La piel suave
1964 

7.5
3,434
8 de mayo de 2007
8 de mayo de 2007
6 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tal como lo dijo algún amigo nuestro, el Final es forzado más no forzosamente debio ser así, de tal forma que ese final simplón le resta puntaje a un buen film que nos muestra una historia que fácilmente podría ser verdadera. Muy buenas actuaciones. Intriga hasta el final como vendrá el desenlace, pero éste, a mi modesto parecer, pudo ser culminado con más imaginación.
25 de febrero de 2015
25 de febrero de 2015
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La irregularidad de Truffaut va unida a la proximidad de cada proyecto al universo íntimo de su autor. Podía ser excelente en historias que buscasen la cercanía cálida con unos personajes a los que conoce y quiere. Podía ser anodino en ficciones que implicasen, por sus características de guión y producción, más ojo a la mecánica de la trama que a los sentimientos. Adorando ambos modelos, siempre fue mejor cuando ejercía de heredero de Renoir que emulando a Hitchcock de mala manera ("La novia vestía de negro").
"La piel suave" tiene un eco de Renoir y una voluntad de precisión hitchcockiana en la puesta en escena. Pero, sobre todo, contiene la sobria pero muy honda emotividad característica de Truffaut cuando está en sintonía con una historia que realmente le importa. Por eso pasamos por alto algún chirrido ocasional y se perdona que cierto cohete sea disparado antes de tiempo. Incluso pierde importancia que hubiéramos preferido, para algunas secuencias, más pausa y no tanto nervio como hay en el vigoroso montaje. Puede que el más milimetrado de toda su carrera. Huele a storyboard hiperminucioso: igual me equivoco. Con todo, la adecuación entre lo que se cuenta y la forma de contarlo es atinadísima. Cada plano está cuidadosamente estudiado en su formato, movimiento interno, duración y ensamblaje con los inmediatamente anteriores y posteriores. Ni una sola concesión a la pereza o a la improvisación. Las soluciones de Truffaut son sanamente académicas en algunas secuencias y vibrantemente heterodoxas en otras. Y su elección formal parece siempre la mejor de las posibles para la atmósfera del momento. Es un rigor emocionado que le hace grande y que se echará muchísimo de menos en esa etapa final de su carrera, en la que percibiremos, en sus decepcionantes películas de otoño, demasiada rutina; tal vez agotamiento por una cadencia de trabajo mucho más acelerada de la que parecía natural en él.
"La piel suave" es una historia de amor y cobardía. Triste, rigurosa, soterradamente tragicómica. Su aparente sencillez esconde una ambición entomológica que permite a Truffaut ser, a su manera, algo nada habitual en su espíritu: muy crítico, hasta despiadado, con alguno de sus personajes. Es el caso del protagonista, Pierre Lachenay, interpretado con auténtica clarividencia por Jean Desailly. Se dice que el actor mantuvo en el rodaje una relación escasamente cordial con Truffaut. Es posible que la película se haya beneficiado de aquella recíproca desconfianza. Truffaut, por antipatía a Desailly, se habría abstenido de edulcorar los rasgos despreciables o grotescos del personaje. Al que su intérprete, sin embargo, se cuida muy inteligentemente de transformar en una caricatura, pero sin maquillar las taras. Un tipo de presencia nada llamativa, pero con gancho para las mujeres, con las que puede dar el paso de involucrarse sin sentir pudor por el posible daño que pueda causar en ellas su naturaleza de hombre egoísta, más bien indiferente a los sentimientos ajenos, medroso, vanidoso y ostentador de un vacuo barniz intelectual con el que trata de revestir su frialdad. Lachenay no comprende ni sabe estar a la altura del amor verdadero que le tienen su mujer, France (más sólido, porque sobrevive al conocimiento del percal) y su amante, Nicole (pasión que conmueve más al espectador, por saber a la chica víctima del deslumbramiento por lo que parece y no es el fulano). Ese dolor, derivado de desvanecerse a nuestros ojos el aura de príncipe azul de Lachenay a mucha mayor velocidad que la pasión de Nicole, es el que logra inocularte todo el veneno empático que debe poseer un gran melodrama.
Las interpretaciones de Nelly Benedetti y, sobre todo, la malograda Françoise Dorleac, contribuyen decisivamente a la grandeza de este triste, oscuro y hermosísimo film. Triangular, como "Jules et Jim", pero escaleno.
