Barbarroja
8.3
5,830
Drama
El joven doctor Yasuoto regresa a su pueblo después de estudiar en Nagasaki, pero en cuanto llega sufre una gran desilusión: en lugar de ser nombrado médico del shogun lo envían a una clínica que cuenta con muy pocos recursos y está dirigida por un médico apodado "Barbarroja". Allí, el nuevo interino adopta una actitud arrogante, negándose a usar uniforme y rebelandose contra el resto de médicos. (FILMAFFINITY)
16 de diciembre de 2014
16 de diciembre de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es la primera película que veo de Akira Kurosawa y la verdad es que no me ha decepcionado. Su manera de narrar y manejar la cámara es excepcional, ésta se convierte en un pulcro instrumento de expresión dramática (esa típica expresión contenida nipona). La combinación de encuadres, movimientos y luz rezuma poética cinematográfica para todo aquel que la quiera gozar.
Otro carácter a destacar, que me seduce de ésta y otras películas japonesas, es el ritmo solemne y armónico (alejado de efectismos estériles) que utiliza para contar la historia. A mí personalmente me gusta y me llega dentro, aunque entiendo que a alguien le pueda aburrir este tipo de guiones.
Finalmente, se trata de una buena historia, no exempta de crítica social, que explora sobre los sentimientos humanos. Alguna pega? Pues sí, un par de escenas idealistas que eran del todo innecesarias y "chirrían" en este drama social con aspiraciones naturalistas (la de la lucha estilo "superhombre" o el chantaje al magistrado por ejemplo).
Otro carácter a destacar, que me seduce de ésta y otras películas japonesas, es el ritmo solemne y armónico (alejado de efectismos estériles) que utiliza para contar la historia. A mí personalmente me gusta y me llega dentro, aunque entiendo que a alguien le pueda aburrir este tipo de guiones.
Finalmente, se trata de una buena historia, no exempta de crítica social, que explora sobre los sentimientos humanos. Alguna pega? Pues sí, un par de escenas idealistas que eran del todo innecesarias y "chirrían" en este drama social con aspiraciones naturalistas (la de la lucha estilo "superhombre" o el chantaje al magistrado por ejemplo).
13 de abril de 2022
13 de abril de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una historia distinta, original, donde se nos muestra un hospital en los tiempos del Japón feudal, y se nos cuenta la historia de varios doctores, sus vivencias allí, como la ideología del jefe del hospital va cundiendo en los demás uniéndose a él, así como las historias de varios enfermos, que se entrecruzan con los protagonistas y dan lugar a una película profunda.
Tengo que reconocer que no estaba preparado para encontrarme algo así, y aunque me ha gustado, se me ha hecho bastante espesa en algunos momentos.
Como de costumbre, la forma en que Kurosawa ambienta el Japón de esta época es magistral, por la multitud de detalles, la forma de ser de la gente, su manera de mostrar la miseria humana, de esa forma tan dura y correcta.
Tengo que reconocer que no estaba preparado para encontrarme algo así, y aunque me ha gustado, se me ha hecho bastante espesa en algunos momentos.
Como de costumbre, la forma en que Kurosawa ambienta el Japón de esta época es magistral, por la multitud de detalles, la forma de ser de la gente, su manera de mostrar la miseria humana, de esa forma tan dura y correcta.
4 de agosto de 2022
4 de agosto de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Noboru camina por los pasillos del recinto, observa, entre confuso, indiferente y repugnado; durante esta larga visita guiada por el hospital, nos ponemos en su lugar, miramos con sus ojos y olemos con su nariz.
En efecto, huele a fruta podrida, a cuerpos febriles, este hedor nos impregna, el del calor pegajoso, el de la madera húmeda...
Resulta increíble pero nos acabaremos acostumbrando a este lugar que rezuma podredumbre y muerte de entre sus recovecos, e incluso ya jamás querremos abandonarlo, tal como le sucede al joven. Desde esta llegada hasta el regreso final se ha ido desarrollando un largo ciclo de aprendizaje y conocimiento hasta cerrarse en su extremo opuesto, y a Akira Kurosawa le va a suceder lo mismo cuando finalice el extenso trabajo de tres años de "Akahige", que adapta junto con otros compañeros la novela homónima de 1.958 del maestro de la ficción histórica Satomu Shimizu, compuesta por una serie de pequeños relatos pero construida sobre el mismo lugar y alrededor de los mismos protagonistas.
