Vamos a Irlanda sin saber (en principio) en qué época nos encontramos, aunque al llegar al pub al poco de empezar la película descubriremos que efectivamente son los años veinte del pasado siglo. Un puñado de personajes, un entorno raro, con los típicos paisajes verdes que corresponden al país y sobre todo, algo que es clave, una isla pequeña aislada en la que todos se conocen. La vida rural sigue y sigue mientras en la 'isla grande' (como ellos la llaman) se oye el sonido normal de una guerra civil que parece muy lejana para todos.

Sabemos porque nos lo cuentan que todo lo que sucede puede entenderse como una gran metáfora, que el director nos ofrece una imagen minimizada de un conflicto bélico que tiene lugar muy cerca de ellos pero que en principio no les afecta. Sin embargo sucede todo lo que una guerra lamentablemente incluye en su programa; violencia, mutilaciones, odio, incomprensión y finalmente muertes y desplazados. ¿Toda esa carga de significado interesa más o menos que lo que realmente vemos de forma prosaica?; tal vez todo cuenta, pero al menos yo con lo que me quedo es con la propia y simple sinopsis: dos colegas se enfrentan porque de repente uno de ellos se harta del otro y ya no quiere compartir mesa, pintas y charla en el pub.

Todo se desata, no sin cierto humor. Pero claro, métele en la cabeza a un ser ciertamente limitado que su colega de siempre ha cambiado, que le aburre, que no lo soporta y que todo ello ha sido de repente y ya no quiere casi ni verlo...

Hay matices, claro, hay secundarios que erizan la piel, situaciones complejas y momentos duros.

Y mucha incomodidad, mucha incomprensión...

Que nadie intente explicar las razones por las que alguien que toca el violín y necesita sus dedos hace lo que hace aquí...

A veces la amistad no es para toda la vida, cierto, pero hay desenlaces y desenlaces y si no que se lo pregunten a Pádraic (Colin Farrell, actor que nunca me gusta, tampoco ahora) y a Colm (Brendan Gleeson). Me enfrento al final de una relación que me cuesta entender. No empatizo con Martin McDonagh, su director, en la forma que ha elegido para contar ese exagerado miedo al abandono, a quedarse solo, a no saber vivir el uno sin el otro. Unas extrañas reacciones que me enredan y me envuelven empotrándome en un bucle de tedio y sopor del que no soy capaz de salir. Echo en falta un poco más de lucidez para descifrar las intenciones de unos personajes que no me interesan y no me caen bien.
Dirigida por el dramaturgo Martin McDonagh, con “Almas en pena de Inisherin” olvido el buen sabor de boca que me han dejado algunas de sus anteriores películas: “Escondidos en Brujas” o “Tres anuncios a las afueras”, título éste último que le consagró como uno de los directores importantes del cine actual.
El resto del reparto lo completa un estupendo Barry Keoghan (deslumbrante en su trabajo en “El asesinato de un ciervo sagrado”) la actriz Kerry Condon y una colección de entrañables animalitos que deambulan de aquí para allá por unos bellísimos paisajes localizados en Inishmore y Achill, dos pequeñas islas irlandesas que no se nos deben despitar

Me dispuse a ver la película con la mejor de las actitudes tras leer las buenas críticas de los especialistas... pero, como suele pasar, me he llevado una decepción.

No voy a decir que es una mala película, ya que está bien ambientada e interpretada, pero lo que está claro es que no es la buena película que dicen. La historia de amistad no se sustenta, quizás porque no vemos cuando los dos protagonistas se llevaban bien, y luego se centra en una reacción totalmente absurda (ver spoiler).

Al parecer, la fuerza de la cinta es que se trata de una metáfora de la guerra civil irlandesa y, por extensión, de todas las guerras civiles... pero a mí me parece que eso es una estrategia para conferirle la fuerza que no tiene de por sí.

Además, me he resultado lenta y aburrida en algunos tramos.

En fin, yo no recomendaría verla y, si uno la ve, acudir a ella con las expectativas muy bajas.

