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Otelo (Othello)

Drama El inmortal texto de William Shakespeare sobre los celos según Orson Welles. (FILMAFFINITY)
Críticas 23
Críticas ordenadas por utilidad
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8
26 de julio de 2015
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otelo (Othello) (1952) de Orson Welles es un drama basado en los celos de Otelo cuando su alférez envenena con malas artes su mente diciendo que su mujer y su teniente Casio son amantes. Dirigida con un ritmo activo y con un estilo fiel a la obra de teatro pero con los detalles técnicos del director, es una obra magnífica y muy personal que toma como base los celos y las conspiraciones para malmeter y hacer daño llevando a cabo una trama provocadora y arrolladora que de forma impecable lleva Welles al cine para deleite de los seguidores del género y de las conocidas obras te Shakespeare, concluyendo un film con una trama enrevesada que hace sentir impotencia al público y lo machaca sin remisión, dejando tras de sí la sensación de haber visto un gran film.
La fotografía en blanco y negro tiene imágenes lúgubres y hace gran uso de los claroscuros para lograr un evocador trabajo que es de lo más inspirador para dejar evidencia de la excelente calidad visual de los films del director. La música es dramática y desconcertante al principio para inquietar al público con unos turbadores sonidos que estimulan y hacen sentir la continua amenaza con sus melodías clásicas que son sugestivas a la época y el lugar. Los planos y movimientos de cámara consuman una gran labor técnica que habla a voces del director a través del uso de la grúa, reconocimiento, subjetivos, avanti, retroceso, tercera persona, cámara en mano, seguimiento, panorámicos, primeros, primerísimos planos y generales dinámicos que están bien elaborados y sacan lo mejor de las interpretaciones.
Las actuaciones son soberbias y sobresalientes. Como protagonistas Orson Welles está deslumbrante en un gran papel con profundidad psicológica, Suzanne Cloutier está sensible y natural y Micheál MacLiammóir está persuasivo y manipulador en su papel, siendo convincentes los acompañamientos de Robert Coote, Fay Compton, Hilton Edwards y Michael Laurence entre otros. Para estos emplea la dirección artística unos vestuarios y caracterizaciones sugestivos a la época y personajes en una magnífica labor que junto con los decorados y los exteriores te transportan in situ.
El guion, escrito por el director y basado en la conocida obra de teatro de Shakespeare, es incitador y penetrante en su entramado lleno de celos e insidias que acaparan la atención del público y los mantiene absortos en los engaños de uno de los personajes, al meter en la mente de Otelo malos pensamientos para que desconfíe de su esposa y su oficial, finalizando un gran film que expone bien la conocida obra de teatro del genio inglés. Esto se lleva a cabo con una narrativa profunda y evocadora que de forma lírica y en lenguaje antiguo llena de conspiraciones el film, utilizando también la voz en off para explicar los malos pensamientos del protagonista en sus celos y sufrimientos. Cabe destacar también, el montaje lineal y seguido que exprime gran historia en una hora y media de metraje.
Concluyendo, la considero una obra indeleble e indispensable en la filmografía del director y del género que te hace conocer la famosa obra de teatro de Shakespeare y su trama insidiosa llena de celos que provoca al público en su visionado al ser de lo más arrebatadora y poner de manifiesto lo que es capaz de maquinar una mente que es manipulada por una lengua envenenada y malintencionada que supuestamente es un amigo. Recomendable por su dirección, guion, actuaciones, fotografía, música, montaje, planos, movimientos de cámara, vestuarios, caracterizaciones, decorados y narrativa que hacen de Otelo, un profundo film que deja evidencias de lo magníficas que son las obras de Shakespeare y de la calidad fílmica de Orson Welles en todo lo que se propone hacer bien.
8
17 de julio de 2018 5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Imponente versión de Otelo a cargo de Orson Welles, que podría servir de ejemplo sobre las desventuras vividas por el cineasta cada vez que intentó llevar a cabo un proyecto cinematográfico tras su aclamada ópera prima, primero en Estados Unidos con continuas interferencias y manipulaciones por parte de las productoras, y posteriormente en su etapa europea, que precisamente se iniciaba aquí, pasando un calvario de penurias económicas para poder concretar sus producciones.

Iniciada en 1947, tardó 4 años en finalizarla debido a la falta de recursos económicos, dejando por el camino algún productor en bancarrota, lo que generó descuadres en la disponibilidad de los actores, sustituciones en el reparto, cambios de localizaciones o escasez de material para los decorados y el vestuario. Así, en alguna escena un personaje suelta una frase en Marruecos, y otro personaje le contesta en el contraplano filmado en Roma o Venecia un año después.

