Promesas del este
2007 

7.4
60,322
Thriller. Drama
El misterioso Nikolai es el chófer de una poderosa familia de la mafia rusa en Londres, un clan liderado por el veterano y frío Semyon y por su hijo Kirill, un tipo inestable muy cercano a Nikolai. Un día en el restaurante de Semyon se presenta Anna, una comadrona de hospital muy afectada por la muerte en el parto de una adolescente rusa. Anna ha decidido buscar a la familia de la chica sirviéndose del diario que ésta dejó escrito en ruso. (FILMAFFINITY) [+]
16 de junio de 2016
16 de junio de 2016
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Buena película. El tándem Watts-Mortensen funciona como un reloj suizo y por momentos crea ambientes hostiles que llevan al espectador a encaramarse al sillón. Su puesta en escena es magnífica con buenos dialogos aunque por ponerle un pero el mensaje no termina de llegar, apunta pero no dispara y se disipa algo con un final que no está a la altura del film. No obstante me ha sorprendido para bien y si te gustan las películas relativas a la mafia o al crimen organizado no dudes en verla.
2 de octubre de 2016
2 de octubre de 2016
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Película interesante, le doy un 6. Me hubiera gustado darle más nota, pero me ha defraudado un poco. Es un poco lenta, con poca acción, y eso que la cinta se prestaba a ello. Me ha dejado con la miel en los labios, ya que podría haber sido una gran película. Buenas interpretaciones, sobre todo Armin y Vigo. Recomendable.
28 de marzo de 2017
28 de marzo de 2017
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Se mueven entre nosotros y bajo nuestros pies, acechan desde negros rincones y cuando salen parecen uno más, perfectamente integrados.
Una hermandad de parásitos, de monstruos de las sombras...
¿Quién podría ser el más indicado, aparte de David Lynch, para abrirnos la puerta a este mundo bajo el nuestro? Pues el otro David, de apellido Cronenberg, cuya carrera parecía estar conduciéndose hacia una fase de madurez, o más bien tercera juventud, cuando después de tres años de silencio sorprendió a todo el mundo con "Una Historia de Violencia", aclamada, en una de esas raras veces que se alinean los astros, tanto por el público como por la crítica hasta llegar a ser una de las candidatas en Cannes. "Promesas del Este" es la cara inversa del cuadro, pero bajo la misma sombra.
Escrito por el gran Steven Knight, que ha dejado su sello en calidad de guionista y director en "El Caso Fischer", "Locke" o "Amazing Grace", el proyecto pasa de ser una serie para la BBC a la primera película que aquél realizará por primera vez fuera de Canadá, y no titubea a la hora de traerse todo su universo a cuestas, empezando por un inicio que conecta en esencia a éste con su film previo. En ambos: una ciudad normal, resguardada por la noche; un local que podría situarse en la esquina de nuestra calle; dentro, individuos corrientes hablan sin la menor de las preocupaciones...hasta que la locura estalla ante nuestras alucinadas retinas.
Así es, la cafetería por la barbería, ¿qué importa si uno se ubica en terreno norteamericano y otro en terreno británico? El caso es que los dos establecimientos son puertas por las que cruzar a otros planos de realidad cuya delimitación con nuestra realidad se da por medio de finas líneas que se cruzan casi de manera imperceptible, una subyace bajo la otra. Dos sangrientos accidentes, el asesinato en la nombrada barbería y la muerte de una joven preñada, quedan conectados en un mismo punto, un agujero negro de tinieblas en el corazón londinense al que se nos arrastra con la mayor naturalidad.
En un sentido más amplio, este viaje traza los mismos caminos interiores que el escrito por Knight para Frears, "Negocios Ocultos"; sin embargo sus protagonistas eran seres ajenos a la atmósfera que ocupaban, en la que terminaban hundiéndose a través de sus más viscosos rincones. Por el contrario Anna, pese a tener sangre ajena (rusa, en este caso), está perfectamente integrada en la sociedad británica; frente a ella destacan los inmigrantes rusos que se infiltran y envenenan las arterias de dicha sociedad, los terribles Vory v Zakone, grupo de tradición criminal, a su vez clásico de la tradición "cronenbergiana" (el grupo aislado, como los sadomasoquistas chiflados de "Crash" o los poderosos "scanners").
