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Viridiana

Drama Don Jaime (Fernando Rey), un viejo hidalgo español, vive retirado y solitario en su hacienda desde la muerte de su esposa, ocurrida el mismo día de la boda. Un día recibe la visita de su sobrina Viridiana (Silvia Pinal), novicia en un convento, que tiene un gran parecido con su mujer. Basada libremente en la novela "Halma", de Benito Pérez Galdós. (FILMAFFINITY)
Críticas 131
Críticas ordenadas por utilidad
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27 de diciembre de 2017
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sugestiva película de Buñuel, el gran director español que tuvo que exiliarse de nuestro país tras el estallido de la Guerra Civil, cuya gran parte de su filmografía fue realizada en Francia y en México, todo ello debido a sus convicciones políticas y a las trabas que le imponía la censura franquista para poder llegar a rodar en España.

Constituida en dos mitades, ambas iniciadas por el plano de unos pies, 'Viridiana' es un trágico filme que le sirve para exhibir sus obsesiones eróticas y fetichistas, denunciar la miseria y la indolencia de la burguesía de su época y satirizar sobre algunas convenciones de la cristiandad.

Tras la historia de Don Jaime (Rey) –un personaje que simboliza a Franco–, repleta de metáforas e insinuaciones simbólicas como la de ese toro negro que anticipa la agresión sexual de aquel, la obra se llena de humor negro e ironía para reflejar la dificultad de plasmar algunos de los ideales cristianos, como la misericordia hacia los más necesitados.

Buñuel, contemporáneo de la célebre Generación del 27, crea una obra con una dimensión extrañamente literaria, donde goza atizando a la religión. No deja de referirse a ella mediante manifestaciones de rechazo y de burla. Estamos ante una indispensable obra de uno de los grandes maestros del realismo crítico.
8
30 de mayo de 2007
15 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buñuel narra en esta película, (Palma de Oro en Cannes, y censurada y calificada como obscena en nuestro país), la historia de la inevitable renuncia de Viridiana a llevar una vida religiosa. A lo largo del film, que en ciertas escenas adolece de un estilo algo tosco, vemos como Buñuel hace uso de varios registros, para pasar así de un aparente drama psicológico inicial que revela la obsesión sexual de Don Jaime, a mostrar finalmente la contraposición entre los valores de Jorge, caracterizado por el hedonismo, y los de Viridiana, quien trata de vivir acorde con sus fuertes convicciones religiosas. Todo ello, acompañado de un retrato lleno de humor y cargado de realidad de los pobres a los que dedica su vida Viridiana tras abandonar el convento.
La película está centrada en ella, quien tras una serie de acontecimientos trágicos que le imposibilitan continuar con su vida cristiana, acabará renunciando a ésta y se entregará a la modernidad representada por Jorge en un final algo imperfecto y precipitado.
En mi opinión, sin llegar a ser la obra maestra absoluta que muchos consideran, es una película excelente de la que cabría destacar, entre otros muchos aciertos, la mirada objetiva del director, que no comete el error, tan frecuente en muchos directores actuales, de juzgar lo que filma (simplemente muestra), el tratamiento de los personajes, sobretodo, Viridiana, Jorge y Ramona, la criada de la casa, un reparto brillante, el magnífico y negro retrato de los pobres, y la parodia final del cuadro de “La última cena”.
10
19 de agosto de 2005
14 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si la religión es un culto a imágenes, al menos en su aspecto exterior, ¿Por qué Buñuel no iba a manejar los símbolos como elemento de ataque a la religión y sus etiquetas?. Una película compleja, necesariamente hay que verla más de dos veces para poder hablar de ella aunque sea un poquito. Coproducida por dos países típicamente religiosos, es notable el "atrevimiento" que se tuvo en 1961 al exhibirla.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Si se me preguntara por una escena en especial, sin lugar a dudas mencionaría la parodia de "La última cena", una pintura que por su parte también maneja mucho simbolismo. Hay otras escenas tanto o más "atrevidas", por ejemplo la corona de espinas en llamas, eso es fuerte, en realidad fuerte, pero es lo que se propuso don Luis Buñuel, y es lo que él demostró ser, un director fuerte.
2
23 de abril de 2020
23 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es una película fea como lo es el autor. No es que sea mala película pero las cosas feas a veces llaman la atención; por eso además puede calificarse como película de culto, de fea que es.

Buñuel fue un engañabobos, ya se sabe a ciencia cierta por una gran parte de gente y entendidos, no es que lo diga yo, y lo siento por tanta veneración que despierta por estos lares, pero es así y es fácil de comprobar. Tenía el alma oscura como las aguas del río bajo el puente.

