La comuna
6 de enero de 2025
6 de enero de 2025
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Si de Vinterberg has visto su magnífica "La Caza", entonces es bastante probable que con "La Comuna" te lleves las manos a la cabeza de la misma manera que el padre de Erik se las llevaría a la suya si resucitara y viera la necedad y pusilanimidad de su hijo. Y no te las llevarás a la cabeza precisamente por la calidad excelsa de la película, sino más bien por la sensación que deja de producto entre blandengue y mal acabado, de historia que rebosa imperfección, falta de brío, cierto nivel de estupidez narrativa en según qué momentos y de pasar ante nuestros ojos sin ofrecernos lo que esperamos realmente viendo la portada y lo que un título que dice "La Comuna" pudiera sugerir. No es de hecho una película que hable de las interesantes interacciones y conflictos que puede ofrecer una vida en comunidad dentro de una misma casa entre personas no pertenecientes todas a la misma familia. No es "Parásitos", para entendernos. Esto se toca de manera tan sucinta, quasi testimonial, que es probable que o bien te sientas en parte engañado o bien te quedes con la duda de si "La Caza" fue más un accidente dentro de un momento puntual de lucidez.
Así que no, no te dejes engañar por su aire hippy ni por su ambiente anárquico lleno de almas libres que circulan por la casa como Pedro por la suya, luciendo desfiles genitales, muestras de traseros y aparente buenrollismo happy flower democrático por y para el buen mantenimiento de la espiritualidad del grupo, porque "La Comuna" de Vinterberg no es más que una película del montón de una de esas tantas parejas que atraviesan por momentos de verdadera crisis matrimonial, y que el director conduce con aires de cierta presuntuosidad dentro de ese habitual tono plomizo, pastoso y fangoso digno de tantas pelis venidas de los países nórdicos, y que acaba derivando en algo ciertamente enrevesado, poco creíble, fofo y un tanto previsible. No digo con ello que el resultado sea malo, pues aún con todo eso admite ciertas lecturas, pero sí lo suficientemente mejorable como para que uno al menos no se sienta caminando por esas mismas arenas movedizas de las que Erik y Anna pretenden salir torpemente y en las que a pesar de sus movimientos van poco a poco hundiéndose más y más.
Porque la solución a tus problemas de pareja no pasa ni por rodearte de tropecientas mil personas viviendo a tu costa sin dar un puñetero palo al agua (por aquello de ofrecerte compañía y un cambio de aires a cambio de que te chupen la sangre) ni por ir a caer en brazos del adulterio. Porque como bien dicen los dichos, "Los trapos sucios se lavan en casa" y "Cada cual en su casa y Dios en la de todos". Pero aquí sin embargo los trapos sucios se lavan en la plaza del pueblo a la vista de todo el mundo y Dios está en su casa y cada cual en la de todos, de modo que el espíritu libre que tanto promociona la película se torna en una especie de recto e inamovible juicio ético a una pareja enfangada hasta las cejas y en cuyo sótano del amor propio y de la miseria moral siempre parece haber un piso más abajo. Una pareja ahogada sobre sí misma, víctima de la rutina y el paso de los años, completamente inepta a la hora de encontrar una solución coherente a sus problemas de identidad personal, Vinterberg tortura a ambos (y a nosotros de paso) sacándose conejos de la chistera e inventándose válvulas de escape con las que es difícil hallar cierta empatía emocional por lo poco creíble de las situaciones. Y mientras tanto allí está la comuna, mero elemento ornamental que aquí se eleva injustificadamente hasta el punto de llegar a darle, no menos injustificadamente, el nombre a la película.
¿Fotografía bien el tema de los problemas maritales y extramaritales y la mella que estos van dejando a su paso? SÍ
¿Aporta algo la supuesta comuna al problema de fondo que trata la película? A mi juicio, NO.
Entonces, ¿por qué llamar "La Comuna" a una historia donde en último término el tema de la comuna creo que no aporta nada? He ahí la torpeza y el engaño de Vintenberg, el cebo con el que viste de algo sugerente y diferente una película más del montón de líos de sábanas, tríos a medias, niños coyunturalmente traumatizados, mujeres despechadas, cabrones que no saben ni lo que quieren y padres que se llevarían como hemos dicho las manos a la cabeza si levantaran la cabeza y vieran en qué especie de carabina de Ambrosio se ha convertido la casa en la que con tanto esfuerzo criaron a los suyos.