En su seno entramos desde la voz, en la distancia, de la joven madre muerta (Tatiana), y desde los ojos de Anna, la extraña, la que se mantiene al otro lado y nunca ha conectado con ese submundo de "gente mala"; esto ya conlleva un obstáculo para el espectador en cuanto a credibilidad de la trama, pues el que una comadrona (por muy ruso que sea su espíritu y por muy fuerte y decidida que nos parezca Naomi Watts) haga frente a un clan de mafiosos es poco menos que una locura del más absurdo nivel. Esto aleja "Promesas del Este" del realismo fatalista de "Una Historia de Violencia" y la desplaza a la fantasía más puramente "noir".
No sin estar revestida de una crudeza que se nos mete bajo la piel y remueve los órganos, a la manera elegante y cruel de Cronenberg y gracias a una sobresaliente labor técnica (el diseño artístico, la elaborada puesta en escena, sobre todo en las secuencias de interiores, y la fotografía, a lo Tom Stern, de Peter Suschitzky). Si las incongruencias hacen decaer esta historia con protagonista femenina lo compensa su contraparte, con protagonista masculino, Nikolai, chófer de los Semionovich, "resolvedor de problemas" para ellos en la sombra y para otros tantos cuya identidad tardará en ser revelada.
Junto al mejor y más implacable Viggo Mortensen que podamos imaginar, cuya documentación acerca de las mafias rusas fue exhaustiva para entender su papel, entramos al mismo mundo pero de un modo diferente, a través de unos ojos que ya pertenecen a él, y donde el camino lógico es seguir hasta penetrar en sus negras entrañas y verse absorbido en ellas. Una historia sin héroes, de clanes, guerras de poder y jefes que no son lo que parecen en la tradición de "El Padrino" y similares (Armin Mueller-Stahl como la versión rusa y terrorífica de Corleone) o, más aproximadamente, del cine de yakuzas, con los mismos códigos de honor, muerte y sacrificio, la misma desolación y unos tatuajes de semejante simbolismo.
Drama clásico por los bajos fondos, lleno de las consabidas traiciones y venganzas, asuntos sucios de los que ocuparse y celos para ocupar el liderazgo; de aquí emerge la masoquista y homoerótica relación entre el chófer y el hijo del vor (el capo), Kirill, quien de algún modo conecta el cuerpo del interior (en este caso Semyon) con el espíritu exterior (Anna), mientras el primero obra de inteligente y muy ambiguo mediador entre todos. En realidad este entramado criminal parece más natural y cercano que toda la heroica y melodramática historia del bebé de la fallecida Tatiana, y más cuando se acerca de este modo al pérfido mundo de la trata de blancas.
Descubierta la verdad todo parece caer en algo rutinario y tópico, incluso mojigato, pero Cronenberg ya nos ha hundido tanto en esta atmósfera amoral y escabrosa que no importa; puede que decida terminar de la forma más anticlimática posible en lugar de ofrecernos el sangriento éxtasis final al que siempre nos ha tenido acostumbrados...
Pero esto no es una película de acción. Y además, ya nos brinda dicho instante en una pelea cuerpo a cuerpo dentro de una sauna que es de lo más íntimamente brutal que ha rodado en toda su carrera. Mortensen, por su parte, se convierte en su nuevo muso después de Jeremy Irons.
Una hermandad de parásitos, de monstruos de las sombras...
¿Quién podría ser el más indicado, aparte de David Lynch, para abrirnos la puerta a este mundo bajo el nuestro? Pues el otro David, de apellido Cronenberg, cuya carrera parecía estar conduciéndose hacia una fase de madurez, o más bien tercera juventud, cuando después de tres años de silencio sorprendió a todo el mundo con "Una Historia de Violencia", aclamada, en una de esas raras veces que se alinean los astros, tanto por el público como por la crítica hasta llegar a ser una de las candidatas en Cannes. "Promesas del Este" es la cara inversa del cuadro, pero bajo la misma sombra.
