Sólo para sus ojos
5.9
6,240
23 de junio de 2011
23 de junio de 2011
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las películas de James Bond son un maravilloso entretenimiento, pero el personaje me cae de culo. Soy más de Jason Bourne, qué quieren que les diga.
James Bond es un jodido asesino, dirigido por las altas esferas: el tipo de persona que debería odiarse: machista hasta la misoginia, frío y calculador, cínico, borracho, violento e interesado. Pero claro, es que es muy elegante y rico, y siempre tiene la mejor frase posible en la boca, y nunca se despeina, y conduce Aston Martins y mata a "los malos" y folla mucho y es un crack, piensan algunos, y lo adoran. Y menudo cuerpo, vaya elegancia, qué voz y qué sonrisa, la verdad es que yo igual también caída en sus redes... y ahora con Craig está hasta mazado, piensan algunas, y lo adoran. Y en esas estamos.
Pero a mí no me van los hombres y tampoco me agradan los asesinos. Me repugna un poco la jet set y detesto los héroes a los que todo les sale bien, pues no son honestos con el mundo real y pueden llevarte a crear unas expectativas vitales inabordables que te terminen convirtiendo en un fracasado al que, como en un círculo vicioso, sólo le quede el consuelo de ir al cine a ver lo que le hubiera gustado ser: James Bond. Este tipo de odio me viene desde pequeño. Siempre veía la serie de dibujos del Inspector Gadget con la esperanza de que en algún capítulo Sophie y su puto ordenador mágico fueran destrozados de la forma más horrible imaginable (Gadget no me caía mal, porque era idiota). Por supuesto, esto nunca sucedió. Pero bueno, que me voy por las ramas.
Sé que Bond tampoco morirá más allá de The Simpsons... pero aún así he querido recordar Sólo para sus ojos, porque fue la película donde más cerca estuvo de... ¿morir? No, morir no. Pero pudo haber sido sodomizado. Jajajaja. Me explico.
En una famosa foto promocional de esta película aparece Bond junto a un grupo de mujeres espectaculares. Entre ellas, destaca Caroline Tula Cossey, una mujer guapísima (lo de guapísima es indudable, lo de mujer veremos que no tanto). Esta diosa (que llego a aparecer también en la revista Playboy ese mismo año) aparece cuando James Bond va a Madrid (el típico Madrid de Hollywood, donde sólo falta gente cantando rancheras -aunque no alcanza los extremos todavía hoy no superados de la esperpéntica y nefasta Tarragona: Paraíso en llamas-) a seguir la pista de los malos de turno; sale de la piscina, fíjense bien. Por desgracia a Bond se la lían y no le da tiempo de intimar con ninguna de las chicas... ¡ojalá hubiese podido!
Después del rodaje se descubrió que la actriz Caroline Tula Cossey nació llamándose Barry Kenneth Cossey. Por supuesto se armó la de dios, no volvió a trabajar en el cine y la pobre hasta pensó en suicidarse (según la wikipedia inglesa), pero al final tuvo una buena vida, don't worry.
El asunto es que mi mente ya no ha dejado de fabular con un final alternativo a lo "Con faldas y a lo loco" porque, qué quieren que les diga, me encantaría que algún día le dieran a James Bond por el culo.
James Bond es un jodido asesino, dirigido por las altas esferas: el tipo de persona que debería odiarse: machista hasta la misoginia, frío y calculador, cínico, borracho, violento e interesado. Pero claro, es que es muy elegante y rico, y siempre tiene la mejor frase posible en la boca, y nunca se despeina, y conduce Aston Martins y mata a "los malos" y folla mucho y es un crack, piensan algunos, y lo adoran. Y menudo cuerpo, vaya elegancia, qué voz y qué sonrisa, la verdad es que yo igual también caída en sus redes... y ahora con Craig está hasta mazado, piensan algunas, y lo adoran. Y en esas estamos.
