El desprecio
7.3
6,919
Drama
Paul Javal (Michel Piccoli), un dramaturgo francés, acepta reescribir algunas escenas para "La Odisea", una película que se va a rodar en Capri bajo la dirección del renombrado director alemán Fritz Lang (Fritz Lang). En un primer encuentro con el productor norteamericano, el arrogante Prokosch (Jack Palance), el escritor deja que su mujer, la bella Camille (Brigitte Bardot), se vaya en el coche con el productor a la finca de éste. Este ... [+]
4 de julio de 2021
4 de julio de 2021
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Godard se inspira en un mito griego para contar el alejamiento que se da en una pareja debido a que un hombre estúpido no para ni un segundo de agobiar a su pareja diciendo y preguntando idioteces, manteniendo una actitud ridícula. El vacío se produce por la saturación; el hombre es incapaz de domar su tonto ataque de ¿celos, reclamo de atención? y no consigue ni por un momento dejar en paz a su mujer hasta no hallar en su actitud una evidencia de que lo sigue amando, haciéndose odioso. Como si así lo fuera a conseguir...
Y ese es el único leitmotiv de una película aburridísima, con escenas interminables del dicho asedio verbal, totalmente ausente de la menor lectura crítica por parte del realizador, que más bien parece simpatizar con la desdicha de su protagonista, de que la atención de una mujer no se puede conseguir a placer ni las venticuatro horas, y es evidente de que dirige su película para otros hombres, tratando de despertar en ellos el mismo sentimiento. Todo ello, eso sí cubierto de una capa de intelectualidad refinada y pedante, que a lo mejor no es más que una coraza de resentimiento y... ¿desprecio? hacia el exterior.
No puede caber la menor duda de que está hecha para hombres por la manera de la que hace moverse a la actriz protagonista, los mohínes que la hace adoptar (muy del agrado de los hombres). Y más allá por el modo de filmarla es por su condicionamiento: sin un oficio destacado, unida a un personaje masculino mediocre, sin carisma ni presencia, quedando obviamente como la gran culpable de la disolución del núcleo amoroso, por dejar de querer al maravilloso y apuesto intelectual. ¡La fantasía de muchos hombres de la época!
Y ese es el único leitmotiv de una película aburridísima, con escenas interminables del dicho asedio verbal, totalmente ausente de la menor lectura crítica por parte del realizador, que más bien parece simpatizar con la desdicha de su protagonista, de que la atención de una mujer no se puede conseguir a placer ni las venticuatro horas, y es evidente de que dirige su película para otros hombres, tratando de despertar en ellos el mismo sentimiento. Todo ello, eso sí cubierto de una capa de intelectualidad refinada y pedante, que a lo mejor no es más que una coraza de resentimiento y... ¿desprecio? hacia el exterior.
No puede caber la menor duda de que está hecha para hombres por la manera de la que hace moverse a la actriz protagonista, los mohínes que la hace adoptar (muy del agrado de los hombres). Y más allá por el modo de filmarla es por su condicionamiento: sin un oficio destacado, unida a un personaje masculino mediocre, sin carisma ni presencia, quedando obviamente como la gran culpable de la disolución del núcleo amoroso, por dejar de querer al maravilloso y apuesto intelectual. ¡La fantasía de muchos hombres de la época!
15 de agosto de 2015
15 de agosto de 2015
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sé hasta qué punto debo sentirme zafio al decir esto, pero la única idea preconcebida que tenía de esta película antes de enfrentarme a ella era que iba a ver el culo más lustroso del séptimo arte. No sé si es culpa mía que soy así de marrano o es que el culo de la Bardot captó más la atención que la película en sí, que tiene menos chicha de la que aparenta. Aun así, en su tramo central hay un momento en que la película parece buena de verdad: toda la parte del apartamento, donde una sucesión de planos secuencia registran la cotidianidad de la pareja cuya pasión, casi ingenua, vista en la primera escena se va transformando en indiferencia, sospechas, tensiones, desdén y hastío, todo un tira y afloja donde el mal rollo aflora con la misma gratuidad con la que irrumpen los violines de una banda sonora grave y melancólica graciosamente inoportuna. Pero todo lo que sucede fuera del apartamento pierde nuestro interés. La película continúa, pero nos queda una sensación de reiteración mientras nos bombardean constantes referencias literarias y excursos existencialistas disfrazados de transcendencia que no aportan mucho; y así sigue hasta culminar con un final completamente insatisfactorio, de esos que están ahí porque hay que terminar y ya. No sé yo, al final me deja un regustillo agridulce y me da que, pasado el tiempo, lo único que me vendrá a la cabeza cuando piense en ella será, sí, en efecto, el culo de la Bardot.
10 de febrero de 2010
10 de febrero de 2010
9 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un hombre y una mujer son felices hasta que el hombre cree que la felicidad de su mujer depende de cosas distintas a las que le estuvo brindando. Así es como en al inicio de la película comienza a gestarse el desencuentro de la pareja que a medida que la cinta avanza así también crece el distanciamiento de ella.
Basado en una novela italiana magnífica (recomiendo leerla después de verla), Godard se luce y también los actores. Brigitte Bardot está más hermosa que nunca y creo que es en la película que mejor se captura sus dotes de actriz y no sólo de mujer bonita.
