Cero en conductaMediometraje
Drama. Comedia
Obra maestra donde Jean Vigo (muerto a los 29 años con tan sólo cuatro películas en su haber) retrata sus recuerdos infantiles a través de la historia de cuatro jóvenes estudiantes franceses que, sujetos a un estricto régimen escolar, deciden rebelarse contra la institución. Filme prohibido en Francia en su estreno por su presunto mensaje antipatriótico. (FILMAFFINITY)
25 de julio de 2019
25 de julio de 2019
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Terminando de ver “Zéro de conduite” (1933) de Jean Vigo con Louis Lefebvre, Gilbert Pluchon, Gérard de Bédarieux, Constantin Goldstein-Kehler, Jean Dasté, Robert Le Flon, entre otros. Cortometraje de comedia francés de 41 minutos, que sigue a 4 estudiantes de una escuela cuando se rebelan contra el sistema educativo burocrático y represivo. El filme fue considerado “un violento panfleto libertario” por lo que estuvo prohibido en Francia hasta el 15 de febrero de 1946; siendo la primera película francesa que ha sido oficialmente prohibida por la censura. El título “Cero en conducta” se refiere a la calificación que el chico obtendría y que le impediría salir en domingo. En el fondo, la historia muestra la influencia de la obra de teatro “Ubu Roi” de Alfred Jarry; y la vulnerabilidad de un niño en el mundo adulto; por lo que se puede apreciar una división social marcada por una minoría fuerte que impone su voluntad a una mayoría débil. El filme contó con un presupuesto de 200,000 francos, donde el director usó en su mayoría actores no profesionales y, a veces, personas que encontraba en la calle. Pero el filme vale por “momentos”, muchos de los cuales incluyen efectos especiales visuales mostrados de manera onírica, sea de perspectiva, con alambres que hacen que objetos floten o bien el uso de animaciones; pero todo ello es mostrado y olvidado, sin peso, como un elemento estrictamente narrativo en una historia que no convence y no dice nada. En su época pudo ser revolucionaria y hasta anárquica, pero hoy no queda nada interesante salvo por esos detalles que para su tiempo fueron bastante innovadores. En definitiva, el filme es un canto al anarquismo infantil, y tuvo una gran influencia en la ópera prima de François Truffaut “Les quatre cents coups” (1959) y en el filme de Lindsay Anderson “if…” (1968) “¿Quiénes se ganaron el cero en conducta?”
NO RECOMENDADA.
NO tendrá nota en Lecturas Cinematográficas
http://lecturascinematograficas.blogspot.com/
NO RECOMENDADA.
NO tendrá nota en Lecturas Cinematográficas
http://lecturascinematograficas.blogspot.com/
18 de julio de 2007
18 de julio de 2007
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película en la línea del estudiante inconformista y revolucionario aderezada en todo momento con toques surrealistas propios de los ideales que suelen morar la cabeza de los líderes revolucionarios. Vigo se hace eco de la locura que suele acompañar a las actitudes febriles revolucionarias y rueda 45 minutos de buena cinta.
La guerra de almohadones con plumas por doquier ha pasado a la historia del cine como escena mítica. El plano subjetivo del espejo en el despacho del director...recuerda a la mítica escena del espejo de "Sopa de Ganso" de Leo McCarey, también de 1933.
Quizá Cohn Bendit se sirvió de este "Cero en conducta" para llevar a cabo el mayo del 68 revolucionario, y aprovechando todo a Lindsay Anderson se le ocurrió rodar "If..."
Cero en conducta está bien. Y si no te gusta sólo "pierdes" 45 minutos, algo siempre de agradecer.
La guerra de almohadones con plumas por doquier ha pasado a la historia del cine como escena mítica. El plano subjetivo del espejo en el despacho del director...recuerda a la mítica escena del espejo de "Sopa de Ganso" de Leo McCarey, también de 1933.
Quizá Cohn Bendit se sirvió de este "Cero en conducta" para llevar a cabo el mayo del 68 revolucionario, y aprovechando todo a Lindsay Anderson se le ocurrió rodar "If..."
