Empiezo diciendo que le doy un 8 a esta película reconociendo que, como película, en términos globales, sería un 7. No obstante, me pareció sutil, delicada, las conversaciones Madre-hijo tan hilarantes y tan capaces de hacerte llegar a la carcajada sin propósito; sencilla, sin excesos; las actuaciones para mi gusto, sublimes, especialmente la de Silvina, que borda el papel. Por todo ello era injusto darle un 7, a mi juicio son esos pequeños detalles los que al fin y al cabo hacen que una película se saboree mejor.
El guión como trama es sencillo, el final bastante previsible; pero no es una película para ver por su "argumento-trama" sino por los detalles, por la relación Madre-Hijo que te pellizca un poco y te hace darle valor a pequeñas cosas en las que no habías parado por falta de tiempo, o por dejarte crecer, sencillamente.
No es un peliculón, pero coincido con el resto de criticas en que es una pequeña joya que hay que ver en algún momento.

Un economista argentino que pasa de los 40 se queda sin trabajo. Su vida rodeada de lujos se viene abajo.
Dorita, su mujer, le sugiere que venda el apartamento pequeño donde vive su madre. Pero la madre de Jaime -que así se llama el economista- que tiene 82 años y una demencia senil incipiente, no quiere irse a vivr a casa de su hijo y éte no se decide a decirle la verdad.
Por lo tanto, Dorita desparece también de su vida y él debe irse a vivir cn su madre. Ésta, entre idas y venidas de la memoria, le demuestra que son unos desconocidos y que los problemas sólo son graves en el grado que uno quiera acceptar su gravedad.
Gregorio, el indigente anarquista, acaba siendo la única familia de Jaime.

Esta película argentina que en su momento trascendió fronteras como lo hizo El hijo de la novia o Elsa y Fred, el filme trata de enaltecer las virtudes de la ancianidad, apuntando a una sociedad que por lo general ignora que en la sencillez de su sabiduría está la profundidad de la vida misma; también nos demuestra que el amor de madre es incondicional y que nunca es tarde para volver a empecer una nueva vida y luchar por lo que uno ama; las actuaciones son geniales sobre todo la de la extraordinaria China Zorilla que se ve tan sabia, tierna y fuerte y Eduardo Blanco que personifica a un hombre triste cansado y desorientado. Como dato curioso esta historia se llevo a los teatros mexicanos con los actores Queta Lavat y Jesús Ochoa como protagonistas.