Fuerza mayor
2014 

6.4
10,322
Drama
Una familia pasa las vacaciones de invierno en los Alpes. El sol brilla y las pistas están magníficas, pero mientras comen en un restaurante, se produce una avalancha que asusta a los clientes. La madre llama a su marido para que la ayude a salvar a sus hijos, pero él ha huido para salvar su vida. La avalancha se detiene delante del restaurante, sin ocasionar daños, pero el universo familiar ya se ha resquebrajado. Tomas buscará ... [+]
25 de febrero de 2017
25 de febrero de 2017
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si quisiera decir aquello que pienso me censurarían el comentario. La película es horrible, lenta, sin sustancia, lo que a algunos les parecen dilemas morales, a mi me parece estupidez de tipos que no tienen nada que hacer mas que sobre analizar lo que hacen o dejan de hacer. Tal vez quien este casado o tenga hijos pueda sacarle algo de sentido a sus discusiones y preocupaciones.
Lo único rescatable es la banda sonora, pero termina hastiando.
Lo único rescatable es la banda sonora, pero termina hastiando.
24 de febrero de 2016
24 de febrero de 2016
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otra película sobre la que leo buena crítica de los expertos y no puedo terminar.
Un rollo increíble, diálogos absurdos y ambiente artificial entre los protagonistas. Se salva el increíble escenario en la cual está rodada.
No la recomendaría ni a mi peor enemigo.
Un rollo increíble, diálogos absurdos y ambiente artificial entre los protagonistas. Se salva el increíble escenario en la cual está rodada.
No la recomendaría ni a mi peor enemigo.
13 de julio de 2015
13 de julio de 2015
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
A mi juicio, el mayor acierto de la película es su localización en una estación de alta montaña. Es lógico si el desencadenante del conflicto va a ser un alud de nieve, pero es también una metáfora muy acertada de la sociedad que nos hemos dado. A principios del siglo XIX los románticos encontraron en la alta montaña una cumplida materialización de una belleza que ellos denominaron sublime, porque, ante su inmensidad, quedaba en evidencia la fragilidad y la insignificancia del ser humano. Los Alpes eran el paradigma y las élites sociales de los países del norte empezaron a incluirlos como visita obligada en el itinerario del Grand Tour. Hasta entonces, a nadie se le había perdido nada en aquel medio tan hostil y peligroso.
De entonces acá, ese entorno salvaje ha sido domésticado y amplios sectores de la población disfrutan de sus ociosos ocios arriesgándose en esas instalaciones especializadas en la minimización de riesgos que son las estaciones de alta montaña. Me imagino al "Caminante ante el mar de niebla" de Friedrich asomándose a un paisaje sembrado de remontes y telesillas, pautado de balizas y con confortables instalaciones hosteleras al fondo. Vaya pasmo.¿Dónde está la sublime belleza de la naturaleza jamás hollada? Pues vaya usted a saber, pero esto es Europa y todo está bajo control.
Östlund ha metido demasiadas cosas en el equipaje y le ha quedado un fardo mal "atao". Ha disparado en todas las direcciones y no ha conseguido ninguna diana. Lo único que se trasluce es que si algo falla en un entorno de riesgos calculados es debido al factor humano. Demasiados cambios de tono, situaciones incómodas entre lo patético y lo ridículo y digresiones. Ha habido un momento en el que me he despistado y me he encontrado de repente con unos inconexos planos de unos gañanes gañaneando en una discoteca. Los he añadido, a beneficio de inventario, al subtema "¡Qué triste es la condición masculina!". Hay también una secuencia que nos da una idea de lo que podría hacer Haneke si fichase por la Factoría Disney.
Los planos finales me han evocado tanto a los peripatéticos burgueses de mal asiento de Buñuel, convertidos en horda, como a los famélicos protagonistas de "El cuarto estado", aquel cuadro de Pellizza da Volpedo con el que Bertolucci abría "Novecento", que avanzaban empujados por la necesidad. ¿Hacia dónde nos dirigimos?
De entonces acá, ese entorno salvaje ha sido domésticado y amplios sectores de la población disfrutan de sus ociosos ocios arriesgándose en esas instalaciones especializadas en la minimización de riesgos que son las estaciones de alta montaña. Me imagino al "Caminante ante el mar de niebla" de Friedrich asomándose a un paisaje sembrado de remontes y telesillas, pautado de balizas y con confortables instalaciones hosteleras al fondo. Vaya pasmo.¿Dónde está la sublime belleza de la naturaleza jamás hollada? Pues vaya usted a saber, pero esto es Europa y todo está bajo control.
Östlund ha metido demasiadas cosas en el equipaje y le ha quedado un fardo mal "atao". Ha disparado en todas las direcciones y no ha conseguido ninguna diana. Lo único que se trasluce es que si algo falla en un entorno de riesgos calculados es debido al factor humano. Demasiados cambios de tono, situaciones incómodas entre lo patético y lo ridículo y digresiones. Ha habido un momento en el que me he despistado y me he encontrado de repente con unos inconexos planos de unos gañanes gañaneando en una discoteca. Los he añadido, a beneficio de inventario, al subtema "¡Qué triste es la condición masculina!". Hay también una secuencia que nos da una idea de lo que podría hacer Haneke si fichase por la Factoría Disney.
Los planos finales me han evocado tanto a los peripatéticos burgueses de mal asiento de Buñuel, convertidos en horda, como a los famélicos protagonistas de "El cuarto estado", aquel cuadro de Pellizza da Volpedo con el que Bertolucci abría "Novecento", que avanzaban empujados por la necesidad. ¿Hacia dónde nos dirigimos?
