Los niños del paraíso
1945 

8.1
3,859
Romance. Drama
París, 1820. Dos jóvenes artistas, Baptiste Debureau y Frédéric Lemâitre, debutan en el teatro de los Funámbulos y entablan amistad. Un día, Garance, una misteriosa y atractiva mujer, irrumpe en sus vidas. Mientras que el tímido Baptiste no se atreve a declararle su amor, Frédéric la convierte en su amante. Sin embargo, al estar implicada en una serie de crímenes, la mujer desaparece. (FILMAFFINITY)
29 de junio de 2018
29 de junio de 2018
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con muchos problemas durante su rodaje y estrenada después de la Segunda Guerra Mundial, la obra maestra de Marcel Carné constituye un precioso homenaje al mundo del teatrillo popular en el París de la primera mitad del siglo XIX. El realizador francés se vale de este particular universo para plasmar lo difícil que resulta consumar la felicidad a través del amor.
Seguramente estemos ante una de las películas más poéticas de todos los tiempos, con una puesta en escena cuidadísima. El filme se abre con unos títulos de crédito impregnados sobre un telón teatral, que se alzará para mostrar una visión panorámica del bulevar del crimen, un lugar repleto de ferias y teatros ambulantes donde vivían los cómicos relacionados con el mundo de la farándula. En esos primeros minutos se retrata con gran divertimiento el jolgorio del mundo de los cómicos, resultando en palabras de un servidor lo mejor de toda la obra.
Pese a tratarse de una cinta con chispazos de humor, el director galo muestra una visión pesimista y amarga de la sociedad de aquellos tiempos, algo que logra a través de las densas atmósferas que anticipan a las películas del neorrealismo italiano de los años 40 y 50. Esta cumbre del cine literario destaca también por constituir un gran fresco costumbrista en el que narra el apasionado amor de sus protagonistas entrometido por el destino. Carné fue un gran director de actores, y es por ello que no extraña la gran caracterización de los cuatro personajes principales, entre los que destaca la protagonista femenina, Garance, como la típica mujer fría y distante deseada por todo hombre que se cruza en su camino.
Pese a la duración un clásico del cine francés y un auténtico deleite para los sentidos.
Seguramente estemos ante una de las películas más poéticas de todos los tiempos, con una puesta en escena cuidadísima. El filme se abre con unos títulos de crédito impregnados sobre un telón teatral, que se alzará para mostrar una visión panorámica del bulevar del crimen, un lugar repleto de ferias y teatros ambulantes donde vivían los cómicos relacionados con el mundo de la farándula. En esos primeros minutos se retrata con gran divertimiento el jolgorio del mundo de los cómicos, resultando en palabras de un servidor lo mejor de toda la obra.
Pese a tratarse de una cinta con chispazos de humor, el director galo muestra una visión pesimista y amarga de la sociedad de aquellos tiempos, algo que logra a través de las densas atmósferas que anticipan a las películas del neorrealismo italiano de los años 40 y 50. Esta cumbre del cine literario destaca también por constituir un gran fresco costumbrista en el que narra el apasionado amor de sus protagonistas entrometido por el destino. Carné fue un gran director de actores, y es por ello que no extraña la gran caracterización de los cuatro personajes principales, entre los que destaca la protagonista femenina, Garance, como la típica mujer fría y distante deseada por todo hombre que se cruza en su camino.
Pese a la duración un clásico del cine francés y un auténtico deleite para los sentidos.
24 de abril de 2019
24 de abril de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Singular e irrepetible obra que rinde homenaje al mundo del teatro en general y a la Comedia del Arte en particular, en una original y nostálgica película que nos sumerge en las vidas de dos jóvenes artistas Baptiste y Fréderick, que se conocen cuando debutan en el teatro de los Funámbulos y se hacen buenos amigos.
Pero aparecerá Garance, una enigmática y bella mujer, de la cual todos los hombres quedarán prendados, cada uno a su manera.
Muchos personajes de esta obra están inspirados en personas reales. Así, Baptiste es el alter ego de Jean Gaspard Debureau, un mimo francés. Fréderick, encarna a Fréderick Lemaítre, un famoso actor y dramaturgo. Y otro de los personajes también está inspirado en un poeta y asesino de la vida real.
Pero es que la trama de la película es toda ella una representación teatral que dota de vida y lenguaje a los personajes sacados de la pantomima. Por ello creo que Marcel hace aquí un doble homenaje. Por un lado, las escenas que interpretan en sus teatros nuestros personajes. Por otro, el discurrir de sus vidas, con amores fatales, celos, venganzas, rivalidades, duelos, asesinatos..., con diálogos poéticos al más puro estilo clásico decimonónico.