Muy bonitas vistas aunque tristonas, a más no poder, como todo el ambiente de la película. Incluidos los dos personajes protagonistas y también los secundarios (muy bien interpretados todos, por cierto). Supongo que una isla de Irlanda, de pocos habitantes, vendrá a ser así....por lo que quedamos en que ambientación bien, dirección muy buena e interpretaciones también. Pero la historia.....buff, eso ya es harina de otro costal. Estos dos amigos más que en su isla natal, pareciera que estén en "la isla de los famosos", donde TODO SE MAGNIFICA. Qué barbaridad. Se supone que el Colin Farrell era el "cortito", de estos dos amigos tan peculiares. Pero el personaje que interpreta Brendan Gleeson, a mi modo de ver, es el más estúpido de los dos con diferencia. Este tío estaba de manicomio y lo que no me entra en la cabeza, es cómo el otro se empeñaba en caerle bien. Anda y que le surzan (los dedos, para empezar). A mí esto no me ha transmitido ningún mensaje ni de amistad, ni de nada. Ni me ha hecho replantearme la profundidad y complejidad de las relaciones con los seres humanos.....ni tanto rollo como había leído, o me habían comentado por ahí de esto. Es pasable, aunque su hora y cincuenta y tres minutos, se hacen largos.

El cine de Martin McDonagh está algo sobrevalorado, quizás desde el éxito de “Tres anuncios en las afueras”, película sin duda interesante, pero elevada a las alturas por algunos críticos y aficionados. Ya con “Almas en pena de Inisherin” ya se han llegado a cotas bastante exageradas, sobrepasando a la mencionada y calificándola mínimo de excelente, cuando creo que la mejor, y la que pasó más desapercibida en su momento, fue su primer largometraje “Escondidos en Brujas”, un buen film, pero que tampoco era para lanzar campanas al vuelo.

Y es no sé qué tendrá Irlanda para los aficionados al cine en algunos casos, como el presente, porque también han habido películas que se han desarrollado en esas tierras que, inmerecidamente, pasaron por la cartelera casi de puntillas, y que aún siguen sin ser vistas por los llamados cinéfilos, pongamos por ejemplo las estimables “Despertando a Ned” o “El secreto de la isla de las focas”, que dicho sea de paso, como indica su título original, puede que haya servido de inspiración para bautizar el pueblo ficticio donde se desarrolla la acción, Inisherin, (The Secret of Roan Inish).

Distribuida por Fox Searchlight y Walt Disney, acaba de llevarse tres trofeos en los cada vez más polémicos Globos de Oro: uno como mejor comedia o musical, Colin Farrell se ha llevado el Globo de Oro como mejor actor y mejor guion. Sus distribuidoras la han definido como drama, comedia y película sobre la amistad. Me parece que ni ellos lo tienen claro, porque, en el fondo, como drama no termina de funcionar. Dependiendo del sentido del humor del personal, al menos para mí, nunca se me ocurriría pensar que es una comedia cuando, como mucho, me llego a sonreír rara vez, y película sobre la amistad... no sé, mi concepto de lo que es ser amigo de alguien es algo muy diferente a lo que se trata en la película. Pero de esto último hablaremos en la zona del “spoiler”.

Lo mejor de la película son sus preciosos paisajes, la vistosa fotografía de Ben Davis, su modesta pero correcta ambientación y la banda sonora de un nunca justamente valorado Carter Burwell, que pudo plagar la banda sonora de temas tradicionales y lo ha esquivado con acierto.

Su reparto está muy medido y aprovechado, sobre todo en el caso de los actores de reparto: desde Barry Keoghan como Dominic, Kerry Condon como Siobhán, Sheila Flitton como la señora McCormick o incluso los animales, como la no adiestrada burrita Jenny, muy graciosa ella, que un buen día le propinó a Farrell una buena coz. Por supuesto el plato fuerte son sus protagonistas: Brendan Gleeson como Colm y Colin Farrell como Pádraic, en uno de sus mejores papeles (aunque a veces se exceda con el movimiento de cejas, sobre todo levantándolas desde el entrecejo, un recurso que a mí personalmente me cuesta hacer y que me recuerda al publicista y presentador Risto Mejide).

Hay una buena dirección de McDonagh, aunque creo que su guion en este caso, aunque tenga buenos diálogos, rezuma, más que tradición, me parece que hay más de provincianismo, cosa que le chifla al mundo anglosajón y es donde pueden ver la posible comedia.

Película pasable que no se me ocurriría volver a ver, a la que se le puede aplicar la horrenda frase de “se deja ver”, pero que queda muy lejos de lo que es, no ya un ejemplo notable, si no de las mejores del año como muchos ya catalogan.

Y algo que las distribuidoras se deben plantear: el no dejar al espectador sin películas por ver desde antes de Navidades hasta antes de los “Oscars”. En esos meses se pierden espectadores y, en consecuencia, dinero en taquilla, porque tardan mucho, demasiado, en llegar a las salas españolas. Ellos sabrán, pero esa moda o esa fórmula para promocionar las películas que pueden llegar a ser nominadas ya ha quedado anticuada.