Y además de eso, de la correcta adaptación del guión, de la fotografía, de la sensibilidad y de Bardot, tengo que decirlo: tiene la mejor banda sonora en la historia del cine francés. Una melodía increíblemente molesta que jamás vas a poder sacarte de la cabeza, así como tampoco el sentimiento del desprecio.
Basado en una novela italiana magnífica (recomiendo leerla después de verla), Godard se luce y también los actores. Brigitte Bardot está más hermosa que nunca y creo que es en la película que mejor se captura sus dotes de actriz y no sólo de mujer bonita.
Y además de eso, de la correcta adaptación del guión, de la fotografía, de la sensibilidad y de Bardot, tengo que decirlo: tiene la mejor banda sonora en la historia del cine francés. Una melodía increíblemente molesta que jamás vas a poder sacarte de la cabeza, así como tampoco el sentimiento del desprecio.
28 de mayo de 2012
28 de mayo de 2012
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más allá de las referencias al Viaggio in Italia de Rossellini (muy presentes en una película que narra el deslizamiento hacia el tedio de una pareja), Italia le sirve a Godard para atemperar en parte su furor dialéctico: así, El desprecio resulta en primera instancia su película más sensual, como un viaje al país de la belleza (el mar, la vegetación, los coches deportivos, la arquitectura, el cuerpo femenino, los colores primarios). Pero esta sensualidad es, cómo no, parte de una dialéctica: a la belleza, como sombra del mundo de los dioses que se han ido (según la cita de Hölderlin que pronuncia el personaje lúcido de Fritz Lang), se opone la mediocridad y tibieza de los hombres inútiles de Moravia.
Esta oposición toma cuerpo en la propia entraña de la película, que mezcla las citas de altos vuelos con ocurrencias fáciles; a veces, el vacío de los personajes convierte algunas partes en ejercicios estéticos, como a menudo ocurre en Antonioni: en este sentido, la larga escena central en el apartamento romano con Bardot y Piccoli es un tour de force que no termina de levantar el vuelo, a diferencia de la escena equivalente de Al final de la escapada.
Curiosamente, para ser un cinéfilo, Godard nunca resulta sentimental: asimiló perfectamente la lección de Brecht y Rossellini, y es capaz de separar perfectamente belleza, drama y sentimiento.
A propósito de la belleza y el cuerpo: Brigitte Bardot posando como la amante de Luis XV a la que pintó Boucher me recuerda estos versos de Wallace Stevens, que no me resisto a citar para terminar:
La belleza es fugaz en el espíritu:
el perfil impreciso de una puerta;
pero en la carne es inmortal.
El cuerpo muere; la belleza del cuerpo permanece.
Así mueren las tardes en su verde partida,
una ola que fluye interminablemente (...)
Esta oposición toma cuerpo en la propia entraña de la película, que mezcla las citas de altos vuelos con ocurrencias fáciles; a veces, el vacío de los personajes convierte algunas partes en ejercicios estéticos, como a menudo ocurre en Antonioni: en este sentido, la larga escena central en el apartamento romano con Bardot y Piccoli es un tour de force que no termina de levantar el vuelo, a diferencia de la escena equivalente de Al final de la escapada.
Curiosamente, para ser un cinéfilo, Godard nunca resulta sentimental: asimiló perfectamente la lección de Brecht y Rossellini, y es capaz de separar perfectamente belleza, drama y sentimiento.
A propósito de la belleza y el cuerpo: Brigitte Bardot posando como la amante de Luis XV a la que pintó Boucher me recuerda estos versos de Wallace Stevens, que no me resisto a citar para terminar:
La belleza es fugaz en el espíritu:
el perfil impreciso de una puerta;
pero en la carne es inmortal.
El cuerpo muere; la belleza del cuerpo permanece.
Así mueren las tardes en su verde partida,
una ola que fluye interminablemente (...)
6 de noviembre de 2013
6 de noviembre de 2013
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
J.L. Godard, M. Piccoli, B. Bardot y hasta el mismo F. Lang comparten unos títulos de crédito que hacen presagiar la mejor de las películas.
Enseguida se advierte que el largometraje aspira a instalarse en los dominios del pensamiento intelectual, a generar profundo debate filosófico, a mostrar lo mejor de la cultura occidental y a representar un paradigma de lo artístico en el cine.
Para desgracia de tan importante nómina, también es notorio desde el principio que el proyecto queda atrapado en la vulgaridad, en lo monótono y en un ejercicio de mirarse el ombligo a sí mismos.
Hasta tal punto que da la impresión de que "La Odisea” se utiliza como pretexto para exhibir el culo de la celebrada actriz francesa.
Enseguida se advierte que el largometraje aspira a instalarse en los dominios del pensamiento intelectual, a generar profundo debate filosófico, a mostrar lo mejor de la cultura occidental y a representar un paradigma de lo artístico en el cine.
Para desgracia de tan importante nómina, también es notorio desde el principio que el proyecto queda atrapado en la vulgaridad, en lo monótono y en un ejercicio de mirarse el ombligo a sí mismos.
Hasta tal punto que da la impresión de que "La Odisea” se utiliza como pretexto para exhibir el culo de la celebrada actriz francesa.
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