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Monsieur Verdoux

Comedia Basada en hechos reales, cuenta la historia de Henri Verdoux, un hombre de doble vida. Por un lado es un respetable hombre casado padre de un hijo, pero por otro es un seductor que, bajo otra identidad, se dedica a casarse con viudas ricas a las que posteriormente asesina para quedarse con su fortuna. (FILMAFFINITY)
Críticas 63
Críticas ordenadas por utilidad
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7
19 de marzo de 2013
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sobre un muy buen argumento de Welles, Chaplin talla un guión inteligente que va dando los detalles necesarios de a poco, para que a su paso vayamos descubriendo las formas y las técnicas que utiliza este peculiar criminal llamado Verdoux.

Verdoux, justamente, no es más que un mero eufemismo, sinónimo o simple sustituyente de la palabra Charlot. Ese personaje tan peculiar creado por Chaplin para contar una y cada de una de sus historias, y del cual le fue casi imposible deshacerse, incluso después de que entró en vigencia el cine sonoro. En este caso, el particular álter ego de Chaplin, es un tipo de gran labia, capaz de conquistar veteranas solteras para luego asesinarlas y quedárseles con su fortuna, pero como todo cuento de Chaplin el tipo lo hace por una "buena causa".

El gran inconveniente e interrogante que tiene Chaplin en esta película es que no sabe si decantarse por el humor cínico y puramente negro, del cual podría sacarle jugo a los diálogos; o si quedarse en su característico slapstick (la exagerada caída de la ventana al principio del film, o la forma en que cuenta el dinero) proveniente de su mejor cien mudo.

No obstante, la película tiene buenos gags. Los mejores momentos para mi gusto son los que comparte con Martha Raye, una humorista muy talentosa, cuyo personaje de Annabella se me hizo una mezcla de la Janice de "F.R.I.E.N.D.S." (la que dice "Oh, my God") y Sofía Vergara. La mejor secuencia es también en la que mejor logra mezclar el humor satírico de los diálogos con la mímica y el slapstick, me refiero a la escena de la canoa. La música, compuesta por el propio Chaplin, es una gran aliada de estos gags, y es la encargada de dar a entender todo lo que la cámara se niega a mostrar.

Pero tanta bondad de Chaplin a mí me sobrepasa. De costado intenta colocar su característica crítica social, que aquí se siente un poco forzada, tiene varios monólogos metidos con calzador, el más evidente es el último donde cuestiona el sin sentido de la guerra. Además le sobra completamente el personaje de la expresidiaria, que está colocado para reivindicar la bondad de Verdoux, y de la sociedad en general.

La resolución es un poco apresurada, pasan los años de un momento para otro, y no se brindan más que los detalles justitos sobre la vida de Verdoux. Una forma muy limitada de cerrar la función.

Lo mejor: los gags siempre efectivos de Chaplin, aderezados con un buen humor negro.
Lo peor: a Chaplin le cuesta mucho dejar de lado a Charlot y a su estilo de cine mudo, y por tanto no le saca todo el partido que podría a los diálogos.
8
27 de abril de 2011 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Puede un sirvengüenza ser una persona encantadora? Por supuesto, es más, es casi imprescindible que así sea; y desde el punto de vista estético esto es muy de agradecer. Porque, puestos a elegir, mejor que quien nos engañe sea: elegante, sensible y cultivado; antes que un vulgar y sucio estrangulador. De esto saben mucho, no solo los criminalistas y psicólogos, también quienes dirigen las campañas electorales.

Chaplin, huyendo de Charlot, se mete en la piel de Monsieur Verdoux, que conserva algunos tics del vagabundo solitario, y consigue que simpaticemos con un perdedor que no está dispuesto a rendirse fácilmente, utilizando para ello todas las herramientas a su alcance; y cuando decimos todas hablamos incluso de las que facilitan un pasaje para el más largo viaje.

No es fácil hacer convivir en una película sentimientos tan aislados como el amor, sin odio; el humor, sin risa y la amargura, sin llanto. El maestro de la ironía y la tristeza lo consigue; y no sólo eso, lanza al viento las semillas de la duda al presentarnos la muerte como una posible respuesta ante la injusta vida.
Para quitarse el sombrero
8
30 de agosto de 2012 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
No soy nada seguidor de Chaplin y me lo suelo pensar mucho antes de ponerme delante de cualquier película de las suyas, como es el caso de este atípico "Monsieur Verdoux", película en la que aparece su nombre en casi todos los títulos de crédito, vamos, que como es habitual ha hecho de todo, no sólo es el protagonista. Eso sí, realmente lo que nos interesa a todos al fin y al cabo es que aparece él y lo hace bien, lo que interesa es que sea una buena película de verdad, como es este caso, y que incluso los poco seguidores como yo podemos reconocer que se trata de un largometraje muy bueno de principio a fin.

