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Tener y no tener

Cine negro. Intriga. Thriller Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Harry Morgan y Eddie son dos marineros que tratan de ganarse la vida en la isla de la Martinica alquilando su barco de recreo. Pese a sus reticencias, finalmente se verán obligados a trabajar para la Resistencia. (FILMAFFINITY)
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7
5 de febrero de 2014
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuenta la leyenda de Hollywood, que a Howard Hawks, le había gustado mucho “Casablanca” y decidió hacerla de nuevo, pero a su estilo. Al parecer, el proyecto fue propiciado por un reto entre el director y el escritor Ernst Heminway, en el transcurso de una cacería: Hawks apostaría llevar su peor narración al cine y convertirla en una gran película; poco después, Hemingway le entregaba una novelita por encargo escrita en una sentada pocos años antes por motivos económicos (Tener y no tener). Tras consolidarse como una de las estrellas más taquilleras de la Warner, Humphrey Bogart interpretaría bajo las órdenes de Hawks esta nueva película de mensaje anti nazi, donde el conflicto bélico queda, no obstante, diluido en una mezcla amena e ingeniosa de cine negro, aventuras y comedia romántica, los productores buscaban rememorar el éxito que les había proporcionado la película de Michael Curtiz.

Erigido en representante del clasicismo cinematográfico norteamericano, Hawks disfrutaba de un gran prestigio profesional y lograría con esta adaptación libre de la novela, para la cual dispuso de Jules Furthamany y William Faulkner, una interesante historia. También aquí hay un club nocturno, un pianista, una trama política, unos nazis liderados por un antipático e ineficaz inspector y aunque la acción se sitúa en el Caribe, no acaparan nuestra atención sus exóticos paisajes, sino los interiores donde tiene lugar la acción, y las sabrosas y provocativas conversaciones entre los protagonistas. Harry (Bogart), un capitán de barco que se gana la vida organizando excursiones para turistas ricos, con la compañía del viejo borrachín Eddie (Walter Brennan), en el hotel donde se hospedan conocerán a Marie (Lauren Bacall), una jovencita aventurera que subsiste gracias a sus artes seductoras e irresistible encanto, que presume de frases para la historia: “Si me necesitas silba, ¿porque, sabes silbar…?, sólo tienes que juntar los labios…”.

Es la historia de un hombre individualista que sacrifica su pragmatismo ante la vida por una causa colectiva. Es necesario destacar el talento de Hawks, personal e individualista, para contar las cosas con absoluta sencillez, mediante una lúcida puesta en escena, la cámara siempre a la altura de los ojos, unos ingeniosos diálogos, a veces surrealistas pero siempre eficaces. Extraordinario trabajo de los tres protagonistas que transmiten una convincente química, durante el rodaje Bogart (45 años) y Bacall (19), se hicieron pareja en la vida real. Ambos volverían a trabajar juntos en “El sueño eterno” y “Senda tenebrosa”. El debut de Lauren Bacall en esta película marcaría para siempre el rumbo de su vida. Sobre él edificó un inmenso mito cinematográfico y gracias a él conoció al hombre de su vida Humphrey Bogart que moriría en 1958, según dicen de un cáncer de esófago y un millón de whiskies.
8
1 de marzo de 2015 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tanto se ha repetido que Hawks es el cineasta del grupo – The Dawn Patrol (1930), The Road to Glory (1936), Only Angels Have Wings (1939), Air Force (1943), The Thing (1951), Hatari! (1962)- y de la amistad – A Girl in Every Port (1928), Ceiling Zero (1936), Come and Get It (1936), Red River (1948), The Big Sky (1952), Rio Bravo (1959), El Dorado (1966), Río Lobo (1970) -, y siempre limitándose a la viril, para cantarla o denostarla, cuando también la hay entre mujeres, como en Gentlemen Prefer Blondes (1953) , o entre personas de los dos sexos: los cazadores y Michele Girandon en Hatari!, que no es del todo extraño que se haya acusado a este director de ser casi todo, desde misógino a homosexual latente, pasando por “cerdo machista”.