Baptiste, encarna a un mimo, genio de la pantomima, el gran Pierrot quién al igual que su personaje, es un hombre melancólico, taciturno y soñador, incondicionalmente enamorado de Garance.
Fréderick, es el actor del teatro. Aspirante a encandilar a su público, no con el lenguaje mudo, sino con el don del lenguaje. Encantador y grosero. Cínico y zalamero, también ama a Garance, pero de un modo más egoísta.¿Arlequín?.
Tenemos al perverso Lacenaire, otro hombre que ronda a Garance más por orgullo y arrogancia hacia sí mismo. O el conde de Montray, que la quiere como posesión, no como amor.
Garance, por su parte, aceptará estos amores y amará libremente, decidiendo quién es más digno de amor. Es hábil, astuta, ingeniosa y muy pragmática, sabe sacar partido de cualquier situación.¿ Colombina?.
Por todo esto, creo que es una muy hábil disección del entramado teatral que une todas las vertientes, agrupándolas en una historia que admito que no será gusto de todos, pero que es imposible que deje indiferente a nadie. Su categoría de ÚNICA, lo impide.
Pero aparecerá Garance, una enigmática y bella mujer, de la cual todos los hombres quedarán prendados, cada uno a su manera.
Muchos personajes de esta obra están inspirados en personas reales. Así, Baptiste es el alter ego de Jean Gaspard Debureau, un mimo francés. Fréderick, encarna a Fréderick Lemaítre, un famoso actor y dramaturgo. Y otro de los personajes también está inspirado en un poeta y asesino de la vida real.
Pero es que la trama de la película es toda ella una representación teatral que dota de vida y lenguaje a los personajes sacados de la pantomima. Por ello creo que Marcel hace aquí un doble homenaje. Por un lado, las escenas que interpretan en sus teatros nuestros personajes. Por otro, el discurrir de sus vidas, con amores fatales, celos, venganzas, rivalidades, duelos, asesinatos..., con diálogos poéticos al más puro estilo clásico decimonónico.
Baptiste, encarna a un mimo, genio de la pantomima, el gran Pierrot quién al igual que su personaje, es un hombre melancólico, taciturno y soñador, incondicionalmente enamorado de Garance.
Fréderick, es el actor del teatro. Aspirante a encandilar a su público, no con el lenguaje mudo, sino con el don del lenguaje. Encantador y grosero. Cínico y zalamero, también ama a Garance, pero de un modo más egoísta.¿Arlequín?.
Tenemos al perverso Lacenaire, otro hombre que ronda a Garance más por orgullo y arrogancia hacia sí mismo. O el conde de Montray, que la quiere como posesión, no como amor.
Garance, por su parte, aceptará estos amores y amará libremente, decidiendo quién es más digno de amor. Es hábil, astuta, ingeniosa y muy pragmática, sabe sacar partido de cualquier situación.¿ Colombina?.
Por todo esto, creo que es una muy hábil disección del entramado teatral que une todas las vertientes, agrupándolas en una historia que admito que no será gusto de todos, pero que es imposible que deje indiferente a nadie. Su categoría de ÚNICA, lo impide.
15 de octubre de 2019
15 de octubre de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
París, finales de la década de los 20 y primera mitad de la de los 30 del siglo XIX en el Boulevard du Temple, más conocido como el del Crimen por las representaciones teatrales que allí se realizaban. En ese lugar transcurre la mayor parte de la acción que se centra principalmente en las vidas de Baptiste Deburau (Jean Louis Barrault) un mimo que trabaja en el Theatre des Funambules, Frédérick Lemaître (Pierre Brasseur) actor que entrará a trabajar en el mismo teatro que Baptiste, Pierre François Lacenaire (Marcel Herrand) criminal, y Garance (Arletty) la mujer que atraerá el amor de los tres hombres citados anteriormente.
Marcel Carné dirige esta película con guion y diálogos del poeta Jacques Prévert, ambos ya habían colaborado juntos con anterioridad. Fue el actor Jean Louis Barrault quien dio la idea a Carné para realizar este film al hablarle del histórico mimo Baptiste Deburau, creador de la figura de Pierrot. Tanto Deburau como Lemaître y Lacenaire fueron personajes reales aunque sus verdaderas vidas personales distaron mucho de ser como aquí quedan representadas.
