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Otelo (Othello)

Drama El inmortal texto de William Shakespeare sobre los celos según Orson Welles. (FILMAFFINITY)
Críticas 23
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7
4 de febrero de 2010
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otelo, del gran, único e incomparable Shackespeare se encuentra de pronto bajo el control de un director tan enfermizamente obsesivo como el propio prota de esta obra de teatro. El resultado es satisfactorio, aunque se notan mucho determinadas decisiones estéticas ajenas al libro que de ningun modo alteran el espíritu de su creador original, pero sí construyen un universo que, de pronto, se nos antoja como "distinto" al de sus raíces.

Primeros planos, planos detalle, un uso cuasi maníaco de planos cenitales, picados y contrapicados: Welles no se priva de nada para su Otelo personal, y no tan personal, puesto que por debajo de este enorme dispositivo cinematográfico podemos vislumbrar a todas luces la sustancia primigenia de un escritor inglés que hacía de cada frase un testamento para la inmortalidad. La obra está llena de Shackespeare, pero bajo el envase de Wells, ésto es: un tono extraño, muy extraño, afectado a niveles peripatéticos estudiados. Cortes de escena bruscos que se suceden en imágenes confusas, diríase alucinadas.

Creo entender esta decisión estética: el mundo de Otelo es el sueño de Otelo; es el sueño de Otelo bajo las formas de un manipulador como Iago; es Iago que crea el sueño de su señor mediante el control de su ego hasta desencadenar la destrucción de todo lo puro que allí podía percibirse en pro del deseo de poder velado que domina toda la obra.
Ni una coma, quise escribirlo como ensalada porque así nos la presenta Wells, esa es la cabeza de un hombre confundido que se pierde concientemente dentro de un sitio oscuro del que ya no quiere, concientemente, volver.
8
9 de noviembre de 2012 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Welles hace de la escasez de recursos un arte. Con un rodaje que se extendió durante tres años es capaz de filmar la inmortal obra de Shakespeare y convertirla en una lección de caligrafía cinematográfica con todo un compendio de planos que buscan el ángulo imposible, ocultando a la vez su carencia de medios. El barroco expresionismo que desprenden sus imágenes hacen de esta película un manjar visual de primorosa exquisited. Las imágenes devoran las palabras del dramaturgo y uno se olvida que está viendo una adaptación teatral, aún contando con actuaciones solventes.

Siempre me he imaginado qué sería capaz de hacer este genio si hubiese tenido la misma permisividad que otros cineastas de su generación, con buenos presupuestos y libertad para plasmar sus ideas. Lo dicho, genio.
8
9 de junio de 2011 3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un premio en Cannes resulta ya insuficiente para tanto trabajo del genio Orson Welles en su Otelo. Y es que si vemos las primeras secuencias en claro expresionismo Alemán y sentido barroco. No podemos más que sentir compasión ante el esfuerzo de un Orson que casi se planta ante los tamaños de un Shakespeare a nivel cinematográfico. Pero Welles en su búsqueda del demonio de los ojos verdes llamado celos, ha fracasado. Porque él nunca fue un dios en el universo del cine y la memoria cinéfila ingrata como mujer malvada, casi ha olvidado eta obra de arte. Y un 8 resulta más pobre que su premio en Cannes.
7
25 de diciembre de 2018 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“The Tragedy of Othello: The Moor of Venice” constituye un inapelable milagro cinematográfico. Sólo un genio con la determinación —por no recurrir a un término más grueso— de Orson Welles podría haberse sobrepuesto a tamaño sinfín de dificultades, zancadillas y puñaladas traperas —dignas en sí mismas de una obra de Shakespeare— para traducir las palabras del “Bardo” en clave expresionista.
Respecto a las complicaciones financieras a que hubo de hacer frente —la película acabó siendo autoproducida y apátrida, compitiendo en Cannes (y ganando) bajo bandera marroquí—, el propio Welles las desgrana con cínica fruición en el documental que dirigió para la televisión de la RFA “Erinnerungen an Othello” (Filming Othello, 1978), por lo que no parece necesario extenderse en exceso. Si bien conviene denunciar, de nuevo y tantas veces como sea menester, la mezquindad con que la industria americana trató al que seguramente haya sido, junto a John Ford, su cineasta más brillante, obligándolo a un vergonzante exilio artístico cuya primera parada fue esta “Othello”.
Posiblemente sea en las estrecheces presupuestarias donde haya que buscar el motivo para la apuesta, arriesgada —por anacrónica— y sin embargo muy afortunada, que Welles hace por una plástica en evidente deuda con el expresionismo. El fecundo movimiento alemán de los años veinte debía buena parte de su innovadora imaginería a la necesidad de disimular escenografías muy precarias. Esfumados los patrocionios, Welles debió de encontrarse con un problema bastante similar, pues la película se rodó a salto de mata a lo largo de cuatro años, cuando lograba reunir el dinero suficiente para retomarla. Dichas penurias explicarían asimismo cierta inconexión, próxima incluso al fallo de “raccord”, de que adolece “Othello”. No obstante, tal discontinuidad coadyuva sobremanera a recrear la mente en ruinas de su protagonista.
Insisto en que, contra lo que la lógica invita a creer, la radical opción estética supone un acierto fuera de toda duda. O quizá no resulte tan sorprendente, ya que, escrita en 1603, “Otelo” se cuenta entre los textos más sombríos de su autor. Se antoja hasta un punto psicoanalítica “avant la lettre”. Las angulaciones forzadas —rayanas en la contractura—, encuadres imposibles y abruptos claroscuros hacen de la tragedia original una pesadilla inolvidable, de una modernidad formal y un vigor visual pocas veces vistos en pantalla. Una gozada enfermiza, una experiencia necesaria. En fin, creo que no peco de entusiasta si afirmo que, pese a no faltar los ejemplos —sólo de “Otelo” hay nueve versiones—, estamos ante la mejor adaptación de Shakespeare nunca realizada.
8
15 de abril de 2023 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las primeras imágenes son magníficas, y son, sin lugar a dudas, un antecedente de lo que más tarde vemos en Bermang. Ese silencia, esos blancos y negros, esas caras iluminadas.
La trama es, como no, un texto de Shakespeare. El monstruo de los celos debe ser algo terrible, y aquí se exploran con verdadera fruición. Hay algo que ocurre al que tiene celos, que quiere creer y quiere sufrir, y esto es lo que el Moro de Venecia hace a la perfección. Es capaz de transmitir la angustia que siente queriéndola sentir.
Me gusta porque es de Welles, por la fisonomía de la cinta, por cómo aborda los temas, y cómo los filma. Pero no creo que sea de sus mejores obras. Tiene varias más mucho mejores. Sin duda. Sin ser una obra menor, que no lo es, no es una obra mayor.
Puede verse, además, como una obra de teatro, por lo limitado de los personajes, la importancia del diálogo y la escasez de escenarios.
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