La cueva de los sueños olvidadosDocumental
7.2
3,039
Documental
Documental en 3D presentado en el Festival de Toronto 2010. Fue rodado en la cueva francesa de Chauvet, considerada como uno de los mayores tesoros de la humanidad: es una galería de arte natural con más de 400 pinturas rupestres de 32 mil años de antigüedad. (FILMAFFINITY)
28 de junio de 2012
28 de junio de 2012
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay que recordar que la datación de la cueva de Altamira sitúa sus pinturas rupestres en 35.000 años de antigüedad y que las de Néjar, en Andalucía, poseen unos dibujos que probablemente tengan 42.000 años de antigüedad. Digo todo esto porque Herzog, en el documental, expone que los dibujos de la cueva de Chauvet son los más antiguos pintados por el hombre. Esto me hace pensar que el realizador alemán ha sido hipnotizado por los arqueólogos franceses, ya que las pinturas de Chauvet estan datadas en 32.000 años. Dejando ya de lado la parte científica diré que el documental está muy bien, yo lo vi en 3D y, sinceramente, impresiona; parece que el espectador está metido entre las paredes de esa cueva primigenia. Ha eso le añadimos el brutal aire acondicionado de la sala donde lo vi y el efecto es demoledor. Salvando la explicación de las tallas de las diosas fértiles realmente vale la pena gastarse los euros y verlo. Lo de Picasso lo decía porque algunos dibujos me recuerdan, por ejemplo, a la serie de los minotauros del genio español.
29 de julio de 2012
29 de julio de 2012
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
DIJO PICASSO CUANDO ENTRO A LAS CUEVAS QUE ERAN COMO LA CAPILLA SISTINA DE MICHELANGELO.
Me parece de lo más acertado, si. Picasso equipara las pinturas rupestres al mismo nivel que la capilla sixtina. Así es, odiosas son las comparaciones, pero no cabe duda que esas pinturas-dibujo, rebasan más allá de lo que representan, y como la película intenta explicar, su contemplación produce al espectador, una profunda impresión propia de las grandes obras de arte, los trazados muy limpios, esenciales, con un magnetismo irracional, las manchas son dramáticas porque se confunden con las sombras. Nada que ver con un pasatiempo infantil de decoración.
La película, es irregular, lo mejor son los fragmentos de la cueva acompañados de una música muy muy acertada. El entorno surrealista de las formas cavernosas bien filmadas (en 3D) con una iluminación que camina como el andar de las antorchas.
En el film hay otras partes, que algunos "críticos" podrían acusar de relleno, donde el director Herzog, hace un estudio antropológico del entorno, hace 32.000 años de esa cueva, (en plena glaciación), para al final proponer un cambio. Es más acertado que nos llamemos "homo espirituales" que "homo sapiens". Segun él nuestra especie, lo que es "saber" no se distingue por saber mucho.
Me parece de lo más acertado, si. Picasso equipara las pinturas rupestres al mismo nivel que la capilla sixtina. Así es, odiosas son las comparaciones, pero no cabe duda que esas pinturas-dibujo, rebasan más allá de lo que representan, y como la película intenta explicar, su contemplación produce al espectador, una profunda impresión propia de las grandes obras de arte, los trazados muy limpios, esenciales, con un magnetismo irracional, las manchas son dramáticas porque se confunden con las sombras. Nada que ver con un pasatiempo infantil de decoración.
La película, es irregular, lo mejor son los fragmentos de la cueva acompañados de una música muy muy acertada. El entorno surrealista de las formas cavernosas bien filmadas (en 3D) con una iluminación que camina como el andar de las antorchas.
En el film hay otras partes, que algunos "críticos" podrían acusar de relleno, donde el director Herzog, hace un estudio antropológico del entorno, hace 32.000 años de esa cueva, (en plena glaciación), para al final proponer un cambio. Es más acertado que nos llamemos "homo espirituales" que "homo sapiens". Segun él nuestra especie, lo que es "saber" no se distingue por saber mucho.