Cero en conducta está bien. Y si no te gusta sólo "pierdes" 45 minutos, algo siempre de agradecer.
21 de abril de 2015
21 de abril de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El valor conceptual de esta considerada obra maestra de la cinematografía firmada por el joven francés Jean Vigo (1905-1934) está muy por encima del resultado final que adolece de un director aún inexperto, un vendaval de ideas e impulsos a veces deslavazados y sobre todo carencia de medios. Su visionado actual puede dejarnos algo desconcertados e insatisfechos si no enfocamos en su justa medida lo que supuso esta cinta en el cine actual.
En su momento fue un fracaso de crítica y público aparte de ser prohibida en Francia por la más que evidente sátira hacia un modelo social y educativo anclado en el siglo XIX que olía ya a descomposición y que en nuestro país se vio prolongado unas cuantas décadas más. Truffaut y el movimiento de la "nouvelle vague" puso en valor la genialidad de Vigo inspirando al cine en general y a obras concretas en particular como "Los cuatrocientos golpes" (1959) del propio Truffaut o "If" ´(Lindsay Anderson / 1968).
En los años 30 del siglo pasado Jean Vigo es un joven enfermo de tuberculosis, marcado por las ideas anarquistas de un padre asesinado en la cárcel, una infancia y juventud de internado, una esponja ante las nuevas vanguardias, sobre todo el surrealismo y una pasión donde dar cauce a todo ello: el cine. A través del cine-club que crea en Niza: "Les Amis du Cinéma" accede a películas de calidad sobre todo rusas y junto con el director de fotografía Boris Kaufman que llegó a triunfar en USA, se lanza a proyectar sus inquietudes, donde se condensan y sintetizan acertadamente, a mi juicio, los experimentos surrealistas y vanguardistas de pioneros como Buñuel o Germaine Dulac dando lugar al llamado "realismo poético" que abre nuevas puertas expresivas al invento de los Lumiere.
Así pues, "Cero en conducta" es una encrucijada donde se dan cita las experiencias de infancia y juventud del propio Vigo, su espíritu anarquista y libertario concretado en el único estado del hombre donde aún pueden tener cabida, la sátira social, el simbolismo, el cine silente y su iconos junto al nuevo "cine verité" y la experimentación fílmica tanto en el fondo como en la forma.
Es famosa la escena de la pelea de almohadas, quizás hoy menos efectiva, como referente poético, estético y simbólico y otras como la final con connotaciones evidentes. Sin embargo me quedo con ese genial comienzo en que dos chavales se reencuentran en un tren después del periodo veraniego y se ponen al día de sus nuevos avances en el mundo de las cosas que apenas tienen importancia pero que nos hacen reír y soñar. En frente un hombre adulto impasible parece dormir, o puede que en realidad este muerto.
En su momento fue un fracaso de crítica y público aparte de ser prohibida en Francia por la más que evidente sátira hacia un modelo social y educativo anclado en el siglo XIX que olía ya a descomposición y que en nuestro país se vio prolongado unas cuantas décadas más. Truffaut y el movimiento de la "nouvelle vague" puso en valor la genialidad de Vigo inspirando al cine en general y a obras concretas en particular como "Los cuatrocientos golpes" (1959) del propio Truffaut o "If" ´(Lindsay Anderson / 1968).
En los años 30 del siglo pasado Jean Vigo es un joven enfermo de tuberculosis, marcado por las ideas anarquistas de un padre asesinado en la cárcel, una infancia y juventud de internado, una esponja ante las nuevas vanguardias, sobre todo el surrealismo y una pasión donde dar cauce a todo ello: el cine. A través del cine-club que crea en Niza: "Les Amis du Cinéma" accede a películas de calidad sobre todo rusas y junto con el director de fotografía Boris Kaufman que llegó a triunfar en USA, se lanza a proyectar sus inquietudes, donde se condensan y sintetizan acertadamente, a mi juicio, los experimentos surrealistas y vanguardistas de pioneros como Buñuel o Germaine Dulac dando lugar al llamado "realismo poético" que abre nuevas puertas expresivas al invento de los Lumiere.
