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Tacones lejanos

Drama. Intriga El marido de Rebeca (Victoria Abril) fue en otros tiempos el gran amor de su madre, la diva "Becky del Páramo" (Marisa Paredes). Cuando éste muere asesinado, madre e hija vuelven a encontrarse. El juez que lleva el caso (Miguel Bosé) es por la noche una drag-queen que imita a Becky. (FILMAFFINITY)
Críticas 43
Críticas ordenadas por utilidad
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7
6 de mayo de 2012 3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un ya experimentado Almodóvar presenta esta película en la que relata un enredo familiar, esto mezclado al asesinato de un hombre y el intento por encontrar a la culpable de acabar con la vida de este individuo, el cual curiosamente tuvo una relación amorosa en el pasado con la que se convertiría en su suegra.

El director pasa la media hora inicial mostrando a los personajes principales y las situaciones de cada una de ellas, cuestión que hace de forma sensacional. Para posteriormente hacer un corte -también genial- hacía el juez encargado del caso.

La película, en medio de la trama presenta un guiño para con Höstsonaten (Sonata de Otoño, 1978) de Ingmar Bergman, Rebeca toma la trama de ese film para presentar su conflictiva relación con su madre, la cual es vista por ella prácticamente como un ente alejado, una relación apenas existente y que busca reencontrarse.

La historia se desarrolla bien en estos enredos que se suscitan, como generalmente pasa Almodóvar se luce con una trama bastante original, además de conflictiva, resultando un producto atractivo e interesante. El film convence, no es perfecto y deseo recalcar que tiene una secuencia en lo personal me parece sosa y sin sentido. A ver quién la adivina.
6
3 de marzo de 2016 3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película que capta tu atención desde el principio, que resulta muy interesante a medida que se desarrolla la trama y que termina por decepcionarte. Es, a fin de cuentas, una película que sin ser mala te esperas mucho más de ella.

Las características almodovarianas están por todos lados, casi en cualquier fotograma de la película puedes ver ese rojo intenso que tanto gusta al director (incluso en los pasillos lo que más resalta son los estintores) y no son pocos los números musicales que nos ofrece. Constituyen estos las partes más memorables de una película que, aunque pueda no gustarte, te regala momentazos como el baile en la prisión.

Por otra parte, al igual que sucede en Hable con ella con Rosario Flores, Tacones lejanos sufre enormemente al contar con Miguel Bosé en uno de sus personajes principales. Es cierto que su actuación travestido no tiene desperdicio, nadie podría hacerlo mejor que él, pero de ahí a otorgarle un papel de tanto peso en la trama hay un gran trecho y un error inmenso.

Otras cuestiones como por qué el personaje de Victoria Abril no reconoce a Miguel Bosé, cómo es que estuvo nominada a un Goya Cristina Marcos o el repelús que da inmaginarse el lunar del glande de Letal es mejor no hacérselas.
8
17 de febrero de 2022 0 de -2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de Almodóvar aborda vidas de mujeres, qué duda cabe.

La mayoría de las veces sobre mujeres fuertes. Sería el caso de Becky del Páramo, que regresa a Madrid tras años en el extranjero, reconocida cantante cuya fama la precede.

Almodóvar nos plantea una historia de abandono, de ausencia, vuelca la narración sobre Rebeca, una mujer frágil que creció a la sombra de la madre.

Unos episodios de infancia muestran el origen a esta tragedia, aquella de las palabras no dichas, conversaciones que no tuvieron lugar, cuyo vacío destructor fue absorbido íntegro por Rebeca, que ya adulta carga con un insufrible complejo de inferioridad.

Becky es exuberante, alta, melena rubia, dueña de su vida, mientras Rebeca es mucho más baja y lee las noticias que le ocurren a otros.

Ese complejo de inferioridad tiene su espejo opuesto en la madre. Pero mientras Rebeca la admira e intenta estar a su altura, Becky sabe que la ha hecho sufrir y se siente culpable.

El retrato de culpa que nos ofrece Marisa Paredes se irá profundizando a medida que el director envuelve este relato de madre e hija en un entresijo policial, algo recurrente en la filmografía de Almodóvar.