Welles hace de la necesidad una virtud y del caos consigue ensamblar una historia tirando de ingenio y talento. Rueda cuando puede, donde puede, con quien puede, embarcando a nuevos productores ocasionales y aportando él mismo todo lo que consigue en esos años actuando en producciones ajenas.

Utiliza el montaje para tapar carencias, imprimirle ritmo febril a algunas partes de la trama para fortalecer de paso la sensación angustiosa de la historia o tira de encuadres barrocos para generar momentos de desconcierto. Pero cuando la acción lo precisa, se detiene en los personajes en alguna secuencia-plano austera pero brillante, y regala enfáticos y poderosos primeros planos, con monólogos cargados de emoción. Al utilizar tantos planos cortos y breves para evitar discrepancias de localizaciones a la par que intentar dotar al conjunto de una unidad de tiempo y espacio lo más compacta posible, en vista de las circunstancias, consigue un efecto de acercamiento a los personajes y a la acción. El espectador deja de ser espectador para estar incrustado en la multitud, junto a los personajes, notar sus cercanas miradas inquisitivas o escuchar sus palabras reflexivas pensando que están dirigidas a él. De repente es una obra teatral que no está realizada para ser vista pasivamente, sino para ser partícipes de la trama y ser envueltos en sus laberínticos recovecos, los cuales llevan todos al sendero de la traición.

Los actores deslumbran, mención especial para el Yago de Micheál Mac Liammóir y por supuesto para el moro de Venecia de Orson Welles, que inteligentemente no roba ninguna escena cuando comparten plano ambos personajes, porque el personaje de Yago es el motor vehicular de la historia, y sus logradas escenas metiendo la vil duda de la infidelidad en la mente de Otelo son magníficas, llenas de metáforas visuales y planos geniales. Para el noble moro se reserva algunos monólogos impresionantes, en primerísimos planos tremendos de fuerza, con juegos de sombras que realzan su imponente presencia física y que al pronunciar con su personal dicción los textos sobrecogedores se erigen en algunos de los momentos cumbre de la película.

La historia de Otelo es la historia trágica de un gran amor destruido por los celos, del veneno que la envidia, la codicia y la traición inoculan en la mente de la persona para distorsionar la realidad y que se transforme en un demonio, en un ser envilecido.

Así como podríamos tratar la historia del rodaje de Otelo como el paradigma del genio de voluntad inquebrantable frente a la adversidad que fue su compañera de viaje.
9
26 de diciembre de 2023 5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los celos son un sentir que nos lleva a pensar que podemos perder, con otro, a la persona que amamos. Cuanto más dependiente se es del amor de ese otro(a), más fuertes son los celos y más hostiles las reacciones. Los celos pueden ser fundamentados: cuando hemos visto acciones directas que demuestran que nuestra pareja está saliendo con otra persona, y más aún cuando los sorprendemos en actos amorosos o juntitos en el lecho. Pero también los celos pueden ser sin fundamento, y obsesivos, cuando no vemos nada comprometedor, pero imaginamos toda suerte de situaciones por el simple hecho de que el objeto de amor se halle ausente.

Cuando se siente celos, pero creemos firmemente en la Libertad a que tiene derecho nuestra pareja, simplemente se busca aclarar las cosas y, si es del caso, con toda madurez se corta por lo sano con la relación. Cuando el Amor es grande, y con plena conciencia, lo único que se anhela es la felicidad de la pareja aunque no sea conmigo, pues, Amor es Dar, Prodigarse, Fluir… No es tomar ni mucho menos someter, pues esto es egocentrismo, dependencia, incompletud.

Cuanto menos segura de sí misma se sienta una persona; mientras más baja sea su autoestima; y según sea la cultura en que se ha formado, mayor suele ser su nivel de celos y mucho más común su respuesta agresiva o autodestructiva. En cualquier caso, los celos son un sentimiento negativo que hay que aprender a controlar porque, cuando conducen a hacer o hacerse daño, se han ya convertido en celos enfermizos.

“Othello”, es una brillante historia de venganza, pero sobre todo, es un magnífico tratado sobre los celos. Como obra teatral, la escribió William Shakespeare en 1602-1603 y fue estrenada en la corte inglesa a finales de 1604, pero apenas se publicó en 1622, cuando ya el bardo inglés se había marchado de este mundo.

