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Mediterráneo

Comedia Segunda Guerra Mundial. Ocho soldados han recibido la orden de desembarcar en una pequeña e insignificante isla griega. Su misión es custodiarla, dado que tiene un alto valor estratégico. Cuando consiguen llegar a tierra, su nave se ha hundido y la radio se ha roto. El lugar, que al principio parecía desierto, en realidad está habitado por mujeres, ancianos y niños. Los ocho hombres, aislados del frente y de la realidad, empiezan a ... [+]
Críticas 45
Críticas ordenadas por utilidad
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9
15 de abril de 2014 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Argumento:

Segunda Guerra Mundial. Ocho soldados han recibido la orden de desembarcar en una pequeña e insignificante isla griega. Su misión es custodiarla, dado que tiene un alto valor estratégico. Cuando consiguen llegar a tierra, su nave se ha hundido y la radio se ha roto. El lugar, que al principio parecía desierto, en realidad está habitado por mujeres, ancianos y niños. Los ocho hombres, aislados del frente y de la realidad, empiezan a integrarse rápidamente entre los vecinos y a cumplir algunos de sus más ocultos deseos; llegan incluso a olvidarse de que son soldados y están en guerra. (FILMAFFINITY)

Juicio:

Fantástica película italiana, que sabe conjugar la comedia con el drama a la perfección (aunque es la comedia la que gana por partida doble). Los actores están gigantes todos, los escenarios (naturales, espero) captan la belleza a la perfección y está exhuberantemente rodada. Pero lo mejor es guión: escondiendo una gran historia que contar y maravillando más y más conforme pasa el metraje.
9
11 de febrero de 2016 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comedia divertidísima con fondo dramático, guión muy original y logrado, excelente dirección de Diego Abatantuono, reparto coral de actores italianos bastante desconocidos en España, pero que bordan sus papeles, preciosos exteriores y fotografía ... Gran película, sencilla, bien hecha, bien interpretada. Y es que para hacer buen cine no hacen falta apabullantes efectos especiales, desmesurados presupuestos ni estrellitas hollywoodienses. Solo talento, ideas y buen gusto. Y esta película de todo eso anda sobrada.

Imprescindible.
7
21 de enero de 2021 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
22/22(20/01/21) Deliciosa dramedia italiana dirigida por Gabriele Salvatore y escrita por Enzo Monteleone, adaptando un libro autobiográfico llamado “Armanta Sagapo”, escrito por el sargento italiano Armanta Sagapo. Un encantador film antibélico donde con algún disparo, él único que muere es un asno (recordándome en cierto sentido a la hispana “La vaquilla” donde en medio de la contienda de la Guerra Civil solo muere una vaquilla). En este caso ambientada en plena WWII, donde un grupo heterogéneo de 8 soldados transalpinos llegan en 1941 a una isla griega en el Mar Egeo con un pueblecito pesquero, y allí quedan abandonados durante años, donde la abulia y el ocio se apodera del grupo que termina por mimetizarse con los lugareños. Es una historia en la que apenas pasan cosas, quizás para transmitir una sensación de lugar parado en el tiempo, donde se ensalza el pacifismo y la comunión entre los pueblos, se ataca idiotez de las guerras. Una dulce (que no dulzona) comedia con unos actores muy empáticos, seres que encuentran en la isla su propio paraíso (excepto el que quiere volver con su mujer como sea), uno encuentra cauce a su pasión por la pintura erigiéndose en un cuasi Miguel ángel con su Capilla Sixtina, unos hermanos encuentran en una pastora su amor menage a trois, otro virgen haya en una hermosa prostituta a su pasión romántica, otro encuentra otro asno con que reemplazar su otro animal querido (bestialismo?), otro haya el amor en otro de su compañeros (amor ‘prohibido’ gay), y otro no hace más que filosofar sobre la vida de modo plácido. Todo ello narrado con gran poder lírico, enmarcado en una isla bucólica que desprende onirismo hedonístico, donde se loa el disfrutar de la vida en contra de las absurdas disputas bélicas patrioteras, ello enalteciendo la amistad machil. Se le puede achacar su simplismo y complacencia, pero como obra de entretenimiento solaz que deja una grata reflexión sobre lo irracional de las guerras es bonita de disfrutar, teniendo algunos diálogos y situaciones ingeniosos, manado un hermoso sentido del humor. Ganó el Premio de la Academia a la Mejor Película en Lengua Extranjera en 1992. La filmación tuvo lugar en la isla de Kastelorizo.