El director manchego volverá sobre el tema de la culpa 25 años después en Julieta (2016), mucho más contenido por la experiencia de los años. La tonalidad de las imágenes será más atenuada, los encuadres más pulcros, pero el uso de vacíos devastadores funcionará como huella indeleble que tiende un puente entre estas dos cintas. Almodóvar tocando sus temas de siempre, pero menos provocador.

Lo que prima en estas películas es la distancia, las vidas de madre e hija corriendo separadas a través de los años, la amargura que ello conlleva.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La madre nunca cumplió las promesas que hizo a su hija y privilegió su carrera sobre los escenarios. En cierto modo, cuando Rebeca confiesa su crimen en pantalla, ella pasa a ser la protagonista de la historia, escena genial.

Un asesinato se materializará como un déjà vu. Con la madre compartieron hombres (padre, amante) y esa competencia terminará por destruir a Rebeca.

La primera vez que cometió un crimen Rebeca lo hizo para salvar a su madre de una vida miserable. Pero al hacerlo la hija se convirtió en un ser sufriente. Rebeca escondió la culpa, aunque era la madre la culpable por haberla descuidado.

No es una historia enredada, pero Almodóvar juega a asignar la culpa, como también juega con las identidades de los personajes y una maternidad que complica las cosas, surge el conflicto de interés por parte del juez de instrucción, que ahora es padre y creerá el último deseo de Becky: debe liberar a su hija.

La culpa será tan grande que Becky, en su lecho de muerte, asumirá la responsabilidad que le cabe a Rebeca.

Cómo todo filme de Almodóvar, nos depara algunas vertientes retorcidas: Rebeca hace el amor con Lethal, un transformista que imita a Becky del Páramo. Por transitividad, la hija tiene relaciones con la madre, que a su vez fue amante del marido de Rebeca. Becky ha opacado a su hija toda su vida y mediante ese acto sexual se apodera de su alma. Retorcido verdad, pero en realidad hay un hombre representando a una mujer.

Ese hombre será el juez que dirija la causa criminal que recaerá sobre Rebeca. Los límites son confusos (¿detenta más poder un hombre o una mujer?) y el accionar judicial es representado por Lethal, que actúa como hombre y mujer, dejando entrever que la justicia no distingue géneros.
2
5 de enero de 2016
27 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
Les pido a los Reyes Magos una peli de Almodóvar que nunca haya visto. Y van los hijoputas y me traen "Tacones lejanos", bodriazo almodovariano de categoría suprema donde los haya.

En la película hay un momento en el que Victoria Abril hace una mención a "Sonata de otoño", de Bergman. Me suena vagamente, fijo que la he visto. Y así es, la busco y encuentro la crítica que le hice en su día. Efectivamente la vi, y no me gustó nada, me pareció un tostonazo de la hostia. Peeeeero curiosamente, oh casualidad, el final de mi crítica es el siguiente:

"Cuando yo era hija puteé a mi madre hasta la saciedad, y la pobre no me pudo putear nunca a mí porque yo creo que le daba hasta miedo, de lo bicho que era. Ahora que soy madre es mi hija la que me putea a mí siempre que puede, aunque yo me defiendo bien y contraataco con mi armamento pesado. Si le hubiera contado a Bergman unas cuantas charletas duras y complicadillas entre nosotras fijo que le habría salido un guión bastante mejor; al menos más real, más reconocible, más humano y menos divino. Claro que igual entonces no parecería Bergman; sonaría mucho más a Almodóvar. Bueno, con cierto toquecillo Allen."

Mira tú por dónde Bergman me recordó a Almodóvar, qué cosas. Pues bien, me equivoqué. Craso error el mío. La madre y la hija de Almodóvar no son ni más reales ni más reconocibles ni más humanas ni menos divinas que las de Bergman. Si acaso un pelín más petardas.