Sería el auténtico Shosen Ogawa, quien a finales de 1.722 establecería una clínica en Koishikawa atendiendo a gentes de estrato más bajo, el modelo para crear a Kyojo Nide, encarnado por un Toshiro Mifune que ya ha fundado su propia productora y cuya relación con el cineasta atravesará graves tensiones debido a la duración del proyecto, las malas condiciones del rodaje y las discrepancias sobre la interpretación del personaje, siendo el resultado la ruptura definitiva entre ambos. Este es, por tanto, el fin de una era para el nativo de Tokyo, pero un fin grandioso de todos modos.
Empleando materiales de construcción y elementos del mismo periodo en el que se sitúa la historia (finales de Edo), Kurosawa, iniciándola de la misma forma que muchos films de Hiroshi Shimizu (la llegada al lugar donde evolucionará el argumento y su descubrimiento a través de alguien mientras se registra el movimiento humano de un lado a otro de la pantalla), es capaz de transmitirnos ese olor descrito al principio, gracias también al trabajo de Yoshiro Muraki y la fotografía en blanco y negro del dúo Takao Saito/Asakazu Nakai. Regresando al mundo de la medicina, va esmerarse en sumergirnos en este ambiente feudal de mugre, moho, barro, lluvia, descomposición, sangre y maderas ajadas.
Poco a poco se nos infiltrará entre los poros, pero permitiremos que forme parte de nosotros. La razón puede que radique en algo que "Barbarroja" Niide dice al recién llegado Noboru, el insolente que esperaba convertirse en médico del shogun y ha acabado en este pozo infecto de desgraciadas criaturas: "No desvíes la mirada, observa cómo lo hago", cuando cose el costado de una paciente a la que se le salen las órganos; esta orden terminante de soportar la visión de lo insoportable había empapado ya toda la vida del cineasta, en particular desde que su hermano Heigo le llevó a las ruinas que habían quedado tras el Gran Terremoto de 1.923.
Extrayendo tal enseñanza ("Si evitas mirar al miedo de frente acabará apoderándose de tí") este es un relato de pura transmisión, que vuelve a remitir a su ópera prima "La Leyenda del Gran Judo", donde al fogoso Sanshiro le sucede este joven y ambicioso médico mientras al sabio, virtuoso y cultivado maestro Yano este cirujano poco ortodoxo y exigente, pero de mirada única a la hora de desnudar la más pura humanidad desde el lado más cruel y sucio del ser humano. Si bien este choque y luego alianza entre las dos generaciones que reflejan los protagonistas alrededor de un mismo oficio recuerda a otras obras de Kurosawa ("El Perro Rabioso", "Los Siete Samuráis"...), el médico jefe desempeña la misma función reveladora sobre su aprendiz que el cáncer sobre el Watanabe de "Vivir": bifurcar un destino trazado de antemano.
Y así irá sucediendo por medio de otros secundarios, ya que "Akahige" es una historia de diferentes voces y vivencias, con la que el anterior vuelve a la dinámica colectiva que ya empleó en "Los Bajos Fondos" y a sus influencias del realismo de Gorky. El amor del nipón por la literatura rusa cristaliza de mejor manera en su recuperación de la Elena que creó Dostoyevski para "Humillados y Ofendidos", aquí con el precioso rostro de Terumi Niki como Otoyo (inexistente en la de Shimizu), una muchacha que sufre la humillación de la cruel encargada de un burdel.
Este pasaje, que recuerda a los melodramas en ambientes de prostitución de Mizoguchi, es una de las mayores lecciones de humildad, humanidad y resurrección de todo el film, donde la chica, endurecida por una vida de maltrato, vuelve del infierno del nihilismo, la desconfianza y la soledad gracias al insistente cuidado de Noboru.
Cuando ella le cura tras sufrir éste una crisis de agotamiento (bellamente ironizada por Niide), se forma una cadena de esperanza que invierte la espiral de desamparo, prolongada por Otoyo sobre un niño (Choji) que se ha visto impulsado a robar debido al lamentable estado de pobreza de su familia.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Historias construidas con cariño y precisión cirujana (no viene mal el paralelismo) a lo largo de este metraje tan extenso, el cual logra absorbernos de tal manera que es imposible no perder la noción del tiempo y sentirse parte de este rico mosaico humano. El director concluye "Akahige" dejando a su equipo exhausto tras esos tres años de producción como una despedida a todo lo que tiene en la vida.
