El sacrificio del ciervo sagrado
2017 

6.6
20,761
Thriller. Drama
Steven es un eminente cirujano casado con Anna, una respetada oftalmóloga. Viven felices junto a sus dos hijos, Kim y Bob. Cuando Steven entabla amistad con Martin, un chico de dieciséis años huérfano de padre, a quien decide proteger, los acontecimientos dan un giro siniestro. Steven tendrá que escoger entre cometer un impactante sacrificio o arriesgarse a perderlo todo. (FILMAFFINITY)
4 de diciembre de 2017
4 de diciembre de 2017
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tragedia griega la que acontece en The killing of a secret deer, película que dirige con severidad y una frialdad que impacta el griego Yorgos Lanthimos. Un cirujano de prestigio (Colin Farrell) y una oftalmóloga (Nicole Kidman), disfrutan de una vida de lujo y normalidad, pero pronto verán cómo todo se desmorona cuando aparece un chaval de 16 años (Barry Keoghan). Conoce al cirujano, es uno de los aspectos que la trama desvelará, y entabla amistad con la familia. Cometer un sacrificio o arriesgarse a que todo se pierda será la idea que sobrevuele durante todo el filme la cabeza de los protagonistas, en un largometraje que se convierte en lo mejor del año.
EL SACRIFICIO DE UN CIERVO SAGRADO incomoda desde el primer segundo, y sigue haciéndolo cuando aparece en pantalla Barry Keoghan, el joven actor que puede contar, y mucho, para futuras nominaciones a premios importantes como secundario, que también apareció en Dunkerque. Su interpretación remueve al espectador en el asiento y convierte la experiencia en una continua molestia, bravo por él. Nicole Kidman y Colin Farrell, en la que es una de las mejores interpretaciones que se le recuerdan, completan un más que solvente elenco de protagonistas que ayudan a que el desasosiego se generalice durante todo el metraje. Una puesta en escena y unos encuadres desmoralizantes que convierten la película en toda una experiencia. El final es de traca y la banda sonora que acompaña al filme es sobrecogedora, digna de elogio.
En definitiva, EL SACRIFICIO DE UN CIERVO SAGRADO es definitivamente una de las obligatorias del año por muchas razones, pero la principal es que no dejará a nadie indiferente y despertará en el espectador una sensación de malestar permanente que solo se disipará con el silencio de la oscuridad de los créditos. Es difícil catalogarla en un género, pues mezcla thriller, drama y terror psicológico con gran acierto. Barry Keoghan, Colin Farrell y Nicole Kidman lo dan todo y están a su mejor nivel. Ni se os ocurra dejarla pasar, es una de las grandes del año.
EL SACRIFICIO DE UN CIERVO SAGRADO incomoda desde el primer segundo, y sigue haciéndolo cuando aparece en pantalla Barry Keoghan, el joven actor que puede contar, y mucho, para futuras nominaciones a premios importantes como secundario, que también apareció en Dunkerque. Su interpretación remueve al espectador en el asiento y convierte la experiencia en una continua molestia, bravo por él. Nicole Kidman y Colin Farrell, en la que es una de las mejores interpretaciones que se le recuerdan, completan un más que solvente elenco de protagonistas que ayudan a que el desasosiego se generalice durante todo el metraje. Una puesta en escena y unos encuadres desmoralizantes que convierten la película en toda una experiencia. El final es de traca y la banda sonora que acompaña al filme es sobrecogedora, digna de elogio.
En definitiva, EL SACRIFICIO DE UN CIERVO SAGRADO es definitivamente una de las obligatorias del año por muchas razones, pero la principal es que no dejará a nadie indiferente y despertará en el espectador una sensación de malestar permanente que solo se disipará con el silencio de la oscuridad de los créditos. Es difícil catalogarla en un género, pues mezcla thriller, drama y terror psicológico con gran acierto. Barry Keoghan, Colin Farrell y Nicole Kidman lo dan todo y están a su mejor nivel. Ni se os ocurra dejarla pasar, es una de las grandes del año.
