Dogville
7.5
69,627
Drama. Thriller
Grace llega al remoto pueblo de Dogville huyendo de una banda de gángsters. Persuadidos por las palabras de Tom, que se ha erigido en portavoz de la comunidad, los vecinos se avienen a ocultarla. Grace, a cambio, trabaja para ellos. Sin embargo, cuando Dogville sea sometido a una intensa vigilancia policial para dar con la fugitiva, sus habitantes exigirán a Grace otros servicios que les compensen del peligro que corren al darle cobijo. ... [+]
18 de marzo de 2009
18 de marzo de 2009
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace ya varias semanas que vi Dogville y todavía la tengo grabada a fuego en la mente. Hay películas sobre las cuales es mejor escribir una crítica poco después de verla, por el hecho de que a las pocas semanas quizá no recuerdes con tanto detalle lo que te hicieron experimentar. Sin embargo, la experiencia de ver Dogville es tan grande, que podría escribir una crítica sobre ella años después de quedarme, embobado, a contemplar esos extrañamente cautivadores y aparentemente con poco que ver con la película, créditos finales.
Si hay algo de Dogville que llama la atención es, en un principio, su curiosa y teatral puesta en escena. De hecho, durante los primeros diez minutos, uno siente el impulso de apagar el DVD por el hecho de que no consigue sentirse cómodo con semejante esperpento como escenario. Sin embargo, poco a poco, dicho escenario se va volviendo un elemento más de la película. Y no se nos antoja extraño. Porque Dogville no necesita más para contar lo que quiere contar.
¿Y quién lo cuenta?
Lars Von Trier, a través de un narrador que añade el toque literario a la cinta. La verdad es que Von Trier es un poco notas, puede ser. Pero cómo consigue narrar esta historia, cómo consigue introducir al espectador en ella a pesar de su arriesgada premisa, cómo es capaz de dotarla de una profundidad pasmosa, cómo es capaz de manejar a la perfección la evolución de los personajes. Cómo construye poco a poco una obra maestra.
Pero además de lo ya mencionado, de su fantástica banda sonora, de su pluscuamperfección, la verdadera miga de Dogville reside en su complejidad moral. Es una de esas películas para someter ver para después someter a arduo debate.
Una historia donde ningún personaje obra bien, pero que da para pensar durante horas. La historia de una pobre mujer, perfectísimamente interpretada por una bellísima criatura llamada Nicole Kidman. Una historia que te cabrea, y te jode. Que incluso te hace sentir mal.
Pero aun hay más: la avalancha sentimientos contradictorios y profundamente y humanamente instintivos que consigue suscitar Von Trier en nuestro interior con el desarrollo de la historia desde la mitad del filme hasta ese inmejorable final.
Si hay algo de Dogville que llama la atención es, en un principio, su curiosa y teatral puesta en escena. De hecho, durante los primeros diez minutos, uno siente el impulso de apagar el DVD por el hecho de que no consigue sentirse cómodo con semejante esperpento como escenario. Sin embargo, poco a poco, dicho escenario se va volviendo un elemento más de la película. Y no se nos antoja extraño. Porque Dogville no necesita más para contar lo que quiere contar.
¿Y quién lo cuenta?
Lars Von Trier, a través de un narrador que añade el toque literario a la cinta. La verdad es que Von Trier es un poco notas, puede ser. Pero cómo consigue narrar esta historia, cómo consigue introducir al espectador en ella a pesar de su arriesgada premisa, cómo es capaz de dotarla de una profundidad pasmosa, cómo es capaz de manejar a la perfección la evolución de los personajes. Cómo construye poco a poco una obra maestra.
Pero además de lo ya mencionado, de su fantástica banda sonora, de su pluscuamperfección, la verdadera miga de Dogville reside en su complejidad moral. Es una de esas películas para someter ver para después someter a arduo debate.
Una historia donde ningún personaje obra bien, pero que da para pensar durante horas. La historia de una pobre mujer, perfectísimamente interpretada por una bellísima criatura llamada Nicole Kidman. Una historia que te cabrea, y te jode. Que incluso te hace sentir mal.