He leído que fue el primer paso que decidió dar para abandonar definitivamente su encasillamiento como vagabundo graciosillo, para dejar atrás al Charlot que todo el mundo conoce. Yo desde aquí y más de medio siglo después aplaudo esa escapada para adelante, el cine ganó con cositas como este raro asesino en serie, encantador y lamentable a la vez. No me extraña que no fuera bien acogida esta sátira en los USA del momento, Chaplin fue en muchas cosas un adelantado y el humor negro que aquí desprende no es para todos, pero lo que entiendo que es más indigerible, y precisamente es lo que más me gusta a mí, es la parte crítica con el absurdo sistema capitalista y la denuncia final contra la pena de muerte. Y es que de este hombre siempre se pueden extraer grandes momentos, yo me quedo con su reflexivo personaje en los últimos quince minutos, con las escenas en el barco y en la boda, con una actuación a su estilo, exagerada y brillante. Lo confieso, no siendo un seguidor suyo, soy capaz de verbalizar que era bueno, muy bueno.
9
14 de junio de 2020 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bebiendo esa copa de ron que jamás probó, disfrutando de los placeres mundanos es como Chaplin/Verdoux nos invita a reflexionar sobre temas universales y complejos, no son peores los asesinos que malviven persiguiendo a otoñales viudas a los asesinos en masa. Pero Chaplin tiene el buen gusto de no mostrar el crimen nunca, la astucia de nuestro Barba Azul es irresistible ante las féminas, como el amanerado y elegante seductor que era Verdoux. Las flores y su retórica persuasiva, le vale para conseguir el dinero que necesita para su doble y azarosa vida. Verdoux es el reverso de una sociedad que esconde sus miserias, y se enfrenta al tribunal sin complejos, asumiendo su responsabilidad sin importarle el castigo. Es condenado por la sociedad pero no por el espectador que conoce su drama personal.

Obra maestra imperecedera, lúcida y amarga a la vez, una tragicomedia llena de emoción contenida, que oscila entre el melodrama, la comedia negra y hasta el slapstick que nunca olvidó Chaplin, el cinismo, la ironía, la bondad y la maldad también afloran en esta joya del cine pocas veces entendida, porque hay mucho arte solapado en cualquier elipsis, travelling o plano de “Monsieur Verdoux” y os aseguro que no me puede la nostalgia. Una lección magistral de ritmo, montaje y estructura narrativa. “Monsieur Verdoux” es una fábula sobre el relativismo ético, una dicotomía entre su vida laboral y la familiar.

Verdoux es un idealista infeliz con un capitalismo voraz que se impone en la sociedad. Su vida privada la opone a su vida pública, “vivimos en un mundo cruel” afirma en una ocasión. La vida le maltrató y el trata de sobrevivir a la falta de valores. Chaplin fue un humanista que defendió al desvalido y pobre frente al poderoso, lo cual no significa que todos los pobres sean buenos y los poderosos malos, eso sería reduccionismo maniqueo. Siempre llevó a la pantalla sus experiencias y discrepancias con la sociedad que le tocó vivir, sobre todo la norteamericana que en aquellos momentos le acusaba de comunista y el comité de actividades antiamericanas andaba tras él, sumidos en la paranoia política.

