El final de la gira
2015 

6.4
2,257
Drama
La película se centra en la historia de la entrevista de cinco días entre el reportero de la revista Rolling Stone David Lipsky y el aclamado novelista David Foster Wallace, que tuvo lugar justo después de que se publicara la novela épica y revolucionaria de Wallace en 1996: "La broma infinita". (FILMAFFINITY)
18 de marzo de 2016
18 de marzo de 2016
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
El género indie supongo que nació para aquellas películas que no tenían grandes presupuestos y que se valían de una gran historia para llegar a nuestros corazones/cerebros.
Yo no conozco el presupuesto con el contaban en este film y por mucho que he investigado no lo encuentro, de todas formas supongo que el mero hecho de no contar con una de las grandes productoras ya te convierte en cine indie. Actualmente el cine indie lo es todo y todos los festivales están repletos de esta clase de cine, con mayor o menor éxito.
Las estrellas que conforman el reparto principal de esta obra no son extratosféricas pero son de sobra conocidos, empezando por mi amigo Jesse, que saldrá en breve en Batman vs Superman, una cinta muy indie por cierto. Aunque estas estrellas no son demasiado famosas todos en cuanto los vean podrán decir: "Hey, yo a ese tipo lo conozco". Pero este no es el problema que veo a esta película, el gran problema es su historia.
Como he comenzado mi crítica una gran película indie debe tener una gran historia detrás para convencer al público.
Supongo, y sigo con mis suposiciones, que aquellos que tuvieran conocimiento de este afamado escritor apreciarán mejor su historia, yo no pertenezco a este selecto grupo.
Existe una especie de lucha dialéctica entre estos dos escritores para saber si David Foster es un genio o simplemente es un supergenio. Y el otro tema del que disertan es sobre la soledad,que no tengo ninguna pega al respecto, me parece un tema interesante y bien tratado.
Al final la historia que debía convencerme solo me ha aburrido y esos grandes diálogos que debían absorberme se han desvanecido entre elogios mutuos. No es la peor película indie que haya visto pero le falta una chispa que me demuestre la genialidad de ambos Davids.
Entrando en detalles (hechos que diferencian las grandes películas de las espectaculares) hay dos que me gustaría resaltar.
El primero es el uso de tantísimos escenarios. Tratándose de una película indie hubiese preferido el uso del salón de David y de su coche, como únicos escenarios donde se centrasen todas sus conversaciones.
El uso del hotel, su coche, el otro coche, la gasolinera, el parque de atracciones, sendas librerías, la casa de la tronca... Demasiado movimiento en una película donde el diálogo es lo importante.
El segundo detalle es la total ausencia de ceniceros, recordad que los detalles son importantes. En una película donde se remarca tanto el vicio del tabaco me hubiese gustado ver el uso de ceniceros, ¿donde tiran las cenizas, al suelo?
Conclusión: sigan viendo cine indie, siempre necesitan un empujón estas películas con presupuestos humildes, pero no vayan a ver la nueva de Indiana Jones, que no os vuelva a engañar como en la calavera de cristal.
STOPSPIELBERGSTOP.
Yo no conozco el presupuesto con el contaban en este film y por mucho que he investigado no lo encuentro, de todas formas supongo que el mero hecho de no contar con una de las grandes productoras ya te convierte en cine indie. Actualmente el cine indie lo es todo y todos los festivales están repletos de esta clase de cine, con mayor o menor éxito.
Las estrellas que conforman el reparto principal de esta obra no son extratosféricas pero son de sobra conocidos, empezando por mi amigo Jesse, que saldrá en breve en Batman vs Superman, una cinta muy indie por cierto. Aunque estas estrellas no son demasiado famosas todos en cuanto los vean podrán decir: "Hey, yo a ese tipo lo conozco". Pero este no es el problema que veo a esta película, el gran problema es su historia.
Como he comenzado mi crítica una gran película indie debe tener una gran historia detrás para convencer al público.
Supongo, y sigo con mis suposiciones, que aquellos que tuvieran conocimiento de este afamado escritor apreciarán mejor su historia, yo no pertenezco a este selecto grupo.