En 1941, un año después de que Italia se uniera a la Alemania Nazi contra los aliados en la Segunda Guerra Mundial, un pequeño grupo de soldados italianos inadaptados y poco disciplinados es enviado a una pequeña isla griega en el mar Egeo durante cuatro meses en una misión de observación. Los soldados incluían son el teniente Montini (notable flemático Claudio Bigagli), el veterano sargento Lorusso (espléndido filósofo Diego Abatanruono), el soldado Strazzabosco (tiene poca cancha Gigio Albert) acompañado de su amada mula Silvana, los dos hermanos Munaron (Memo Dini y Vasco Mirandola), el soldado Noventa (que cuenta meses y días para volver a Italia), el radio-operador Colasanti (otros que se nos muestran en piceladas Ugo Conti), el deseando desertar por ser reciente padre Noventa (un cliché con su running gag de huir con el primero que pasa, Claudio Bisio), y el romántico Farina (buen Giuseppe Cederna). Los soldados anticipan ataque desde el exterior y toman precauciones inútiles. Encuentran pequeño pueblo sin habitantes. Ven un bombardeo en el horizonte y se dan cuenta de que el barco que los iba a recoger ha sido destruido.

Tiene un ágil e intrigante inicio con la llegada del escuadrón a la isla aparentemente con un pueblo desierto, pero en cuanto aparecen los lugareños la interrelación entre los militares y los isleños es rápido, ello con la ‘vaselina’ del pope local haciendo valer lo común entre los pueblos heleno e italiano, tras lo que vemos que los soldados se dejan llevar por el ambiente evocador mimetizándose con el lugar, cada uno a su modo. Lo cual el director nos lo hace llegar con mimo y mucho sentido poético, reforzado por elementos comunes entre gente de diferentes lugares como es el baile, el arte, el futbol, el sexo o el amor, emitiendo una bondad ambiental epidérmica, lástima que apenas se ahonde en los personajes que llegan ser algo estereotipados, apenas se rasca en su mente.

Una película que vanagloria lo que nos une, lo que nos hace humano a todos, todo esto en sub tramas uy amables, en als que apenas hay conflictos (el hurto opial del turco, o Farina atrincherándose con su amada meretriz,…), y si los hay se resuelven de modo ligero. Toda esta paz y relajación se produce mientras en el mundo acontece el más crudo y criminal de los conflictos bélicos acontecidos sobre la faz de la tierra, al Segunda Guerra Mundial, y estos soldados olividados por el mundo demuestran la estupidez de las Guerras.

Hay gráciles escenas, como ese sargento Lorusso intentando contar batallitas terroríficas de guerra, esa presentación de Vasilissa (ex Miss Grecia 1984, Vana Barba, en un rol entrañable de ‘puta de buen corazón’) puta local orgullosa de serlo, esa noche de opio con el turco que acaba en latrocinio (con el divertido epílogo Noventa intentando ser su polizón), como Farina se encierra con Vassilissa para alejar a los demás del grupo, o esa avioneta italiana que llega en medio de un partido de futbol, y como el piloto Carmelo La Rosa (buen Antonio Catania), reforzará la idea del absurdo cuando les cuente las novedades de la Guerra, que los que antes eran enemigos ahora son aliados (ello con el epílogo de Noventa intentando huir con la avioneta); Ese conmovedor epílogo décadas después del inicio que me recuerda mucho al del film que elevó a la fama al director Salvatore, “Cinema Paradiso”, donde la nostalgia es cutánea.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En la puesta en escena destaca la maravillosa cinematografía de Italo Petriccione, emitiendo Paraíso atmosférico, calor, dejadez, placidez, con hermosas puesta s de sol, imágenes bucólicas, en tonos blancos virginales en fusión con el azul suave del mar, fabuloso como nos hace sentir que queremos estar ahí; La música de Giancarlo Bigazzi (“Flashdance” o “El lobo de Wall Street”) aporta temas étnicos excelentes, nos hace sentir en Grecia.