Pero ¿por qué la gente como esta tiene la manía de meterse con las monjitas, las pobrecitas?, ¿pero qué daño habrán hecho alguna vez a alguien estas pobres personas? Es el deporte Rey de esta gente casposa, el recurso patrio de ganar enteros, la práctica de la mofa y el escarnio contra la inocencia creyente para ganar el aplauso de los suyos. Por eso la cateo. La gente debería ser ecuánime y justa, estar libre de ideologías y usar el raciocinio no sólo a su favor, sino contra sí mismo si fuera necesario en aras de la justicia.

Está claro el desprecio que sentía por el populacho mugroso, sucio, inculto y desharrapado. No los puede poner más por los suelos. ¿Y la pobre criada? Qué bajeza, eso pretendía él mismo para alguna ocasión, como el marqués de Bradomín, jugar al tute a dos bandas. Despreciable y punto el menda este machista que quiso un palacio para vivir como todos los de su gremio.
9
18 de marzo de 2014
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
La génesis y posteriores avatares de esta gran película que es “Viridiana” son de sobras conocidos, pero nunca está de más recordarlo por si alguien lo desconoce. Buñuel llevaba sin rodar en España desde 1932, con “Las Hurdes”, un escalofriante documental sobre las miserias de esta comarca extremeña. Gracias a cierta apertura en el régimen franquista, el sordo de Calanda se animó a volver. El productor Gustavo Alatriste invirtió una gran cantidad en el proyecto para el lanzamiento de su esposa, Silvia Pinal. Buñuel aceptó gratamente la propuesta y mostró el guión de “Viridiana”, que había escrito en colaboración con Julio Alejandro. Buñuel presentó la obra en el Festival de Cannes de 1961, con todos los honores y orgullo patrio, donde ganó la Palma de oro. El escándalo llegó dos días después: un duro artículo del Observatore Romano, la descalificaba tachándola de blasfema y sacrílega. El director general de cinematografía, Muñoz Fontán, fue fulminantemente destituido y se dice que Franco, lacónico, exclamó: “Que la quemen”. No se estrenaría en España hasta 1977. Por entonces, era ya una obra mítica de nuestro cine.

Y lo sigue siendo, con toda justicia. En “Viridiana” (nombre que Buñuel tomó de una santa italiana del siglo XIII) toman cuerpo todas las obsesiones del autor, que no eran pocas, empezando por las sexuales y las religiosas. Tomando como excusa e hilo conductor el itinerario moral de una novicia (una turbadora y rotunda Silvia Pinal) que despierta el deseo de su tío tutor, que le pide casarse con él. Fascinada primero por el sórdido universo fetichista de su tío Don Jaime (Fernando Rey) y obsesionada después…, las circunstancias le harán dejar su vocación y se entregará al cristiano sendero de la caridad. Ahí es donde aparecen los bulliciosos mendigos con Lola Gaos al frente, haciendo retratos con la “cámara” que sus padres le regalaron cuando vino al mundo, durante la escenificación de la Santa Cena, que tantas ampollas levantó. Buñuel, por supuesto, pinta su cuadro no ya en blanco y negro, sino con el humor negro. Un humor cruzado con la metáfora y de hondas raíces hispanas, desde Quevedo hasta Baroja, pues la herencia del cineasta es rica culturalmente.

Película magistral, que fustiga como ninguna la hipocresía de los falsos creyentes a través de una historia con reminiscencias de la novela picaresca clásica. No sólo es una de las más perversas parábolas concebidas por su autor, sino igualmente – y al contrario de lo que suele pensarse – una curiosa y completa “summa” del cine Español de la época. Todo lo cual, claro está, proporciona a Buñuel luminosos instantes de júbilo blasfemo, libertario y le hace sentirse a gusto con un material a su medida. El papel del sobrino (Paco Rabal) es buena prueba de ello.

Cuidadosamente estructurada en dos partes distintas, mientras en la primera parte abundan las groseras alusiones eróticas, en la segunda se dedica a profundizar en el sentido religioso, a cuestionar frontalmente ciertos mitos cristiano-burgueses, desde la caridad entendida como liberación espiritual hasta la bondad presuntamente consustancial a los desheredados, a la vez irresistiblemente cómicos y lastimeramente patéticos. El resultado por supuesto es de un sarcasmo bestial, pero no así la puesta en escena, marcada por la proverbial impavidez buñueliana y volcada, a su vez, en un realismo esperpéntico más cercano a la pavorosa gelidez de Goya y Valle-Inclán que a la caótica anarquía de Berlanga, hasta tal punto intelectualizado que las alusiones simbólicas y metafóricas acaban campando a sus anchas.
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