Escrito por el gran Steven Knight, que ha dejado su sello en calidad de guionista y director en "El Caso Fischer", "Locke" o "Amazing Grace", el proyecto pasa de ser una serie para la BBC a la primera película que aquél realizará por primera vez fuera de Canadá, y no titubea a la hora de traerse todo su universo a cuestas, empezando por un inicio que conecta en esencia a éste con su film previo. En ambos: una ciudad normal, resguardada por la noche; un local que podría situarse en la esquina de nuestra calle; dentro, individuos corrientes hablan sin la menor de las preocupaciones...hasta que la locura estalla ante nuestras alucinadas retinas.
Así es, la cafetería por la barbería, ¿qué importa si uno se ubica en terreno norteamericano y otro en terreno británico? El caso es que los dos establecimientos son puertas por las que cruzar a otros planos de realidad cuya delimitación con nuestra realidad se da por medio de finas líneas que se cruzan casi de manera imperceptible, una subyace bajo la otra. Dos sangrientos accidentes, el asesinato en la nombrada barbería y la muerte de una joven preñada, quedan conectados en un mismo punto, un agujero negro de tinieblas en el corazón londinense al que se nos arrastra con la mayor naturalidad.
En un sentido más amplio, este viaje traza los mismos caminos interiores que el escrito por Knight para Frears, "Negocios Ocultos"; sin embargo sus protagonistas eran seres ajenos a la atmósfera que ocupaban, en la que terminaban hundiéndose a través de sus más viscosos rincones. Por el contrario Anna, pese a tener sangre ajena (rusa, en este caso), está perfectamente integrada en la sociedad británica; frente a ella destacan los inmigrantes rusos que se infiltran y envenenan las arterias de dicha sociedad, los terribles Vory v Zakone, grupo de tradición criminal, a su vez clásico de la tradición "cronenbergiana" (el grupo aislado, como los sadomasoquistas chiflados de "Crash" o los poderosos "scanners").
En su seno entramos desde la voz, en la distancia, de la joven madre muerta (Tatiana), y desde los ojos de Anna, la extraña, la que se mantiene al otro lado y nunca ha conectado con ese submundo de "gente mala"; esto ya conlleva un obstáculo para el espectador en cuanto a credibilidad de la trama, pues el que una comadrona (por muy ruso que sea su espíritu y por muy fuerte y decidida que nos parezca Naomi Watts) haga frente a un clan de mafiosos es poco menos que una locura del más absurdo nivel. Esto aleja "Promesas del Este" del realismo fatalista de "Una Historia de Violencia" y la desplaza a la fantasía más puramente "noir".
No sin estar revestida de una crudeza que se nos mete bajo la piel y remueve los órganos, a la manera elegante y cruel de Cronenberg y gracias a una sobresaliente labor técnica (el diseño artístico, la elaborada puesta en escena, sobre todo en las secuencias de interiores, y la fotografía, a lo Tom Stern, de Peter Suschitzky). Si las incongruencias hacen decaer esta historia con protagonista femenina lo compensa su contraparte, con protagonista masculino, Nikolai, chófer de los Semionovich, "resolvedor de problemas" para ellos en la sombra y para otros tantos cuya identidad tardará en ser revelada.
Junto al mejor y más implacable Viggo Mortensen que podamos imaginar, cuya documentación acerca de las mafias rusas fue exhaustiva para entender su papel, entramos al mismo mundo pero de un modo diferente, a través de unos ojos que ya pertenecen a él, y donde el camino lógico es seguir hasta penetrar en sus negras entrañas y verse absorbido en ellas. Una historia sin héroes, de clanes, guerras de poder y jefes que no son lo que parecen en la tradición de "El Padrino" y similares (Armin Mueller-Stahl como la versión rusa y terrorífica de Corleone) o, más aproximadamente, del cine de yakuzas, con los mismos códigos de honor, muerte y sacrificio, la misma desolación y unos tatuajes de semejante simbolismo.