Pero aun hay más: la avalancha sentimientos contradictorios y profundamente y humanamente instintivos que consigue suscitar Von Trier en nuestro interior con el desarrollo de la historia desde la mitad del filme hasta ese inmejorable final.
16 de enero de 2023
16 de enero de 2023
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Obviando la cantidad de interpretaciones, mensajes y temáticas de la historia que trata “Dogville”, me gusta ver esta película por su aportación al cine, es decir, sus imágenes. Cualquiera que lea la sinopsis sin haber visto ninguna imagen, se imaginará una película de época ambientada en un pueblo rural real de los años 30. Y quizá, al ver la película, esa persona se decepcione. Pensará: “¿qué pasa? ¿no tenían presupuesto?”. Pues lo cierto es que Lars von Trier gastó nada menos que 10 millones de dólares. Por lo que, evidentemente, la escasez de escenarios, decorados y atrezzo es intencional. Pero, ¿por qué? Porque, desde mi punto de vista, de lo que trata realmente “Dogville” es de la esencia del cine.
Muchos dicen que el cine es el arte más completo porque recopila todas las artes. Pero “Dogville” demuestra que no es verdad, ya que el cine puede emocionar a través de su propia narrativa. No hacen falta grandes paisajes o edificios, ni una gran fotografía. La película propone una narrativa puramente cinematográfica, aunque apoyada inevitablemente por una literaria. “Dogville” pone el cine al desnudo al quitarle los recursos más tangibles y demostrar que en realidad lo único que hace falta para emocionar es imaginación, y no realismo.
Esta es una película anti-realista. Muchos piensan que la mejor pintura es la que retrata a la perfección la realidad, el fotorrealismo. Pero lo único que se consigue es técnica. Pintores como Picasso demuestran que, aún teniendo técnica para hacer fotorrealismo, prefieren pintar el mundo a través de otra perspectiva. En el caso de Picasso, a través de todas las perspectivas a la vez. Y así, el resultado es uno mucho más complejo.
“Dogville” hace algo parecido. No es la ejecución, sino la intención. Que una película tenga una localización más impresionante o realista no significa que pueda emocionar más. Von Trier busca la complicidad con el espectador para que todos nos creamos la historia aunque se de en un lugar "hipotético". Se trata de ponerle un límite al escenario para encontrar la manera de contar la historia sin salirse literalmente de ellos.
Cuando la película se sale de los límites, como el momento donde Nicole Kidman está oculta en la furgoneta con las manzanas, la puesta en escena, con ese plano cenital fijo, encuentra la manera de esconder lo que hay fuera. De este modo, los límites del escenario determinan también los límites de la pantalla. Por poner otros ejemplos, cuando un personaje sale del pueblo, la película corta la escena, ya que no podemos ver a dónde va. O cuando los personajes llegan al pueblo desde la nada, la escena empieza justo en el momento en el que llegan. Así, la historia y el montaje se adaptan a los límites del escenario y, en consecuencia, al estilo de la película. Lo mejor es que, aún con estos márgenes, la historia se logra construir con coherencia y unas elipsis bien buscadas. Con tanta limitación pero a la vez tanta experimentación, las imágenes y las situaciones se vuelven lo más concretas posible y, por lo tanto, imposibles de olvidar.
