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La leyenda del pianista en el océano

Drama Desde finales del siglo XIX, se producen emigraciones masivas a los Estados Unidos. A bordo de lujosos trasatlánticos, además de elegantes burgueses, viajan también emigrantes. Danny, el maquinista del Virginia, encuentra a un niño abandonado sobre un piano, lo adopta y le impone el nombre de Novecento ("siglo XX" en italiano). El barco es el hogar del niño, y los pasajeros, sus ventanas al mundo. Tras la muerte de Danny, alguien ... [+]
Críticas 47
Críticas ordenadas por utilidad
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6
1 de diciembre de 2009 3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película es Tim Roth. Después de tantas películas como actor secundario La Leyenda del Pianista en el Oceáno supone un punto de inflexión en el que el actor logra ganar el pulso a su propia trayectoria interpretativa. La estructura externa de la película adolece de un largo metraje (creo que innecesario) compensado en parte por la brillante fotografía y excelente banda sonora, pero que se hace en muchos momentos excesivamente engolada y barroca; aspectos que le hacen perder algo de interés a la historia. La película vale la pena por Tim Roth, el despegue definitivo de un actor poco reconocido.
10
4 de junio de 2011 3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bien puede interpretarse el film desde la metáfora. La vida, vista a los ojos del bebé nacido, abandonado y acunado en ese canasto gigantesco (recordar leyenda de Moisés), transcurre en un espacio que, cual sucede en otra vida cualquiera, se transforma en un ir y venir, transitando, caminos y eventos que se repiten o no, según la posibilidad de elección de cada uno, hasta que llega el momento de "bajarse" del barco-vida que nos ha trasportado. El amor idealizado pasa como visto por un ojo de buey -la niña rubia angelical-, los temores al gran mundo ajeno y desconocido hacen que no nos permitamos aventurarnos fuera de lo conocido, y aunque pequeño, nuestro trasporte es vivido como continente y seguro. Y así trascurre nuestro tiempo hasta que se nos termina, y finalmente no queremos saber que otra cosa podríamos haber extraído de ella si nos hubiéramos animado. Preferimos volar con una sonrisa triste de despedida.
7
12 de febrero de 2012 3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Da miedo, mucho, saberse tan pequeño que hasta un soplo de aire podría destrozarte en mil pedazos. Da vértigo, muchísimo, mirar al mar, desde las alturas o desde tierra firme incluso, y sentirte todo un extraño de ti mismo, de tu cuerpo con fecha de caducidad, de tu conocimiento ínfimo del universo, de tu incapacidad para dar con la medida justa de las cosas. Vivir es muy jodido, nadie dijo lo contrario. Y vivir con miedo, lo tenemos grabado a fuego desde aquel monólogo bajo la lluvia de Blade Runner, debe de ser tremendamente acongojante. Acojonante, si nos olvidamos de finuras, que pocos de nosotros somos músicos de talento innato y los oídos se nos están cayendo ya a base de oír gilipolleces. El caso: que dar según qué pasos en la vida cuesta, duele en cada nervio hasta el inefable movimiento, que podrá o no ser cadencioso, pero hay que darlo. Pues tú imagínate que yo te digo:

1-Qué bonitos son los leones, ¿no te parece? Hazme una foto con ellos. (y tú la haces)
2-Qué bonitos son los leones, ¿no te parece? Metamos la cabeza entre sus fauces.
(y tú te ríes, tomándome por loco, por no hostiarme)

Pues ahí está la cosa, en que la vida, en efecto, tiene sus maravillas, sus sueños en botella, sus ilusiones de mil colores y tonalidades... pero también oscuridades. Dile a alguien cuyo mundo gira en torno a un punto estático con pretensión de movimiento -suficiente- que coja las maletas y eche a andar sin detenerse, fingiendo saber adónde va, fingiendo conocerse por completo, cuando todo lo que ha visto desde su "realismo mágico" (en efecto, Randolph) lo ha tenido controlado. Ahora un rayo de sol que va a posarse en esa melena rojiza para deslumbrarme por otros cinco años, es lo que necesito, es lo que espero aquí sentado, me inspira, me vale. Qué hermoso es vivir, me va cantando el aire.

Habrá quien vea cobardía en esta leyenda o historia que merece ser contada, entre susurros, acariciando como teclas de piano las palabras. Tendrá razón: somos cobardes. Y la vida, como dije, inmensa. Algo así como todos los océanos del mundo, cayéndote encima desde las alturas cuando la pecera en que te encierras apenas si tiene espacio para ti.

Para tu yo-promesa.

Si te pones nervioso cuando te fumas el último cigarro, o cuando llegas arrastrando los pies 30 minutos tarde a aquella reunión tan importante, ¿cómo no sentir un miedo inmenso al contemplar ante tus ojos la vastedad de lo infinito? ¿Cómo permanecer impasible ante el agujero negro que se cierne ante tus ojos? Si nos dieran a elegir, la mayoría escogeríamos la vista desde nuestro acuario. La foto sonriente frente a los leones. Y quien diga lo contrario, miente. Sé que suena fuerte, pero a mí también se me están cayendo los oídos.

PD. Técnicamente, la peli es intachable.
6
11 de julio de 2009 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película que destaca en muchos apartados como puedan ser la fotografía, ambientación, escenarios, música y actuaciones, este T. Roth es un actor que debería tener una mayor reputación, aunque seguro que la tiene entre los que adoramos el cine de verdad... en cuanto a la grabación algunos primeros planos son propios del cine negro y los movimientos de la cámara en los diferentes escenarios son de aplaudir. Una película que viene a ser un lamento musical a la vida en soledad y a la nostalgia, y que mejor instrumento para el cuento que un piano.


La historia se basa en la leyenda de un magnífico e inigualable pianista que nació, se crió y murió en un barco, nunca pisó tierra firme; contada a modo de cuento casi fantástico con algunas escenas para el recuerdo y con saltos temporales para hacerla mas atractiva con eficacia, la tentación de poder ver el mundo con sus propios ojos y triunfar con ese don innato que tiene, el hombre que tocaba mirando a las almas...

Presenta unas historias paralelas, poco desarrolladas, sobre el sueño americano con la inmigración y lo que se dejaban atrás, testimonios y anécdotas a bordo del Virginian, destacando claramente el duelo con el creador del jazz y la pieza imposible. A pesar de todo su contenido en muchas ocasiones no es una cinta ligera, cuesta digerir algunos capítulos, es como un truco de magia que al final no tiene un resultado positivo y es que se abusa de la fábula, la película tampoco consigue poner los pies en la tierra en ningún momento y el protagonista se puede llegar a comparar al de una película de un extraterrestre que se relaciona con los humanos de manera especial, siempre teniendo en cuenta la incapacidad por la vida que llevaba y añadir que culmina en un final que puede presumir de estar dotado de una belleza poética.
4
15 de abril de 2006
22 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya en su comienzo nos avisa de su truculencia, cuando el barco arriba a Nueva York y se nos muestra una estatua de la libertad mas falsa que un euro de Franco. La historia es aburrida y vacía, pecando en demasía de falta de ritmo y de una exposición deficiente de los personajes. Excepto alguna escena como la del duelo de pianos y la portentosa banda sonora, el resto es del todo olvidable (mención especial para la despedida de los dos protagonistas, de un efectismo lacrimógeno insoportable, y para Tim Roth, en un papel en el que nunca acaba de meterse del todo).
Recomendable sólo por su magnífica banda sonora.
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