2 de abril de 2021
2 de abril de 2021
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yorgos Lanthimos hace cine para mí. Esas son las propuestas que me vuelven loco, que me entusiasman, que me hacen levitar viéndolas una y mil veces. Dignísimo compañero de extraños y perturbadores viajes que revuelven las tripas de Michael Haneke, Lars Von Trier o Paul Thomas Anderson, cada película de Lanthimos es más una experiencia que el mero visionado de un film. Puro arte que hay que tomar en prudentes dosis y muchas precauciones, pero que jamás falla si te va el cine que camina en los márgenes de las propuestas habituales del Séptimo Arte y de la mente humana.
Y es que el cine del griego Yorgos Lanthimos no es para todos los públicos. Lo hace para que yo y otros como yo alcancemos el éxtasis. Suele combinar magistralmente la provocación y la incomodidad para el espectador del cine que patentara como marca de la casa mi idolatrado Michael Haneke con algunos aspectos rozando el surrealismo propios de Luis Buñuel. Y “El sacrificio de un ciervo sagrado” es un ejemplo perfecto de ello. Es su mejor película, su gran obra maestra definitiva, y una de las más grandes cimas del cine contemporáneo.
Consagrando la sensación de náusea en el espectador como el leit motiv de toda su carrera, creando situaciones desagradables y a ratos ilógicas como siempre ocurre en su maravillosa filmografía, en ésta, además, se permite homenajear constantemente a través de su caligrafía fílmica al mejor Stanley Kubrick. Porque eso es sobre todo "El sacrificio de un ciervo sagrado" en cuanto a su parte estética, un homenaje expreso y confeso a Kubrick.
La sombra de Kubrick es alargada a lo largo de todo el metraje de la cinta: los travellings por los pasillos son puro eco de “El resplandor”, Nicole Kidman desvistiéndose en el espejo es un homenaje expreso a “Eyes wide shut”, con una banda sonora estresante y desasosegante que pareciera salida de “El resplandor”, un niño protagonista que incluso se parece físicamente más de lo razonable al Danny del Hotel Overlook, y así sucesivamente. Kubrick en la estética, Haneke en el contenido, Buñuel en la propuesta. ¿Quién da más?
Perturbadora como pocas, maravillosamente ilógica a más no poder, provocadora por naturaleza, intimidante a ratos, desasosegante siempre, gélida como kubrickiana que pretende ser, con una ambientación musical tan impresionante como lograda (nunca vista desde, y la citamos una vez más, "El resplandor" de Stanley Kubrick), “El sacrificio de un ciervo sagrado” es una absoluta obra maestra muy difícil de ver y aún más de digerir, un templo del cine moderno.
Es la historia de un cirujano de vida acomodada y perfecta, con mujer y dos hijos, al que le une una especial e inexplicable relación de sumisión ante un adolescente desconocido, que ejerce sobré él un poder tan real como hipnótico. La causa se irá desvelando poco a poco, y las consecuencias serán terribles, una auténtica tragedia griega necesitada de sacrificios para calmar a los dioses. Una historia que gira en torno a la venganza como única forma de redimir la culpa.
Todo ello interpretado por un elenco actoral en estado de gracia todos ellos, por unanimidad manifiesta, cum laude sus actores y actrices en su capacidad de perturbar y provocar sensaciones malsanas en el anonadado espectador. Una Nicole Kidman que deja sin aliento ante su frialdad y falta de piedad, un Colin Farrell en la mejor interpretación de su carrera, un desasosegante Barry Keoghan, una electrizante Raffey Cassidy bordando quizás el personaje más ambiguo y complejo de la cinta dando cuerpo a la hija-puente entre la familia y el mal, un inquietante Sunny Suljic casi resucitando al Danny de “El resplandor” física e interpretativamente.