Aunque es cierto que “Dogville” bebe mucho de la narrativa teatral ya que, siguiendo estas lógicas, el tratamiento de las imágenes no debería tener ningún valor. Pero Von Trier se lo da, haciendo que la cámara se acerque a los personajes para que el espectador los conozca con mucha más profundidad que en una obra teatral. Y ahí es donde se rompe la línea que separa esta película de una obra de teatro: el director es quien se encarga de dirigir la mirada del espectador en un punto en concreto, no como en el teatro, donde el espectador tiene un margen de mirada mucho más amplio. Porque de eso se trata el cine, de manipular al espectador para hacer que se fije en unas cosas y no se fije en otras, lo que hay dentro de cuadro y lo que hay en fuera de campo, cosa que en este caso se relaciona directamente con la historia. Una historia que trata sobre el deseo, lo íntimo, la crueldad, lo secreto, lo público y lo privado. El deseo por conocerlo todo o el deseo por conocer solo las cosas que uno quiere, lo que realmente le importa. De eso trata “Dogville”. Y la manera de filmar el escenario y los personajes tiene totalmente en cuenta la historia o, mejor dicho, el punto de vista. Cuando nos identificamos con el pueblo, los límites de la pantalla se amplian a todo el escenario. Cuando estamos en un momento íntimo entre los dos protagonistas, la cámara nos encierra en ellos. O cuando en el clímax, sin revelar nada de la historia, el guion da un giro de tuerca, Von Trier nos obliga a cambiar de punto de vista, por mucho que nos duela.
El hecho de limitar la localización, el atrezzo, la arquitectura e incluso el sonido, da margen al director para experimentar con la historia y los actores. La esencia del teatro, con su escenario limitado, se pone de acuerdo con la esencia del cine, la pantalla limitada, para jugar con lo que mostrar o no mostrar de la manera más esencial posible.
“Dogville” es un ensayo sobre lo que significa la puesta en escena en el cine, y demuestra que sólo a través del empeño que le pone el director, junto a los actores y el guion, se puede construir una historia conmovedora o desquiciada. Demuestra la importancia del cómo por encima del qué. Pone el límite donde empieza lo mínimo necesario para contar una historia en el cine.
Pienso que “Dogville” no es una película que lo tenga todo, y puede que para algunos sea algo difícil de ver. Pero es una película única y muy influyente para el cine contemporáneo. Es una historia maravillosamente narrada, con un ritmo perfecto y unos subtextos que hablan sobre la moral, la crueldad y la sociedad. Prescinde de casi cualquier tipo de influencia artística y utiliza una naturaleza completamente única.
La historia se adapta al estilo, y no al revés. Es la reinvención de la puesta en escena. La contradicción entre la limitación material, pero la ilimitación emocional.
El mejor Lars Von Trier.
Muchos dicen que el cine es el arte más completo porque recopila todas las artes. Pero “Dogville” demuestra que no es verdad, ya que el cine puede emocionar a través de su propia narrativa. No hacen falta grandes paisajes o edificios, ni una gran fotografía. La película propone una narrativa puramente cinematográfica, aunque apoyada inevitablemente por una literaria. “Dogville” pone el cine al desnudo al quitarle los recursos más tangibles y demostrar que en realidad lo único que hace falta para emocionar es imaginación, y no realismo.
Esta es una película anti-realista. Muchos piensan que la mejor pintura es la que retrata a la perfección la realidad, el fotorrealismo. Pero lo único que se consigue es técnica. Pintores como Picasso demuestran que, aún teniendo técnica para hacer fotorrealismo, prefieren pintar el mundo a través de otra perspectiva. En el caso de Picasso, a través de todas las perspectivas a la vez. Y así, el resultado es uno mucho más complejo.
“Dogville” hace algo parecido. No es la ejecución, sino la intención. Que una película tenga una localización más impresionante o realista no significa que pueda emocionar más. Von Trier busca la complicidad con el espectador para que todos nos creamos la historia aunque se de en un lugar "hipotético". Se trata de ponerle un límite al escenario para encontrar la manera de contar la historia sin salirse literalmente de ellos.
Cuando la película se sale de los límites, como el momento donde Nicole Kidman está oculta en la furgoneta con las manzanas, la puesta en escena, con ese plano cenital fijo, encuentra la manera de esconder lo que hay fuera. De este modo, los límites del escenario determinan también los límites de la pantalla. Por poner otros ejemplos, cuando un personaje sale del pueblo, la película corta la escena, ya que no podemos ver a dónde va. O cuando los personajes llegan al pueblo desde la nada, la escena empieza justo en el momento en el que llegan. Así, la historia y el montaje se adaptan a los límites del escenario y, en consecuencia, al estilo de la película. Lo mejor es que, aún con estos márgenes, la historia se logra construir con coherencia y unas elipsis bien buscadas. Con tanta limitación pero a la vez tanta experimentación, las imágenes y las situaciones se vuelven lo más concretas posible y, por lo tanto, imposibles de olvidar.