Es su adiós a Mifune, al blanco y negro, a Toho y a su popularidad, si bien su película alcanzará récords en taquilla, dando así una lección de maestría clásica a los jóvenes y rebeldes cineastas del momento. Mientras aquél, un poco en tierra nadie, está tentado por filmar en el extranjero, y tardará mucho en volver a ofrecer una obra maestra de este calibre...
En efecto, huele a fruta podrida, a cuerpos febriles, este hedor nos impregna, el del calor pegajoso, el de la madera húmeda...
Resulta increíble pero nos acabaremos acostumbrando a este lugar que rezuma podredumbre y muerte de entre sus recovecos, e incluso ya jamás querremos abandonarlo, tal como le sucede al joven. Desde esta llegada hasta el regreso final se ha ido desarrollando un largo ciclo de aprendizaje y conocimiento hasta cerrarse en su extremo opuesto, y a Akira Kurosawa le va a suceder lo mismo cuando finalice el extenso trabajo de tres años de "Akahige", que adapta junto con otros compañeros la novela homónima de 1.958 del maestro de la ficción histórica Satomu Shimizu, compuesta por una serie de pequeños relatos pero construida sobre el mismo lugar y alrededor de los mismos protagonistas.
Sería el auténtico Shosen Ogawa, quien a finales de 1.722 establecería una clínica en Koishikawa atendiendo a gentes de estrato más bajo, el modelo para crear a Kyojo Nide, encarnado por un Toshiro Mifune que ya ha fundado su propia productora y cuya relación con el cineasta atravesará graves tensiones debido a la duración del proyecto, las malas condiciones del rodaje y las discrepancias sobre la interpretación del personaje, siendo el resultado la ruptura definitiva entre ambos. Este es, por tanto, el fin de una era para el nativo de Tokyo, pero un fin grandioso de todos modos.
Empleando materiales de construcción y elementos del mismo periodo en el que se sitúa la historia (finales de Edo), Kurosawa, iniciándola de la misma forma que muchos films de Hiroshi Shimizu (la llegada al lugar donde evolucionará el argumento y su descubrimiento a través de alguien mientras se registra el movimiento humano de un lado a otro de la pantalla), es capaz de transmitirnos ese olor descrito al principio, gracias también al trabajo de Yoshiro Muraki y la fotografía en blanco y negro del dúo Takao Saito/Asakazu Nakai. Regresando al mundo de la medicina, va esmerarse en sumergirnos en este ambiente feudal de mugre, moho, barro, lluvia, descomposición, sangre y maderas ajadas.
Poco a poco se nos infiltrará entre los poros, pero permitiremos que forme parte de nosotros. La razón puede que radique en algo que "Barbarroja" Niide dice al recién llegado Noboru, el insolente que esperaba convertirse en médico del shogun y ha acabado en este pozo infecto de desgraciadas criaturas: "No desvíes la mirada, observa cómo lo hago", cuando cose el costado de una paciente a la que se le salen las órganos; esta orden terminante de soportar la visión de lo insoportable había empapado ya toda la vida del cineasta, en particular desde que su hermano Heigo le llevó a las ruinas que habían quedado tras el Gran Terremoto de 1.923.
Extrayendo tal enseñanza ("Si evitas mirar al miedo de frente acabará apoderándose de tí") este es un relato de pura transmisión, que vuelve a remitir a su ópera prima "La Leyenda del Gran Judo", donde al fogoso Sanshiro le sucede este joven y ambicioso médico mientras al sabio, virtuoso y cultivado maestro Yano este cirujano poco ortodoxo y exigente, pero de mirada única a la hora de desnudar la más pura humanidad desde el lado más cruel y sucio del ser humano. Si bien este choque y luego alianza entre las dos generaciones que reflejan los protagonistas alrededor de un mismo oficio recuerda a otras obras de Kurosawa ("El Perro Rabioso", "Los Siete Samuráis"...), el médico jefe desempeña la misma función reveladora sobre su aprendiz que el cáncer sobre el Watanabe de "Vivir": bifurcar un destino trazado de antemano.