Me ha faltado más para elevar esta cinta con mimbres, aparta de su liviandad me ha resultado mal el uso de los lugareños, pues aparte del pope y la prostituta nadie más tiene mínima alma en la cinta, meros figurantes, me ha faltado saber de estas gentes que solo parecen estar como extras inanes. Me queda una obra muy agradable de ver, y con un muy recomendable mensaje contra las Guerras. Fuerza y honor!!!
7
23 de julio de 2021 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una comedia maravillosa. La broma parte desde lo humano y no desde las bromas de convención. La paleta de colores con un azul, blanco, verde y marrón es increíble. El cambio de ropa militar a ropa simple de lino es muy bello y las imágenes son pintorescas. Creo que a Sorolla le gustaría mucho esta película. Los buganvillas en contraste con los muros blancos cegadores coloreados por las ventanas azules. En la plaza un grande olivo que da sombra a una pequeña mesa y sillas azules con un tavlaki encima.

Muy bonito también el mensaje antifascista y antibelicista. Te vas a una pequeña isla aislada del ajetreo que hay en Europa y en un abrir y cerrar de ojos los que eran enemigos son amigos y los que eran amigos son enemigos. La estúpida burocracia de la Guerra. Una película que a día de hoy es muy necesaria, que muestre todas las debilidades y la belleza del humano. Darse cuenta de como cuando llegan a la isla con la cabeza cuadrada es simplemente una construcción de pensamiento para ayudar a lograr los fines de las altas élites. Ayer viendo American Beauty más o menos llegué a la misma conclusión. Como las circunstancias externas logran destruirte física y mentalmente y llevarte a convenciones inútiles e innecesarias. Es necesario este tipo de película para encauzarte en esa búsqueda de la humanidad en la vida real, no simplemente buscarla y encontrarla en las películas.

Qué bonito y qué idílico es el reino dónde manda la simplicidad, el amor, el respeto, la belleza y lo humano. Es como los emigrados de Mrozek pero al revés. Esta película está destinada a la gente que emigra. Pero no que emigra al ajetreo y a la deshumanización. Si no a los que tienen el valor de irse a una isla desierta a vivir la vida.

Muy bonito y necesario para hoy en día con tanto farandulero loco.

«Una cara, una raza.
Una raza... Una panza.»
9
24 de agosto de 2023 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llegas a la isla, plagada de turistas. Sólo es un bonito paisaje griego entre el Mediterráneo oriental y el Mar de Levante, una de las muchas islas que conforman la zona de Agios Georgios, y te sientas en la terraza de un restaurante llamado Vassilissa.
En apariencia nada de esto guarda un significado, todo es trivial. Pero no es así. Allí reside una historia que merece contarse...

Al fin y al cabo las historias más triviales son las que mayor significado acumulan. Si la presente hubiera empezado por el final, con ese Montini ya anciano acercándose al susodicho restaurante y contemplando durante unos segundos el nombre del cartel, podemos intuir, aun sin saber quién es él ni ese lugar, que guarda un significado muy poderoso. Podría ser una de las muchas historias que relata Renzo Biasion en "Sagapò", libro nutrido de vivencias propias durante sus años como soldado de infantería en la 2.ª Guerra Mundial en lugares de Grecia antes de pasar un tiempo en campos de concentración alemanes.
Los soldados de sus relatos observan la muerte, la batalla, la destrucción, el hastío, mientras hablan del clima, la comida, las mujeres y, cómo no, la vida antes del conflicto. Serviría de inspiración al director y guionista Enzo Monteleone y a su compañero de fatigas Gabriele Salvatores, quien había disfrutado de una buena recepción con sus últimas películas y se lanzaba a una tercera compartiendo una temática común: la idea de la huida hacia un lugar apartado del resto de la civilización donde poder reencontrarse y obtener nuevos ideales libres de prejuicios sociales.