Como su título indica 'Los niños del paraíso' es ante todo un homenaje al mundo del teatro, principalmente al de la pantomima; se puede decir que la película se presenta al espectador como si fuera una obra teatral, dividida en dos partes, separadas entre sí por unos siete u ocho años, incluso con un telón que cae y las cierra. En ese canto al arte de Talía se encierran las vidas de los personajes principales de la historia cargadas de drama, e incluso de tragedia, y todo con un núcleo central, el de la figura de Garance, especie de mujer fatal, que atraerá el amor de los tres hombres arriba reseñados más el del conde Édouard de Montray (Louis Salou), personaje basado en el duque de Morny, hermanastro de Napoleón III. Todos ellos amarán, cada uno a su manera, muy distintas entre sí en cuanto a forma y fondo (la de Lacenaire bastante ambigua) a una misma mujer que se dejará querer por todos (hay cierto paralelismo en ello entre el personaje y la actriz que la interpretó, Léonie Marie Julia Bathiat, Arletty), y que solo amará a Baptiste, amor que ella misma sacrificará en aras de no perjudicarle, es decir, por un amor aún mucho mayor, quien en su compañera de trabajo Nathalie (María Casares), primero su novia y posteriormente esposa, tendrá a la persona que le querrá incondicionalmente. Sí, estamos ante un inmenso melodrama aunque, por su calidad, en este caso la palabra no tenga nada de carácter peyorativo.
Tanto por su guion, con sus bellísimos diálogos de Prévert, no en vano creador del llamado realismo poético; como por la dirección de Carné; el montaje de Madelein Bonin y Henri Rust; la dirección artística de Alexandre Trauner, Léon Barsacq y Raymond Gabutti, que recrearon fielmente el bulevar del Crimen tal como estaba en aquella época; la fotografía de Roger Hubert, Marc Fossard, Roger Forster, Léo Mirkine y Rémy Duval; y la música de Maurice Thirier y Joseph Kosma, no es exagerado decir que estamos ante una película que roza la perfección.
Para mayor mérito de este trabajo no hay que olvidar las difíciles condiciones en que fue realizado, bajo la ocupación alemana, lo que en buena parte supuso que se tuvieran que invertir en él tres años desde el inicio de la escritura del guion (se tardó en escribir seis meses), el rodaje (llevó dieciocho meses, siendo varias veces interrumpido por causas que fueron desde cortes del suministro eléctrico hasta por cambio de productora) y el final de la posproducción.
Marcel Carné dirige esta película con guion y diálogos del poeta Jacques Prévert, ambos ya habían colaborado juntos con anterioridad. Fue el actor Jean Louis Barrault quien dio la idea a Carné para realizar este film al hablarle del histórico mimo Baptiste Deburau, creador de la figura de Pierrot. Tanto Deburau como Lemaître y Lacenaire fueron personajes reales aunque sus verdaderas vidas personales distaron mucho de ser como aquí quedan representadas.
Como su título indica 'Los niños del paraíso' es ante todo un homenaje al mundo del teatro, principalmente al de la pantomima; se puede decir que la película se presenta al espectador como si fuera una obra teatral, dividida en dos partes, separadas entre sí por unos siete u ocho años, incluso con un telón que cae y las cierra. En ese canto al arte de Talía se encierran las vidas de los personajes principales de la historia cargadas de drama, e incluso de tragedia, y todo con un núcleo central, el de la figura de Garance, especie de mujer fatal, que atraerá el amor de los tres hombres arriba reseñados más el del conde Édouard de Montray (Louis Salou), personaje basado en el duque de Morny, hermanastro de Napoleón III. Todos ellos amarán, cada uno a su manera, muy distintas entre sí en cuanto a forma y fondo (la de Lacenaire bastante ambigua) a una misma mujer que se dejará querer por todos (hay cierto paralelismo en ello entre el personaje y la actriz que la interpretó, Léonie Marie Julia Bathiat, Arletty), y que solo amará a Baptiste, amor que ella misma sacrificará en aras de no perjudicarle, es decir, por un amor aún mucho mayor, quien en su compañera de trabajo Nathalie (María Casares), primero su novia y posteriormente esposa, tendrá a la persona que le querrá incondicionalmente. Sí, estamos ante un inmenso melodrama aunque, por su calidad, en este caso la palabra no tenga nada de carácter peyorativo.