10 de marzo de 2015
10 de marzo de 2015
18 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cine aburrido. Nunca pasa nada. Se quisieron hacer los profundos y no salió nada de eso. Una lástima haber usado un escenario tan hermoso e imponente para no decir nada.
Lo mejor: La nieve.
No la veas, no pierdas tiempo.
Lo mejor: La nieve.
No la veas, no pierdas tiempo.
10 de junio de 2014
10 de junio de 2014
15 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
El sueco Ruben Östlund se pasa del drama controvertido de Play a la comedia enmascarada de Turist (Force majeure) en el que somete a una familia a su retorcida mente. Lo que en principio era un viaje de esquí para unir más a la familia, tendrá el resultado contrario al sorprenderles una avalancha. Ebba, Tomas y sus dos hijos verán como en 5 días sus lazos pueden romperse. Un drama envuelto en comedia donde todo lo que tenía que salir bien, sale mal por un absurdo suceso.
Östlund es bastante retorcido. Pone un escenario idílico, unas vacaciones de ensueño y una catástrofe que sabemos ocurrirá. Pero nada más alejado de la realidad. El sueco presenta un proyecto bastante alejado de las películas de catástrofes, una historia donde la realidad puede superar y supera a la ficción, una comedia enmascarada de drama, o un drama llevado por el terreno de la comedia, como se prefiera. El caso es que, desestructurando una familia, Östlund consigue un humor absurdo, un humor del que estando nosotros en la piel de sus personajes, no veríamos por ningún lado. Por si fuera poco la familia, se introducen además personajes allegados a la misma que incrementan esa comicidad de la que hablamos, e incluso la enreda aún más, con un resultado más que satisfactorio.
Turist se aprovecha además de la parte musical y sonora: atronadores violines que dan paso a estruendosas explosiones controladas para hacer caer esa nieve que será la causante de un auténtico drama familiar que, intuimos, venía de lejos, de una vida rutinaria llena de reproches, los mismos a los que asistimos durante sus vacaciones. Esas explosiones se coordinan bastante bien con las explosiones personales de sus intérpretes, que caen todo el metraje en la trampa de la reiteración, pero repetimos, para acentuar más lo absurdo o lo patético de ellos mismos y su situación, una situación que llegará a una explosión final de auténtico drama personal en pantalla, pero de regocijo cómico para los que estamos al otro lado.
Pero no todo es trama ni drama en Turist. Östlund nos regala además planos llenos de belleza invernal, imágenes nítidas y blancas que resaltan el color de la nieve, y que se complementan con las escenas nocturnas que preceden a la tormenta apunto de estallar dentro del complejo hotelero. Además, el sadismo que desprende su autor en cada una de sus escenas también es digno de mención, si bien el público también entra en ese juego sádico disfrutando de aquéllas. Sólo le hace falta un escenario, un hombre y una mujer para llenar el tablero, y su mente hace el resto: a ella la hace rencorosa e insistente, y a él débil y torpe, y en medio dos niños que funcionan como enlace y una serie de amigos y conocidos que sacan lo peor y lo mejor del matrimonio. Y al final resulta todo verosímil y bastante adaptado a la realidad, o ¿quién no ha vivido unas vacaciones de infierno en lo que absolutamente todo sale mal y lo absurdo envuelve cada día?
Östlund es bastante retorcido. Pone un escenario idílico, unas vacaciones de ensueño y una catástrofe que sabemos ocurrirá. Pero nada más alejado de la realidad. El sueco presenta un proyecto bastante alejado de las películas de catástrofes, una historia donde la realidad puede superar y supera a la ficción, una comedia enmascarada de drama, o un drama llevado por el terreno de la comedia, como se prefiera. El caso es que, desestructurando una familia, Östlund consigue un humor absurdo, un humor del que estando nosotros en la piel de sus personajes, no veríamos por ningún lado. Por si fuera poco la familia, se introducen además personajes allegados a la misma que incrementan esa comicidad de la que hablamos, e incluso la enreda aún más, con un resultado más que satisfactorio.
Turist se aprovecha además de la parte musical y sonora: atronadores violines que dan paso a estruendosas explosiones controladas para hacer caer esa nieve que será la causante de un auténtico drama familiar que, intuimos, venía de lejos, de una vida rutinaria llena de reproches, los mismos a los que asistimos durante sus vacaciones. Esas explosiones se coordinan bastante bien con las explosiones personales de sus intérpretes, que caen todo el metraje en la trampa de la reiteración, pero repetimos, para acentuar más lo absurdo o lo patético de ellos mismos y su situación, una situación que llegará a una explosión final de auténtico drama personal en pantalla, pero de regocijo cómico para los que estamos al otro lado.
Pero no todo es trama ni drama en Turist. Östlund nos regala además planos llenos de belleza invernal, imágenes nítidas y blancas que resaltan el color de la nieve, y que se complementan con las escenas nocturnas que preceden a la tormenta apunto de estallar dentro del complejo hotelero. Además, el sadismo que desprende su autor en cada una de sus escenas también es digno de mención, si bien el público también entra en ese juego sádico disfrutando de aquéllas. Sólo le hace falta un escenario, un hombre y una mujer para llenar el tablero, y su mente hace el resto: a ella la hace rencorosa e insistente, y a él débil y torpe, y en medio dos niños que funcionan como enlace y una serie de amigos y conocidos que sacan lo peor y lo mejor del matrimonio. Y al final resulta todo verosímil y bastante adaptado a la realidad, o ¿quién no ha vivido unas vacaciones de infierno en lo que absolutamente todo sale mal y lo absurdo envuelve cada día?
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