Lo más destacable de Verdoux es su ambigüedad moral (por un crimen eres un villano, por millones de crímenes eres un héroe), tan relativas en cuanto a ética como las oscilaciones del dinero (su fruición contando billetes que le sirve a Chaplin de gag), capaz de lo mejor y de lo peor, tierno como marido y farsante como amante, es un ser humano herido en su orgullo por las circunstancias, Chaplin dice adiós a Charlot, a la ingenuidad, al idealismo y emprende un nuevo rumbo artístico, más realista, melancólico y desengañado, la humanidad había sufrido dos guerras mundiales y el cineasta comprometido debía estar a la altura de los tiempos. Como en una ocasión aseguró: “La comedia no está lejos de la tragedia y el horror”.
8
17 de mayo de 2024 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una avispa. Los bancos cierran a las cuatro. Endimión el buen pastor y la puta de la luna.
Es una película asombrosa por la cantidad ingente de inteligencia y talento que encierra aunque es cierto que a veces se pesa pasa, sobreabunda o sobrenada, se sobreexplica, se excede, es demasiado, abruma, glotón, hiperbolia, extremoso, gordísimo, grandioso, un Dios y su gula.
Es una visión o mirada abrasiva o devoradora devastadora denodada descarnada corrosiva sobre la realidad y las cosas o personas, taxonomía, diseca, entomología, antología, mineralogía, epistemología, coprofilia, tanatofilia, pedanía, numerología cuando serás mía, las mujeres son horrorosas tan materialistas y despreciativas y cansinas, la vida es... vulgar, terrible, anodina, tortura china, mi lucha, agonía, porquería, perdición y los hombres hacen la guerra y matan a mansalva por puro negocio vicio con tanto ánimo de lucro y acabose.
Nada tiene sentido, película absoluta y completamente nihilista, todo vale si se puede, es cuestión de organizarse, las fuerzas del mal y del bien son aleatorias y la gente es muy mala y muy tonta, no/nada/nadie vale realmente la pena.
Pero hasta los mayores monstruos o pescados o hijos de puta tienen su de melón corazoncito, en el fondo fiordo forro de su alma o entretela se esconde una paralítica a la que hay que echarla de comer aparte su pienso o alpiste para que todavía no se nos duerma o de hambre o pena del todo muera.
Él enriquece su personaje con un millón de matices lo mismo que la historia con todo tipo de reflexiones, gracias, meneos, pespuntes, arabescos, contrapuntos, melodías, sones, desgarros, disparates y maravillas a raudales maldades, sarcasmos, orgasmos y bestialidades, grande, enorme.
Su único posible fallo es el ya comentado, la falta de contención o ascetismo, el querer decirlo todo sobre todo todo el toto rato o tiempo, el querer demostrar su inmensa superioridad artística/humana sobre la desmedida mediocridad de los demás tanto cinematográfica como vitalmente, no se contiene, evitarlo no puede.
Esta película podría entenderse perfectamente como a pecho descubierto a cara de perro una confesión, la de un hijo de puta, monstruo o pescado como comentamos, Chaplin para servirle/s y torearle/s a ustedes, que aquí confiesa o reconoce y no se reconcome todos sus inmensos pecados o terribles fechorías ante un público inerme que no entiende y al que le dice además que se la suda, todo/s, y que si quisiera, si por él (no) fuera, no se hubieran, para variar, dado cuenta de lo horroroso o bestia que es o era, de la misa la media, de hecho, ni por esas, ni con la película lo pillan, hay que darles la papilla para que algo comprendan, el (auto)retrato, sin retoques, de Dorian Gray es él mismo, sin necesidad de espejo, narciso, a bote pronto, a pelo.
Es Seven antes de tiempo, pero sin afán de redención ninguno, sin querer catequizar ni sermonear o enseñar nada a la humanidad, solo cagarse encima, de toda ella, quedarse a gusto, por lo tanto, mucho peor, éticamente, y mucho mejor, artísticamente, cuestión de perspectivas y proporciones, de alquimia, de venenos o perfumes o perjúmenes mujer los que me sulibellan.
En verdad, la ridícula excusa familiar, pegote cursi estrambótico grotesco, es una triste o frágil y patética pantalla o coartada (la vaselina para que todo lo gordo entre más suave placenteramente, para que nadie las manos a la cabeza se eche o demasiado se escandalice, dorar la píldora, mentiras piadosas, pobre gente) de andar por casa en pantuflas o alpargatas que esconde poco o na el puro placer de robar y matar, sí, de filmar y de hacerse rico y famoso que es, como todo el mundo o quisqui con dos dedos de frente sabe, exactamente lo mismo, idénticas actividades paranormales subnormales, cine o crimen, vampiros, arrebato, asesinato, el muere como una de las bellas artes.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Tras la primera guerra mundial y en palmitas en capilla la segunda, qué más nos da o darán diez o viente viejas lerdas avariciosas mezquinas de corre mientras puedas menos o más, nos sobran, qué más da sin anestesia o tan poca violar a la audiencia, público, borregada, claque o platea con esta o cualquier otra obra de las nuestras o mía charlotada, si todo se trata solamente de matar también el tiempo o rato mientras el resto come o rebaña algo, lo que sea.
Él huye por la puerta como alma que lleva el diablo de la quema mientras la novia se queda compuesta junto a la escalera y el otro está en la ventana busca que te busca y no encuentra, ese plano vale o cuenta más que las filmotecas enteras de casi todo el mundo, significante y significado.
Y además utiliza todos sus recursos mudo fabulosos como un guante de corazón tan blanco en puño de hierro negro.
Un lugar en el sol ya aquí está. El verdugo igual. Schopenhauer ni hablar.
Escupiré sobre vuestra tumba. Profundo carmesí. El coleccionista. Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos. Compasión por arsénico.
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