"La piel suave" tiene un eco de Renoir y una voluntad de precisión hitchcockiana en la puesta en escena. Pero, sobre todo, contiene la sobria pero muy honda emotividad característica de Truffaut cuando está en sintonía con una historia que realmente le importa. Por eso pasamos por alto algún chirrido ocasional y se perdona que cierto cohete sea disparado antes de tiempo. Incluso pierde importancia que hubiéramos preferido, para algunas secuencias, más pausa y no tanto nervio como hay en el vigoroso montaje. Puede que el más milimetrado de toda su carrera. Huele a storyboard hiperminucioso: igual me equivoco. Con todo, la adecuación entre lo que se cuenta y la forma de contarlo es atinadísima. Cada plano está cuidadosamente estudiado en su formato, movimiento interno, duración y ensamblaje con los inmediatamente anteriores y posteriores. Ni una sola concesión a la pereza o a la improvisación. Las soluciones de Truffaut son sanamente académicas en algunas secuencias y vibrantemente heterodoxas en otras. Y su elección formal parece siempre la mejor de las posibles para la atmósfera del momento. Es un rigor emocionado que le hace grande y que se echará muchísimo de menos en esa etapa final de su carrera, en la que percibiremos, en sus decepcionantes películas de otoño, demasiada rutina; tal vez agotamiento por una cadencia de trabajo mucho más acelerada de la que parecía natural en él.
"La piel suave" es una historia de amor y cobardía. Triste, rigurosa, soterradamente tragicómica. Su aparente sencillez esconde una ambición entomológica que permite a Truffaut ser, a su manera, algo nada habitual en su espíritu: muy crítico, hasta despiadado, con alguno de sus personajes. Es el caso del protagonista, Pierre Lachenay, interpretado con auténtica clarividencia por Jean Desailly. Se dice que el actor mantuvo en el rodaje una relación escasamente cordial con Truffaut. Es posible que la película se haya beneficiado de aquella recíproca desconfianza. Truffaut, por antipatía a Desailly, se habría abstenido de edulcorar los rasgos despreciables o grotescos del personaje. Al que su intérprete, sin embargo, se cuida muy inteligentemente de transformar en una caricatura, pero sin maquillar las taras. Un tipo de presencia nada llamativa, pero con gancho para las mujeres, con las que puede dar el paso de involucrarse sin sentir pudor por el posible daño que pueda causar en ellas su naturaleza de hombre egoísta, más bien indiferente a los sentimientos ajenos, medroso, vanidoso y ostentador de un vacuo barniz intelectual con el que trata de revestir su frialdad. Lachenay no comprende ni sabe estar a la altura del amor verdadero que le tienen su mujer, France (más sólido, porque sobrevive al conocimiento del percal) y su amante, Nicole (pasión que conmueve más al espectador, por saber a la chica víctima del deslumbramiento por lo que parece y no es el fulano). Ese dolor, derivado de desvanecerse a nuestros ojos el aura de príncipe azul de Lachenay a mucha mayor velocidad que la pasión de Nicole, es el que logra inocularte todo el veneno empático que debe poseer un gran melodrama.
Las interpretaciones de Nelly Benedetti y, sobre todo, la malograda Françoise Dorleac, contribuyen decisivamente a la grandeza de este triste, oscuro y hermosísimo film. Triangular, como "Jules et Jim", pero escaleno.
20 de junio de 2011
20 de junio de 2011
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera imagen lo dice todo: Dos manos, una de hombre y otra de mujer, se acarician mutuamente. En el dedo anular de la mano varonil brilla una alianza; se trata de un hombre casado. Para nuestra sorpresa la mano de la mujer no muestra anillo alguno.
Es una aventura de la que no se puede volver. La frontera se cierra tras Pierre Lachenay. Como un moderno Orfeo lo perderá todo si mira atrás. No hay en su corazón espacio para la culpa, esta noche no encenderá todas las luces. En la oscuridad la busca, sólo piensa en ella, en todos los recovecos cree sentir su tacto. Se ha perdido y lo ha perdido todo por la piel suave.
François Truffaut, después de lanzar su canto a la joie de vivre en Jules et Jim (1962), realiza un oscuro trabajo sobre la otra cara de la moneda del amor. La tentación de cortar engañar a la pareja con otra persona, el adulterio, siempre ha sido una situación humana ineludible. La ambigüedad emocional del adúltero es el ojo del huracán de una tragedia y de una renovación. El engaño es un acto de liberación y a la vez egoísta, un puente entre la pasión carnal y la decepción amorosa. No nos extrañe que existe una faceta autobiográfica, una inquietud que sacar a la luz, en este largometraje, pues el propio Truffaut, también artista y filósofo, había dejado a su mujer por su amante.