Aunque es cierto que “Dogville” bebe mucho de la narrativa teatral ya que, siguiendo estas lógicas, el tratamiento de las imágenes no debería tener ningún valor. Pero Von Trier se lo da, haciendo que la cámara se acerque a los personajes para que el espectador los conozca con mucha más profundidad que en una obra teatral. Y ahí es donde se rompe la línea que separa esta película de una obra de teatro: el director es quien se encarga de dirigir la mirada del espectador en un punto en concreto, no como en el teatro, donde el espectador tiene un margen de mirada mucho más amplio. Porque de eso se trata el cine, de manipular al espectador para hacer que se fije en unas cosas y no se fije en otras, lo que hay dentro de cuadro y lo que hay en fuera de campo, cosa que en este caso se relaciona directamente con la historia. Una historia que trata sobre el deseo, lo íntimo, la crueldad, lo secreto, lo público y lo privado. El deseo por conocerlo todo o el deseo por conocer solo las cosas que uno quiere, lo que realmente le importa. De eso trata “Dogville”. Y la manera de filmar el escenario y los personajes tiene totalmente en cuenta la historia o, mejor dicho, el punto de vista. Cuando nos identificamos con el pueblo, los límites de la pantalla se amplian a todo el escenario. Cuando estamos en un momento íntimo entre los dos protagonistas, la cámara nos encierra en ellos. O cuando en el clímax, sin revelar nada de la historia, el guion da un giro de tuerca, Von Trier nos obliga a cambiar de punto de vista, por mucho que nos duela.
El hecho de limitar la localización, el atrezzo, la arquitectura e incluso el sonido, da margen al director para experimentar con la historia y los actores. La esencia del teatro, con su escenario limitado, se pone de acuerdo con la esencia del cine, la pantalla limitada, para jugar con lo que mostrar o no mostrar de la manera más esencial posible.
“Dogville” es un ensayo sobre lo que significa la puesta en escena en el cine, y demuestra que sólo a través del empeño que le pone el director, junto a los actores y el guion, se puede construir una historia conmovedora o desquiciada. Demuestra la importancia del cómo por encima del qué. Pone el límite donde empieza lo mínimo necesario para contar una historia en el cine.
Pienso que “Dogville” no es una película que lo tenga todo, y puede que para algunos sea algo difícil de ver. Pero es una película única y muy influyente para el cine contemporáneo. Es una historia maravillosamente narrada, con un ritmo perfecto y unos subtextos que hablan sobre la moral, la crueldad y la sociedad. Prescinde de casi cualquier tipo de influencia artística y utiliza una naturaleza completamente única.
La historia se adapta al estilo, y no al revés. Es la reinvención de la puesta en escena. La contradicción entre la limitación material, pero la ilimitación emocional.
El mejor Lars Von Trier.
6 de enero de 2009
6 de enero de 2009
29 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hablo a Lars von Trier en mi imaginación mientras veo la película. Espero, en virtud de una efusiva recomendación que un amiguete me ha hecho una y otra vez de esta película, reconciliarme con el autor de dos de las películas más sobrevaloradas del cine de nuestros días, Breaking the waves y Dancer in the dark. Comienza la película:
"¿Utilizas narrador en voz en off, Lars? Bueno, desde luego, al público al que van dirigidas tus películas le pasará desapercibido el hecho de que este recurso facilón te ahorra muchos quebraderos de cabeza en cuanto a explicar las cosas por medio de acciones y personajes. Toma ya economía narrativa. Basta con que una voz informe de cómo se siente o qué piensa Fulano o Mengano. Ya empezamos con este tipo de mediocridades, Lars?"