22 de octubre de 2024
22 de octubre de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La bellísima música compuesta por Ernst Reijseger para La cueva de los sueños olvidados (Cave of forgotten dreams, 2010), de Werner Herzog, resplandece, en especial, en los frecuentes montajes secuenciales de imágenes, entre juegos de luces y sombras, de las pinturas rupestres que habitan, como sueños, temblores de huellas e interrogantes, la cueva Chauvet, la cual contiene las pinturas más antiguas, de hace 32. 000 años, descubiertas en 1994 por Eliette Brunel-Deschamps, Christian Hillaire y Jean-Marie Chauvet. La música es afirmación, basamento, la certeza de lo que podemos llegar a ser y realizar, nuestra capacidad de transcendernos y crear lo sublime. De ahí la soberana belleza de la conjugación de estas composiciones y las pinturas rupestres, otras composiciones, las cuales se revelan constitución seminal de una pantalla de cine, de nuestra inclinación o tendencia a proyectar y representar. Y, a la vez, a través de esos juegos de luces y sombras, en el presente, los que realiza Herzog, se evidencia cómo nuestra mirada, la de los que indagan y exploran, interroga a la realidad (a los tiempos y sus entrecruzamientos y múltiples radios), a sus agujeros y orificios, a sus recovecos y pasadizos, a sus sombras, con la inquisitiva luz que proyectamos (generamos). O proyectamos sombras, temblores de nuestra imaginación que anhela encontrar respuestas, afirmaciones, certezas, en suma, guía en la negrura pero también en los resplandores que nos ciegan, que no logramos solidificar con la permanencia, por mucho que pretendamos instituir nuestra forma de habitar la realidad. La cueva de los sueños olvidados incita a las interrogantes, a la exploración de otras cuevas en nuestra mirada
Enigmas y mirada en abismo se conjugan admirablemente en este documental que se convierte en un reconstituyente despertar de los sentidos, en habitar musicalmente la duración del momento, como si se modificara, despejara, la relación con lo que nos rodea, a la par que horada nuestra mente para encontrar huecos en los que crezcan, se expandan y desplacen las interrogantes. Como se pregunta Herzog, en el epílogo, con respecto a los cocodrilos albinos: ¿Qué ven cuando se miran?¿Su reflejo, lo otro? ¿Miramos como ellos esas pinturas rupestres de los primeros homínidos hace treinta dos mil de años? ¿Qué eran o éramos y qué somos? ¿Qué vemos? Herzog ya utilizaba las figuras de los reptiles en Teniente corrupto (2009) para acrecentar la extrañeza y enturbiar cualquier certeza, para que sintamos el suelo en el que nos desplazamos, más que atornillado, movedizo. Algo recurrente en sus obras, en su estimulante búsqueda de sacudir nuestros cuadriculados cimientos y convertirlos en bamboleantes andamios suspendidos sobre el vacío, miradas en abismo. Pero el sugestivo planteamiento no encontró su correspondencia en un equilibrado logro, en la armonía de las partes, como sí consigue aquí.
En cierta secuencia, uno de los científicos indica que permanezcan en silencio y escuchen los latidos. Herzog se pregunta si los suyos o los de aquellos hombres de Cromañón. En otras conversaciones (se) preguntará cómo podían sentir entonces, con qué soñaban, cómo dibujaban en aquella cueva, con tantos múltiples recovecos, de qué luz disponían con las antorchas. Esa es la motriz de la mirada de Herzog, el interés por descubrir la vivencia desde cualquier ángulo y perspectiva o en cualquier circunstancia. En un momento dado, se comenta que el bello arco de piedra en las cercanías de la cueva, y sobre el que en varias ocasiones (entre)vuela la cámara a control remoto, pudo significar, para aquellos humanos de entonces, la representación de lo mágico, de lo asombroso, la fascinación de lo desconocido, que impulsa la emoción reverencial a la vez que incentiva a conocer, a cruzar ese umbral para ver qué hay más allá, qué hay tras un oscuro recoveco, tras nuestros propios límites. Este documental poema impulsa a seguir realizando esas interrogantes que posibilitan que habitemos esta vida con la mirada despierta, ávida de conocimiento.
Alexander Zárate
elcinedesolaris.blogspot.com
Enigmas y mirada en abismo se conjugan admirablemente en este documental que se convierte en un reconstituyente despertar de los sentidos, en habitar musicalmente la duración del momento, como si se modificara, despejara, la relación con lo que nos rodea, a la par que horada nuestra mente para encontrar huecos en los que crezcan, se expandan y desplacen las interrogantes. Como se pregunta Herzog, en el epílogo, con respecto a los cocodrilos albinos: ¿Qué ven cuando se miran?¿Su reflejo, lo otro? ¿Miramos como ellos esas pinturas rupestres de los primeros homínidos hace treinta dos mil de años? ¿Qué eran o éramos y qué somos? ¿Qué vemos? Herzog ya utilizaba las figuras de los reptiles en Teniente corrupto (2009) para acrecentar la extrañeza y enturbiar cualquier certeza, para que sintamos el suelo en el que nos desplazamos, más que atornillado, movedizo. Algo recurrente en sus obras, en su estimulante búsqueda de sacudir nuestros cuadriculados cimientos y convertirlos en bamboleantes andamios suspendidos sobre el vacío, miradas en abismo. Pero el sugestivo planteamiento no encontró su correspondencia en un equilibrado logro, en la armonía de las partes, como sí consigue aquí.
En cierta secuencia, uno de los científicos indica que permanezcan en silencio y escuchen los latidos. Herzog se pregunta si los suyos o los de aquellos hombres de Cromañón. En otras conversaciones (se) preguntará cómo podían sentir entonces, con qué soñaban, cómo dibujaban en aquella cueva, con tantos múltiples recovecos, de qué luz disponían con las antorchas. Esa es la motriz de la mirada de Herzog, el interés por descubrir la vivencia desde cualquier ángulo y perspectiva o en cualquier circunstancia. En un momento dado, se comenta que el bello arco de piedra en las cercanías de la cueva, y sobre el que en varias ocasiones (entre)vuela la cámara a control remoto, pudo significar, para aquellos humanos de entonces, la representación de lo mágico, de lo asombroso, la fascinación de lo desconocido, que impulsa la emoción reverencial a la vez que incentiva a conocer, a cruzar ese umbral para ver qué hay más allá, qué hay tras un oscuro recoveco, tras nuestros propios límites. Este documental poema impulsa a seguir realizando esas interrogantes que posibilitan que habitemos esta vida con la mirada despierta, ávida de conocimiento.
Alexander Zárate
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