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El sacrificio del ciervo sagrado

Thriller. Drama Steven es un eminente cirujano casado con Anna, una respetada oftalmóloga. Viven felices junto a sus dos hijos, Kim y Bob. Cuando Steven entabla amistad con Martin, un chico de dieciséis años huérfano de padre, a quien decide proteger, los acontecimientos dan un giro siniestro. Steven tendrá que escoger entre cometer un impactante sacrificio o arriesgarse a perderlo todo. (FILMAFFINITY)
Críticas 179
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8
28 de enero de 2018 1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una paradoja que para explorar algo de lo más humano se deba recurrir a lo sobrenatural. El cine de ciencia ficción y el mito se nutre de esta paradoja. Esta historia es mucho más cercana al Lanthimos de Kanino o Alpies que al de su última película, cosa que celebro. Adapta, de una manera muy libre, el mito de Agamenón, que debe sacrificar a su hija Ifigenia, para que vuelvan los vientos y la flota del rey partiera a Troya. Recomendada a quienes se animen a transitar el desfiladero de la náusea. A mí me pareció impactante, cruel y maravillosa.
7
10 de febrero de 2018 1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras alcanzar la internacionalización con su anterior película, ‘La langosta’, el director griego Yorgos Lanthimos redobla la apuesta con su nuevo filme, estrenado en Cannes donde ganó el premio al mejor guion y donde explora la malicia humana apegado a su estilo, pero dejando de lado toda cuota de humor.

La historia que se narra es la de un médico cirujano cardiovascular de nombre Stephen Murphy (Colin Farrell), quien tiene una peculiar relación con un jovencito de 17 años llamado Martin (Barry Keoghan), con quien se ve para charlar, tomar café e incluso le da obsequios, hasta que llega el día en que decide invitarlo a su casa para que conozca a su familia.

Ahí Martin conocerá a la esposa y oculista Anna (Nicole Kidman), y sus dos hijos Kim y Bob (Raffey Cassidy y Sunny Suljic), que forman una familia bella y ejemplar, Stephen revela a su esposa que Martin es el hijo de un paciente que murió, Martin devolverá la invitación a Stephen y a partir de allí se volverá más demandante, de pronto el hijo de Stephen cae enfermo imposibilitado de caminar y comer de manera misteriosa, siendo este el inicio de los males que aquejan a su familia y que lo pondrán delante de una riesgosa disyuntiva de dimensiones impensadas.

La película inicia con un tono que asimila ser un thriller, donde de a poco ciertos misterios se van revelando, entre un tono de actuación muy particular y algunos diálogos que parecen no tener cabida en el relato, pero cuando se ha avanzado a un poco más de la mitad, la historia se apega a una narrativa más propia del terror, que no termina de cuajar ante la aparición de ciertas forzadas metáforas, aunque si consigue generar cierta atmósfera durante buena parte del relato.

Con algunas similitudes al cine de Kubrick, alguna referencia muy clara a ‘Funny Games’ de Haneke y en general al cine del austríaco en cuanto a la forma de abordar los temas y la mirada sobre la familia, la película llega a una resolución poco convincente, donde la falta de expresión de la mayoría de los personajes y la muy calculada puesta en escena le restan un toque de emoción al relato.

Pero Lanthimos, además de saber crear una atmósfera inquietante, consigue dar forma a un relato incómodo y por momentos perturbador.

http://tantocine.com/el-sacrificio-del-ciervo-sagrado-de-yorgos-lanthimos/
7
14 de febrero de 2018 1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dicen los doctores que hacen crítica cinematográfica que esta película es una especie de hibridación entre el surrealismo y la tragedia griega. No comparto esta calificación, pues ni hay épica ni hay héroe noble y trascendente. En cuanto al perfil surrealista, yo creo que es más bien una fábula, un relato que proporciona una enseñanza o consejo moral.

La dirección Yorgos Lanthimos tiene elementos meritorios, con un relato que contiene aspectos del cine de terror, significada variedad de sensaciones y gran puesta en escena en la que domina el gran angular. Hay crítica familiar y de la vida sexual de la pareja, deja entrever un estado de aridez en los personajes y cierto enfermizo descontrol que para algunos espectadores puede resultar inquietante, sobre todo porque está llevado a cabo con un estilo en exceso formal, que le da a la cinta gran verismo las escenas, algunas de las cuales pueden producir angustia.

El reparto es realmente bueno, con un Colin Farrell que cumple sobradamente, haciendo gala de su calidad y le acompaña una contenida y bonita Nicole Kidman que sintoniza muy bien con Farrell. Pero si hay un actor que sobresale por encima de los demás este es Barry Keoghan, un joven con una gran capacidad para comunicar desde la pantalla: gestos, miradas y en fin, todo su trabajo en la cinta, posee un extraordinario nivel y la capacidad para desasosegar, y trasladar todo esto al espectador con gran credibilidad.