Drama clásico por los bajos fondos, lleno de las consabidas traiciones y venganzas, asuntos sucios de los que ocuparse y celos para ocupar el liderazgo; de aquí emerge la masoquista y homoerótica relación entre el chófer y el hijo del vor (el capo), Kirill, quien de algún modo conecta el cuerpo del interior (en este caso Semyon) con el espíritu exterior (Anna), mientras el primero obra de inteligente y muy ambiguo mediador entre todos. En realidad este entramado criminal parece más natural y cercano que toda la heroica y melodramática historia del bebé de la fallecida Tatiana, y más cuando se acerca de este modo al pérfido mundo de la trata de blancas.
Descubierta la verdad todo parece caer en algo rutinario y tópico, incluso mojigato, pero Cronenberg ya nos ha hundido tanto en esta atmósfera amoral y escabrosa que no importa; puede que decida terminar de la forma más anticlimática posible en lugar de ofrecernos el sangriento éxtasis final al que siempre nos ha tenido acostumbrados...
Pero esto no es una película de acción. Y además, ya nos brinda dicho instante en una pelea cuerpo a cuerpo dentro de una sauna que es de lo más íntimamente brutal que ha rodado en toda su carrera. Mortensen, por su parte, se convierte en su nuevo muso después de Jeremy Irons.
5 de mayo de 2017
5 de mayo de 2017
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Nikolai es un misterioso y atractivo chófer de una familia mafiosa proveniente de la Europa Oriental. Semyon, el jefe del clan, es en apariencia un hombre mayor de aspecto bonachón al modo del “buen abuelo” que, empero, es capaz de las mayores crueldades. Éste tiene un hijo bebedor y alocado.
Película dirigida con excelencia por un gran David Cronenberg, con un libreto humanista y potente escrito por Steven Knight, una música buena y bonita de Howard Shore (preciosa la escena del acordeón en la fiesta rusa) y una fotografía oscura, acorde al film, de Peter Suschitzky.
En el reparto destaca un Viggo Mortensen muy torero en su papel, cual Manolete, apenas hace aspavientos ni tiene salidas de tono, manteniéndose firme, escueto y templado, pero con gran carisma. Naomi Wats está bella y excelente. Vincent Cassel muy bueno en el papel de hijo del capo principal, pobre personaje dejado llevar del alcohol y las drogas. Armin Mueller-Stahl está genial en el rol de mafioso de aspecto bondadoso y fondo perverso. Y acompañan perfectamente Sinéad Cusack, Donald Sumpter, Jerzy Skolimowski, Josef Altin, Mina E. Mina, Aleksandar Mikic y Tatiana Maslav.
Como vemos es un film de calidad, quizá con más nominaciones que premios en sí, pero bueno, eso de los premios hay que relativizarlo bastante. Entonces yo diría que esta película nos conduce por vericuetos paralelos. De un lado los laberintos intrincados de la mafia del Este (rusa con toda probabilidad) en Londres; y junto a este camino de mafiosos y crueles asesinos, se nos adentra en los vericuetos desconcertantes del espíritu humano, capaz de lo peor y de lo mejor. Esta temática conjunta hace que aparezcan imágenes impactantes, algunas de especial crudeza.
Resulta un film con una apariencia paradójica en la que el mal y el bien conviven de forma extraña pero bien trabada. Así, la maldad de mafiosos como Semyon, convive con el pobre espíritu de Kirill y la entereza y la capacidad amatoria y tierna de Nikolai. De lo que resulta que el film sabe trenzar el bien y el mal, sin caer en maniqueísmos estúpidos, tejiendo bien el paño.
En conclusión, una notable película, compleja, en la que a veces puedes perderte un tanto, brutal también y sobre todo hipnótica. Pero el film, lo tengo que decir, no es redondo, no es sobresaliente, hay elementos en él, asuntos sin duda de guión, que justo al final le hacen perder el gas que había tenido en los momentos precedentes. Es una película que sin duda merece la pena ver, pero que deja la impresión de lo mucho que pudo haber sido pero no fue.
Película dirigida con excelencia por un gran David Cronenberg, con un libreto humanista y potente escrito por Steven Knight, una música buena y bonita de Howard Shore (preciosa la escena del acordeón en la fiesta rusa) y una fotografía oscura, acorde al film, de Peter Suschitzky.