Y así irá sucediendo por medio de otros secundarios, ya que "Akahige" es una historia de diferentes voces y vivencias, con la que el anterior vuelve a la dinámica colectiva que ya empleó en "Los Bajos Fondos" y a sus influencias del realismo de Gorky. El amor del nipón por la literatura rusa cristaliza de mejor manera en su recuperación de la Elena que creó Dostoyevski para "Humillados y Ofendidos", aquí con el precioso rostro de Terumi Niki como Otoyo (inexistente en la de Shimizu), una muchacha que sufre la humillación de la cruel encargada de un burdel.
Este pasaje, que recuerda a los melodramas en ambientes de prostitución de Mizoguchi, es una de las mayores lecciones de humildad, humanidad y resurrección de todo el film, donde la chica, endurecida por una vida de maltrato, vuelve del infierno del nihilismo, la desconfianza y la soledad gracias al insistente cuidado de Noboru.
Cuando ella le cura tras sufrir éste una crisis de agotamiento (bellamente ironizada por Niide), se forma una cadena de esperanza que invierte la espiral de desamparo, prolongada por Otoyo sobre un niño (Choji) que se ha visto impulsado a robar debido al lamentable estado de pobreza de su familia.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Historias construidas con cariño y precisión cirujana (no viene mal el paralelismo) a lo largo de este metraje tan extenso, el cual logra absorbernos de tal manera que es imposible no perder la noción del tiempo y sentirse parte de este rico mosaico humano. El director concluye "Akahige" dejando a su equipo exhausto tras esos tres años de producción como una despedida a todo lo que tiene en la vida.
Es su adiós a Mifune, al blanco y negro, a Toho y a su popularidad, si bien su película alcanzará récords en taquilla, dando así una lección de maestría clásica a los jóvenes y rebeldes cineastas del momento. Mientras aquél, un poco en tierra nadie, está tentado por filmar en el extranjero, y tardará mucho en volver a ofrecer una obra maestra de este calibre...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Esta demostración de altruismo incondicional es otra gran lección para las criadas, que primero desprecian a la anterior y después, admiradas, la vuelven a acoger en sus brazos como una más; en el instante en que el niño, al borde de la muerte, confiesa sus pecados a todos, vuelve a hacer eco una sentencia grandiosa del cirujano acerca de ésta: "No hay nada tan solemne como los últimos segundos en la vida de un hombre".
Pero las lecciones ya empiezan a aflorar en Noboru cuando se encuentra con Oyumi, la desquiciada paciente que por su violencia sobre los hombres es llamada "Mantis", a quien da vida de manera increíble Kyoko Kagawa, y que desnudará su alma en otra secuencia estremecedora filmada desde la distancia y casi sin primeros planos, como una pieza teatral.
Sin proveerse de "flashbacks", por desgracia (al contrario de lo que sí se hará posteriormente), el relato de esta mujer es el mejor ejemplo de cómo el humanismo de Kurosawa, del mismo modo que el de Renoir o Mizoguchi, permite profundizar en el interior de los individuos y justificar la razón de ser de cada uno. Porque todos tienen sus razones para ser como son, pero también portando en sí el sufrimiento que les ha conducido a ese estado; y todos esos personajes que pivotan alrededor de los médicos darán lugar a difíciles situaciones que tendrán su repercusión en otros debido a sus propios traumas emocionales y psicológicos y terrible pasado, haciendo brotar de dicho sufrimiento, una vez más, los grandiosos e inevitables sentimientos de humanidad y compasión.
Tras llegar la miserable hija de Rokusuke y sus tres hijos tras su silencioso fallecimiento, es el momento idóneo para que el moribundo Sahachi confiese los secretos que le atormentan. Uno de los pasajes más desgarradores envuelve a éste en su juventud cuando conoce a Onaka, la chica atada a una familia numerosa y prometida con un hombre que les había ayudado; Kurosawa se recrea en este "flashback" más que en ningún otro, incluso utilizando sus propias vivencias y transmutando el Gran Terremoto de Kanto por el otro Gran Terremoto de Edo de 1.885, cuyo desastre hace cambiar la vida de la mujer y, de nuevo en la historia, bifurcar ese destino trazado previamente.
El destino es una fuerza de la que ninguno de estos personajes puede escapar; el temblor, que les separó en su momento, se repite en forma de desprendimiento de tierra, para volver a unir a Sahachi y Onaka en espíritu. Esa noche incluso el áspero cirujano maestro (uno de los pocos personajes totalmente desdibujados) recibe una lección (ha de mentir a un magistrado para pagar la fianza de la hija de Rokusuke); el aprendizaje, transmitido poco a poco y desde la intimidad de cada paciente, determina la enorme transformación que, a no mucho tardar, experimenta el joven médico bien interpretado por el músico y actor Yuzo Kayama, que pasa del desdén y la arrogancia a la bondad y la paciencia, luciendo el uniforme blanco pulcro en reemplazo de la vestimenta de privilegiado que se negaba a quitarse en primera instancia.