Así siguió esta máxima desde "Marrakech Express" con "Mediterraneo", completándose una Tetralogía de la Escapada en la siguiente "Puerto Escondido". Descrito por él como "un rodaje en estado de gracia" en la preciosa localización de Kastellorizo, su deseo de ofrecer una vía alternativa a la generación de la Italia de los '60, a la que pertenece, llegado el inicio de los '90, se expresa en la aventura de cambio y descubrimiento vital de esos ocho soldados que en mitad de la guerra son enviados a una isla griega, en una orden de reconocimiento y conquista sin ningún sentido.
Bajo la mirada indulgente del teniente Montini, no son aguerridos soldados, ni héroes, ni en realidad parece que piensen en la batalla, pero ahí están, a la fuerza, como los condenados de "Doce del Patíbulo", ocho prescindibles hombres más en una situación histórica absurda. Durante esta larga primera parte precedida de una cita del médico y filósofo Henri Laborit que ya representa todo lo que desea decir Salvatores, éste se centra en la familiarización con los personajes y el entorno que les rodea, todos ellos arquetipos, sí (el renegado que siempre intentó desertar, el sargento de espíritu belicoso, el chico reservado siempre a la diestra del teniente) pero todos carismáticos y lo más importante: reales.

El sol abrasador, las montañas a un lado, el Mar Egeo al otro, y absolutamente nada. Se respira algo de tensión en este sombrío ambiente de no ser por las ingeniosas interacciones entre los protagonistas; el humor de Monteleone, conociendo el origen de su influencia, no se apoya en el "gag" absurdo, sino en la frescura del diálogo natural, que muy al estilo italiano fluye cual ingeniosa improvisación, y no precisamos mucho tiempo para simpatizar con estos hombres, lejos de todo, de su casa, de sus familias, de sus mujeres, en una situación que no entienden.
El director exprime esa naturalidad de sus actores, algunos de ellos viejos amigos y colaboradores. Diego Abatantuono en la piel del sargento Lorusso destaca entre todos (se merienda la pantalla cada vez que aparece) con sus ocurrencias inesperadas y gestos exagerados, pero es, irónicamente, el que más reflexiones extraerá de la peripecia que les ha tocado vivir; es inevitable sentir cierta contracción en el estómago cuando expresa su inquietud ante el silencio sepulcral que se cierne sobre la isla. En pocas palabras se dice qué queda tras el paso de la guerra: silencio, soledad, pérdida, abandono y nostalgia. Este exilio involuntario presenta una oportunidad.

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

Buscando un final trágico, el aviador o los militares ingleses deberían ser el alfiler que explotase la burbuja de la fantasía, pero por fortuna Farina permanece y puede continuar; la misma película se llevaría el Oscar y un reconocimiento mundial bien merecido, otro sueño hecho realidad para Salvatores. Qué nota más amarga pero esperanzadora nos dejará Lorusso: "Volvimos para reconstruir la patria, pero no nos lo permitieron...".
Recordando al epílogo de "Cinema Paradiso", por fin comprendemos la fascinación en los ojos del viejo Montini al descubrir que, aun sucediendo quizás dentro de un espacio soñado, es posible dejar una huella en la Historia, y que perdure en contra de las guerras y el paso del tiempo. ¿Qué quedaría por hacer al final?...pues levantar los brazos hacia el Sol y exclamar sus mismas palabras en honor a la felicidad de Farina y Vassilissa: "¡Enhorabuena y muchos hijos varones, que se me seca la pintura!, ¡ciao!".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La mayoría lo negaría teniendo en cuenta que aún falta mucha historia que contar, pero, ¿acaso no habrían sido suficiente los soldados como únicos protagonistas de ella? Servidor piensa que, bien estructurada, y sin necesidad de "flashbacks", "Mediterraneo" podría sobrevivir narrando esa adaptación al ambiente al cual acaban de llegar, para formar parte de él y finalmente nunca abandonarlo.
El guión, sin embargo, propone un giro inesperado; tras ser hundido su barco, con la radio destrozada y observando las luces de la mañana anunciando otro día más, pareciera que la isla conspira con las fuerzas de la naturaleza y crea para los hombres una realidad alternativa.