Pero a mí no me van los hombres y tampoco me agradan los asesinos. Me repugna un poco la jet set y detesto los héroes a los que todo les sale bien, pues no son honestos con el mundo real y pueden llevarte a crear unas expectativas vitales inabordables que te terminen convirtiendo en un fracasado al que, como en un círculo vicioso, sólo le quede el consuelo de ir al cine a ver lo que le hubiera gustado ser: James Bond. Este tipo de odio me viene desde pequeño. Siempre veía la serie de dibujos del Inspector Gadget con la esperanza de que en algún capítulo Sophie y su puto ordenador mágico fueran destrozados de la forma más horrible imaginable (Gadget no me caía mal, porque era idiota). Por supuesto, esto nunca sucedió. Pero bueno, que me voy por las ramas.
Sé que Bond tampoco morirá más allá de The Simpsons... pero aún así he querido recordar Sólo para sus ojos, porque fue la película donde más cerca estuvo de... ¿morir? No, morir no. Pero pudo haber sido sodomizado. Jajajaja. Me explico.
En una famosa foto promocional de esta película aparece Bond junto a un grupo de mujeres espectaculares. Entre ellas, destaca Caroline Tula Cossey, una mujer guapísima (lo de guapísima es indudable, lo de mujer veremos que no tanto). Esta diosa (que llego a aparecer también en la revista Playboy ese mismo año) aparece cuando James Bond va a Madrid (el típico Madrid de Hollywood, donde sólo falta gente cantando rancheras -aunque no alcanza los extremos todavía hoy no superados de la esperpéntica y nefasta Tarragona: Paraíso en llamas-) a seguir la pista de los malos de turno; sale de la piscina, fíjense bien. Por desgracia a Bond se la lían y no le da tiempo de intimar con ninguna de las chicas... ¡ojalá hubiese podido!
Después del rodaje se descubrió que la actriz Caroline Tula Cossey nació llamándose Barry Kenneth Cossey. Por supuesto se armó la de dios, no volvió a trabajar en el cine y la pobre hasta pensó en suicidarse (según la wikipedia inglesa), pero al final tuvo una buena vida, don't worry.
El asunto es que mi mente ya no ha dejado de fabular con un final alternativo a lo "Con faldas y a lo loco" porque, qué quieren que les diga, me encantaría que algún día le dieran a James Bond por el culo.
23 de abril de 2014
23 de abril de 2014
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Duodécimo título de la saga Bond y quinto de Roger Moore como 007. Después del fracaso de crítica de “Moonraker” (1979), John Glen toma las riendas de la serie hasta 1989 con “Licencia para matar”, esa vez ya con Timothy Dalton. De las cinco películas que dirigió, “Sólo para sus ojos” es no sólo la mejor de las cinco, sino una de las más entretenidas de toda la saga.
En una franquicia tan extensa como la de Bond es difícil cambiar algo de sitio. La estructura de cada film es similar unos con otros: la “cortinilla” del ojo, una intro trepidante, títulos de crédito iniciales psicodélicos con la canción comercial de rigor, y desarrollos más o menos similares de todas las películas, las cuales se mueven entre tiroteos, peleas y persecuciones en localizaciones exóticas y, cómo no, los romances con la “chica Bond”. En lo único que los directores se pueden permitir cierta libertad es en la concepción del personaje, y en esto John Glen acertó de lleno transformando al Roger Moore soso y casi autoparódico visto en “Moonraker” en un Bond mucho más violento, rudo y vengativo.
La historia se centra en el robo del ATAC, un artefacto diseñado por el servicio secreto británico para controlar el lanzamiento de misiles Polaris. Bond tiene la misión de recuperarlo, y le seguirá la pista por sitios tan dispares como Madrid, Cortina, Corfú y, finalmente, los vertiginosos riscos de Meteora, en Grecia. Por el camino conoce a la “chica Bond” Carole Bouchet, muy bella pero con poca química entre ellos, que le ayudará en sus pesquisas por motivos puramente personales. Como se puede ver, el guion sigue siendo tan simple como siempre, pero el filme de Glen gana en las escenas de acción y en las secuencias de más emoción, destacando entre otras la persecución con esquíes (una de las más espectaculares que recuerdo de la saga) o la ascensión al Monasterio de Vlacherna.
