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El gran Gatsby

Drama. Romance Nueva York, años 20. En la alta sociedad norteamericana, llama la atención la presencia de Jay Gatsby, un hombre misterioso e inmensamente rico, al que todos consideran un advenedizo, lo que no impide que acudan a sus fastuosas fiestas en su gran mansión de Long Island. Gatsby vive obsesionado con la idea de recuperar al amor que dejó escapar años atrás. Para ello se hará amigo de su vecino recién llegado, el joven Nick Carraway. (FILMAFFINITY) [+]
Críticas 228
Críticas ordenadas por utilidad
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8
3 de mayo de 2020
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta nueva adaptación de la famosa novela homónima de F. Scott Fitzgerald, publicada en 1925, después de sortear diversos problemas en la fase de producción, cosechó una buena acogida entre el público, y como todas las obras de su personalísimo director, juicios controvertidos por parte de la crítica.

Una vez más, el autor australiano se luce en los que sin duda son sus puntos fuertes: la película es fastuosa, impactante y bella a nivel visual (diseño de producción y vestuario fueron los merecidos Oscars que se llevó), y a ello añade una sorprendente banda sonora contemporánea (Lana del Rey, Florence and the machine…), pero que le sienta de maravilla a la cinta, a pesar de estar ambientada en los años veinte.

A destacar también las excelentes interpretaciones del muy bien escogido reparto, especialmente de la adorable Carey Mulligan, virtudes todas ellas que ayudan a sobrellevar otros aspectos en los que el film no es tan redondo, como una cierta morosidad y embarullo a la hora de desarrollar la trama de intriga. Con todo y con eso, a mí me gustó verla, y disfruté con su aire romántico y nostálgico.
7
21 de mayo de 2013 4 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Anticipadísima –un año hace que pudimos ver el tráiler- adaptación de la novela cumbre de Scott Fiztgerald, “El Gran Gatsby” es fría y frustrante, porque hay algo que subyace a lo evidente y que la prosa no termina de atrapar.
Ésa su mayor virtud, a pesar de una historia nada emocionante y cuyos detalles se borran nada más acabarla. Pero perdura el sentimiento de decepción, por culpa de una grandeza que se desmorona como un castillo de naipes. Quizás es por ello que es una obra de espíritu americanísimo, y por ello casi incomprensible para mentalidades europeas que no arrastran en su memoria histórica el feliz sueño de los años 20, tan inconsistente que se desvaneció nada más abrir los ojos.
Partiendo de una trama que a mí personalmente no me emociona, era justo y necesario que viniera Baz Luhrmann con sus toneladas de purpurina para animar la fiesta.
El resultado es que el fondo permanece pero la forma explota en un festival de giros de cámara, superposiciones, fiestas escandalosas, y una banda sonora repleta de éxitos de R&B. Aunque es visualmente apabullante y se aprecia el buen uso del 3D, la fórmula no termina de cuajar, quizás porque está pensada como un musical, sin serlo. Pero precisamente esa fastuosa carcasa, en contraste con unos personajes planos y una trama canija, es lo que hace de la película una perfecta adaptación cinematográfica de una novela que habla precisamente de eso, de personas vacías rodeadas de ruido, reducidas a la nada en cuanto se acaba la música.
Repetición de un punto de partida ya conocido, en el que un joven con aspiraciones de escritor se ve inmerso por casualidad en una burbuja de felicidad embotellada, con la diferencia de que Nick Carraway es un narrador espectador, un invitado en una historia ajena.
El trabajo de Luhrmann no se reduce ni mucho menos a orquestar semejante festival de luz y de color. Se nota en el elenco. Leonardo DiCaprio, más protagonista que nunca, se atreve a romper sus propios tabúes saliendo de su zona de confort, en los últimos años acomodada en thrillers y dramas, para explotar su cara bonita y preocuparse de lucir bien en cámara. Y más que eso, para interpretar un personaje que bien podría ser una caricatura de sí mismo. Resultado: Gatsby cobra vida. Todo lo malo que podría decirse de su interpretación –personaje poco definido, plano, contradictorio- es simplemente una traslación a la pantalla de la enigmática personalidad del Jay Gatsby de Fitzgerald. Lo mismo se aplica a Carey Mulligan, una maravillosa Daisy, con todas sus virtudes y todos sus defectos. Joel Edgerton, el más sólido y convincente, hace de Tom Buchanan una persona de carne y hueso.
Pero volviendo a DiCaprio, es especialmente apreciable que se haya acercado tanto a la comedia, pues a ratos mantiene el equilibrio perfecto entre la autocomplacencia de Gatsby y reírse sutilmente de un personaje que de otro modo habría podido acabar siendo ridículo, como ridículo es el circo que le rodea. Si tuviese que hacer una sinopsis, la resumiría así: ¿Quién es Gatsby? La respuesta es un misterio.
En resumen, la sensación de insatisfacción y pesadumbre que deja la novela es la misma que se siente cuando la pantalla funde a negro. Impecable adaptación.
3
9 de junio de 2013
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Gran Gatsby adapatación de la novela de Fitzgerald, para ser sincera no es un escritor que me agrade en exceso, siempre le he encontrado insulso acomplejado y snob, cuando Centrandonos exclusivamente en la película su mayor pega es que el metraje es excesivo haciéndola una película muy larga, demasiado, la historia de "amor" entre una chica bien y un hombre hecho a si mismo de manera dudosa no da para tanto. La banda sonora si me gusto para ponermela en mi casa me parece un toque muy original incluir a Jaz Z ft Kanye West Amy Winehouse o Beyonce a la cinta pero la música nos tendría que introducir en el alma nostálgica y soñadora del pobre hijo de puta Gatsby cosa que no logra. Forzados los efectos para que quien lo vea en 3D pague por algo y no se vaya aún más cabreado del cine, pero no es una película que requiera tal maestría técnica.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
¿quién es Gatsby? ¿un mentiroso? ¿un farsante? ¿un héroe o un villano? ¿un romántico? ¿de todo un poco? Ese es el eje sobre el que debería girar la película, que el espectador vaya descubriendo y quitando la máscara a ese personaje, en ningún momento durante la película genera ese misterio ya que es revelado de manera muy poco sútil. El enamoramiento de NIck por Gatsby tampoco es bien ejecutado durante la película, es un tema muy importante y que nos da la verdadera historia de amor, aunque sea platónico, del fiml, ya que al menos es el único al que le importa la muerte del protagonista. Demasiada presencia de Tobey Maguire durante el film no es un actor que me entusiasme califico de aceptable su actuación aunque debería mejorar esa cara de bobo que pone durante todo el film. No es un papel fácil el de Gatsby y Leonardo Dicaprio hace un gran esfuerzo para conseguirlo, pero no le veo para ese papel le queda grande y no le da ese toque de gentlman tan necesario. De Carey Mulligan me esperaba mucho más en el guión y en la actuación, al final nos quedamos con una descrpción que ella misma dice en el film que espera que sea su hija una bonita tontita y ya se sabe que de tal palo tal astilla y es que no es fácil creer en algo cuando uno ya sabe como es en realidad y esta frase es la que mejor resume a su personaje. Grandiosa la escena del hotel crea un clima asfixiante lo mejor sin duda de la película.
8
18 de mayo de 2013
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Francis Scott Fitzgerald, publicó en 1925 "El gran Gatsby", una de las obras cumbre de la literatura universal del siglo XX. En ella, y a través de su alter-ego Nick Carraway, Fitzgerald proponía un viaje al interior de el llamado "sueño americano" de principios de siglo. En una época cargada de glamour y fastuosidad, una sociedad ahogada en su propia crisis de valores era retratada en una novela cargada de simbolismo y de magia literaria. A través de los ojos del joven Carraway, encarnación de la ilusión por alcanzar la prosperidad prometida en la "tierra de las oportunidades", conocemos al soberbio personaje que es Jay Gatsby, un icono de la literatura universal; un hombre hecho a sí mismo a través de sus ilusiones y optimismo... y al fin y al cabo, un hombre que es presa de un mundo que avanza más rápido que él.