No le digo nada a cerca de que el exceso de cámara en mano no sólo se limita a ser su sello distintivo, sino que además, como tal, resulta la consecuencia de una patología que le ha estado acompañando toda su vida; acaso ciertas inseguridades adquiridas en la infancia desembocaron en un inatajable deseo de protagonismo que salpica cada una de sus cintas.
"Un director, creo yo, amigo Lars, debería ser el mejor de los intermediarios. Un catalizador equilibrado, que no nos recuerde cada segundo quién cuenta la historia, sino que se limite a contar la historia lo mejor posible, que enfoque la atención del público lo más posible en la historia en sí. Tu excentricidad visual no nos deja olvidar que todo lo que vemos es ficticio, que está interpretado por actores y que está rodado por un señor cuyos pasos y movimientos se hacen contínuamente manifiestos".
A Lars todo esto que le digo le parece basura. Su arraigada inseguridad de ayer y hoy, su subsecuente narcisismo de hoy, convierten toda crítica en la convicción de que todo aquel que no entienda sus chistes es tonto, lo cual, y sigo preocupado por su patología, no es distinto de la conducta que muestran los "artistas" plásticos o musicales de nuestros días. Uno de aquellos expone un lienzo en blanco con un garbanzo pegado en el centro, uno de éstos estrena un concierto para eructos, pedos y orquesta, y aquellos y éstos acompañan sus zafias creaciones de un largo panfleto (imprescindible), que explica las razones de por qué esa mierda ha de ser considerada arte. Casi todo en público lo acepta, claro, no sea que se les tache de incultos, que Dios nos cuide de tal ignominia. A los que denunciamos la farsa, siempre hay algún iluminado que nos denuncia nuestra falta de sensibilidad y perspectivas.
“A pesar de todo, Lars, reconozco que la idea de rodarlo todo en un solo escenario me parece atractiva, y el resultado, estéticamente hablando, me gusta. Eso sí, tus personajes siguen siendo tan esterotipados como los de un cuento para niños (…)
"¿Utilizas narrador en voz en off, Lars? Bueno, desde luego, al público al que van dirigidas tus películas le pasará desapercibido el hecho de que este recurso facilón te ahorra muchos quebraderos de cabeza en cuanto a explicar las cosas por medio de acciones y personajes. Toma ya economía narrativa. Basta con que una voz informe de cómo se siente o qué piensa Fulano o Mengano. Ya empezamos con este tipo de mediocridades, Lars?"
No le digo nada a cerca de que el exceso de cámara en mano no sólo se limita a ser su sello distintivo, sino que además, como tal, resulta la consecuencia de una patología que le ha estado acompañando toda su vida; acaso ciertas inseguridades adquiridas en la infancia desembocaron en un inatajable deseo de protagonismo que salpica cada una de sus cintas.
"Un director, creo yo, amigo Lars, debería ser el mejor de los intermediarios. Un catalizador equilibrado, que no nos recuerde cada segundo quién cuenta la historia, sino que se limite a contar la historia lo mejor posible, que enfoque la atención del público lo más posible en la historia en sí. Tu excentricidad visual no nos deja olvidar que todo lo que vemos es ficticio, que está interpretado por actores y que está rodado por un señor cuyos pasos y movimientos se hacen contínuamente manifiestos".
A Lars todo esto que le digo le parece basura. Su arraigada inseguridad de ayer y hoy, su subsecuente narcisismo de hoy, convierten toda crítica en la convicción de que todo aquel que no entienda sus chistes es tonto, lo cual, y sigo preocupado por su patología, no es distinto de la conducta que muestran los "artistas" plásticos o musicales de nuestros días. Uno de aquellos expone un lienzo en blanco con un garbanzo pegado en el centro, uno de éstos estrena un concierto para eructos, pedos y orquesta, y aquellos y éstos acompañan sus zafias creaciones de un largo panfleto (imprescindible), que explica las razones de por qué esa mierda ha de ser considerada arte. Casi todo en público lo acepta, claro, no sea que se les tache de incultos, que Dios nos cuide de tal ignominia. A los que denunciamos la farsa, siempre hay algún iluminado que nos denuncia nuestra falta de sensibilidad y perspectivas.