Existe una especie de lucha dialéctica entre estos dos escritores para saber si David Foster es un genio o simplemente es un supergenio. Y el otro tema del que disertan es sobre la soledad,que no tengo ninguna pega al respecto, me parece un tema interesante y bien tratado.
Al final la historia que debía convencerme solo me ha aburrido y esos grandes diálogos que debían absorberme se han desvanecido entre elogios mutuos. No es la peor película indie que haya visto pero le falta una chispa que me demuestre la genialidad de ambos Davids.
Entrando en detalles (hechos que diferencian las grandes películas de las espectaculares) hay dos que me gustaría resaltar.
El primero es el uso de tantísimos escenarios. Tratándose de una película indie hubiese preferido el uso del salón de David y de su coche, como únicos escenarios donde se centrasen todas sus conversaciones.
El uso del hotel, su coche, el otro coche, la gasolinera, el parque de atracciones, sendas librerías, la casa de la tronca... Demasiado movimiento en una película donde el diálogo es lo importante.
El segundo detalle es la total ausencia de ceniceros, recordad que los detalles son importantes. En una película donde se remarca tanto el vicio del tabaco me hubiese gustado ver el uso de ceniceros, ¿donde tiran las cenizas, al suelo?
Conclusión: sigan viendo cine indie, siempre necesitan un empujón estas películas con presupuestos humildes, pero no vayan a ver la nueva de Indiana Jones, que no os vuelva a engañar como en la calavera de cristal.
STOPSPIELBERGSTOP.
23 de abril de 2016
23 de abril de 2016
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por qué personajes mediocres se empeñan en retratar a genios? Para cualquiera que no conozca, ni haya leído nada de Foster Wallace, es difícil que tras ver este film le entren ganas de hacerlo. No hay nada en él que trasmita una mínima fracción de la grandeza y genialidad inabarcables de este escritor, ninguna explicación sobre el proceso de creación de " La Broma Infinita"; ni profundiza lo más mínimo en las razones que lo llevaron a padecer depresión durante los últimos 20 años de su vida. Una entrevista debería haber servido para mucho más; de otra forma, ya existe el hecho real y no sería necesario ficcionalizarlo. A mayores, una banda sonora plagada de clásicos de la música "indie", pero absolutamente ajena al espíritu de la película, y que no busca otra cosa que la manipulación emocional del espectador. En suma, el mejor homenaje que se le puede hacer a Foster Wallace es leerlo. Una experiencia única.
7 de noviembre de 2015
7 de noviembre de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La empatia que se quiere hacer sentir hacia los dos David´s se logra diligentemente, dentro de interesantes diálogos llenos de sarcasmo, metáforas y humanidad en general, viene contenido un paquete de sentimientos que poco a poco se van evidenciando en la pantalla. Jason Seagel, aunque no en un papel muy diferente a los representados por el en su repertorio filmográfico, encaja perfectamente. Cinematográficamente hablando no hay nada impresionante, pero me quedo con el regocijo de haber disfrutado de una historia muy personal que deja a su paso sensaciones de nostalgia.
22 de octubre de 2015
22 de octubre de 2015
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La historia es sencilla a más no poder, un escritor va a entrevistar a otro escritor y pasan cinco días juntos conociéndose y conversando de todo. Una propuesta mucha veces vista y compleja de hacer, no hay grandes conflictos ni grandes enseñanzas. Así que todo se basa en el como cuentas la historia, contar una historia cuando no hay "mucha historia" es siempre un reto y todo el equipo lo logra de una gran manera. Partiendo por las actuaciones. Los dos personajes principales están muy bien logrados, claramente Segel se llevara más premios y reconocimiento por interpretar al personajes "raro", pero Eisenberg nuevamente demuestra que es un gran actor, la química entre ellos es genial, podríamos verlos conversar de lo que sea por horas y no nos aburríamos, lo que es el mayor merito de la película mostrar el mundo de estos dos personajes chocar en base a sus acciones, diálogos e interpretaciones sin que nunca haya un gran evento o pasen grandes cosas, por eso es un gran clase de guion al sustentarse todo en los diálogos en vez de las acciones sin caer en lo teatral, algo que es muy difícil hoy en día.