Sin ninguna duda, jugar con la baza de una historia tan potente y dramática como la de Scott Fitzgerald, es un punto a favor de cualquiera que se atreva a afrontar el reto. En este caso, en su cuarta incursión cinematográfica tras las versiones de 1926,1949 y 1974, Gatsby ha caído en las manos de Baz Luhrmann. El director de orígen australiano, visionario para muchos y excesivo para otros, decide una vez más buscar a través de su cámara una renovación del legendario personaje. Para ello, hace uso una vez más de su imaginería visual, su especial sentido del ritmo, y su diseño de las secuencias a través de planos imposibles y montajes adrenalíticos. El problema sobreviene cuando Luhrmann pretende situar su relato por encima del del original. Cuando el narcisismo del director de "Moulin Rouge" aparece en escena, la cinta pierde los papeles. El glamour y el desenfreno, rápidamente se transforman en chabacanería y vandalismo. Las suntuosas fiestas y el acelerado estilo de vida de la Norteamérica de principios de siglo son trasformados en un cocktail desenfrenado de música estruendosa y descontrol más cercanos al cine adolescente que a la elegancia y el estilo que cabría esperar. Luhrmann pretende sorprender una vez más con un espectáculo de luces y sonido fuera del contexto del resto de la historia. Su afán por impresionar a las generaciones más jóvenes devalúa una película, que cuando respeta el libreto original, ofrece momentos de gran cine.