“A pesar de todo, Lars, reconozco que la idea de rodarlo todo en un solo escenario me parece atractiva, y el resultado, estéticamente hablando, me gusta. Eso sí, tus personajes siguen siendo tan esterotipados como los de un cuento para niños (…)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
(…) Oye Lars, por qué a Grace se lo ponen tan difícil para entrar en el pueblo? Es un puto pueblo de mala muerte! Y ella tiene casi que esclavizarse a todos sus habitantes para ser aceptada? Pero hombre, no ves que esto es inverosímil? Cualquiera optaría por ir a otro lugar. Cómo? Que intenta ser una fábula? A vale, perdón (…)
(…) Oye Lars, no te parece muy tonto que al principio Grace las pase putas para que la acepten y ahora le resulte imposible salir del pueblo? No puede irse como ha venido, a pie? Necesita pagar al tipo de la furgoneta, casualmente a ese que se va de putas y que ya lleva dibujado en el rostro que va a pedirle a cambio favores sexuales? Ah, no!! Que no te limitas a violarla con dos personajes… JOJOJO… que resulta que la violan todos y cada uno de los varones adultos del pueblo!! Y las mujeres, a falta de falo con que agredirla, la maltratan de muchas otras muchas formas. Pero venga, hombre, Lars, cómo puedes ser tan gilipollas!? Qué conclusión sacamos de todo esto? Que todos los hombres somos violadores en potencia y las mujeres unas degeneradas? Has vuelto a caer en ese maniqueísmo tuyo recalcitrante tan bobo, y mira que al principio tenía cierta esperanza en que lo hubieras dejado un poco de lado”
Lars se ofende y lo único que me responde es que soy un burro, que tengo que terminar de verla, que sus obras tienen sentido en conjunto, que si el verbo fabular otra vez por aquí y por allá. Y me gustaría decirle lo cansado que estoy del abuso que hacen estos vanguardistas de mierda de las palabras fábula, metáfora y alegoría para justificar su mediocridad.
“Vaya, Lars, resulta que James Caan es el padre mafioso de Grace. Esto sí que no me lo esperaba. He de reconocer que me ha sorprendido gratamente el giro argumental”.
Grace discute con su padre a cerca de la venganza, de los lícitos errores humanos. Me digo a mí mismo que como no tomen represalias, la película va a caer en picado, no sólo por lo inverosímil que resulta la ausencia de rencor de Grace, sino por la de su padre, que parece dejar la decisión en manos de su hija.
“Lars, en serio no te parece una estupidez que un cabecilla de una familia mafiosa negocie tanto con su hija las medidas a tomar con un pueblo cuyos habitantes la han violado y maltratado a esos niveles? Mira, Lars, yo soy James Caan, y me los cargo uno a uno personalmente y sin consulta filial, pero no de un tiro en la cabeza, que es una muerte generosamente rápida. Vámos, hombre! No querías tragedias y miserias humanas que mostrar a tu incondicional público? Pues esa sí sería la cruda realidad, el hecho de que los más crueles de los actos vienen inspirados por el odio que produce la sed de venganza”
Agradezco esbozando una sonrisa el final, aunque el diálogo pseudofilosófico previo entre padre e hija le haya restado veracidad y fuerza.
(…) Oye Lars, no te parece muy tonto que al principio Grace las pase putas para que la acepten y ahora le resulte imposible salir del pueblo? No puede irse como ha venido, a pie? Necesita pagar al tipo de la furgoneta, casualmente a ese que se va de putas y que ya lleva dibujado en el rostro que va a pedirle a cambio favores sexuales? Ah, no!! Que no te limitas a violarla con dos personajes… JOJOJO… que resulta que la violan todos y cada uno de los varones adultos del pueblo!! Y las mujeres, a falta de falo con que agredirla, la maltratan de muchas otras muchas formas. Pero venga, hombre, Lars, cómo puedes ser tan gilipollas!? Qué conclusión sacamos de todo esto? Que todos los hombres somos violadores en potencia y las mujeres unas degeneradas? Has vuelto a caer en ese maniqueísmo tuyo recalcitrante tan bobo, y mira que al principio tenía cierta esperanza en que lo hubieras dejado un poco de lado”
Lars se ofende y lo único que me responde es que soy un burro, que tengo que terminar de verla, que sus obras tienen sentido en conjunto, que si el verbo fabular otra vez por aquí y por allá. Y me gustaría decirle lo cansado que estoy del abuso que hacen estos vanguardistas de mierda de las palabras fábula, metáfora y alegoría para justificar su mediocridad.