El crescendo de la tragedia es a ratos insoportable, por la tensión que va en aumento hasta el paroxismo. Por el camino, un Lanthimos más desatado que nunca, crea una atmósfera viciada donde los personajes se asfixian y no hay cabida para ningún plano estático. La cámara siempre está en movimiento, lento y elegante, cual Paul Thomas Anderson, para tensarnos los nervios aún más, por pasillos sin fin salidos del mejor Kubrick, con salas frías, con planos despiadados por lo gélido de la propuesta. Colosal, pero difícilmente recomendable. Una de las mejores películas de nuestro tiempo.
Y es que el cine del griego Yorgos Lanthimos no es para todos los públicos. Lo hace para que yo y otros como yo alcancemos el éxtasis. Suele combinar magistralmente la provocación y la incomodidad para el espectador del cine que patentara como marca de la casa mi idolatrado Michael Haneke con algunos aspectos rozando el surrealismo propios de Luis Buñuel. Y “El sacrificio de un ciervo sagrado” es un ejemplo perfecto de ello. Es su mejor película, su gran obra maestra definitiva, y una de las más grandes cimas del cine contemporáneo.
Consagrando la sensación de náusea en el espectador como el leit motiv de toda su carrera, creando situaciones desagradables y a ratos ilógicas como siempre ocurre en su maravillosa filmografía, en ésta, además, se permite homenajear constantemente a través de su caligrafía fílmica al mejor Stanley Kubrick. Porque eso es sobre todo "El sacrificio de un ciervo sagrado" en cuanto a su parte estética, un homenaje expreso y confeso a Kubrick.
La sombra de Kubrick es alargada a lo largo de todo el metraje de la cinta: los travellings por los pasillos son puro eco de “El resplandor”, Nicole Kidman desvistiéndose en el espejo es un homenaje expreso a “Eyes wide shut”, con una banda sonora estresante y desasosegante que pareciera salida de “El resplandor”, un niño protagonista que incluso se parece físicamente más de lo razonable al Danny del Hotel Overlook, y así sucesivamente. Kubrick en la estética, Haneke en el contenido, Buñuel en la propuesta. ¿Quién da más?
Perturbadora como pocas, maravillosamente ilógica a más no poder, provocadora por naturaleza, intimidante a ratos, desasosegante siempre, gélida como kubrickiana que pretende ser, con una ambientación musical tan impresionante como lograda (nunca vista desde, y la citamos una vez más, "El resplandor" de Stanley Kubrick), “El sacrificio de un ciervo sagrado” es una absoluta obra maestra muy difícil de ver y aún más de digerir, un templo del cine moderno.
Es la historia de un cirujano de vida acomodada y perfecta, con mujer y dos hijos, al que le une una especial e inexplicable relación de sumisión ante un adolescente desconocido, que ejerce sobré él un poder tan real como hipnótico. La causa se irá desvelando poco a poco, y las consecuencias serán terribles, una auténtica tragedia griega necesitada de sacrificios para calmar a los dioses. Una historia que gira en torno a la venganza como única forma de redimir la culpa.
Todo ello interpretado por un elenco actoral en estado de gracia todos ellos, por unanimidad manifiesta, cum laude sus actores y actrices en su capacidad de perturbar y provocar sensaciones malsanas en el anonadado espectador. Una Nicole Kidman que deja sin aliento ante su frialdad y falta de piedad, un Colin Farrell en la mejor interpretación de su carrera, un desasosegante Barry Keoghan, una electrizante Raffey Cassidy bordando quizás el personaje más ambiguo y complejo de la cinta dando cuerpo a la hija-puente entre la familia y el mal, un inquietante Sunny Suljic casi resucitando al Danny de “El resplandor” física e interpretativamente.
El crescendo de la tragedia es a ratos insoportable, por la tensión que va en aumento hasta el paroxismo. Por el camino, un Lanthimos más desatado que nunca, crea una atmósfera viciada donde los personajes se asfixian y no hay cabida para ningún plano estático. La cámara siempre está en movimiento, lento y elegante, cual Paul Thomas Anderson, para tensarnos los nervios aún más, por pasillos sin fin salidos del mejor Kubrick, con salas frías, con planos despiadados por lo gélido de la propuesta. Colosal, pero difícilmente recomendable. Una de las mejores películas de nuestro tiempo.
