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El final de la gira

Drama La película se centra en la historia de la entrevista de cinco días entre el reportero de la revista Rolling Stone David Lipsky y el aclamado novelista David Foster Wallace, que tuvo lugar justo después de que se publicara la novela épica y revolucionaria de Wallace en 1996: "La broma infinita". (FILMAFFINITY)
Críticas 20
Críticas ordenadas por utilidad
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7
22 de febrero de 2016 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1996 se publicó una de las obras más magistrales de la literatura contemporánea y uno de los libros más laureados de la literatura norteamericana; La broma infinita de David Foster Wallace. Tras el fenómeno que supuso, el periodista de la Rolling Stone David Lipsky, se propuso viajar a entrevistar a este genio.

James Ponsoldt dirige este filme indie que explora la relación entre Wallace y Lipsky, esos cinco días en los que descubrieron que ante su brillantez y ego; se encontraban ante una amistad imposible y una gran admiración mutua.

Jason Segel encarna con su cuerpo a Wallace, este genio único que le sirve para interpretar su mejor intepretación de su carrera, transmitiendo brillantemente la complejidad de este misterioso y diferente escritor. Al lado interpretando a Lipsky está Jesse Eisenberg, con un personje más diluído y que resulta antipático en ciertos momentos, intuyéndose una fuerte frívolidad y envidia.

Un filme que evoluciona en interiores y que no funciona del todo en su montaje con añadido de canciones de los ochenta pero que sirve para ser el homenaje cinematográfico al genial escritor de La broma infinita; un hombre que criticó la somnolencia inconsciente de la América contemporánea ante la televisión y la comida rápida, algo que ni él mismo evitaba, quedándose totalmente enganchado a la televisión y ante el cine de acción más comercial.

Un filme que explora una amistad imposible, el ego individualista y su complejidad con mucho acierto y en el que Segel realiza su interpretación más memorable.

El Crítico Inquilino (elcriticoinquilino.wordpress.com)
6
15 de mayo de 2019 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muy interesante aproximación a la imponente figura —en ambos sentidos, literal y metafórico— de David Foster Wallace, autor de “La broma infinita”, última “Gran Novela Americana”, ese Santo Grial de la literatura al alcance de casi nadie.
El primer mérito de la película estriba en su ecuanimidad. Corren tiempos de pasiones exacerbadas, culto a la opinión propia, posverdad y maniqueismo; conque la posición intermedia adoptada por el director James Ponsoldt y el guionista Donald Margulies a partir del libro de David Lipsky supone una novedad muy de agradecer entre tanta basura hagiográfica o demonizadora.
En efecto, con atesorar una larga retahíla de rarezas, el David Foster Wallace que nos pinta “The End of the Tour” se aleja del tópico romántico del artista atormentado. En palabras del protagonista, la televisión era la mayor de sus adicciones, por poco sexy que parezca, especialmente si la comparamos con la heroinomanía, por ejemplo. Otros vicios: la comida basura, los refrescos y bailar. Vaya, yo también los tengo. Y el del tabaco.
Pese a ciertas cautelas respecto a que el cómico Jason Segel encarnase a David Foster Wallace y a que, de hecho, durante sus primeras apariciones a quien veo es a un Marshall Eriksen greñudo, éste no tarda en sobreponerse a la dificultad del papel, al riesgo intrínseco de caricatura y a sus propias limitaciones interpretativas para entregar un trabajo muy competente. Le acompaña Jesse Eisenberg, a mi juicio un actor bastante más dotado, así lo demuestra en su composición del citado David Lipsky, periodista de “Rolling Stone” encargado de hacer la semblanza del genio y cuya admiración se tambalea al chocar con las excentricidades del célebre escritor.
El envoltorio “indie”, caso de que sea sincero —cada día menos, vuelto casi un filtro de Instragram—, suele redondear las bondades del producto. Sumado al grano de la imagen y a la inusitada proliferación de cigarrillos, da lugar a una atmósfera años noventa ciertamente verosímil. Ya sólo me queda acabar “La broma infinita”, voy por la página 346. Para quien lo desconozca, la edición que —a duras penas— manejo consta de 1208. Nada, dos ratos.
6
17 de julio de 2016 Sé el primero en valorar esta crítica
Descubro con esta cinta al norteamericano Ponsoldt (su cuarto trabajo) y al escritor David Foster Wallace (1962-2008) sobre el que gira la trama: los días que pasó el periodista David Lipsky entrevistándole para la revista Rolling Stones en la última semana de promoción de su obra capital "La broma infinita" en el 96.
Alguien a escrito por ahí que si te quedan ganas de conocer a Wallace o de leer su obra es que la película ha funcionado. En mi caso ha funcionado.
El breve encuentro de estos dos escritores, uno en la cima y otro anhelando alcanzarla provoca un choque sutil de egos e inseguridades que acaban por engancharse en una amistad fugaz e intensa. Jason Segel en su mejor trabajo y Eisenberg destilan verdad y apuntalan lo efímero del asunto consiguiendo plantear muchos más interrogantes, sobre todo sobre Wallace y su obra que respuestas. Ponsoldt tiene el acierto de desaparecer tras la cámara y narrar con soltura un guión sobre literatura y vida que huele a muy escaso sobre la personalidad compleja y depresiva del escritor de Nueva York que acabó ahorcándose en el 2008.
Se habla mucho y hay que escuchar tranquilamente para tamizar y encontrar algunas de las pepitas lo suficientemente interesantes como para no abandonar el filón.
6
17 de julio de 2016 Sé el primero en valorar esta crítica
En este filme se exponen las conversaciones que tuvieron los escritores David Lipsky y David Foster Wallace. Por supuesto, es mucho más sonoro en los medios literarios el apellido Foster Wallace que el del tocayo Lipsky. Como se trata de una película sobre dos autores es evidente que se imponen ciertos desafíos intelectuales, como por ejemplo, conocer algo de la obra de los personajes en mención. Con ello se puede evidenciar que aquello a lo que se refieren los dos protagonistas tiene un sustento superior al hecho mismo que ampara el filme como un relato de amistad y egos literarios.
Las dos actuaciones son realmente creíbles, más aún teniendo en cuenta que ambos actores (Eisenberg y Segel) vienen de varias películas en las que sus presentaciones son más bien desiguales. Aquí sorprenden. Se sienten muy afines con los personajes que interpretan y con las cuestiones literarias que plantean. Es un filme que puede llegar a ser bueno pero al que le faltó la energía para hacerse un verdadero clásico de la literatura hecha cine.
6
18 de julio de 2016 Sé el primero en valorar esta crítica
Si asumes que te vas a enfrentar a “un partido de tenis verbal”, como muy bien lo ha definido un crítico, entonces puedes disfrutar de la película.
Interesante enfrentamiento de los dos egos del reportero y el escritor famoso.
En caso contrario, te va resultar pesada y aburrida.
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