Porque no todo en Luhrmann es barroquismo y suntuosidad. Hay momentos en los que la película cobra vida propia y las imágenes hablan por sí solas. Esos momentos en los que los personajes pueden expresar sus luchas internas y sus crisis de valores. Porque cuando la música enmudece y las luces se apagan "El gran Gatsby" brilla con luz propia.

Brilla por la magnitud de un guión imperecedero, cierto. Pero también brilla por un reparto coral espléndido del que emerge la figura de Leonardo DiCaprio como colosal centro de la función. El Gatsby de DiCaprio es su enésima demostración de profesionalidad, buen gusto y magnetismo delante de una cámara. Siempre alejado de las voces que han pretendido sepultar su talento convirtiéndolo en un mero ídolo de adolescentes, y en una imagen de carpetas y revistas, Leonardo DiCaprio ha cimentado su carrera a base de excelentes actuaciones alejadas de la comodidad de una superestrella. Su camaleónico instinto para encarnar a personajes torturados y maltratados por el pasado, la vida o el destino, es la pieza clave que ha forjado en él un actor de leyenda. Es su presencia en la pantalla encarnando a Gatsby, la que dota a la película del glamour y el estilo que la obra merece. El carisma se desborda por el patio de butacas y el dolor se palpa en su mirada. Arropado por la encantadora Carey Mulligan, el cada vez más grande Joel Edgerton, y el deslumbrado (y en este caso deslumbrante) Tobey Maguire; "El gran Gatsby" ofrece un trabajo de actores sensacional, que regala a Luhrmann una película notable.

Por tanto, y siendo sinceros, estamos ante una película controvertida. A los defensores de la novela de Fitzgerald, les cegará tanta luz y sonido, y les costará poder ver más allá... sin embargo, tras todo ese envoltorio carente de personalidad, "El gran Gatsby" de Baz Luhrmann, y sobre todo de Leonardo DiCaprio, se destapa como una obra trágica, casi operística, que disecciona y destruye el sueño del progreso en esta época nuestra, en la que los valores, vuelven a perderse escapando a nuestro control.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Soberbio el momento final de Gatsby en la piscina... DiCaprio se come el mundo con dos miradas, y Luhrmann se permite con un plano imposible, homenajear una de las más grandes películas de la historia del cine. Oro de mil quilates en pocos segundos...disfrútenlo!!!
8
31 de agosto de 2013
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comienza con un homenaje a Scott Fitzgerald. Nos lo presentan en la última etapa de su vida, aquella en la que se autodestruyó con ingentes cantidades de alcohol y que narró en "El Crack-Up", un libro póstumo en el que aparecían varios artículos suyos contando sus desgracias.
Después, el director nos quiere dejar claro que es su película y se dedica a masacrar, triturar el espíritu de la novela; lo que en el libro era delicadeza, sutileza, exaltación de la belleza y nostalgia, en la película es obviedad, grosería, exceso y barroquismo. Si en el libro había un tono de cansancio, de tristeza por el irremediable paso del tiempo, Luhrmann lo convierte en una montaña rusa, en un espectáculo orgiástico, orgásmico, bombástico. El espectador asiste atónito a la vorágine de colores, música y movimientos de cámara, extasiado y agradecido por una parte, repelido y espantado por la otra. Vencen el hedonismo, la demencia, la imaginación y la libertad. Esto dura una hora más o menos. Durante la segunda mitad se vuelve a la historia original, el ritmo se va sosegando, la historia se va remansando y lo que resulta es una copia bastante fiel de la trama novelesca. Quizás inciden demasiado en la parte amorosa y puede llegar a cansar tanta explicación, tanta peripecia y tanta vuelta al pasado.
Acaba correctamente y la conclusión es que ha quedado un monstruo de dos cabezas, mitad disparate maravilloso, mitad servidumbre bastante respetuosa. Un poco Frankensteiniana, quizás incoherente, pero de todo y para todos los gustos.
Es cierto que se deforma, se tuerce la perfección absoluta, la belleza lírica desmedida del original, pero lo que nos ofrecen es un suculento plato, lleno de proteínas e hipervitaminado.
A Luhrmann le pierde su gusto por la parodia, el vodevil, el expresionismo, la distorsión, pero no tanto como para rebelarse contra, quizás, la gran novela norteamericana; considerada así porque creó el símbolo, el arquetipo, el personaje-idea que mejor encarna el espíritu yanqui: el hombre hecho a sí mismo, el hombre capaz de todo; de crear un mundo de la nada y perderlo; el hombre capaz del mayor idealismo y de la mayor vileza, con toda la libertad que proporciona un país (casi un continente) que allá por los años veinte estaba en su máximo apogeo, un país tan joven y vigoroso que hacía pensar que todo era posible.
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