No obstante el título de la obra, siento que más acertado hubiera sido llamarla “Iago”, pues, es él quien maneja los hilos durante toda la obra; es el que ejecuta la calculadora venganza resentido al no haber sido nombrado lugarteniente por Othello… y también creo que es aún más celoso que el propio Othello, pues, no sólo siente celos de Casio -nombrado lugarteniente en su lugar- a quien desea sacar de su puesto como sea, sino que, también siente celos de su propia esposa, Emilia, porque presiente su atracción por el guerrero… ¡y vaya a saber si su rencor por Desdémona no esconde una atracción de él hacia ella! Su odio obsesivo hacia ese admirado y querido moro, conlleva una carga bastante pesada que, seguramente, no se limita a lo del nombramiento.

Admirable lo logrado por el director y actor, Orson Welles, a quien le tomó 3 años (1949-1952) la producción en Marruecos y Francia, debido a carencias presupuestales que tuvo que ir supliendo con lo que ganaba por otras actuaciones… y más encomiable aun, esa impecable puesta en escena y esa brillante fotografía en blanco y negro, con la que se propone exaltar la obra de Shakespeare al nivel de lo que siempre ha sido: una obra maestra.

Magníficas actuaciones: La del propio, Welles, haciendo de Othello; la de, Fay Compton, como Emilia… y muy especialmente la de, Micheál MacLiammóir, el habilidoso conspirador, Iago.

No sobra decir que en su, <<OTELO>>, Welles es tan fiel a la obra de Shakespeare, que ni siquiera osó darse crédito alguno como autor del guion junto a Jean Sacha. Lo que vemos es Shakespeare, representado con muchísima altura.
10
17 de marzo de 2024 5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Teniendo en cuenta los múltiples problemas de producción que sufrió Orson Welles para hacer realidad este proyecto como consecuencia de la escasez de recursos económicos de la que dispuso, resulta verdaderamente extraordinario comprobar admirado el impresionante resultado final, que no es más que otro portentoso muestrario de su revolucionario y genial proceder cinematográfico.

La embrollada historia de Shakespeare marcada por los celos, las envidias, la manipulación y la traición tiene en este drama psicológico con relación interracial una de sus mejores adaptaciones, realmente difícil de igualar.

La opresiva atmósfera está colmada del barroquismo visual de raíz expresionista característico de su autor, quien está inmenso no sólo detrás de las cámaras, sino también delante de ellas, regalándonos una gloriosa interpretación como el general moro del ejército veneciano que da título a la obra.
En el plano actoral también merece el máximo reconocimiento Michéal MacLiammóir, quien está inconmensurable en el papel de Yago, el alférez de Otelo.

Esta obra maestra del cine está manejada con un tono paranoico, intrigante, enrarecido... mientras que la enorme potencia de sus imágenes es abrumadora y nada gratuita, ensalzando el vigor emocional de las situaciones creadas y acentuando el interior de sus personajes gracias a un dominio mayúsculo del espacio, la iluminación y el sonido.
9
31 de marzo de 2013
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Othello (Orson Welles) es un exitoso oficial del ejército veneciano de origen moro, recientemente es designado para dirigir a la milicia en Chipre, sin embargo, antes de irse, se casa con Desdemona (Suzanne Cloutier), a pesar de que el padre de ella no acepta tal relación.

La idílica relación y la vida perfecta de Othello pronto se verá truncada debido al accionar de Yago (Micheál MacLiammóir), enfurecido por no haber sido asignado como teniente, el cual logra armar todo un montaje para hacerle creer a Othello que Desdemona le es infiel.

Así, en una época donde el honor y la lealtad eran aspectos de suma importancia, se va mostrando una historia donde dichos aspectos son rebajados a los más bajo, entremezclándose con los celos, eje primordial en este film, retratado de forma terrible y dura.

Orson Welles consigue una extraordinaria adaptación de la obra de Shakespeare, mostrando un film teatral con una excelente nivelación entre los primeros planos a los personajes y los planos generales donde se dejan ver los espectaculares escenarios utilizados en la película.

La labor del grupo actoral es de un nivel altísimo, donde sobresale Welles en su labor como un hombre cegado por los celos. Sugestiva también en el aspecto de la fotografía, un preciso trabajo en blanco y negro con un evidente juego entre luces y sombras, que estimula también los cambios de planos.

El Othello de Welles inicia sumamente movido, puede que cueste unos cuantos minutos adaptarse a lo que estamos viendo, pero nada que pueda superarse tras finalizar el primer acto, para luego adentrarnos en una trama que atrapa y nos suelta hasta pasados los muy aprovechados noventa minutos que dura el film.

Finalmente, recordar que el excelso producto final fue realizado bajo cientos de problemas en prácticamente todas las etapas de la producción de la película, pero ahí es donde uno se da cuenta del increíble talento del maestro Orson Welles, cuanto más pudo haber hecho, cuanto más pudo haber mostrado en su carrera teniendo condiciones más idóneas.
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