El conflicto que crea Pierre Lachenay en su interior se manifiesta en forma de largos planos, que llaman a la intuición del espectador, y en la música, que tanto puede describir sinfonías de júbilo como melodías de fatalidad. Y es que en esos detalles, que sólo el cinéfilo que se sumerge en la historia puede percibir, son los que dan sentido a la historia de La piel suave. Todo lo que sucede, por muy banal que parezca, es una pieza indispensable del complejo collage que define la psicología, la personalidad, las emociones y las acciones de Pierre y del resto de personajes. El público, convertido en un voyeur que presencia un peep show bajado de tono, contempla en todo momento los hechos crudos, apenas sin elusiones de la vida de los personajes. Truffaut siempre podrá presumir de un realismo que lo marcó como uno de los grandes de la nouvelle vague.
La piel suave emplea un mínimo de artificialidad (actores, guión y montaje) para hacer posible la elaboración de una historia contundente. El resto de elementos son completamente reales, la luz natural, los exteriores vivos, las referencias culturales y artísticas… Todo con tal de dar verosimilitud a la película y convertirla en un nuevo mito moderno, un espejo que refleja la sociedad del momento.
Es una aventura de la que no se puede volver. La frontera se cierra tras Pierre Lachenay. Como un moderno Orfeo lo perderá todo si mira atrás. No hay en su corazón espacio para la culpa, esta noche no encenderá todas las luces. En la oscuridad la busca, sólo piensa en ella, en todos los recovecos cree sentir su tacto. Se ha perdido y lo ha perdido todo por la piel suave.
François Truffaut, después de lanzar su canto a la joie de vivre en Jules et Jim (1962), realiza un oscuro trabajo sobre la otra cara de la moneda del amor. La tentación de cortar engañar a la pareja con otra persona, el adulterio, siempre ha sido una situación humana ineludible. La ambigüedad emocional del adúltero es el ojo del huracán de una tragedia y de una renovación. El engaño es un acto de liberación y a la vez egoísta, un puente entre la pasión carnal y la decepción amorosa. No nos extrañe que existe una faceta autobiográfica, una inquietud que sacar a la luz, en este largometraje, pues el propio Truffaut, también artista y filósofo, había dejado a su mujer por su amante.
El conflicto que crea Pierre Lachenay en su interior se manifiesta en forma de largos planos, que llaman a la intuición del espectador, y en la música, que tanto puede describir sinfonías de júbilo como melodías de fatalidad. Y es que en esos detalles, que sólo el cinéfilo que se sumerge en la historia puede percibir, son los que dan sentido a la historia de La piel suave. Todo lo que sucede, por muy banal que parezca, es una pieza indispensable del complejo collage que define la psicología, la personalidad, las emociones y las acciones de Pierre y del resto de personajes. El público, convertido en un voyeur que presencia un peep show bajado de tono, contempla en todo momento los hechos crudos, apenas sin elusiones de la vida de los personajes. Truffaut siempre podrá presumir de un realismo que lo marcó como uno de los grandes de la nouvelle vague.
La piel suave emplea un mínimo de artificialidad (actores, guión y montaje) para hacer posible la elaboración de una historia contundente. El resto de elementos son completamente reales, la luz natural, los exteriores vivos, las referencias culturales y artísticas… Todo con tal de dar verosimilitud a la película y convertirla en un nuevo mito moderno, un espejo que refleja la sociedad del momento.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Los dos cometen un crimen guiado por sus pasiones más fuertes. Pierre traiciona fatalmente a Franca, entregada en cuerpo y alma al amor hacia su marido. Franca, despechada y posesiva, decide que nadie tendrá a Pierre si no puede ser ella. Se desencadenan una serie de hechos que sólo pueden llevar a un desenlace. Las cartas ya estaban echadas desde el principio: El encuentro en la cafetería, aparentemente casual, no será el escenario de la reconciliación.
31 de diciembre de 2011
31 de diciembre de 2011
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Truffaut, un eminente cineasta, en cuyo país de origen se fraguó buena parte de la identidad cultural de Europa occidental. Y en La piel suave nos presenta la vida de un intelectual, de un heredero de esa alta cultura que nos rodea, o que al menos rodeaba a la sociedad francesa en la década de los 60.
Conoce el escritor Pierre Lachenay a una azafata de vuelo que le excita, que convierte cada instante en una muestra de pasión. Todo ocurrió debido a una conferencia sobre Balzac y el dinero que debía dar, y su fascinación por esta mujer no sería tan negativa en caso de ser soltero, pero el famoso escritor y orador está casado con Franca y tiene una pequeña hija.