Vemos a un Bond mucho más serio, duro y decidido que en otras entregas, algo esencial en un personaje que se estaba quedando un tanto frío. Se echaba de menos ese carácter en el agente secreto con licencia para matar, y Roger Moore consigue esta vez que veamos lo que queremos del personaje: un Bond elegante y sin escrúpulos cuando no tiene que tenerlos, sin perder en ningún momento su socarronería “british”.
Recomendable.
En una franquicia tan extensa como la de Bond es difícil cambiar algo de sitio. La estructura de cada film es similar unos con otros: la “cortinilla” del ojo, una intro trepidante, títulos de crédito iniciales psicodélicos con la canción comercial de rigor, y desarrollos más o menos similares de todas las películas, las cuales se mueven entre tiroteos, peleas y persecuciones en localizaciones exóticas y, cómo no, los romances con la “chica Bond”. En lo único que los directores se pueden permitir cierta libertad es en la concepción del personaje, y en esto John Glen acertó de lleno transformando al Roger Moore soso y casi autoparódico visto en “Moonraker” en un Bond mucho más violento, rudo y vengativo.
La historia se centra en el robo del ATAC, un artefacto diseñado por el servicio secreto británico para controlar el lanzamiento de misiles Polaris. Bond tiene la misión de recuperarlo, y le seguirá la pista por sitios tan dispares como Madrid, Cortina, Corfú y, finalmente, los vertiginosos riscos de Meteora, en Grecia. Por el camino conoce a la “chica Bond” Carole Bouchet, muy bella pero con poca química entre ellos, que le ayudará en sus pesquisas por motivos puramente personales. Como se puede ver, el guion sigue siendo tan simple como siempre, pero el filme de Glen gana en las escenas de acción y en las secuencias de más emoción, destacando entre otras la persecución con esquíes (una de las más espectaculares que recuerdo de la saga) o la ascensión al Monasterio de Vlacherna.
Vemos a un Bond mucho más serio, duro y decidido que en otras entregas, algo esencial en un personaje que se estaba quedando un tanto frío. Se echaba de menos ese carácter en el agente secreto con licencia para matar, y Roger Moore consigue esta vez que veamos lo que queremos del personaje: un Bond elegante y sin escrúpulos cuando no tiene que tenerlos, sin perder en ningún momento su socarronería “british”.
Recomendable.
17 de marzo de 2014
17 de marzo de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las películas más flojas de Roger Moore como James Bond. Cierto que la película tiene acción pero es sólo eso, una sucesión de secuencias más o menos trepidantes filmadas con profesionalidad pero sin gracia. Son las mismas escenas de siempre y acaban por aburrir. No obstante, la película funcionó bien en taquilla confirmando a John Glen como director que se hizo con las riendas de la saga dirigiendo cinco películas a lo largo de los ochenta.
El dispositivo ATAC, usado para manejar los submarinos nucleares ingleses, se ha hundido frente a las costas de Albania. Antes de que los rusos se hagan con él, James Bond deberá recuperarlo. En la primera escena del filme, 007 por fin termina con su archienemigo Blofeld tirándolo al interior de una chimenea industrial. Hay secuencias filmadas en una España de pandereta, aunque en realidad era Grecia, y la canción de Sheena Easton recibió una nominación al Oscar. Como curiosidad, decir que la película supuso el debut cinematográfico del actor Charles Dance.
Pero en general este Bond me pareció muy rutinario. Pretende sorprendernos con un bombardeo de secuencias de acción, que se suceden una tras otra hasta llegar al clímax final en el refugio griego del villano. Los malos de la película están poco definidos y no tienen el suficiente carisma como para ser recordados. Las chicas Bond tienen unas actuaciones bastante discretas y tampoco son nada del otro jueves. Carole Bouquet es de una belleza discutible, mientras que Lynn-Holly Johnson tiene unos rasgos demasiado infantiles y Cassandra Harris no la encuentro especialmente atractiva. La escena final cuando Margaret Thatcher llama por teléfono para felicitar a Bond por el éxito en su misión y éste le pone con un loro, la encuentro excesivamente estúpida. Muy acorde con el sentido del humor grotesco y autoparódico de los 007 interpretados por Moore. En general esta aventura bondiana aunque esté bien hecha, es bastante sosa.