Una traducción que hunde su crítica en la corrupción política y las malas acciones del Shogunato, sin tapujos por parte del director y en boca del cirujano jefe; así, el joven burgués, cuyo destino fue determinado por sus padres y quien también tenía sus razones para desconfiar de la gente y mostrarse reacio a las relaciones humanas, subyugado por su maestro, que ejerce en este modesto hospital, decide finalmente deshacerse de sus conexiones con las clases altas y unirse a su labor trabajando al servicio de una medicina para el pueblo.
Su largo aprendizaje y nacimiento de la compasión incluso le permitirán perdonar a Chigusa, la prometida que le fue infiel con otro hombre, si bien son la desequilibrada Oyumi, la desgraciada Otoyo y el bondadoso Sahachi y sus respectivas vivencias los que mayor influencia tienen sobre su importante cambio.
Pero las lecciones ya empiezan a aflorar en Noboru cuando se encuentra con Oyumi, la desquiciada paciente que por su violencia sobre los hombres es llamada "Mantis", a quien da vida de manera increíble Kyoko Kagawa, y que desnudará su alma en otra secuencia estremecedora filmada desde la distancia y casi sin primeros planos, como una pieza teatral.
Sin proveerse de "flashbacks", por desgracia (al contrario de lo que sí se hará posteriormente), el relato de esta mujer es el mejor ejemplo de cómo el humanismo de Kurosawa, del mismo modo que el de Renoir o Mizoguchi, permite profundizar en el interior de los individuos y justificar la razón de ser de cada uno. Porque todos tienen sus razones para ser como son, pero también portando en sí el sufrimiento que les ha conducido a ese estado; y todos esos personajes que pivotan alrededor de los médicos darán lugar a difíciles situaciones que tendrán su repercusión en otros debido a sus propios traumas emocionales y psicológicos y terrible pasado, haciendo brotar de dicho sufrimiento, una vez más, los grandiosos e inevitables sentimientos de humanidad y compasión.
Tras llegar la miserable hija de Rokusuke y sus tres hijos tras su silencioso fallecimiento, es el momento idóneo para que el moribundo Sahachi confiese los secretos que le atormentan. Uno de los pasajes más desgarradores envuelve a éste en su juventud cuando conoce a Onaka, la chica atada a una familia numerosa y prometida con un hombre que les había ayudado; Kurosawa se recrea en este "flashback" más que en ningún otro, incluso utilizando sus propias vivencias y transmutando el Gran Terremoto de Kanto por el otro Gran Terremoto de Edo de 1.885, cuyo desastre hace cambiar la vida de la mujer y, de nuevo en la historia, bifurcar ese destino trazado previamente.
El destino es una fuerza de la que ninguno de estos personajes puede escapar; el temblor, que les separó en su momento, se repite en forma de desprendimiento de tierra, para volver a unir a Sahachi y Onaka en espíritu. Esa noche incluso el áspero cirujano maestro (uno de los pocos personajes totalmente desdibujados) recibe una lección (ha de mentir a un magistrado para pagar la fianza de la hija de Rokusuke); el aprendizaje, transmitido poco a poco y desde la intimidad de cada paciente, determina la enorme transformación que, a no mucho tardar, experimenta el joven médico bien interpretado por el músico y actor Yuzo Kayama, que pasa del desdén y la arrogancia a la bondad y la paciencia, luciendo el uniforme blanco pulcro en reemplazo de la vestimenta de privilegiado que se negaba a quitarse en primera instancia.
Una traducción que hunde su crítica en la corrupción política y las malas acciones del Shogunato, sin tapujos por parte del director y en boca del cirujano jefe; así, el joven burgués, cuyo destino fue determinado por sus padres y quien también tenía sus razones para desconfiar de la gente y mostrarse reacio a las relaciones humanas, subyugado por su maestro, que ejerce en este modesto hospital, decide finalmente deshacerse de sus conexiones con las clases altas y unirse a su labor trabajando al servicio de una medicina para el pueblo.