Si nos desentendemos de lo meramente cuantitativo, no se puede justificar que se hable de Donen, Edwards o Nicholas Ray como “cineastas de la pareja” y se omita, en tal sentido, la figura de Hawks, uno de los más lúcidos y menos presuntuosos analistas de las relaciones entre hombres y mujeres que se han dedicado al cine. Los triángulos de Scarface (1932), Tiger Shark (1932), Today We Live (1933), Barbary Coast (1935), His Girl Friday (1940), como las parejas de Twentieth Century (1934), Bringing Up Baby (1938), Only Angels Have Wings , I Was a Male War Bride (1949), Monkey Business (1952), Man’s Favorite Sport? (1964), o las combinaciones o permutaciones de Red Line 7000 (1965), deberían llamar la atención acerca del interés por el sexo demostrado por Hawks durante toda su carrera. Pero, en realidad, bastaría con tener en cuenta una sola de sus películas – para colmo, de las más famosas – para asegurar al autor de Ball of Fire (1941) un lugar destacado entre los estudiosos de la pareja: To Have and Have Not (1944), adaptación libre de la novela homónima de Hemingway y a cargo de Jules Furthman – frecuente colaborador de Stenberg -, William Faulkner y el propio Hawks, célebre sobre todo por tratarse de la primera actuación de Lauren Bacall y porque durante el rodaje Humphrey Bogart se enamoró de ella.

Ignoro hasta qué punto puede considerarse a Hawks responsable de la unión de Bogart y Bacall, pero en todo caso no le pasó desapercibida la atracción, la corriente de complicidad y la asombrosa armonía que se estableció entre sus actores principales, de la que se beneficiaron tanto la película – porque hay gestos, miradas, movimientos sincrónicos que van más allá de la dirección de actores, que dicen más que el guión – y sus espectadores – pues supone un espectáculo único, inalcanzable para el más discreto y penetrante paladín del cinéma-verité – como para sus protagonistas, que salieron de ella casi casados y convertidos en figuras estelares de la mitología del siglo XX.

Sin necesidad de psicoanálisis bergmanianos, sin diálogos explicativos, sin recurrir a la introspección ni apenas a los primeros planos prolongados que permiten al público bucear en sus propios recuerdos y sentimientos para atribuírselos a los rostros que (en la pantalla) se ofrecen a su atención en plano-contraplano, dejando de lado (por superfluos) los arrebatos románticos y las declaraciones de amor enfáticas y redundantes, To Have and Have Not es la más perfecta crónica de un enamoramiento que pueda imaginarse. No se trata de relaciones prefijadas por la lógica – convencional o no – dramática o narrativa, indicadas por el guión y simuladas con más o menos arte, oficio o espontaneidad por unos intérpretes que siguen las instrucciones del director, que procurará luego elegir, entre las tomas disponibles, aquella en que sus ojos parezcan traicionar una mayor emoción, un anhelo más intenso; nos encontramos ante un hombre y una mujer, actor profesional y aspirante a actriz, que se conocen en un estudio de cine, durante un rodaje, y que se sienten irreprimiblemente atraídos; que dejan de actuar, de interpretar a unos personajes a los que les pasan unas determinadas peripecias, o lo hacen por libre, desentendiéndose de las “exigencias del guión”, demasiado entregados a vivir su propia y verdadera historia privada. Lo hacen ante un director lo suficientemente agudo y flexible como para no inmiscuirse en sus asuntos, que se dedica a darles facilidades y a captar sin agobiarles cada una de sus miradas, cada contacto, incluso la vibración que recorre el espacio vacío que hay entre ellos. Por eso, To Have and Have Not demuestra, con la precisión de un documental científico, que el flechazo existe, y muestra, sin tratar de explicar lo inexplicable, cómo se tejen y se anudan – con desconfianza y recelo, sin preocupación y vacilaciones, con avances y retiradas tácticas, con humor y tolerancia, con un esfuerzo espontáneo de mutua adaptación, con curiosidad e incertidumbre, con suspense, bajo la presión de las circunstancias, por encima de los obstáculos propios y ajenos, con y contra el tiempo – las complejas y dinámicas relaciones afectivas, físicas, mentales y éticas que se conocen con el nombre – tan gastado, tan usado en vano – de “amor”.

