Fuerza mayor
2014 

6.4
10,322
Drama
Una familia pasa las vacaciones de invierno en los Alpes. El sol brilla y las pistas están magníficas, pero mientras comen en un restaurante, se produce una avalancha que asusta a los clientes. La madre llama a su marido para que la ayude a salvar a sus hijos, pero él ha huido para salvar su vida. La avalancha se detiene delante del restaurante, sin ocasionar daños, pero el universo familiar ya se ha resquebrajado. Tomas buscará ... [+]
1 de marzo de 2015
1 de marzo de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Entiendo que estés decepcionada de la persona que he resultado ser. No eres la única víctima, ¡soy víctima de mis instintos!..., ¿válido para todos, sólo algunos o hay alguien de indudable corazón puro que se salve?, incógnita no resuelta aunque, cuando menos te lo esperas...
Ser o no ser, esa es la cuestión pues no juzgues a menos que seas totalmente inocente, ni señales cuando puedes ser la próxima acusada ya que, nadie está limpio de pecado y no es lícito tirar la piedra y esperar salir indemne puesto que, quien esconde la mano puede tener todo el brazo manchado y no hay mayor bocazas que el que debería haber callado y, de paso, no hables tanto si puedes ser el más culpable ni sanciones con alevosía sin ser, primariamente, juzgado ya que, hay heridas que rebotan en la cara y cicatrices que descubren nuestras vergüenzas de modo que, no hagas a los demás lo que no deseas para ti mismo y no esperes de nadie lo que tú no eres capaz de dar.
Un cruel e incisivo espejo dictatorial que alza su dedo inquisidor para acabar roto en mil pedazos por una ética y honestidad pretendida que resulta ser esquiva y se nos escapa cuando menos esperas, un kantiano imperativo hipotético que pierde toda su fuerza mayor al valerse de un condicional apetitoso de duda e incertidumbre, hasta entonces, nunca hallada que destroza una realidad presente al tomar forma y transformarse en práctica fallida y fracasada, todo un experimento sociológico sobre la pareja, la familia y uno mismo que descubre una grandeza ética a partir de la sencillez de un acto nimio, espontáneo y fortuito, la sublime naturaleza como arma arrojadiza de un dilema moral y virtud no hallada que causará estragos en aquellos a quien ponga a prueba, test a la valentía, prioridad, cobardía, intuición, decisiva elección voluntaria -o no- de quienes somos y aceptación digna de ello.
Estás de maravillosas vacaciones, en la terraza del hotel, almorzando con tus seres queridos, disfrutando de las espléndidas vistas y de la seguridad del amor profesado por las personas estimadas que constituyen tu mundo, una estúpida avalancha descontrolada, peligro inminente, enigma de suceso y, toda tu estructura social de vida se resquebraja al descubrir tu verdadero yo y el de tus semejantes, ser el primero en correr o el último en abandonar el barco, huir y salvarse/quedarse y proteger, cuestiones que sólo aparecen en situaciones límites de ansiedad, perturbación, miedo y caos, héroe encontrado/cobarde descubierto, respuesta tropezada sin retorno a paraíso perdido que abre un nuevo panorama reflexivo cuya crítica feroz puede resultar dañina cuando realice un giro de 180 grados y estampe su impronta y sello en nuestro espíritu definitivamente mancillado.
Olvídate de la supuesta comedia, analiza el drama, devora las imágenes silenciosas y la asolada devastación de luz inmensa y vasta demarcación, ardiente corazón rodeado de frío descorazonador, gélido ambiente para torridos sentimientos, calidez emocional envuelta en hermetismo orgánico de arquitectura glacial que ofrece un peculiar, atípico, curioso discurso apalabrado, verdad que estalla sin pudor ni pedir permiso para avergonzar, impresionar, capturar y enorgullecer pues, sea cual sea tu título, puede que ninguno encaje definitivamente ya que parece moverse un poco entre todos variando posición, salida, recorrido y llegada.
Cuatro días esquiando, el edén nevado y la serpiente tentando y, nadie a salvo de librarse de la guillotina y preferir plátano a suculenta manzana, la pregunta no es si gusta o no gusta sino, si te fías de cuál sería tu máxima, debate que no coje la profundidad deseada para nidar en el alma de la audiencia ya que, en ningún momento, la afinidad llega a tal punto que te cuestiones a ti mismo, estudio de la universidad de Ikea cuya república independiente de tu casa aún no está segura de quien es el soberano que la dirige pues, aspirantes al trono todos, falsas coronas de sobra, verdaderos reyes muy pocos.