El dispositivo ATAC, usado para manejar los submarinos nucleares ingleses, se ha hundido frente a las costas de Albania. Antes de que los rusos se hagan con él, James Bond deberá recuperarlo. En la primera escena del filme, 007 por fin termina con su archienemigo Blofeld tirándolo al interior de una chimenea industrial. Hay secuencias filmadas en una España de pandereta, aunque en realidad era Grecia, y la canción de Sheena Easton recibió una nominación al Oscar. Como curiosidad, decir que la película supuso el debut cinematográfico del actor Charles Dance.
Pero en general este Bond me pareció muy rutinario. Pretende sorprendernos con un bombardeo de secuencias de acción, que se suceden una tras otra hasta llegar al clímax final en el refugio griego del villano. Los malos de la película están poco definidos y no tienen el suficiente carisma como para ser recordados. Las chicas Bond tienen unas actuaciones bastante discretas y tampoco son nada del otro jueves. Carole Bouquet es de una belleza discutible, mientras que Lynn-Holly Johnson tiene unos rasgos demasiado infantiles y Cassandra Harris no la encuentro especialmente atractiva. La escena final cuando Margaret Thatcher llama por teléfono para felicitar a Bond por el éxito en su misión y éste le pone con un loro, la encuentro excesivamente estúpida. Muy acorde con el sentido del humor grotesco y autoparódico de los 007 interpretados por Moore. En general esta aventura bondiana aunque esté bien hecha, es bastante sosa.
11 de diciembre de 2015
11 de diciembre de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tocaba la inevitable vuelta al espionaje más tradicional, tras surcar el espacio.
James Bond había llegado a un límite, y el problema con los límites es rebasarlos malamente, como bien sabía un Albert R. Broccoli que luchaba contra lo obsoleto de su criatura.
El problema de hacerse fuerte en lo de siempre viene conque quizá era buena idea moverse hacia adelante.
'Solo para sus Ojos' revive fantasmas de agotamiento previo en su esquema, que da la sensación de haber sido ya escrito miles de veces.
El problema no vendría de ver lo mismo una y otra vez, pues Bond es experto en convertir lugares comunes en marcas de estilo, sino en la total falta de inventiva en cada una de las situaciones. Hay muchos ecos ya vividos con la desaparición de una nave/transporte importante para las potencias mundiales, en la habitual encomendación de la paz mundial en manos del agente secreto y hasta en la persecución de un artilugio clave para los rusos, esos promiscuos mentirosos que no debían llevar la delantera en la tecnología mundial.
Al final, ya hemos visto esta historia, y quizá antes era algo más de lo que nos parece ahora.
Un inicio sombrío pretende librar a Bond de todos sus fantasmas previos: tras depositar flores en la tumba de la felicidad que nunca conoció, un sacerdote le dirige el gesto de la extremaunción, probablemente para ahorrarse hacerlo cuando sea demasiado tarde.
Después, una leve aventura antes de unos nada imaginativos créditos pretende quitarle también el fantasma de Blofeld, gran enemigo olvidado, que recibe un final indigno para alguien que antes era intocable. Aunque lo más indigno sea ser el pasatiempo de Bond tras ser su pesadilla.
Más tarde, una niña apenas mujer pierde a sus padres, los únicos con los que quizá todavía puede comportarse inocentemente a pesar de su aspecto adulto.
La tragedia de Melina Havelock, que evoca la de una Elektra contemporánea, podría haber sido algo prometedor... pero se convierte en mero accesorio sin interés en una trama que busca repetirse a cualquier precio. La historia se olvida de ella, una muñeca rota forzada a madurar, para volver a las intrigas que ya han perdido toda su novedad.
Resulta casi doloroso ver como Caroline Bouquet consigue levantar una sencilla conversación en un carruaje sobre la nieve, y convertirla en una asunción de la esperanza... para pasar después a un aburrido Moore perdido entre esquiadores asesinos y linchamientos disfrazados de partido de rugby.
Ni siquiera las persecuciones exageradas, una a bordo de un destrozado coche lejos del Aston Martin y otra sobre esquíes, consiguen levantar el tedio que se desliza lentamente.