Marisa Paredes, la madre, se pasa toda la película ojiplática perdida con las órbitas oculares al borde del colapso. Entre tanto Victoria Abril, la hija, se obstina en un constante titileo lacrimal que delata descaradamente el abuso descarado de colirios quemapestañas durante el rodaje de la película. O eso o muchas cebollas se debió de pelar Victoria por aquellos días.

Y luego tenemos a Miguel Bosé, bello entre los bellos pero horripilante actor entre los más horripilantes (de hecho creo que no lo han vuelto a llamar nunca más). Y para más inri el jefe lo pone a hacer un doble papel, juez y travelo, travelo y juez... tanto monta, monta tanto. Ni que decir tiene que de travelo lo borda, porque Miguel tiene ese punto Madonna que no puede remediar y que a las tías nos da un morbo que pa qué. Pero Miguel de juez... simple y llanamente es un imposible. Ni siquiera un juez almodovariano, por mucha imaginación que se le eche.

Si por lo menos el juez Bosé durante los interrogatorios hubiera llevado tacones, labios rojo pasión y el correspondiente pelucón a lo Marlene yo me lo habría creído, sinceramente. Lo prometo, palabrita. En mi cabeza cabe sin problemas un juez hermoso y glamouroso como la inquietante Letal. Pero diossssssss... esa barba postiza, esas horribles gafas de semisol, ese maletín casposo, esos andares a medio camino entre vedette de revista y asesor de Rajoy...

Nooooooooooooo! Miguel no puede andar asíiiiiiiii! Y no hace falta ser Boris Izaguirre para chillar horrorizada al verlo. Miguel es el tío que mejor sabe llevar un frac del mundo (a los escépticos los remito al vídeo oficial de "Olvídame tú" para que agachen la testuz y le rindan pleitesía); es un tío que le pongas lo que le pongas, diga lo que diga y haga lo que haga es puro estilo, clase, presencia, morrrrrrrbo. Ese hombre no se mueve; son las cosas las que se mueven a su alrededor. Almodóvar nunca debió convertirlo en esa cosa amorfa y contraerótica que se tira media película haciéndole ojitos a Victoria Abril para que le quiera un poco mientras ella está en su onda maternofilial y pasa de él como de la mierda.

Bosé es un macho alfa, le pese a quien le pese, y no sabe hacer de otra cosa que de macho alfa. Se mueve como un macho alfa, habla como un macho alfa... y un macho alfa en un momento dado puede ser transexual, asexual, homosexual o trisexual, puede ser incluso UNA macho alfa, pero nunca jamás puede ser un triste y grisáceo funcionario del Ministerio de Justicia. Y con barba postiza, diossssssss! Nunca le perdonaré a Almodóvar tan espeluznante visión. Aún estoy en estado de shock postraumático.

En fin, solo con este atentado al buen gusto y al decoro ya bastaría para condenar a la película a los avernos más avernícolas de la cinematografía patria. Pero si encima recordamos los delirantes diálogos entre Abril y Paredes, sus ojos desorbitados, sus lacrimales encharcados, sus gestos culebronescos... ya entramos directamente en el mundo del espanto y la aberración. Ni tacones ni lejanos; esto es pienso pa marranos.
6
11 de agosto de 2020 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tacones lejanos es una de las múltiples obras más recordadas de Pedro Almodóvar, en la que entremezcla su estilo clásico de películas como La ley del deseo (1987) y las formas que fue adaptando a partir de esta película en cuanto a mensaje y narración, procurando un tono más trágico donde la disección de las relaciones materno-filiales es el pilar donde se sostiene el resto del armazón. El director narra la historia de Rebeca (Victoria Abril), una joven locutora que perdió el contacto con su madre Becky del Páramo (Marisa Paredes), una aclamada artista pop. Un amor común entre progenitora y descendiente hará temblar el reencuentro de ambas mujeres, donde un asesinato pondrá a prueba sus lazos.