Se observa con cómoda distancia que no indaga en tu interior, espíritu analizador que no afila en demasía, interesante, llamativa, se puede ver como indagación anecdótica de rareza expuesta, mordacidad en las formas y desenlace letal pero, se ha exagerado su nota pues su agudeza y destreza se queda en pantalla, al margen del espectador.
"Salomón, habiendo escuchado a las dos mujeres, hizo traer una espada y le dijo a uno de sus servidores: partir al niño por la mitad y dad una mitad a cada una de las mujeres. La madre del niño..., conmovida clamó: no lo mateis, señor, dadle a ella el niño vivo..., en cambio la otra decía..."
¿Te quedas y sacrificas o corres y salvas?
Fuerza mayor desbocada que impone su sentencia con calma turbadora que anticipa la ópera demoledora de tempestad venidera.
lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
Ser o no ser, esa es la cuestión pues no juzgues a menos que seas totalmente inocente, ni señales cuando puedes ser la próxima acusada ya que, nadie está limpio de pecado y no es lícito tirar la piedra y esperar salir indemne puesto que, quien esconde la mano puede tener todo el brazo manchado y no hay mayor bocazas que el que debería haber callado y, de paso, no hables tanto si puedes ser el más culpable ni sanciones con alevosía sin ser, primariamente, juzgado ya que, hay heridas que rebotan en la cara y cicatrices que descubren nuestras vergüenzas de modo que, no hagas a los demás lo que no deseas para ti mismo y no esperes de nadie lo que tú no eres capaz de dar.
Un cruel e incisivo espejo dictatorial que alza su dedo inquisidor para acabar roto en mil pedazos por una ética y honestidad pretendida que resulta ser esquiva y se nos escapa cuando menos esperas, un kantiano imperativo hipotético que pierde toda su fuerza mayor al valerse de un condicional apetitoso de duda e incertidumbre, hasta entonces, nunca hallada que destroza una realidad presente al tomar forma y transformarse en práctica fallida y fracasada, todo un experimento sociológico sobre la pareja, la familia y uno mismo que descubre una grandeza ética a partir de la sencillez de un acto nimio, espontáneo y fortuito, la sublime naturaleza como arma arrojadiza de un dilema moral y virtud no hallada que causará estragos en aquellos a quien ponga a prueba, test a la valentía, prioridad, cobardía, intuición, decisiva elección voluntaria -o no- de quienes somos y aceptación digna de ello.
Estás de maravillosas vacaciones, en la terraza del hotel, almorzando con tus seres queridos, disfrutando de las espléndidas vistas y de la seguridad del amor profesado por las personas estimadas que constituyen tu mundo, una estúpida avalancha descontrolada, peligro inminente, enigma de suceso y, toda tu estructura social de vida se resquebraja al descubrir tu verdadero yo y el de tus semejantes, ser el primero en correr o el último en abandonar el barco, huir y salvarse/quedarse y proteger, cuestiones que sólo aparecen en situaciones límites de ansiedad, perturbación, miedo y caos, héroe encontrado/cobarde descubierto, respuesta tropezada sin retorno a paraíso perdido que abre un nuevo panorama reflexivo cuya crítica feroz puede resultar dañina cuando realice un giro de 180 grados y estampe su impronta y sello en nuestro espíritu definitivamente mancillado.
Olvídate de la supuesta comedia, analiza el drama, devora las imágenes silenciosas y la asolada devastación de luz inmensa y vasta demarcación, ardiente corazón rodeado de frío descorazonador, gélido ambiente para torridos sentimientos, calidez emocional envuelta en hermetismo orgánico de arquitectura glacial que ofrece un peculiar, atípico, curioso discurso apalabrado, verdad que estalla sin pudor ni pedir permiso para avergonzar, impresionar, capturar y enorgullecer pues, sea cual sea tu título, puede que ninguno encaje definitivamente ya que parece moverse un poco entre todos variando posición, salida, recorrido y llegada.