Buenos detalles entre medias aparecen: tras una adolescente patinadora y promiscua que pone en jaque al Bond más incómodo que nunca, se da paso a una madura mujer de seguridad y dignidad inquebrantables, anfitriona de una noche fecunda en la que la caída de un camisón seduce a un Bond más maduro que nunca. Se comparan dos mujeres, dos edades, quizá hasta dos maneras de verse a si mismo... y vemos a James paseando por una playa llena de promesas junto a la elección más deseable para su futuro, aunque el peligro no ande lejos, dejando de nuevo otra tragedia por la que llorar.
Aunque si hay que llorar, que sea por esa Moneypenny avejentada que ya deja ver los años esperando, de nuevo recibiendo dulces regalos con vagas proposiciones.
Lo interesante estaba en la gente que acompañaba al agente secreto, y no tanto en el propio agente.
Aquel estaba demasiado perdido entre el enésimo villano sin lustre y los viajes a localizaciones exóticas, para darse cuenta de que dejaba un reguero de rosas sin redención alguna.
Así pues, habría estado bien que tras el póster de las piernas más famosas de la Historia del Cine nos hubieran dejado admirarlas a ellas, y no a un espía que perdía fuelle a pasos agigantados.
James Bond había llegado a un límite, y el problema con los límites es rebasarlos malamente, como bien sabía un Albert R. Broccoli que luchaba contra lo obsoleto de su criatura.
El problema de hacerse fuerte en lo de siempre viene conque quizá era buena idea moverse hacia adelante.
'Solo para sus Ojos' revive fantasmas de agotamiento previo en su esquema, que da la sensación de haber sido ya escrito miles de veces.
El problema no vendría de ver lo mismo una y otra vez, pues Bond es experto en convertir lugares comunes en marcas de estilo, sino en la total falta de inventiva en cada una de las situaciones. Hay muchos ecos ya vividos con la desaparición de una nave/transporte importante para las potencias mundiales, en la habitual encomendación de la paz mundial en manos del agente secreto y hasta en la persecución de un artilugio clave para los rusos, esos promiscuos mentirosos que no debían llevar la delantera en la tecnología mundial.
Al final, ya hemos visto esta historia, y quizá antes era algo más de lo que nos parece ahora.
Un inicio sombrío pretende librar a Bond de todos sus fantasmas previos: tras depositar flores en la tumba de la felicidad que nunca conoció, un sacerdote le dirige el gesto de la extremaunción, probablemente para ahorrarse hacerlo cuando sea demasiado tarde.
Después, una leve aventura antes de unos nada imaginativos créditos pretende quitarle también el fantasma de Blofeld, gran enemigo olvidado, que recibe un final indigno para alguien que antes era intocable. Aunque lo más indigno sea ser el pasatiempo de Bond tras ser su pesadilla.
Más tarde, una niña apenas mujer pierde a sus padres, los únicos con los que quizá todavía puede comportarse inocentemente a pesar de su aspecto adulto.
La tragedia de Melina Havelock, que evoca la de una Elektra contemporánea, podría haber sido algo prometedor... pero se convierte en mero accesorio sin interés en una trama que busca repetirse a cualquier precio. La historia se olvida de ella, una muñeca rota forzada a madurar, para volver a las intrigas que ya han perdido toda su novedad.
Resulta casi doloroso ver como Caroline Bouquet consigue levantar una sencilla conversación en un carruaje sobre la nieve, y convertirla en una asunción de la esperanza... para pasar después a un aburrido Moore perdido entre esquiadores asesinos y linchamientos disfrazados de partido de rugby.
Ni siquiera las persecuciones exageradas, una a bordo de un destrozado coche lejos del Aston Martin y otra sobre esquíes, consiguen levantar el tedio que se desliza lentamente.
Buenos detalles entre medias aparecen: tras una adolescente patinadora y promiscua que pone en jaque al Bond más incómodo que nunca, se da paso a una madura mujer de seguridad y dignidad inquebrantables, anfitriona de una noche fecunda en la que la caída de un camisón seduce a un Bond más maduro que nunca. Se comparan dos mujeres, dos edades, quizá hasta dos maneras de verse a si mismo... y vemos a James paseando por una playa llena de promesas junto a la elección más deseable para su futuro, aunque el peligro no ande lejos, dejando de nuevo otra tragedia por la que llorar.