Podríamos entender esta película como una interpretación de las dudas, de los complejos que rodean toda relación amorosa, del pudor y de los tabúes morales ante los que nos vemos sometidos, pero es, en esencia, un retrato de su protagonista, de la forma en la que afronta cada uno de los sucesos y de las decisiones que toma a lo largo de su vida de crápula.
Se pueden percibir considerables tintes de sociopatía en nuestro protagonista, en la forma en la que reacciona. Se mueve fuera de la moral habitual, de la forma de interpretar las relaciones entre las personas que en su mayoría muestra el ser humano. Pero intenta adaptarse, intenta seguir las normas sociales según las cuales se actúa, y por ello va tejiendo una red de complicaciones a su alrededor.
La falta de discreción, y, por qué no decirlo, la falta de decisión, consiguen que cree una situación extrema, entre una amante joven y a la que decepciona por no dedicarse plenamente a ella, por evitarla en sociedad, y el maltrato a una mujer a la que está traicionando y a la que acusa, con el objeto de defenderse, de no ser comprensiva, y de cualquier defecto o falta que se le ocurra en el momento oportuno.
Es así, como vehículo del amor, como Pierre se lanza a una carrera de engaños, acusaciones y traición, con una mirada plenamente intimista y profunda por parte del cineasta. No nos está contando una historia extraordinaria, no es un sentimiento de culpabilidad trágico lo que mueve al escritor, sino la duda, el miedo a equivocarse, y el intento de adaptarse a las convenciones que los que le rodean parecen valorar.
Conoce el escritor Pierre Lachenay a una azafata de vuelo que le excita, que convierte cada instante en una muestra de pasión. Todo ocurrió debido a una conferencia sobre Balzac y el dinero que debía dar, y su fascinación por esta mujer no sería tan negativa en caso de ser soltero, pero el famoso escritor y orador está casado con Franca y tiene una pequeña hija.
Podríamos entender esta película como una interpretación de las dudas, de los complejos que rodean toda relación amorosa, del pudor y de los tabúes morales ante los que nos vemos sometidos, pero es, en esencia, un retrato de su protagonista, de la forma en la que afronta cada uno de los sucesos y de las decisiones que toma a lo largo de su vida de crápula.
Se pueden percibir considerables tintes de sociopatía en nuestro protagonista, en la forma en la que reacciona. Se mueve fuera de la moral habitual, de la forma de interpretar las relaciones entre las personas que en su mayoría muestra el ser humano. Pero intenta adaptarse, intenta seguir las normas sociales según las cuales se actúa, y por ello va tejiendo una red de complicaciones a su alrededor.
La falta de discreción, y, por qué no decirlo, la falta de decisión, consiguen que cree una situación extrema, entre una amante joven y a la que decepciona por no dedicarse plenamente a ella, por evitarla en sociedad, y el maltrato a una mujer a la que está traicionando y a la que acusa, con el objeto de defenderse, de no ser comprensiva, y de cualquier defecto o falta que se le ocurra en el momento oportuno.
Es así, como vehículo del amor, como Pierre se lanza a una carrera de engaños, acusaciones y traición, con una mirada plenamente intimista y profunda por parte del cineasta. No nos está contando una historia extraordinaria, no es un sentimiento de culpabilidad trágico lo que mueve al escritor, sino la duda, el miedo a equivocarse, y el intento de adaptarse a las convenciones que los que le rodean parecen valorar.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Si hay algo achacable a esta obra es que en ciertos momentos, los más íntimos, parece que el gran orador, celebridad televisiva y literaria, se convierte en un pueril voyeur y pierde esa elocuencia con la que resultaría mucho más creíble la consecución de su romance con Nicole. Son detalles que podrían haber redondeado una obra atractiva, con un montaje dinámico y distintivo, que no pierde el ritmo y nos conduce hacia un clímax un tanto antinatural, extremo, como la condición humana puede mostrarse antes el menor atisbo de desesperación o desesperanza.
Es una hojeada interesante hacia una combinación de romance e intriga, un film inquietante desde su pasión, y que nos ofrece una mirada oscura hacia el interior de las motivaciones de un sociópata, de un intelectual, de un crápula.
Es una hojeada interesante hacia una combinación de romance e intriga, un film inquietante desde su pasión, y que nos ofrece una mirada oscura hacia el interior de las motivaciones de un sociópata, de un intelectual, de un crápula.
28 de marzo de 2024
28 de marzo de 2024
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
A priori, un argumento tan sencillo, podría traer como resultado un film insustancial, sin chicha, vacío, aburrido. Y para mí, es todo lo contrario. Una película absorbente, de las que me dejan pegado a la pantalla.