Cuatro días esquiando, el edén nevado y la serpiente tentando y, nadie a salvo de librarse de la guillotina y preferir plátano a suculenta manzana, la pregunta no es si gusta o no gusta sino, si te fías de cuál sería tu máxima, debate que no coje la profundidad deseada para nidar en el alma de la audiencia ya que, en ningún momento, la afinidad llega a tal punto que te cuestiones a ti mismo, estudio de la universidad de Ikea cuya república independiente de tu casa aún no está segura de quien es el soberano que la dirige pues, aspirantes al trono todos, falsas coronas de sobra, verdaderos reyes muy pocos.
Se observa con cómoda distancia que no indaga en tu interior, espíritu analizador que no afila en demasía, interesante, llamativa, se puede ver como indagación anecdótica de rareza expuesta, mordacidad en las formas y desenlace letal pero, se ha exagerado su nota pues su agudeza y destreza se queda en pantalla, al margen del espectador.
"Salomón, habiendo escuchado a las dos mujeres, hizo traer una espada y le dijo a uno de sus servidores: partir al niño por la mitad y dad una mitad a cada una de las mujeres. La madre del niño..., conmovida clamó: no lo mateis, señor, dadle a ella el niño vivo..., en cambio la otra decía..."
¿Te quedas y sacrificas o corres y salvas?
Fuerza mayor desbocada que impone su sentencia con calma turbadora que anticipa la ópera demoledora de tempestad venidera.
lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
5 de marzo de 2015
5 de marzo de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La familia es una unidad donde se manifiesta la diversidad una y otra vez, donde la convivencia ofrece la oportunidad de cambiar el punto de vista y ceder, donde las crisis son verdaderamente de crecimiento cuando vienen acompañadas del conocimiento propio y de la aceptación de las debilidades ajenas. En ese sentido, "Fuerza mayor" es un magnífico punto de partida para el debate, pues suscita muchas cuestiones que no tienen una fácil ni única respuesta, y que son tratadas con perspicacia y sutileza: las diferencias de percepción y análisis del hombre y de la mujer, la necesidad de contar (o de gritar) las cosas que se quedan dentro y hacen daño, la educación de los hijos desde el amor matrimonial, la exigencia o no de actitudes heroicas en situaciones límite, la discreción para no airear los problemas conyugales, la condición humana con su elemento instintivo ("fuerza mayor") y su raciocinio añadido... De todo nos habla Ruben Östlund en este drama familiar que ganó el Premio del Jurado en la sección Una cierta mirada de Cannes y el Giraldillo de Oro en Sevilla, y que representó a Suecia en los últimos Oscar.
Todo comienza cuando viajamos con Tomas, Ebba y sus dos hijos pequeños a los Alpes. Van a ser cinco días en familia, esquiando y disfrutando de los niños. Sin embargo, desde el restaurante de la estación contemplamos una avalancha de nieve... que no está tan controlada como se creía. La sorpresa y el miedo hace que unos saquen fotos y otros como Tomas salgan corriendo, abandonando incluso a los pequeños. Aparentemente no ha pasado nada porque no hay accidentados, pero por dentro algo ha cambiado en esa familia... que se ha sentido desprotegida. El tema se puede silenciar o ser hablado en una confidencia conyugal, uno puede reconocer que no ha estado a la altura o percibir lo sucedido como un acto reflejo al que no hay que darle mayor importancia. A Tomas le respalda el natural instinto de supervivencia y a Ebba el de protección maternal, mientras que a los niños solo les interesa que sus padres "no se divorcien".
En esa tesitura, no es fácil determinar qué tendría que haber hecho Tomas en y después de la avalancha, o si se le puede exigir la heroicidad de uno de los personajes de la televisión. En cualquier caso, Östlund quiere dar al matrimonio sueco una segunda oportunidad para limar diferencias y resquemores -quizá solo por razones educativas para los niños-, y genera otra situación dramática donde la nieve y la niebla vuelven a cegar el camino familiar. Incluso en un tercer momento su vida parece correr peligro en la carretera, y la unidad se refuerza con la decisión de seguir el camino andando... pero todos juntos. Es el mismo signo que poco antes hemos visto ante el ataque de pánico que ha sufrido Tomas en el hotel, y que hace que todos se agrupen como una piña para sostenerse. Esa es una de las imágenes visuales que le sirven al director para transmitir su mensaje principal, igual que la de los esposos lavándose los dientes ante el gran espejo del baño del hotel: es necesario mirar y reconocer a ese individuo frágil y mezquino que está delante, a ese que quizá hasta uno mismo desprecia y del que está cansado pues lleva toda la vida con él... ése es el primer paso para escapar a una espiral a una avalancha de equívocos y reproches.
