La producción televisiva francesa nos vuelve a sorprender muy gratamente. Tras la recomendable “Marianne”, el país vecino ofrece una serie a tener en cuenta para los seguidores del género post-apocalíptico, aunque tampoco es que pueda encajarse de manera clara en ese subgénero.
Varios factores hacen que “El colapso” sea muy especial.
El primero, y como no puede ser de otra forma, es la técnica del plano secuencia, usada de forma íntegra en cada uno de sus ocho episodios. El hecho de que sean muy cortos da igual, porque gracias a esta forma de filmar nos meteremos de lleno en todas las historias, muy densas todas ellas.
Otra de las claves es que los episodios sean prácticamente independientes unos de otros, contándonos diferentes relatos con personajes que poco tienen que ver entre ellos. Son como pequeñas obras de arte que incluso se podrían ver en diferente orden y no pasaría nada.
Nos falta información de lo que está sucediendo en el mundo, pero en el fondo da lo mismo. Es una serie sobre las consecuencias, y sobre todo un estudio sociológico del comportamiento humano en épocas de crisis, algo que, desgraciadamente, se parece un poco a la situación mundial de 2020. En “El colapso” somos testigos de las dos caras de nuestra especie, tanto del egoísmo extremo por sobrevivir a costa de los demás, como el altruismo de otros por ayudar a los demás en las circunstancias más duras (podemos ver esto último en los episodios “La central” y “La residencia”).
Otro elemento muy común es ver cómo algunas personas niegan la realidad, pensando que en realidad no pasa nada y haciendo planes para después. Es la típica reacción negacionista frente al miedo, que podemos ver en este tipo de historias.
Sinceramente, no puedo elegir a ninguna de sus entregas como la mejor. Quizás el episodio menos interesante sea precisamente el último (“La emisión”), pero en realidad todos son tan buenos que es difícil hacer un ranking. La miniserie se puede ver del tirón sin problema ninguno, cosa a la que ayuda su escasa duración, que en este caso no es algo negativo ni mucho menos.
Toda una sorpresa en el mundo de las series, y que está teniendo su éxito gracias a los comentarios en internet, siendo ya prácticamente una serie de culto.
Extremadamente recomendable.

Una miniserie francamente buena y que se ve en un suspiro, con situaciones que ponen al desnudo la condición humana en situaciones límite, nada de alardes tipo hollywood,realismo y veracidad a tope y unos actores francamente buenos, que derrochan naturalidad y credibilidad. Da miedo, de lo realista que es, en resumen, una gran miniserie, sin buenos ni malos, solo personas atrapadas por las circunstancias.

La serie como tal la vi por un motivo, el recurso visual que me fascina del mundo de las artes del cine, los planos secuencias sin ningún corte. Es verdad que dentro de la trama de cada episodio, es más o menos fácil de conseguir ese plano secuencia pero en algunos episodios se nota el gran trabajo que hay detrás. Hablando de cada capítulo, la diferencia entre cada uno a la hora de lo visual no son muy dispares entre sí, pero las historias que se cuentan, los personajes y las actuaciones si que aclaran cual es un episodio mejor respecto a otro. Hay un par de episodios que no se cuenta bien la historia y es por el hecho de empezar a saco desde el segundo cero sin darle tiempo al espectador para acostumbrarse a ese nivel de energía. Los que empiezan más lentos y se van acelerando con el paso de los minutos creo que consiguen esa sensación de miedo e inquietud por algo que podemos vivir y no dentro de mucho. Pero la serie cuenta y de muy buena manera lo que pasaría si hubiera un colapso a nivel mundial en la economía de todos los países y como volveríamos a resurgir de nuestras cenizas, empezando de cero después de destruir por nuestra acción, todo lo que hemos construidos.

Vivimos en una sociedad extremadamente dependiente, de tecnología, de infraestructuras, de recursos energéticos... Y lo es de tal manera que si una de esas piezas cayese se desmoronaría el conjunto por completo, hasta ese grado de fragilidad y poca previsión llega nuestro modelo económico-social. Los pilares sobre los que sustentados nuestro modo de vida se vendrían abajo uno tras otro al primer desplome de cualquiera de ellos, e iniciarían un proceso en cadena a todas luces imparable, como si fichas de dominó se tratase.

Esto es lo que muestra principalmente "El colapso", una mini-serie francesa de ocho episodios, rodados todos ellos en plano-secuencia e independientes (aunque más conectados de lo que parece), que se ve de un tirón gracias a la cortísima duración de cada uno de ellos (unos veinte minutos por episodio aproximadamente) y un interés que va en aumento capítulo a capítulo. Muestra esto, pero contiene otra cosa. Contiene historias personales ante la desesperación y el caos, angustia y atisbos de humanidad frente al horror y, sobre todo, un incómodo aire a familiaridad y credibilidad en lo que cuenta. Aquí ayuda mucho el plano-secuencia dotando a las imágenes de mayor verosimilitud. Lejos de ser un alarde de virtuosismo, la forma en la que está rodada, casi como si fuese cámara en mano, nos acerca a la trama y a los personajes de una manera tan tosca y poco sutil que se parece más al "found-footage" y al pseudo-documental que al despliegue técnico de "1917", por poner un ejemplo. Todo está al servicio del fundamento y la inmediatez.

Al finalizar deja un poso de inquietud e incomodidad, como si ese futuro planteado no fuese tan irreal y fantasioso como en otras ocasiones hemos visto. Termina uno preguntándose si no estaremos ya en el principio del colapso. Necesaria en su discurso final.

El claro ejemplo de que cuando las cosas están bien hechas no hace falta motivo que explique por qué se suceden. Esto es precisamente por lo que gana fuerza la propuesta. El público está tan saturado de películas apocalípticas que se centran en contar la razón y buscar la solución del problema, que no es necesario, pues, abundar en el tema. Un aprovechamiento muy inteligente de lo anteriormente contado.
Por otro lado, los planos secuencia dotan a cada episodio de una angustia añadida a la incomodidad con que tratan los episodios, que se refuerza por su poca duración, que es una virtud en este caso. Algunos capítulos realmente hacen que te remuevas del asiento.