Truffaut es un maestro. Desde el inicio, vemos un montaje prodigioso. Mete al espectador de manera tan rápida, que es casi hipnótico. En Fotogramas califican la atmósfera como fría. Para nada estoy de acuerdo. Él es un hombre adulto, casado, con una vida estable y con recursos económicos, mientras que ella es una azafata joven, volátil, muy atractiva. Una relación difícil en medio de los años 60.
Truffaut sabe darle la sutileza a la relación para luego sorprendernos, y de qué manera.
Dos detalles que pueden pasar inadvertidos: al principio, él se salta un semáforo en rojo, lo que ya indica una predisposición a saltarse las normas; otro detalle es que apunta el número de teléfono de ella en una caja de cerillas… un simbólico fuego que está por venir.
Una muy creíble Francoisse Dorlèac (hermana de Catherine Deneuve), llena de sentido la hueca vida de Desailly, un académico literato especialista en Balzac. Miradas, silencios, que poco a poco van dando a paso a la complicidad, quedan retratadas con gran humanidad por parte del genial director francés.
Teniendo en cuenta, que fue escrito y rodado con celeridad, mientras esperaba que el rodaje de “Farenheit 451” se pusiera en marcha, pues sufrió varios retrasos, resulta aún más meritorio. Un film transicional realmente valioso.
Creo que la autenticidad del film puede venir también porque, en cierto modo, él estaba pasando por una situación de ruptura de pareja con su esposa Madeleine Morgenstern, por sus relaciones con actrices. De ahí la poca concesión a escenas románticas, casi ausentes, y el tono melancólico del film.
En cambio, hay momentos de gran sensualidad notables: los pies de Nicole tras la cortinilla del avión, unas caricias en las piernas o un cambio de pantalones por falda. La escena del ascensor es también muy destacada.
En su momento, no tuvo buena acogida, quizá resultó incomprendida. Para mi gusto, es una preciosidad de película. Muy recomendable.
Truffaut es un maestro. Desde el inicio, vemos un montaje prodigioso. Mete al espectador de manera tan rápida, que es casi hipnótico. En Fotogramas califican la atmósfera como fría. Para nada estoy de acuerdo. Él es un hombre adulto, casado, con una vida estable y con recursos económicos, mientras que ella es una azafata joven, volátil, muy atractiva. Una relación difícil en medio de los años 60.
Truffaut sabe darle la sutileza a la relación para luego sorprendernos, y de qué manera.
Dos detalles que pueden pasar inadvertidos: al principio, él se salta un semáforo en rojo, lo que ya indica una predisposición a saltarse las normas; otro detalle es que apunta el número de teléfono de ella en una caja de cerillas… un simbólico fuego que está por venir.
Una muy creíble Francoisse Dorlèac (hermana de Catherine Deneuve), llena de sentido la hueca vida de Desailly, un académico literato especialista en Balzac. Miradas, silencios, que poco a poco van dando a paso a la complicidad, quedan retratadas con gran humanidad por parte del genial director francés.
Teniendo en cuenta, que fue escrito y rodado con celeridad, mientras esperaba que el rodaje de “Farenheit 451” se pusiera en marcha, pues sufrió varios retrasos, resulta aún más meritorio. Un film transicional realmente valioso.
Creo que la autenticidad del film puede venir también porque, en cierto modo, él estaba pasando por una situación de ruptura de pareja con su esposa Madeleine Morgenstern, por sus relaciones con actrices. De ahí la poca concesión a escenas románticas, casi ausentes, y el tono melancólico del film.
En cambio, hay momentos de gran sensualidad notables: los pies de Nicole tras la cortinilla del avión, unas caricias en las piernas o un cambio de pantalones por falda. La escena del ascensor es también muy destacada.
En su momento, no tuvo buena acogida, quizá resultó incomprendida. Para mi gusto, es una preciosidad de película. Muy recomendable.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El final puede resultar cortante. Pasados unos minutos, cuando lo de digerido, me resulta aún más demoledor y aún más genial. Truffaut se basó en noticias de crímenes pasionales para orquestar este final demoledor.
Truffaut y Francoise Dorlèac mantuvieron una relación, pero ella falleció tristemente a los 25 años por un accidente de coche mientras conducía hacia el aeropuerto de Niza.
Truffaut y Francoise Dorlèac mantuvieron una relación, pero ella falleció tristemente a los 25 años por un accidente de coche mientras conducía hacia el aeropuerto de Niza.
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here