Por otro lado, Östlund demuestra talento y sensibilidad artística cuando usa el plano en negro o en blanco manteniendo el sonido, lo mismo que cuando mantiene fija la cámara recogiendo el semblante del oyente y no de quien habla en una de las muchas conversaciones, o cuando hace que la música irrumpa en una historia que atraviesa un momento de especial dramatismo... como invitando al espectador a la reflexión. El guión es magnífico y con él la manera de perfilar la psicología de cada personaje, de sacar a flote con naturalidad la complejidad interior de cada uno de ellos, de cerrar la historia con un desenlace donde lo mejor que se puede hacer es fumarse un cigarrillo juntos. Como decíamos, una película muy interesante para el debate sobre las relaciones personales y sobre la vida matrimonial, pero también para descubrir la armonía entre palabra e imagen que el buen cine debe ofrecer, para disfrutar de unos días esquiando y hablando con esta familia que se había quedado atrapada en la nieve.
Todo comienza cuando viajamos con Tomas, Ebba y sus dos hijos pequeños a los Alpes. Van a ser cinco días en familia, esquiando y disfrutando de los niños. Sin embargo, desde el restaurante de la estación contemplamos una avalancha de nieve... que no está tan controlada como se creía. La sorpresa y el miedo hace que unos saquen fotos y otros como Tomas salgan corriendo, abandonando incluso a los pequeños. Aparentemente no ha pasado nada porque no hay accidentados, pero por dentro algo ha cambiado en esa familia... que se ha sentido desprotegida. El tema se puede silenciar o ser hablado en una confidencia conyugal, uno puede reconocer que no ha estado a la altura o percibir lo sucedido como un acto reflejo al que no hay que darle mayor importancia. A Tomas le respalda el natural instinto de supervivencia y a Ebba el de protección maternal, mientras que a los niños solo les interesa que sus padres "no se divorcien".
En esa tesitura, no es fácil determinar qué tendría que haber hecho Tomas en y después de la avalancha, o si se le puede exigir la heroicidad de uno de los personajes de la televisión. En cualquier caso, Östlund quiere dar al matrimonio sueco una segunda oportunidad para limar diferencias y resquemores -quizá solo por razones educativas para los niños-, y genera otra situación dramática donde la nieve y la niebla vuelven a cegar el camino familiar. Incluso en un tercer momento su vida parece correr peligro en la carretera, y la unidad se refuerza con la decisión de seguir el camino andando... pero todos juntos. Es el mismo signo que poco antes hemos visto ante el ataque de pánico que ha sufrido Tomas en el hotel, y que hace que todos se agrupen como una piña para sostenerse. Esa es una de las imágenes visuales que le sirven al director para transmitir su mensaje principal, igual que la de los esposos lavándose los dientes ante el gran espejo del baño del hotel: es necesario mirar y reconocer a ese individuo frágil y mezquino que está delante, a ese que quizá hasta uno mismo desprecia y del que está cansado pues lleva toda la vida con él... ése es el primer paso para escapar a una espiral a una avalancha de equívocos y reproches.
Por otro lado, Östlund demuestra talento y sensibilidad artística cuando usa el plano en negro o en blanco manteniendo el sonido, lo mismo que cuando mantiene fija la cámara recogiendo el semblante del oyente y no de quien habla en una de las muchas conversaciones, o cuando hace que la música irrumpa en una historia que atraviesa un momento de especial dramatismo... como invitando al espectador a la reflexión. El guión es magnífico y con él la manera de perfilar la psicología de cada personaje, de sacar a flote con naturalidad la complejidad interior de cada uno de ellos, de cerrar la historia con un desenlace donde lo mejor que se puede hacer es fumarse un cigarrillo juntos. Como decíamos, una película muy interesante para el debate sobre las relaciones personales y sobre la vida matrimonial, pero también para descubrir la armonía entre palabra e imagen que el buen cine debe ofrecer, para disfrutar de unos días esquiando y hablando con esta familia que se había quedado atrapada en la nieve.
30 de junio de 2015
30 de junio de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fuerza mayor, a pesar de ser una película irregular con claros y oscuros, atesora en su interior algunas escenas bastante impactantes a nivel sociocultural. De entre todas ellas destaca una en la que la protagonista, tras vivenciar una avalancha controlada como un suceso catárquico y esclarecedor, decide irse a esquiar ella sola prescindiendo del resto de su familia. En dicha escena, Ebba, echa una buena cagada en medio de un bosquecillo nevado; lo cual choca completamente con las asépticas imágenes de la familia lavåndose los dientes juntos cual panda de clones.