Pedro Almodóvar es un realizador que no necesita presentación, exhibiendo desde su ópera prima un estilo definido que lo situaría entre los cineastas nacionales más aclamados, colándose entre las filas de los directores más influyentes a nivel mundial. Experto en la representación de la feminidad en todas sus vertientes, el manchego ha sabido adaptarse a todas las épocas acompañado de un grupo de fieles como Agustín Almodóvar, José Salcedo, Marisa Paredes o Victoria Abril entre una larga lista que ayudarían a su meteoro reconocimiento. En su haber se encuentran auténticas obras maestras como Todo sobre mi madre (1999), actualmente mi película favorita suya, ¿Qué he hecho yo para merecer esto! (1984) o la singular Entre tinieblas (1983), haciendo en todas ellas una masa heterogénea y uniforme de comedia y drama elegante y hortera, cómplice y fría, patria y universal, en las que siempre se da voz a personajes atípicos por sus rarezas, o marginados por la sociedad.

Los principales problemas que tengo con este filme es el abandono radical del tono cómico para ofrecer un crimen, investigación y resolución que no me creo, en primer lugar, por las relaciones que mantienen sus personajes y, en segundo lugar, por la vergonzosa interpretación de los dos personajes encarnados por un Miguel Bosé incapaz de transmitir sentimiento y veracidad en la debacle que presencia, siendo solo un hilo conductor que une secuencias de manera muy forzada, apartándose siempre a un segundo plano. De esta manera, Almodóvar pone todas sus fuerzas en las dos protagonistas y en la procústea relación que tiene como punto de retorno el amor recíproco de una hija hacia una madre, sin olvidarse nunca de sus condiciones como mujeres. Ahí, el personaje de Féodor Atkine, Manuel, entra en juego para detonar el conflicto aprovechando esa condición que el director sabe tan bien explotar, explorando a su vez el mundo del transformismo para reivindicar lo femenino, pudiendo residir en hombres y mujeres de la misma manera, que reafirma con picardía fichando a una guapísima Bibi Ándersen para un papel secundario. Celos y masculinidad tóxica también van a ser temas recurrentes, y la posibilidad de estos de derrumbar el futuro prometedor de una mujer excusándose en el amor, todo arremolinado en personajes como Alberto (Pedro Díez del Corral), Manuel o hasta el propio Juez Domínguez en cuanto a su relación con Paula (Cristina Marcos).

Adoro las dos interpretaciones protagonistas, provenientes de unas excelentísimas actrices, pero tengo extrema debilidad por Marisa Paredes. La infinidad de registros que puede llegar a hacer suyos en un pequeño tiempo es sobrecogedor, algo que Almodóvar aprovecha para brindar bellísimos planos donde ella es la cantante bajo los focos, cantando canciones cariacontecidas a través de la figura de la artista, donde su número musical es el único que compro de los tres que hay en la película. La dipsómana e hipnotista voz de Luz Casal, que da nombre a las ideas que baraja mediante preciosas piezas musicales como Piensa En Mí o Un Año De Amor, no casa con los personajes que las interpretan, haciendo un playback muy poco conspicuo. El director utiliza esos tres números musicales para establecer la estructura de la narración, que muchas veces peca de merodear sobre un tramo ya recorrido con parsimonia cargante, donde el primero, protagonizado por Letal, augura el planteamiento tras un preludio que pone en escena la causalidad del nudo. El segundo número, en la cárcel y protagonizado por Bibi Ándersen, no tiene un sentido más allá que dejar que la actriz se luzca partiendo el nudo en la primera parte (antes del número), que expone la reacción directa de las acciones de las protagonistas, y la segunda parte (después del número) para ahondar en las repercusiones sobre el tema principal del filme: la relación entre Becky y Rebeca, que introduce el desenlace jugando con una rápida confrontación de la fe, utilizando al capellán (Juan José Otegui) para ello.

En general, es una película entretenida pero su extenso metraje (113 minutos) para un argumento así y, más importante, para un argumento contado así, pone trabas a un visionado más ameno. No me ha gustado nada la forma de llevar la trama de un lado a otro marcando un rumbo barloventeado mediante un actor insufrible como es Miguel Bosé. Los responsables principales de que la película funcione son la dirección de Almodóvar (que no el guion) y la estrella que se lleva toda la atención, la diva Marisa Paredes.
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