En el reparto destaca un Viggo Mortensen muy torero en su papel, cual Manolete, apenas hace aspavientos ni tiene salidas de tono, manteniéndose firme, escueto y templado, pero con gran carisma. Naomi Wats está bella y excelente. Vincent Cassel muy bueno en el papel de hijo del capo principal, pobre personaje dejado llevar del alcohol y las drogas. Armin Mueller-Stahl está genial en el rol de mafioso de aspecto bondadoso y fondo perverso. Y acompañan perfectamente Sinéad Cusack, Donald Sumpter, Jerzy Skolimowski, Josef Altin, Mina E. Mina, Aleksandar Mikic y Tatiana Maslav.
Como vemos es un film de calidad, quizá con más nominaciones que premios en sí, pero bueno, eso de los premios hay que relativizarlo bastante. Entonces yo diría que esta película nos conduce por vericuetos paralelos. De un lado los laberintos intrincados de la mafia del Este (rusa con toda probabilidad) en Londres; y junto a este camino de mafiosos y crueles asesinos, se nos adentra en los vericuetos desconcertantes del espíritu humano, capaz de lo peor y de lo mejor. Esta temática conjunta hace que aparezcan imágenes impactantes, algunas de especial crudeza.
Resulta un film con una apariencia paradójica en la que el mal y el bien conviven de forma extraña pero bien trabada. Así, la maldad de mafiosos como Semyon, convive con el pobre espíritu de Kirill y la entereza y la capacidad amatoria y tierna de Nikolai. De lo que resulta que el film sabe trenzar el bien y el mal, sin caer en maniqueísmos estúpidos, tejiendo bien el paño.
En conclusión, una notable película, compleja, en la que a veces puedes perderte un tanto, brutal también y sobre todo hipnótica. Pero el film, lo tengo que decir, no es redondo, no es sobresaliente, hay elementos en él, asuntos sin duda de guión, que justo al final le hacen perder el gas que había tenido en los momentos precedentes. Es una película que sin duda merece la pena ver, pero que deja la impresión de lo mucho que pudo haber sido pero no fue.
1 de agosto de 2018
1 de agosto de 2018
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Mi padre era minero, vivió enterrado toda su vida…
Así se define en una sola frase lapidaria que es pura melancolía escrita en el diario de una prostituta rusa lo que es Promesas del Este.
Con el pretexto de una historia de mafias rusas londinenses y trata de blancas Cronenberg nos cuenta que la prostituta no es la chica, la puta es el hombre y su alma.
Una historia de violencia, penúltima del director y una de las pocas obras maestras del cine de los últimos años – junto a El viento que agita la cebada de Ken Loach – provenía del cómic y definía la figura del héroe de verdad – sin máscaras, sin capa ni espada ni doble moral - en un mundo, éste, donde la miseria humana es el malo de turno.
Promesas del Este forma parte de la que podría definirse como su trilogía del héroe contemporáneo – que comenzó con el inestable Ralph Fiennes de Spider – porque a pesar de que la historia no proviene del cómic, el genio filma una novela gráfica en imágenes.
Pocas películas son capaces de crear héroes de carne y hueso. Sin city era fantoche, 300, músculos y jabón, Batman, tan oscura como poco brillante, Superman encantadora pero profunda como los calzoncillos rojos de Clark Kent. Mejor rescatar locuras asiáticas, Ichi the killer y Old boy o excepciones occidentales, Camino a la perdición.
Cronenberg sí sabe crearlos. Por autor con discurso y estilo y porque consigue que de un relato mezcla de fantasías y promesas contextuales surja una historia arrebatadora llena de realidades; diseccionando como hicieron sus gemelos de Inseparables la profunda decepción que siente hacia el hombre o el habernos metamorfoseado - como su mosca goldblumniana - de lo malo en lo peor, un mundo basura, un ser humano que apesta.
Y el héroe, Viggo Mortensen, un héroe que se contradice porque su poder es la imperfección, es mucho más gigante con Cronenberg que con el Alatriste de Díaz Yanes o el Aragorn de Peter Jackson. Nikolai Luzhin, su personaje, nos llega al alma porque desnuda nuestras miserias, que también son las suyas.