9 de diciembre de 2017
9 de diciembre de 2017
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dice Goya que el sueño de la razón produce monstruos.
Lanthimos y Filippou dicen que la impotencia de la razón, también.
Cuando la lógica estalla en mil pedazos, como la pared de cristal de tu estereotipado nido, donde guardas celosamente el aburrimiento (más o menos) cortés y las responsabilidades asumidas, entra (a veces brisa, a veces huracán), el miedo revolviéndolo todo, confundiéndote (mareándote) tanto que ni siquiera te importa el sacrílego asalto al altar de tus (ya antiguas) certezas, para ponerte de rodillas; para humillarte arrastrándote hasta las mismas catacumbas del asco sin que te despeines (tan hipócrita eres) ni un pelo.
Es entonces cuando te percatas de que eso que hay sentado en el sofá del salón es La Locura.
Y es que el remordimiento, pica mucho. Y si te lo rascas, duele. Y el dolor (ya se sabe) es capaz de estrangularte las tripas.
El caso es que Lanthimos, una vez dejada la cosa de escribir y cogida la cámara, nos hace unos guiños (formales) muy kubrickianos y otros (de fondo) muy hanekianos, para mostrarnos una obscena (y milimétrica) deconstrucción conceptual, en modo striptease existencial que, quizá por exceso de pretenciosidad, se salta el canon del thriller psicológico para terminar dando un frenazo al borde del esperpento terrorífico.
Quizá sea así la nueva tragedia griega.
En resumen: échale un vistazo. No te aburrirás. Y al salir del cine, serás tú el que te pases la verdadera peli.
Lanthimos y Filippou dicen que la impotencia de la razón, también.
Cuando la lógica estalla en mil pedazos, como la pared de cristal de tu estereotipado nido, donde guardas celosamente el aburrimiento (más o menos) cortés y las responsabilidades asumidas, entra (a veces brisa, a veces huracán), el miedo revolviéndolo todo, confundiéndote (mareándote) tanto que ni siquiera te importa el sacrílego asalto al altar de tus (ya antiguas) certezas, para ponerte de rodillas; para humillarte arrastrándote hasta las mismas catacumbas del asco sin que te despeines (tan hipócrita eres) ni un pelo.
Es entonces cuando te percatas de que eso que hay sentado en el sofá del salón es La Locura.
Y es que el remordimiento, pica mucho. Y si te lo rascas, duele. Y el dolor (ya se sabe) es capaz de estrangularte las tripas.
El caso es que Lanthimos, una vez dejada la cosa de escribir y cogida la cámara, nos hace unos guiños (formales) muy kubrickianos y otros (de fondo) muy hanekianos, para mostrarnos una obscena (y milimétrica) deconstrucción conceptual, en modo striptease existencial que, quizá por exceso de pretenciosidad, se salta el canon del thriller psicológico para terminar dando un frenazo al borde del esperpento terrorífico.
Quizá sea así la nueva tragedia griega.
En resumen: échale un vistazo. No te aburrirás. Y al salir del cine, serás tú el que te pases la verdadera peli.
14 de diciembre de 2017
14 de diciembre de 2017
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yorgos Lanthimos ha dejado de drogarse. Tras una dura etapa desintoxicándose ya no tiene paranoias. El problema ahora son las paranoias que tengas mientras ves sus películas.
Entre su prolífica obra de anuncios de televisión y Juegos Olímpicos, Canino y Langosta destacaron. Ambas son dos paranoias infumables, a mi parecer Langosta mas tragable, al menos en su tramo inicial. La primera, una experiencia personal, o eso parece, similar al comunismo, es decir, sólo aplicable a pequeños entornos. La segunda una fantasía, extraída de una zoofilia latente. Mientras que estas dos se dejaban ver sin más, esta película te mantiene en tensión, aunque solo en el tramo final.