Su largo aprendizaje y nacimiento de la compasión incluso le permitirán perdonar a Chigusa, la prometida que le fue infiel con otro hombre, si bien son la desequilibrada Oyumi, la desgraciada Otoyo y el bondadoso Sahachi y sus respectivas vivencias los que mayor influencia tienen sobre su importante cambio.
20 de marzo de 2024
20 de marzo de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El Gobierno es muy irresponsable cuando reduce los gastos para la sanidad de los pobres”
Dividida en dos partes, con su intermedio para cambiar rollos, a la antigua usanza.
Como dice uno de los médicos del hospital, Niide (Barbarroja) no solo examina los cuerpos de los pacientes, sino también sus corazones. En realidad la historia principal de la película es el proceso de curación moral del enfermo Yasumoto, guiado con sabia mano por Niide.
Barbarroja, mesándose la barba para ocultar su timidez dispone de las mejores cualidades que puede reunir un hombre, y por ello, y solo por ello, ejerce legítimamente una autoridad que se basa en el prestigio. Es muy exigente consigo mismo (Yasumoto, si alguna vez me vuelvo arrogante, recuérdame lo de hoy), pero sensible e indulgente con las debilidades ajenas; sabe respetar lo que es sagrado, como cuando dice a Yasumoto que no hay nada más solemne que los últimos momentos de un hombre, es muy duro con los poderosos, como el rico y perezoso glotón (No hace otro ejercicio que mover los palillos para comer) o el padre comerciante de la mantis (cómo le pone en su sitio), avaricioso con los avariciosos y orgulloso con los serviles (todo médico ha de saber escuchar a la gente rica), pero humilde, servicial, bondadoso y sensible con los humildes, (Mi padre ¿Sufrió cuando murió? -No. Murió en calma -Menos mal. ¡Menos mal! De lo contrario su vida habría sido demasiado cruel), o su comprensión ante un primer amor (aun no sabe qué hacer con su amor. Algún día sus sentimientos se extenderán a otros), primer amor que es presentado con mano maestra por Kurosawa en el momento en que Otoko zurce su kimono ataviada con la capa de Yasumoto, pues no dispone de otra ropa.
Dividida en dos partes, con su intermedio para cambiar rollos, a la antigua usanza.
Como dice uno de los médicos del hospital, Niide (Barbarroja) no solo examina los cuerpos de los pacientes, sino también sus corazones. En realidad la historia principal de la película es el proceso de curación moral del enfermo Yasumoto, guiado con sabia mano por Niide.
Barbarroja, mesándose la barba para ocultar su timidez dispone de las mejores cualidades que puede reunir un hombre, y por ello, y solo por ello, ejerce legítimamente una autoridad que se basa en el prestigio. Es muy exigente consigo mismo (Yasumoto, si alguna vez me vuelvo arrogante, recuérdame lo de hoy), pero sensible e indulgente con las debilidades ajenas; sabe respetar lo que es sagrado, como cuando dice a Yasumoto que no hay nada más solemne que los últimos momentos de un hombre, es muy duro con los poderosos, como el rico y perezoso glotón (No hace otro ejercicio que mover los palillos para comer) o el padre comerciante de la mantis (cómo le pone en su sitio), avaricioso con los avariciosos y orgulloso con los serviles (todo médico ha de saber escuchar a la gente rica), pero humilde, servicial, bondadoso y sensible con los humildes, (Mi padre ¿Sufrió cuando murió? -No. Murió en calma -Menos mal. ¡Menos mal! De lo contrario su vida habría sido demasiado cruel), o su comprensión ante un primer amor (aun no sabe qué hacer con su amor. Algún día sus sentimientos se extenderán a otros), primer amor que es presentado con mano maestra por Kurosawa en el momento en que Otoko zurce su kimono ataviada con la capa de Yasumoto, pues no dispone de otra ropa.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Kurosawa es inmenso. Usa los los fenómenos meteorológicos para aumentar la intensidad de la narración, como la nieve, cuando Otoko la usa para hacer bajar la fiebre de Yasumoto, la lluvia, con esos tres niños famélicos que se quieren escapar de la casa donde les han alojado, el viento en la escena en la que Otoko, aun enferma, va a mendigar al pueblo para reponer la taza que ha roto, mientras los pescadores recogen sus redes, incluso los terremotos o los corrimientos de tierras.