Aunque si hay que llorar, que sea por esa Moneypenny avejentada que ya deja ver los años esperando, de nuevo recibiendo dulces regalos con vagas proposiciones.
Lo interesante estaba en la gente que acompañaba al agente secreto, y no tanto en el propio agente.
Aquel estaba demasiado perdido entre el enésimo villano sin lustre y los viajes a localizaciones exóticas, para darse cuenta de que dejaba un reguero de rosas sin redención alguna.
Así pues, habría estado bien que tras el póster de las piernas más famosas de la Historia del Cine nos hubieran dejado admirarlas a ellas, y no a un espía que perdía fuelle a pasos agigantados.
28 de enero de 2008
28 de enero de 2008
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sólo para sus ojos es una película entretenida del sempiterno 007, célebre en cuestión por su escena en las pistas de esquí austríacas, escena mítica del cine de acción que resulta estar bastante conseguida si tenemos en cuenta los casi treinta años que cuenta la película.
La recomiendo para los fans del espía británico, interpretado en la cinta por el "santo" Roger Moore. No es, en mi opinión, la mejor película de 007, sobre todo teniendo reciente en la retina el gran Casino Royale del nuevo bond, Daniel Craig. Otro tema sería debatir si es la mejor de las que interpretó Roger Moore para la saga (7 películas, en total. Igual que Sean Connery).
Digo que no es la mejor película de Bond por la simple razón de que esta saga se nutre muchísimo de los efectos especiales, y parece evidente que las más modernas superan (casi siempre) a sus antecesoras en entretenimiento y acción.
Aunque la película nota el peso de los años (sobre todo en la simplona y predecible trama), tiene algunas escenas que, por el mismo hecho de quedar algo desfasadas o cutres, resultan simpáticas. (Véase el "peleón" en la pista de hockey sobre hielo. Será cutre, pero yo me parto). Y es que se puede decir que nadie ignora que hay un agente británico con nombre en clave 007 que cuenta ya en su haber más de una veintena de películas (creo que 22 en total) y que, además de licencia para matar, también la tiene para hacer pasar un buen rato.
Al margen de lo dicho, me desmarco y digo que para mí el mejor Bond que ha habido (no me atrevo a decir "y habrá") se llama Pierce Brosnan. Quizás tenga alguna de las peores películas de la saga, pero sin duda es el más carismático de todos. Habrá que ver al señor Craig en la segunda cinta. En Casino Royale apuntó maneras.
La recomiendo para los fans del espía británico, interpretado en la cinta por el "santo" Roger Moore. No es, en mi opinión, la mejor película de 007, sobre todo teniendo reciente en la retina el gran Casino Royale del nuevo bond, Daniel Craig. Otro tema sería debatir si es la mejor de las que interpretó Roger Moore para la saga (7 películas, en total. Igual que Sean Connery).
Digo que no es la mejor película de Bond por la simple razón de que esta saga se nutre muchísimo de los efectos especiales, y parece evidente que las más modernas superan (casi siempre) a sus antecesoras en entretenimiento y acción.
Aunque la película nota el peso de los años (sobre todo en la simplona y predecible trama), tiene algunas escenas que, por el mismo hecho de quedar algo desfasadas o cutres, resultan simpáticas. (Véase el "peleón" en la pista de hockey sobre hielo. Será cutre, pero yo me parto). Y es que se puede decir que nadie ignora que hay un agente británico con nombre en clave 007 que cuenta ya en su haber más de una veintena de películas (creo que 22 en total) y que, además de licencia para matar, también la tiene para hacer pasar un buen rato.
Al margen de lo dicho, me desmarco y digo que para mí el mejor Bond que ha habido (no me atrevo a decir "y habrá") se llama Pierce Brosnan. Quizás tenga alguna de las peores películas de la saga, pero sin duda es el más carismático de todos. Habrá que ver al señor Craig en la segunda cinta. En Casino Royale apuntó maneras.
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