Al contrario que Langosta, la primera y media parte son espesas y sencillas que se ven sin dificultad, pero una vez llegas a este punto, te encuentras tan metido en el meollo del asunto que eres incapaz de salir de la película sin una sonrisa o incluso una carcajada. En tu mente una sensación de haber estado alucinando durante poco más de 30 minutos. Al igual que esta crítica la película no deja interpretaciones, ni casi entendimiento, pero así es nuestro director griego favorito, o el único que conocemos. Mantengo la esperanza de ver otra cosa similar pero capaz de mantener el nivel al menos 90 minutos.
Para los mortales hacer ver su apartado técnico, un juego de cámaras singular, al nivel que se esperaba, con esos planos sobre los pasillos del hospital como destacable, y un sonido envolvente en su tramo final muy acorde a la sensación que transmite. Si te gusta Collin Farrel pues ahí lo llevas.
No volvería a verla, sin duda es la clase de película que debes olvidar antes de revisualizar, pero al mismo tiempo difícilmente olvidable. Y si has sido capaz de seguirme hasta aquí te recomiendo que la veas, pero luego no digas que no te lo advertí.
Entre su prolífica obra de anuncios de televisión y Juegos Olímpicos, Canino y Langosta destacaron. Ambas son dos paranoias infumables, a mi parecer Langosta mas tragable, al menos en su tramo inicial. La primera, una experiencia personal, o eso parece, similar al comunismo, es decir, sólo aplicable a pequeños entornos. La segunda una fantasía, extraída de una zoofilia latente. Mientras que estas dos se dejaban ver sin más, esta película te mantiene en tensión, aunque solo en el tramo final.
Al contrario que Langosta, la primera y media parte son espesas y sencillas que se ven sin dificultad, pero una vez llegas a este punto, te encuentras tan metido en el meollo del asunto que eres incapaz de salir de la película sin una sonrisa o incluso una carcajada. En tu mente una sensación de haber estado alucinando durante poco más de 30 minutos. Al igual que esta crítica la película no deja interpretaciones, ni casi entendimiento, pero así es nuestro director griego favorito, o el único que conocemos. Mantengo la esperanza de ver otra cosa similar pero capaz de mantener el nivel al menos 90 minutos.
Para los mortales hacer ver su apartado técnico, un juego de cámaras singular, al nivel que se esperaba, con esos planos sobre los pasillos del hospital como destacable, y un sonido envolvente en su tramo final muy acorde a la sensación que transmite. Si te gusta Collin Farrel pues ahí lo llevas.
No volvería a verla, sin duda es la clase de película que debes olvidar antes de revisualizar, pero al mismo tiempo difícilmente olvidable. Y si has sido capaz de seguirme hasta aquí te recomiendo que la veas, pero luego no digas que no te lo advertí.
9 de enero de 2018
9 de enero de 2018
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lantinos se está aburguesando y filma una película que está a un paso del mainstream. Un par de cambios cosméticos en el guión, y obtendríamos un blockbuster.
Eso sí, la sra. Kidman está decuadamente hierática, la banda sonora -por si no nos habíamos dado cuenta- subraya lo ominoso de la historia y la cámara se sitúa a veces en puntos de vista algo raros.
O sea, estimado filmaffinitista, que puedes pasar un buen rato con la película -siempre que tu suspensión de la incredulidad no se limite a Harry Potter y a la Guerra de las Galaxias.
Eso sí, la sra. Kidman está decuadamente hierática, la banda sonora -por si no nos habíamos dado cuenta- subraya lo ominoso de la historia y la cámara se sitúa a veces en puntos de vista algo raros.
O sea, estimado filmaffinitista, que puedes pasar un buen rato con la película -siempre que tu suspensión de la incredulidad no se limite a Harry Potter y a la Guerra de las Galaxias.
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