Mientras duerme, el joven Farina es despertado por unos niños. Ha pasado media hora y nunca hubo señales de civilización, entonces...¿una visión? Junto al grupo se adentran todos de nuevo en el pueblo y, apartando unas sábanas tendidas a modo de telón, una maravillosa función-sueño se materializa ante ellos: niños correteando a la orilla de la playa, ancianos charlando tranquilamente bajo los árboles, bellas mujeres paseando por la plaza. Este mundo permanecía escondido de unos ojos que no querían ver, por miedo o añoranza, lo que había más allá de su realidad; en esto consiste la fuga de Monteleone y Salvatores.
Entonces ese mundo nuevo les acoge, les engulle en una bucólica fantasía, humana y cálida. ¿Y cómo respondería un soldado? Tal vez como ellos. Este escenario también desea habitarlo el espectador, esta brecha en la fea realidad de 1.941 en la que hemos penetrado...porque ahí fuera quizás se esté llevando a cabo la invasión de Rusia por Alemania o haya fallecido Friedrich Wilhelm II en su exilio a los Países Bajos, pero mientras suceden esos fatales eventos veremos que la radio de la tropa, lo único que les conectaba con el mundo exterior, está cubierta del moho que paulatinamente ha ido creciendo sobre ella.

De haberse cruzado antes ellos con el bandido turco que les ofrece opio y otras drogas, la apariencia de fantasía cobraría más sentido, pero ese juego no le interesa al cineasta. El sueño debe ser real, natural, y entre la sorpresa inicial y la total adaptación a la isla, lo más conmovedor de "Mediterrano" es ese lapso de tiempo en el que los protagonistas van mimetizándose con un ambiente griego suspendido, encerrado en una burbuja atemporal, y tomando conciencia de la humanidad, la libertad, la igualdad y el amor que pulula en el aire, y de que cada uno de ellos o bien obtiene aquello que la guerra les quitó o lo que su patria y el fascismo imperante nunca no les permitió tener.
Montini puede volver a tomar contacto con el arte que dejó en Italia, el pobre Strazzabosco recupera una doble de su antes asesinada mula, los Munaron pueden de nuevo deleitarse con los placeres de la montaña de la que fueron sacados, Lorusso aprende el significado de la paciencia y la guerra para él es un eco lejano, si bien la idea del regreso aún hierve en su interior; Noventa es el único que no comparte el sueño pues una mujer espera en el mundo que dejó. Lejos de la fuga delirante planteada por Blake Edwards en "¿Qué hiciste en la Guerra, Papi?" (de premisa idéntica), la transformación existencial de los hombres de Salvatores, aun teñida de melancolía, adquiere la levedad del clásico neorrealismo rosa.

Uno se imagina a Luigi Comencini tras la cámara, rodando el film en los años directamente posteriores a la guerra y dotándolo de ese humor suyo tan ligero y costumbrista, pero siempre consciente del contexto histórico. Y si la mujer es la figura divisoria entre realidad y fantasía (o la que mejor representa la esencia de esta última), no hallaremos a ninguna "bersagliera", sino a una "mondana" con el corazón de oro.
Esa espectacular Vasiliki Barba que fácilmente nos roba el nuestro igual que el de Farina, quien protagoniza uno de los momentos más divertidos y emotivos del film. Así él también encuentra aquí lo que nunca antes: el amor verdadero.
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