Así pues, "Cero en conducta" es una encrucijada donde se dan cita las experiencias de infancia y juventud del propio Vigo, su espíritu anarquista y libertario concretado en el único estado del hombre donde aún pueden tener cabida, la sátira social, el simbolismo, el cine silente y su iconos junto al nuevo "cine verité" y la experimentación fílmica tanto en el fondo como en la forma.
Es famosa la escena de la pelea de almohadas, quizás hoy menos efectiva, como referente poético, estético y simbólico y otras como la final con connotaciones evidentes. Sin embargo me quedo con ese genial comienzo en que dos chavales se reencuentran en un tren después del periodo veraniego y se ponen al día de sus nuevos avances en el mundo de las cosas que apenas tienen importancia pero que nos hacen reír y soñar. En frente un hombre adulto impasible parece dormir, o puede que en realidad este muerto.
9 de abril de 2016
9 de abril de 2016
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
De entre las muchas magias del Cine, la que más agradezco es darme de bruces con ese plano, instante, o fotograma, que me conduce, sin yo permitirlo, de la observación contenida al asombro y al pálpito. Me refiero, evidentemente, a enamorarse inesperadamente de una película que, hasta entonces, sólo mirabas. 'Cero en conducta' contiene uno de esos milagrosos pasajes.
En la escena de la procesión infantil, el compositor Maurice Jaubert reproduce una melodía transcrita hacia atrás; lo que resulta es una inefable fuente de sonidos que podrían ser la música de un sueño, si estos tuviesen una. Vigo, el director, captura a sus infantes y nos los muestra a cámara lenta; podemos detenernos en sus rostros joviales y enérgicos, mientras las plumas de los almohadones caen lentamente del cielo. Hay muchos elementos en esta escena que, unidos, en irrepetible alquimia, bien valen por muchas películas enteras.
Me resultaría injusto reducir 'Cero en conducta' a alegoría política, a baluarte cinematográfico de ideales progresistas, a propaganda. Los propósitos políticos pueden ser complemento, pero nunca fin del Arte, y, en los tiempos actuales, en que la cuestión política a menudo rivaliza en zafiedad y ramplonería con las peores tertulias televisivas, la película de Vigo podría ser minusvalorada por propósitos utilitarios. Claro que hay mucha reivindicación en ella, mucho espíritu libertario, pero de una forma tierna, humorística e ingenua; trascendente. El niño, inagotable, echándose encima del agotado adulto, festejando ese único y último momento de su vida en que podrá ser eternamente libre.
Gracias.
En la escena de la procesión infantil, el compositor Maurice Jaubert reproduce una melodía transcrita hacia atrás; lo que resulta es una inefable fuente de sonidos que podrían ser la música de un sueño, si estos tuviesen una. Vigo, el director, captura a sus infantes y nos los muestra a cámara lenta; podemos detenernos en sus rostros joviales y enérgicos, mientras las plumas de los almohadones caen lentamente del cielo. Hay muchos elementos en esta escena que, unidos, en irrepetible alquimia, bien valen por muchas películas enteras.
Me resultaría injusto reducir 'Cero en conducta' a alegoría política, a baluarte cinematográfico de ideales progresistas, a propaganda. Los propósitos políticos pueden ser complemento, pero nunca fin del Arte, y, en los tiempos actuales, en que la cuestión política a menudo rivaliza en zafiedad y ramplonería con las peores tertulias televisivas, la película de Vigo podría ser minusvalorada por propósitos utilitarios. Claro que hay mucha reivindicación en ella, mucho espíritu libertario, pero de una forma tierna, humorística e ingenua; trascendente. El niño, inagotable, echándose encima del agotado adulto, festejando ese único y último momento de su vida en que podrá ser eternamente libre.
Gracias.
28 de octubre de 2012
28 de octubre de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ni siquiera soñando se es completamente libre. ¡Cuantas veces soñamos que estamos haciendo algo que no logramos terminar por más que lo deseamos, o soñamos con algo que queremos sacar de nuestra mente, pero sigue asediándonos de manera obstinada u obsesiva! Estamos atados por normas, leyes, tradiciones culturales, por el deber ser y por nuestra conciencia… y a todo esto le debemos un grado de respeto del que es imposible sustraerse, y al fin y al cabo, nos queda entender que, la libertad no es hacer todo lo que queremos sino solo lo que debemos, pues la capacidad, y decisión, de elegir lo que es correcto en contra de lo que puede interesarnos, es el más alto grado de libertad que puede alcanzar el individuo.