Así que no, no te dejes engañar por su aire hippy ni por su ambiente anárquico lleno de almas libres que circulan por la casa como Pedro por la suya, luciendo desfiles genitales, muestras de traseros y aparente buenrollismo happy flower democrático por y para el buen mantenimiento de la espiritualidad del grupo, porque "La Comuna" de Vinterberg no es más que una película del montón de una de esas tantas parejas que atraviesan por momentos de verdadera crisis matrimonial, y que el director conduce con aires de cierta presuntuosidad dentro de ese habitual tono plomizo, pastoso y fangoso digno de tantas pelis venidas de los países nórdicos, y que acaba derivando en algo ciertamente enrevesado, poco creíble, fofo y un tanto previsible. No digo con ello que el resultado sea malo, pues aún con todo eso admite ciertas lecturas, pero sí lo suficientemente mejorable como para que uno al menos no se sienta caminando por esas mismas arenas movedizas de las que Erik y Anna pretenden salir torpemente y en las que a pesar de sus movimientos van poco a poco hundiéndose más y más.
Porque la solución a tus problemas de pareja no pasa ni por rodearte de tropecientas mil personas viviendo a tu costa sin dar un puñetero palo al agua (por aquello de ofrecerte compañía y un cambio de aires a cambio de que te chupen la sangre) ni por ir a caer en brazos del adulterio. Porque como bien dicen los dichos, "Los trapos sucios se lavan en casa" y "Cada cual en su casa y Dios en la de todos". Pero aquí sin embargo los trapos sucios se lavan en la plaza del pueblo a la vista de todo el mundo y Dios está en su casa y cada cual en la de todos, de modo que el espíritu libre que tanto promociona la película se torna en una especie de recto e inamovible juicio ético a una pareja enfangada hasta las cejas y en cuyo sótano del amor propio y de la miseria moral siempre parece haber un piso más abajo. Una pareja ahogada sobre sí misma, víctima de la rutina y el paso de los años, completamente inepta a la hora de encontrar una solución coherente a sus problemas de identidad personal, Vinterberg tortura a ambos (y a nosotros de paso) sacándose conejos de la chistera e inventándose válvulas de escape con las que es difícil hallar cierta empatía emocional por lo poco creíble de las situaciones. Y mientras tanto allí está la comuna, mero elemento ornamental que aquí se eleva injustificadamente hasta el punto de llegar a darle, no menos injustificadamente, el nombre a la película.
¿Fotografía bien el tema de los problemas maritales y extramaritales y la mella que estos van dejando a su paso? SÍ
¿Aporta algo la supuesta comuna al problema de fondo que trata la película? A mi juicio, NO.
Entonces, ¿por qué llamar "La Comuna" a una historia donde en último término el tema de la comuna creo que no aporta nada? He ahí la torpeza y el engaño de Vintenberg, el cebo con el que viste de algo sugerente y diferente una película más del montón de líos de sábanas, tríos a medias, niños coyunturalmente traumatizados, mujeres despechadas, cabrones que no saben ni lo que quieren y padres que se llevarían como hemos dicho las manos a la cabeza si levantaran la cabeza y vieran en qué especie de carabina de Ambrosio se ha convertido la casa en la que con tanto esfuerzo criaron a los suyos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
He aquí algunos de los ejemplos dignos de la filosofía y metafísica que Vinterberg luce en "La Comuna":
- Hola cariño, tenemos un problema de pareja. Resolvámoslo llenando la casa de gañanes y pelagatos, porque estoy aburrida de escucharte siempre decir las mismas cosas.
- Hola, soy una de tus alumnas de tercero, ¿quieres follarme?
- Hola. Sí. Bájate las bragas.
- Hola, ¿eres la puta de tercero con la que mi marido me pone los cuernos?
- Hola, sí.
- ¿Quedamos para ir de compras?
- ¡Genial!
- Hola, tengo 14 años y mi papá le pone los cuernos a mi mamá.
- Ah vale. Pues vente a mi casa y bájate las bragas.
- ¡Mola!
¡¡¡Va Vinterberg, sube el nivel, coño!!!
- Hola cariño, tenemos un problema de pareja. Resolvámoslo llenando la casa de gañanes y pelagatos, porque estoy aburrida de escucharte siempre decir las mismas cosas.
- Hola, soy una de tus alumnas de tercero, ¿quieres follarme?
- Hola. Sí. Bájate las bragas.
- Hola, ¿eres la puta de tercero con la que mi marido me pone los cuernos?
- Hola, sí.
- ¿Quedamos para ir de compras?
- ¡Genial!
- Hola, tengo 14 años y mi papá le pone los cuernos a mi mamá.
- Ah vale. Pues vente a mi casa y bájate las bragas.
- ¡Mola!
¡¡¡Va Vinterberg, sube el nivel, coño!!!
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