Tanto por su guion, con sus bellísimos diálogos de Prévert, no en vano creador del llamado realismo poético; como por la dirección de Carné; el montaje de Madelein Bonin y Henri Rust; la dirección artística de Alexandre Trauner, Léon Barsacq y Raymond Gabutti, que recrearon fielmente el bulevar del Crimen tal como estaba en aquella época; la fotografía de Roger Hubert, Marc Fossard, Roger Forster, Léo Mirkine y Rémy Duval; y la música de Maurice Thirier y Joseph Kosma, no es exagerado decir que estamos ante una película que roza la perfección.
Para mayor mérito de este trabajo no hay que olvidar las difíciles condiciones en que fue realizado, bajo la ocupación alemana, lo que en buena parte supuso que se tuvieran que invertir en él tres años desde el inicio de la escritura del guion (se tardó en escribir seis meses), el rodaje (llevó dieciocho meses, siendo varias veces interrumpido por causas que fueron desde cortes del suministro eléctrico hasta por cambio de productora) y el final de la posproducción.
18 de junio de 2020
18 de junio de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el año en el que acabó la Segunda Guerra Mundial en Europa, Marcel Carné estrenó Los niños del paraíso en Francia, una obra de más de tres horas de duración que toma como base el amor y el teatro en el Paris de 1820, donde dos jóvenes artistas (uno actor cómico de carácter extrovertido y un funambulista tímido y retraído), se conocen y forjan una bonita amistad mientras trabajan juntos en un mismo teatro, donde ambos se enamoran de una misma mujer.
Con esa delicada historia de amor, y con el teatro como testigo, se desarrolla una obra maestra de cine clásico europeo (aunque bien podría ser en muchos aspectos norteamericano), cautivando a cualquier amante de cine de época basado incluso en épocas anteriores que no deja nada al azar, que no se toma ninguna prisa en avanzar, y que incluso no se hace largo en absoluto en su extensa duración, ya que su interesante trama se va calentando sin prisa pero sin pausa para encandilar al público y darle un final excelso como no podía ser menos.
Las interpretaciones son sobresalientes del primero al último, cada uno en su estilo. Jean-Louis Barrault realiza una enorme interpretación en su papel de Baptiste y Pierre Brasseur encandila al espectador con la enorme personalidad de su personaje Frédéric. Sin olvidar por supuesto, las notables interpretaciones de Pierre Renoir y Arletty entre otros. También destaca la fotografía en blanco y negro y la dirección artística trabajada al detalle para transportar al espectador con eficacia a la época narrada en cuestión.
Es por tanto una maravillosa película de cine europeo clásico que dejará a cualquier cinéfilo pegado al asiento de principio y a fin, y que deja tras su visionado una agradable sensación que se quedará para siempre en la retina del espectador, por la calidad de sus imágenes y puesta en escena, por sus enormes interpretaciones y fotografía cuidada al detalle, pero sobre todo, por narrar una bella historia de amor y desamor que pone de manifiesto un melodrama excelso que coloca sin lugar a dudas a Los niños del paraíso, como una de las obras clásicas de cine europeo más destacables y hermosas de todos los tiempos.
Con esa delicada historia de amor, y con el teatro como testigo, se desarrolla una obra maestra de cine clásico europeo (aunque bien podría ser en muchos aspectos norteamericano), cautivando a cualquier amante de cine de época basado incluso en épocas anteriores que no deja nada al azar, que no se toma ninguna prisa en avanzar, y que incluso no se hace largo en absoluto en su extensa duración, ya que su interesante trama se va calentando sin prisa pero sin pausa para encandilar al público y darle un final excelso como no podía ser menos.
Las interpretaciones son sobresalientes del primero al último, cada uno en su estilo. Jean-Louis Barrault realiza una enorme interpretación en su papel de Baptiste y Pierre Brasseur encandila al espectador con la enorme personalidad de su personaje Frédéric. Sin olvidar por supuesto, las notables interpretaciones de Pierre Renoir y Arletty entre otros. También destaca la fotografía en blanco y negro y la dirección artística trabajada al detalle para transportar al espectador con eficacia a la época narrada en cuestión.
Es por tanto una maravillosa película de cine europeo clásico que dejará a cualquier cinéfilo pegado al asiento de principio y a fin, y que deja tras su visionado una agradable sensación que se quedará para siempre en la retina del espectador, por la calidad de sus imágenes y puesta en escena, por sus enormes interpretaciones y fotografía cuidada al detalle, pero sobre todo, por narrar una bella historia de amor y desamor que pone de manifiesto un melodrama excelso que coloca sin lugar a dudas a Los niños del paraíso, como una de las obras clásicas de cine europeo más destacables y hermosas de todos los tiempos.
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