Sólo por esa escena merece la pena ver esta película.
No obstante, puedes encontrar alguna joya más si tienes paciencia ya que la película se desarrolla muy lenta. Tanto que llegado cierto momento parece que se estanque sin llegar a ningún sitio.
Con una estética muy europea cercana a Bergman, pero sobre todo al Kubrick de Odisea 2001, Eyes wide shut o El resplandor, el film se desarrolla en largos planos secuencia estáticos que van mostrando a la perfección la desintegración del concepto de familia perfecta y feliz; padre egoista, madre sumisa desbordada y unos niños repelentes y mal criados.
Es por tanto recomendable para sociópatas que gusten de diseccionar los clichés de la sociedad actual más que para fanáticos de las películas catastrofistas ya que el cartel puede llevar a error al mostrar una escena que apenas dura 3 minutos y que sólo sirve como detonante de la implosión familiar.
Sólo por esa escena merece la pena ver esta película.
No obstante, puedes encontrar alguna joya más si tienes paciencia ya que la película se desarrolla muy lenta. Tanto que llegado cierto momento parece que se estanque sin llegar a ningún sitio.
Con una estética muy europea cercana a Bergman, pero sobre todo al Kubrick de Odisea 2001, Eyes wide shut o El resplandor, el film se desarrolla en largos planos secuencia estáticos que van mostrando a la perfección la desintegración del concepto de familia perfecta y feliz; padre egoista, madre sumisa desbordada y unos niños repelentes y mal criados.
Es por tanto recomendable para sociópatas que gusten de diseccionar los clichés de la sociedad actual más que para fanáticos de las películas catastrofistas ya que el cartel puede llevar a error al mostrar una escena que apenas dura 3 minutos y que sólo sirve como detonante de la implosión familiar.
2 de marzo de 2015
2 de marzo de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sobre el hombre pesa una enorme responsabilidad dentro del imaginario familiar. La sociedad le presupone unos atributos –protección, entereza, valor- ante los cuáles sólo cabe responder sacando pecho. Sin flaquezas. Derrochando hombría. Rara vez se invierten los papeles. Todavía hoy, el sexo masculino sigue acatando por imperativo social un rol que enaltece su virilidad, que enorgullece su propio ego. Pero, ¿qué ocurre cuando el varón no responde a los cánones preestablecidos, cuando se muestra incapaz de asumir esa carga de seguridad y de estabilidad emocional en la pareja?
Es la hipotética situación que materializa el sueco Ruben Östlund en Fuerza mayor y que incluso en pantalla resulta inaceptable. ¡Un hombre abandona a su mujer y a sus hijos pequeños para refugiarse de un alud! Inadmisible. Intolerable. Bochornoso. Cobarde. Resulta casi instintivo ponerse en la piel de la pobre y afligida esposa, víctima de un marido que, ante una situación de emergencia, reacciona a la contra, poniendo en entredicho sus sentimientos y desestabilizando por completo la estructura de su hogar. Un refugio donde el derrumbamiento no es opción para hombres.
La cinta plantea un debate en platea que todos y cada uno de los personajes van desmigajando durante el metraje. Los hay que lo verbalizan directamente –como la propia afectada-; los que prefieren ocultarlo –evidentemente, el marido-; los que desenfundan las excusas –como el esforzado amigo- y, mucho más interesante, los que exteriorizan sin mediar palabra. En la figura de los dos pequeños, con un instinto inmejorable para interpretar la realidad, y del señor de mantenimiento del hotel, con esa mirada condenatoria, se ejemplifica perfectamente el gusto del director por los detalles.
Porque Fuerza mayor no es una película en la que un hecho en principio banal desencadena un desenfrenado conflicto verbal –como ocurre, por ejemplo, en Un dios salvaje, de Polanski- o una batería de inesperadas reacciones –como en la serie The slap-. Aquí los acontecimientos se suceden a ritmo de quitanieves y de Vivaldi, con la misma mirada hipnótica con la que uno observa descender los copos de nieve. Con un halo de misterio que vaticina tragedia, planos asépticos y fijos que marcan distancia, que sugieren más clímax de los que la cinta finalmente proporciona.