“Vaya, Lars, resulta que James Caan es el padre mafioso de Grace. Esto sí que no me lo esperaba. He de reconocer que me ha sorprendido gratamente el giro argumental”.
Grace discute con su padre a cerca de la venganza, de los lícitos errores humanos. Me digo a mí mismo que como no tomen represalias, la película va a caer en picado, no sólo por lo inverosímil que resulta la ausencia de rencor de Grace, sino por la de su padre, que parece dejar la decisión en manos de su hija.
“Lars, en serio no te parece una estupidez que un cabecilla de una familia mafiosa negocie tanto con su hija las medidas a tomar con un pueblo cuyos habitantes la han violado y maltratado a esos niveles? Mira, Lars, yo soy James Caan, y me los cargo uno a uno personalmente y sin consulta filial, pero no de un tiro en la cabeza, que es una muerte generosamente rápida. Vámos, hombre! No querías tragedias y miserias humanas que mostrar a tu incondicional público? Pues esa sí sería la cruda realidad, el hecho de que los más crueles de los actos vienen inspirados por el odio que produce la sed de venganza”
Agradezco esbozando una sonrisa el final, aunque el diálogo pseudofilosófico previo entre padre e hija le haya restado veracidad y fuerza.
18 de enero de 2008
18 de enero de 2008
21 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues bien, intentemos ser objetivos. Leyendo las críticas que se han vertido en esta misma página web sobre Dogville observamos que no hay término medio. Van desde los entusiastas más absolutos hasta los que se despachan a gusto contra la película. Ni lo unos ni lo otros están acertados, en mi opinión.
La película tiene puntos fuertes: una escenografía arriesgada, o sea, precisamente la falta de escenarios, lo que obliga al espectador quizá a imaginar un paisaje y a fijarse en los rostros y en los diálogos más que en otras películas; una historia que pretende enseñarnos una moraleja, cuyo final tiene la virtud de obligar al espectador a realizar un flashback con el objeto de poner en orden sus ideas. ¿Está justificado lo que sucede al final de la película (y no vamos a contar nada)? ¿Debieron ocurrir los acontecimientos de otra manera? ¿Era justo o injusto que la película terminara así? Ésas son las preguntas que nos hacemos al final y que tenemos que responder...Por último, la película tiene, además, algunas buenas interpretaciones (no todas, por ejemplo decepcionante Paul Bethany), particularmente Nicole Kidman.
Pero por otro lado la película está gravemente lastrada por varias razones: la puesta en escena (¿pero no era una virtud?) resulta en muchas ocasiones verdaderamente patética con su tenacidad minimalista y un tanto naif. La historia es insulsa, sí. Carece de enjundia, no nos engañemos. No seduce a nadie. Hay algunas escenas que pretenden ser duras y sólo resultan pesadas. La película tiene además una duración excesiva, pues le sobran como mínimo 40 minutos. Hay momentos en que tenemos la sensación de que el director no sabe cómo rellenar determinados momentos del metraje. Y luego está la cámara: no entiendo esa manía de mover la cámara para todos los lados, cogiendo los mismos planos que tomaría el invitado borracho que graba un bautizo.
En fin, una película curiosa y con algunas vurtudes destacables, pero ni mucho menos una obra maestra del cine. El cine es algo más que Dogville. No se crearon las imágenes para que nos quitaran los decorados, los paisajes, los movimientos, la acción. No se inventó la pintura para que alguien nos entregase un lienzo con trazos negros, ni la música para que nos robaran los sonidos. ¿Por qué entonces Lars Von Trier nos roba la imagen? ¿No es esto cine?