Yo diría que es una película virtuosa en lo artístico, con un texto y una historia que Lanthimos convierte en un dardo desafiante y provocador sustentado en el viento, con el frío acercamiento a un enigma incomprensible e incluso imposible, que provoca finalmente una sensación de hartazgo, pues no es fácil aguantar un absurdo metafísico tanto tiempo.
5
26 de febrero de 2018 1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Premiado con la Palma de Oro al mejor guión (compartido con Lynne Ramsay por You Were Never Really Here) en mayo pasado durante el desarrollo del Festival de Cannes, el guionista y director griego aparece en el firmamento cinematográfico como uno de los más destacados directores jóvenes del cine moderno.
Con 6 obras en su haber, la mayoría de ellas estrenadas en Argentina en festivales o semanas de estrenos especiales, éste es su primer estreno en salas comerciales. Estamos ante un autor, un guionista que generalmente comparte sus guiones, y director de cine. Sus temas son contemporáneos y en su mayoría se refieren a los problemas de la pareja y de la familia moderna.
Debo decir que la decepción ante esta primera película suya fue grande. El film me pareció grandilocuente, afectado, carente de espontaneidad, con cierta tendencia operística, una grandilocuencia que poco tiene que ver con la historia que narra. Aunque por otro lado, debe reconocerse que Lanthimos es un director exquisito, su fotógrafo Thimios Bakatakis sabe del manejo de cámaras, y maneja espléndidamente la luz, el guión está bien escrito, y la actuación de los interpretes principales: Colin Farrel y Nicole Kidman, como así también el conjunto de adolescentes que los acompañan, son notables.
El problema principal es el lento ritmo impuesto por Lanthimos a la narración que naufraga entre una mezcla de comedia familiar aderezada con toques de suspenso y horror, con los que el director trata de describir, por un lado, la precariedad de las relaciones que sostienen la actual familia moderna, y por otro, el desarrollo de un complejo de culpa en el padre de familia que arrastra al resto de la familia.
La crítica del cineasta griego se concentra en el materialismo de la vida moderna. La familia del Dr. Stephen Murphy lo tiene todo. Viven en un barrio de clase acomodada en Cincinnati, Ohio, Estados Unidos. La casa donde habitan con sus dos hijos es amplia y moderna. Su mujer Ana es también una profesional exitosa. Sus hijos concurren a escuelas caras y parecen adolescentes normales. Pero todo ese bienestar no alcanza para lograr la completa felicidad.
En el camino del Dr. Murphy se interpondrá un hecho inesperado que lo colocará frente a la culpa. Un error profesional le provocará un trauma que modificará su conducta, lo cual terminara afectando a toda la familia.
El problema de Lanthimos, y por consecuencia del film, es que con una mirada esencialmente humanista trata de observar comportamientos sociales complejos de una sociedad que claramente no es la suya dando lugar a comportamientos individuales que presentan soluciones que solo parecen tener sentido en el plano de la abstracción, lejos de las leyes sociales establecidas pero cercanas a leyes arcaicas como la ley del Talión.
En consecuencia, el film del griego, aparece como una obra fría y pretenciosa, con claras intenciones morales y juzgatorias de toda una sociedad (la americana) que no solo pone énfasis en el desarrollo de un materialismo práctico sino que también es participe de la idea de que el fin justifica los medios.
Esta mirada que describe el film no solo lo aleja de la realidad social, sino que unida al encierro que propone en la propia casa del protagonista, lejos está de provocar un mea culpa. Por el contrario, genera un gran guignol de características operísticas que desinfla toda intención de reflexión y análisis.
8
30 de marzo de 2018 1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El sacrificio... es una película extraña, como la historia que cuenta, como las secuencias que presenta, como, sobre todo, los personajes que la recrean, a menudo hieráticos e irreales. También es una rareza por el enfoque, por el tratamiento, frío y aséptico, como un caso clínico que hay que aislar para que no contagie o como una enfermedad que avanza inexorablemente y sin cura. Y la soledad: calles, pasillos, vastos paisajes sin nadie; no existe más gente ni más personas que las que son, los que están, ni más sonidos que el subrayado de una música apocalíptica y fatal; esplendorosa en todos sus temas y tesituras. Es la soledad del enfermo terminal, su miedo a un desenlace implacable que no tiene remedio, ninguna solución diferente a la que se espera y se teme. Así atrapa esta cinta, de principio a fin y aumentando de a pocos la agonía en una adaptación muy actual de un mito griego en el que todo lo que sucede, es; y es necesario porque hay fuerzas mayores que así lo previeron y obligan a que así se cumpla.

Yorgos Lanthimos, tras Langosta, repite una temática improbable y surrealista, llena de simbolismo y tensiones. Pero todo lo fallido de la anterior, Langosta, en ésta se vuelve acierto. La primera pecaba de absurda, de excesiva, de muy forzada. El sacrificio..., en cambio, desde un punto de partida también rebuscado, chocante y quizás inaceptable, va desarrollando una trama envolvente que a cada plano se hace más verosímil y asfixiante. No es en puridad una de terror, pero resulta más inquietante que las de este género, a menudo tan burdo. Gran culpa de esto hay que apuntarlo en el haber de Barry Keoghan, magnífico malo, un psicópata muy entrañable. También en los aciertos del guión, que, parsimonioso e implacable, ni aburre ni decae en ningún momento.

En definitiva, una apuesta muy solvente por un cine atrevido y novedoso, muy original y a tener en cuenta.
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