De ahí que cuando estallan los sentimientos, en uno de los pocos arranques del filme, la escena resulte un poco chocante, incluso grotesca. Tantos esfuerzos visuales para recrear un contexto gélido y claustrofóbico, con magníficos planos a vista de esquí o entre la niebla, deberían haberse invertido también en la construcción de un protagonista que, finalizado el metraje, todavía desconocemos si merece nuestra empatía o todo nuestro desprecio. Desconcertante planteamiento sobre el que el director prefiere no adoctrinar.
Es la hipotética situación que materializa el sueco Ruben Östlund en Fuerza mayor y que incluso en pantalla resulta inaceptable. ¡Un hombre abandona a su mujer y a sus hijos pequeños para refugiarse de un alud! Inadmisible. Intolerable. Bochornoso. Cobarde. Resulta casi instintivo ponerse en la piel de la pobre y afligida esposa, víctima de un marido que, ante una situación de emergencia, reacciona a la contra, poniendo en entredicho sus sentimientos y desestabilizando por completo la estructura de su hogar. Un refugio donde el derrumbamiento no es opción para hombres.
La cinta plantea un debate en platea que todos y cada uno de los personajes van desmigajando durante el metraje. Los hay que lo verbalizan directamente –como la propia afectada-; los que prefieren ocultarlo –evidentemente, el marido-; los que desenfundan las excusas –como el esforzado amigo- y, mucho más interesante, los que exteriorizan sin mediar palabra. En la figura de los dos pequeños, con un instinto inmejorable para interpretar la realidad, y del señor de mantenimiento del hotel, con esa mirada condenatoria, se ejemplifica perfectamente el gusto del director por los detalles.
Porque Fuerza mayor no es una película en la que un hecho en principio banal desencadena un desenfrenado conflicto verbal –como ocurre, por ejemplo, en Un dios salvaje, de Polanski- o una batería de inesperadas reacciones –como en la serie The slap-. Aquí los acontecimientos se suceden a ritmo de quitanieves y de Vivaldi, con la misma mirada hipnótica con la que uno observa descender los copos de nieve. Con un halo de misterio que vaticina tragedia, planos asépticos y fijos que marcan distancia, que sugieren más clímax de los que la cinta finalmente proporciona.
De ahí que cuando estallan los sentimientos, en uno de los pocos arranques del filme, la escena resulte un poco chocante, incluso grotesca. Tantos esfuerzos visuales para recrear un contexto gélido y claustrofóbico, con magníficos planos a vista de esquí o entre la niebla, deberían haberse invertido también en la construcción de un protagonista que, finalizado el metraje, todavía desconocemos si merece nuestra empatía o todo nuestro desprecio. Desconcertante planteamiento sobre el que el director prefiere no adoctrinar.
7 de julio de 2015
7 de julio de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nos encontramos ante un film en extremo interesante, una película que indaga y se sumerge en lo más recóndito del ser humano y que pone al descubierto esas fuerzas interiores latentes que todos llevamos dentro.
Me gustan sobre todo dos aspectos, por un lado el hecho concreto que desencadena todo, y por el otro ese paisaje, ese entorno tan quieto, organizado, pero que como la gente en general, guarda en su interior potentes fuerzas interiores a las que como nuestros instintos, la estación de esquí controla, mide y vigila para que no se desaten.
Interesante el conflicto, un tanto desconcertante su desarrollo en algunos momentos, muy acertada su localización, y toda una descripción del ser humano y nuestras relaciones con los demás y con nuestro entorno en estos días.
Bien los actores, con sus complejas formas de reaccionar, me gusta mucha la actriz protagonista Lisa Loven.
Muy interesante, recomendable,
Me gustan sobre todo dos aspectos, por un lado el hecho concreto que desencadena todo, y por el otro ese paisaje, ese entorno tan quieto, organizado, pero que como la gente en general, guarda en su interior potentes fuerzas interiores a las que como nuestros instintos, la estación de esquí controla, mide y vigila para que no se desaten.
Interesante el conflicto, un tanto desconcertante su desarrollo en algunos momentos, muy acertada su localización, y toda una descripción del ser humano y nuestras relaciones con los demás y con nuestro entorno en estos días.
Bien los actores, con sus complejas formas de reaccionar, me gusta mucha la actriz protagonista Lisa Loven.
Muy interesante, recomendable,
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