Tiene sensibilidad y capacidad para exresar en cine momentos de vacilación, como cuando Yasumoto se tambalea por el pasillo de la clínica que lleva de la agonía de un anciano a la operación de una joven a la que se le salen los intestinos.
Kurosawa tiene también un don para hacer cine con los relatos de las personas que cuentan la historia de sus vidas, historias dentro de la historia, como la de la hija del orfebre, que, marcada por un sentimiento de culpa que no habría debido ser suyo, renunció a relacionarse con su padre, o esa historia de amor, felicidad y, de nuevo, sentimiento de culpa narrada por el agonizante Sahachi entre las lágrimas del pueblo que le escucha.
Y es seguir y no parar. Es bellísima la escena de la seducción a Yasumoto por la mantis, la aparición de Chobo, entonces solo pequeña rata intentando robar desde el tejado un poco de comida, o el descubrimiento tras la ropa tendida de la bondad de Otoko y la necesidad de Chobo; o el escalofriante momento en que las cocineras gritan en el pozo el nombre del niño.
Y estas son solo algunas de las maravillas de la película.
Para mi gusto sobra, por poco creíble, la escena de la escabechina que hace Barbarroja con los chulitos del burdel, aprovechando sus conocimientos de medicina y de artes marciales, pero así y todo está magníficamente rodada.
Tiene sensibilidad y capacidad para exresar en cine momentos de vacilación, como cuando Yasumoto se tambalea por el pasillo de la clínica que lleva de la agonía de un anciano a la operación de una joven a la que se le salen los intestinos.
Kurosawa tiene también un don para hacer cine con los relatos de las personas que cuentan la historia de sus vidas, historias dentro de la historia, como la de la hija del orfebre, que, marcada por un sentimiento de culpa que no habría debido ser suyo, renunció a relacionarse con su padre, o esa historia de amor, felicidad y, de nuevo, sentimiento de culpa narrada por el agonizante Sahachi entre las lágrimas del pueblo que le escucha.
Y es seguir y no parar. Es bellísima la escena de la seducción a Yasumoto por la mantis, la aparición de Chobo, entonces solo pequeña rata intentando robar desde el tejado un poco de comida, o el descubrimiento tras la ropa tendida de la bondad de Otoko y la necesidad de Chobo; o el escalofriante momento en que las cocineras gritan en el pozo el nombre del niño.
Y estas son solo algunas de las maravillas de la película.
Para mi gusto sobra, por poco creíble, la escena de la escabechina que hace Barbarroja con los chulitos del burdel, aprovechando sus conocimientos de medicina y de artes marciales, pero así y todo está magníficamente rodada.
27 de enero de 2025
27 de enero de 2025
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Almas en pena moribundas nos narran los azares de sus intrincadas vidas, ajenas a los problemas nimios de las clases pudientes.
Surge entonces la solidaridad, como único remedio para una existencia injusta y miserable.
En este recóndito paraje con forma de hospital del siglo XIX nace por necesidad una historia de aprendizaje y redención, triste y hermosa a la par, que busca con abnegación y sacrificio no solo la cura para el cuerpo, sino también para el espíritu.
Kurosawa siendo Kurosawa, retornando sobre los temas y las inquietudes que siempre le fascinaron con una inolvidable fábula humanista que en su momento algunos tildaron de manipuladora, cuando es, en el peor de los casos, profundamente humana.
Una película maravillosa imbuida de un armonioso naturalismo que solo encuentra rival en el impecable sentido del ritmo y en la elegancia y la sapiencia de los encuadres del maestro japonés.
Kurosawa siendo Kurosawa, y cuánto le debemos por ello.
Surge entonces la solidaridad, como único remedio para una existencia injusta y miserable.
En este recóndito paraje con forma de hospital del siglo XIX nace por necesidad una historia de aprendizaje y redención, triste y hermosa a la par, que busca con abnegación y sacrificio no solo la cura para el cuerpo, sino también para el espíritu.
Kurosawa siendo Kurosawa, retornando sobre los temas y las inquietudes que siempre le fascinaron con una inolvidable fábula humanista que en su momento algunos tildaron de manipuladora, cuando es, en el peor de los casos, profundamente humana.
Una película maravillosa imbuida de un armonioso naturalismo que solo encuentra rival en el impecable sentido del ritmo y en la elegancia y la sapiencia de los encuadres del maestro japonés.
Kurosawa siendo Kurosawa, y cuánto le debemos por ello.
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