Una historia de violencia transcurría en los Estados Unidos, Promesas del Este en Londres, la elección no es casual. Cronenberg lo tiene claro, tras la magnífica apariencia que damos se esconde el monstruo, falso, hipócrita y mentiroso. Por eso dota a todos sus personajes, magistrales todos – y entre ellos un Vincent Cassel desconocido y memorable – de una doble identidad. Nada es lo que parece ni nadie lo que aparenta.
Los tatuajes de Nikolai nos dan la pauta, cuentan su vida como metáforas de las huellas de su pasado. No somos lo que decimos – las palabras son mentirosas - somos lo que hacemos, lo ocultemos o no. Yo soy yo y mis circunstancias que decía Ortega y Gasset. He ahí la tragedia que arrastramos.
El último plano de Promesas del Este - desde ya genial, perturbador y duradero - evoca como el final de Conan el Bárbaro la melancolía y la magnificiencia del rey sentado en su trono, del héroe vencedor pero también vencido por todo lo que queda por delante.
Suerte Nikolai Luzhin.
Así se define en una sola frase lapidaria que es pura melancolía escrita en el diario de una prostituta rusa lo que es Promesas del Este.
Con el pretexto de una historia de mafias rusas londinenses y trata de blancas Cronenberg nos cuenta que la prostituta no es la chica, la puta es el hombre y su alma.
Una historia de violencia, penúltima del director y una de las pocas obras maestras del cine de los últimos años – junto a El viento que agita la cebada de Ken Loach – provenía del cómic y definía la figura del héroe de verdad – sin máscaras, sin capa ni espada ni doble moral - en un mundo, éste, donde la miseria humana es el malo de turno.
Promesas del Este forma parte de la que podría definirse como su trilogía del héroe contemporáneo – que comenzó con el inestable Ralph Fiennes de Spider – porque a pesar de que la historia no proviene del cómic, el genio filma una novela gráfica en imágenes.
Pocas películas son capaces de crear héroes de carne y hueso. Sin city era fantoche, 300, músculos y jabón, Batman, tan oscura como poco brillante, Superman encantadora pero profunda como los calzoncillos rojos de Clark Kent. Mejor rescatar locuras asiáticas, Ichi the killer y Old boy o excepciones occidentales, Camino a la perdición.
Cronenberg sí sabe crearlos. Por autor con discurso y estilo y porque consigue que de un relato mezcla de fantasías y promesas contextuales surja una historia arrebatadora llena de realidades; diseccionando como hicieron sus gemelos de Inseparables la profunda decepción que siente hacia el hombre o el habernos metamorfoseado - como su mosca goldblumniana - de lo malo en lo peor, un mundo basura, un ser humano que apesta.
Y el héroe, Viggo Mortensen, un héroe que se contradice porque su poder es la imperfección, es mucho más gigante con Cronenberg que con el Alatriste de Díaz Yanes o el Aragorn de Peter Jackson. Nikolai Luzhin, su personaje, nos llega al alma porque desnuda nuestras miserias, que también son las suyas.
Una historia de violencia transcurría en los Estados Unidos, Promesas del Este en Londres, la elección no es casual. Cronenberg lo tiene claro, tras la magnífica apariencia que damos se esconde el monstruo, falso, hipócrita y mentiroso. Por eso dota a todos sus personajes, magistrales todos – y entre ellos un Vincent Cassel desconocido y memorable – de una doble identidad. Nada es lo que parece ni nadie lo que aparenta.
Los tatuajes de Nikolai nos dan la pauta, cuentan su vida como metáforas de las huellas de su pasado. No somos lo que decimos – las palabras son mentirosas - somos lo que hacemos, lo ocultemos o no. Yo soy yo y mis circunstancias que decía Ortega y Gasset. He ahí la tragedia que arrastramos.
El último plano de Promesas del Este - desde ya genial, perturbador y duradero - evoca como el final de Conan el Bárbaro la melancolía y la magnificiencia del rey sentado en su trono, del héroe vencedor pero también vencido por todo lo que queda por delante.
Suerte Nikolai Luzhin.
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