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Estoy seguro de que si To Have and Have Not no hubiese narrado el enamoramiento de Harry “Steve” Morgan (Bogart) y Marie “Slim” Browning (Bacall), la conducta de los actores hubiese impuesto una interpretación subterránea de su argumento en la que, aunque el guión lo frustrase, su amor resultaría evidente. Por suerte, no era el caso, y así To Have and Have Not constituye una respuesta contundente y convincente al pesimismo excesivamente generalizador de Louis Aragón, cuyo poema Il n’y a pas d’amour heureux cantó Georges Brassens, y Godard hizo escuchar a Michel Poiccard (Jean-Paul Belmondo), como una premonición, en la escena inaugural de lo que algún tiempo llamamos “cine moderno” y hoy muchos nos inclinaríamos a considerar como “cine clásico” o, más bien, “cine” a secas.

A parte de lo cual, coherentemente, pero por añadidura, To Have and Have Not es también una de las más grandes películas que se han hecho sobre cosas tan fundamentales y queridas como la amistad – Eddie “the Rummy” (Walter Brennan), Cricket (Hoagy Carmichael) -, la independencia, la lucha por la libertad, la música – hay que ver y oir a Lauren Bacall cantando How Little we knows – y la aventura.

(Casablanca, nº 7-8, julio-agosto de 1981, pp. 25-26)
8
25 de abril de 2015 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es indudable que la extraordinaria química que desprenden Humphrey Bogart y Lauren Bacall en todas y cada una de las escenas y los diálogos brillantes, yo diría que estupefacientes, de William Faulkner y Jules Furthman, nos distraen de la verdadera condición de esta notable aunque no maestra producción del sin par Howard Hawks, que no es otra -nadie lo dude- sino tratar de repetir el éxito de "Casablanca" (1942) de Michael Curtiz, con nazis y pianista -esta vez blanco- incluidos. Quienes aman el cine de Hawks nunca colocarían este brillante producto de la factoría Warner, sobreelevado por una mitología ajena a su calidad intrínsecamente fílmica, en el Olimpo del director norteamericano pero es indiscutible que hasta una imperfecta muestra de su don para contar historias con tensión, humor e interés como el que nos ocupa nos lleva a seguir, por muchas razones, admirándolo, pese al infantilismo de la historia, el desigual trazo otorgado a los personajes -sólo los de Bogart y Bacall están bien trabajados; el resto son meros esbozos- o la resolución arbitraria y un un poco abrupta. Un poco sobrevalorada.
7
18 de marzo de 2006
11 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Demasiadas coincidencias, un principio calcado al de Casablanca, misma fecha, mismas circunstancia, es decir territorio de la Francia no ocupada, un Frenchy que es la viva imagen de Ugarte, parece ser que Howard Hawks, quiso repetir la fórmula por la cual Casablanca obtuvo un éxito rotundo, todas estas circunstancias hacen que personalmente la película pierda puntos, sin dejar por ello de ser un buen film, la química entre Bogart y Bacall es indudable, y el papel del entrañable borrachín Walter Brennan es más que correcto, personalmente esperaba más de la película, que sin dejar de ser buena, no esta al mismo nivel que Casablanca.
9
6 de noviembre de 2006
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Le decía una jovencisima y desconocida Bacall de 19 años a un ya consagrado por aquel entonces Bogart en el film en donde se encontraron por primera vez, para empezar a conformar una de las parejas más sólidas de celuloide a la altura de los Hepburn-Tracy, Wayne-O´Hara o Grant- Russell y que incluso trascendería más alla de esta con en consiguiente regocijo de la prensa sensacionalista americana.
El film transcurre en la pequeña isla de Martinica durante el intranquilo período de la segunda guerra mundial, en donde la relativa tranquilidad de Bogart y su inseparable amigo Brennan (en una de sus mejores interpretaciones, curiosamente alejado de su género predilecto: el western), se ven turbadas por la fulgurante aparición del torbellino Bacall.
Gran dirección por medio de Hawks, adaptando a Hemingway, que repetiría al siguiente año género, pareja de intérpretes y éxito con "El sueño eterno" .
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