuvieran vida en su interior. Se puede oler la lluvia. Luego está la historia. Parece que el director hubiera apresado todo lo que hay de excitante, noble y hermoso en la existencia y lo hubiera condensado en dos horas. Cary Grant hace de duro, Jean Arthur arranca sonrisas. Rita Hayworth aparece y derrocha sensualidad. A los héroes de Hawks les va fallando el cuerpo, la mecánica, la suerte... les falla todo, menos el espíritu. Ríen, cantan, lloran, se emborrachan, se pegan, persiguen mujeres, montan en unos trastos que se caen a pedazos y atraviesan las nubes. A la mañana siguiente, vuelta a empezar. No conocen otra forma de comportarse, ni desean conocerla.
Cada vez que veo la película de Hawks me da la impresión de cosa fresca, en movimiento. Esos cuarenta primeros minutos en los que se cambia constantemente de punto de vista son un ejemplo de narración dinámica, atrevida, armónica. Los planos se llenan de gente y ruidos; están poblados, como si tuvieran vida en su interior. Se puede oler la lluvia. Luego está la historia. Parece que el director hubiera apresado todo lo que hay de excitante, noble y hermoso en la existencia y lo hubiera condensado en dos horas. Cary Grant hace de duro, Jean Arthur arranca sonrisas. Rita Hayworth aparece y derrocha sensualidad. A los héroes de Hawks les va fallando el cuerpo, la mecánica, la suerte... les falla todo, menos el espíritu. Ríen, cantan, lloran, se emborrachan, se pegan, persiguen mujeres, montan en unos trastos que se caen a pedazos y atraviesan las nubes. A la mañana siguiente, vuelta a empezar. No conocen otra forma de comportarse, ni desean conocerla.
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