La película tiene puntos fuertes: una escenografía arriesgada, o sea, precisamente la falta de escenarios, lo que obliga al espectador quizá a imaginar un paisaje y a fijarse en los rostros y en los diálogos más que en otras películas; una historia que pretende enseñarnos una moraleja, cuyo final tiene la virtud de obligar al espectador a realizar un flashback con el objeto de poner en orden sus ideas. ¿Está justificado lo que sucede al final de la película (y no vamos a contar nada)? ¿Debieron ocurrir los acontecimientos de otra manera? ¿Era justo o injusto que la película terminara así? Ésas son las preguntas que nos hacemos al final y que tenemos que responder...Por último, la película tiene, además, algunas buenas interpretaciones (no todas, por ejemplo decepcionante Paul Bethany), particularmente Nicole Kidman.
Pero por otro lado la película está gravemente lastrada por varias razones: la puesta en escena (¿pero no era una virtud?) resulta en muchas ocasiones verdaderamente patética con su tenacidad minimalista y un tanto naif. La historia es insulsa, sí. Carece de enjundia, no nos engañemos. No seduce a nadie. Hay algunas escenas que pretenden ser duras y sólo resultan pesadas. La película tiene además una duración excesiva, pues le sobran como mínimo 40 minutos. Hay momentos en que tenemos la sensación de que el director no sabe cómo rellenar determinados momentos del metraje. Y luego está la cámara: no entiendo esa manía de mover la cámara para todos los lados, cogiendo los mismos planos que tomaría el invitado borracho que graba un bautizo.
En fin, una película curiosa y con algunas vurtudes destacables, pero ni mucho menos una obra maestra del cine. El cine es algo más que Dogville. No se crearon las imágenes para que nos quitaran los decorados, los paisajes, los movimientos, la acción. No se inventó la pintura para que alguien nos entregase un lienzo con trazos negros, ni la música para que nos robaran los sonidos. ¿Por qué entonces Lars Von Trier nos roba la imagen? ¿No es esto cine?
5 de junio de 2008
5 de junio de 2008
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película es perversa, terrible a ratos. Me incomodó como sólo sabe hacerlo el Haneke de Funny Games -la versión alemana, por supuesto-.
Lars Von Trier nos embauca para mirar en la ratonera que monta llamada Dogville para sacar a relucir las peores pasiones del ser humano, la mayoría de ellas cuando poseen el dominio sobre otro ser humano (en este caso, sobre la protagonista).
La historia que en principio al espectador estándar le va a chocar -el escenario teatral y barreras pintadas sobre el suelo-, poco a poco sube de tono y obliga a posicionarse moralmente ante lo injusto de la situación.
Unas muy destacables interpretaciones ayudan a componer una excelente película, que exige un poco al espectador, pero recompensa con creces. De la buenas buenas de Mr.Trier.
Por cierto, la mejor interpretación a mi modo de ver en el s.XXI de Kidman, pre y pos botox/Cruise affaire... Secundarios, también excelsos -ese Gazzara-.
Nota: 8,75.
Lars Von Trier nos embauca para mirar en la ratonera que monta llamada Dogville para sacar a relucir las peores pasiones del ser humano, la mayoría de ellas cuando poseen el dominio sobre otro ser humano (en este caso, sobre la protagonista).
La historia que en principio al espectador estándar le va a chocar -el escenario teatral y barreras pintadas sobre el suelo-, poco a poco sube de tono y obliga a posicionarse moralmente ante lo injusto de la situación.
Unas muy destacables interpretaciones ayudan a componer una excelente película, que exige un poco al espectador, pero recompensa con creces. De la buenas buenas de Mr.Trier.
Por cierto, la mejor interpretación a mi modo de ver en el s.XXI de Kidman, pre y pos botox/Cruise affaire... Secundarios, también excelsos -ese Gazzara-.
Nota: 8,75.
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