Ni siquiera, en ese onírico y anárquico manifiesto que recrea el joven Jean Vigo en su película “CERO EN CONDUCTA”, consigue ser tan libre como, de seguro, él deseaba, porque sino, creo que hubiera dado rienda suelta a dos o tres cosas que, en particular, se nota que le interesaban.
Hijo de padre anarquista, muerto en prisión cuando él contaba apenas con doce años, Vigo tuvo que pasar por varias escuelas del Estado donde sufrió toda clase de vejámenes y se enfermó de tuberculosis. Esto lo marcaría para siempre, y por eso, su cine se manifiesta contra el sistema, contra la cultura dominante, contra el pudor… y contra la falta de libertad.
Su película está hecha con muy escasos recursos y eso se le nota en el caminado. Pero Vigo se las ingenia para meterle gracia; simpáticas caricaturas como la del niño con barbas que hace las veces de director o la del profesor que ostenta sus habilidades gimnásticas; críticas objetivas a las pobres condiciones en que se tiene a los niños en el internado (estrechez, mala alimentación, irrespeto…); y claras alegorías a la libertad, en escenas como la batalla de las almohadas o la de los niños caminando por el tejado.
Me parece demasiado generoso catalogar esta película experimental como una obra maestra, pero creo que da cuenta, sin duda, de la gran esperanza que, Jean Vigo, representaba para el cine francés. Infortunadamente, su muerte por leucemia a la corta edad de 29 años, truncó una promisoria carrera que hubiera dado mucho que hacer a las juntas de censura, las mismas que se ensañaron con la escasa filmografía que logró realizar.
Me surge al paso esta reflexión: Una juventud difícil es, con frecuencia, la escuela preparatoria para convertirse en un artista crítico que sabe de lo que habla. Se trata tan solo de saber aprovechar cualquier ocasión que surja en el camino… y puedes tener confianza de que surgirá.
Ni siquiera, en ese onírico y anárquico manifiesto que recrea el joven Jean Vigo en su película “CERO EN CONDUCTA”, consigue ser tan libre como, de seguro, él deseaba, porque sino, creo que hubiera dado rienda suelta a dos o tres cosas que, en particular, se nota que le interesaban.
Hijo de padre anarquista, muerto en prisión cuando él contaba apenas con doce años, Vigo tuvo que pasar por varias escuelas del Estado donde sufrió toda clase de vejámenes y se enfermó de tuberculosis. Esto lo marcaría para siempre, y por eso, su cine se manifiesta contra el sistema, contra la cultura dominante, contra el pudor… y contra la falta de libertad.
Su película está hecha con muy escasos recursos y eso se le nota en el caminado. Pero Vigo se las ingenia para meterle gracia; simpáticas caricaturas como la del niño con barbas que hace las veces de director o la del profesor que ostenta sus habilidades gimnásticas; críticas objetivas a las pobres condiciones en que se tiene a los niños en el internado (estrechez, mala alimentación, irrespeto…); y claras alegorías a la libertad, en escenas como la batalla de las almohadas o la de los niños caminando por el tejado.
Me parece demasiado generoso catalogar esta película experimental como una obra maestra, pero creo que da cuenta, sin duda, de la gran esperanza que, Jean Vigo, representaba para el cine francés. Infortunadamente, su muerte por leucemia a la corta edad de 29 años, truncó una promisoria carrera que hubiera dado mucho que hacer a las juntas de censura, las mismas que se ensañaron con la escasa filmografía que logró realizar.
Me surge al paso esta reflexión: Una juventud difícil es, con frecuencia, la escuela preparatoria para convertirse en un artista crítico que sabe de lo que habla. Se trata tan solo de saber aprovechar cualquier ocasión que surja en el camino… y puedes tener confianza de que surgirá.
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