Definitivamente hay que ponerle atención a Ponsoldt que ya lleva un buen tiempo haciendo un buen trabajo en la escena Indie.
Definitivamente hay que ponerle atención a Ponsoldt que ya lleva un buen tiempo haciendo un buen trabajo en la escena Indie.
24 de enero de 2016
24 de enero de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más allá del amor entendido como esa relación que, en algún momento u otro, requiere de cierta atracción física, es posible establecer esa conexión que te va a juntar, de forma especial, con esa otra persona, quién sabe si para toda la vida, algunos años o, simplemente, para lo que dure un fin de semana cualquiera. El tiempo no importa, o no debería. Lo que sí cuenta es la intensidad con la que se han vivido los momentos que el destino (por aquello de ponernos cursis, per no demasiado) os ha dado para estar juntos. La gracia es que, como ya se ha insinuado, el espacio es lo de menos. La conexión es, ante todo, intelectual (¿se acuerdan de aquello de ''follarse a la mente''? pues más o menos lo mismo), con que el chispazo que lo origina todo ya no requiere ni el clásico contacto visual. Un comentario, un punto de vista, un detalle, un mensaje, un gesto... ¿un libro? Por supuesto. Todo vale. ¿Una novela de más de mil páginas en la cual uno cree haber descubierto a uno de esos autores que marcará a una generación entera? También, aunque la duda ofende.
En los círculos en los que se movía el periodista David Lipsky (aspirante, también, a convertirse en el próximo gran novelista americano), las noticias corrían como la pólvora en lo referente al hallazgo del nuevo F. Scott Fitzgerlad, Ernest Hemingway o Jack Kerouac, y por supuesto, allá por el año 1996, de lo único que se hablaba era de la irrupción definitiva en el panorama literario de un monstruo llamado David Foster Wallace, quien con la publicación de su segundo libro, 'La broma infinita', captó inmediatamente la atención (y admiración) tanto de la crítica como de los más entendidos en la materia. Ahí empezó seguramente la relación. Ésta lo hizo como otras muchas, con un encuentro casual; con una señal caída del cielo que vino a decirle a una de las personas implicadas, simplemente, que la otra existía. ''Oye, ¿te has leído ya el libro aquel?''; ''No, ¿cuál?''; ''Sí hombre, aquel del que todo el mundo está hablando ahora.'' Y así, con la vergüenza de quien se sabe no estar 'in', el aprendiz agarró aquel tocho, lo leyó y... conoció a su maestro. La flecha hizo diana.
Lo que vino después es, básicamente, la película que ahora nos ocupa, nuevo trabajo de una de las voces más interesantes que ha dado el indie en los últimos años. James Ponsoldt vuelve a apoyarse en lo que mejor se le da (esto es, el retrato humano) para hablarnos de aquello que más domina (el abismo, o el hecho de asomarse a él)... y de mucho más. Del miedo a desnudarse, a hacer daño a los demás, a no estar a la altura de lo que se espera de uno mismo... a sucumbir al propio miedo. Al fin y al cabo, no lo olvidemos, 'La broma infinita' abordaba muchos más temas que aquellos que podían relacionarse directamente con, pongamos, una academia de tenis ''cualquiera''. A modo de ejemplo, no es casual que el alcoholismo, uno de los leitmotivs en los que se han apoyado siempre los relatos de este director, se diluya aquí hasta quedar en poco más que cuatro gotas en el cocktail final, de gran valor artístico, periodístico pero sobre todo, humano. Este combinado se debate entre el agitado y el mezclado propuesto por sus dos preparadores. Periodista y escritor; pupilo y profesor se debaten, como en casi todas las demás relaciones humanas, entre la complicidad y la hostilidad, entre el on y el off the record, entre la admiración y la decepción... en definitiva, entre el amor más cálido y el odio más irreconciliable.
Con las ideas claras (que no era nada fácil) en este mar de sensaciones, sentimientos, acciones y reacciones más o menos adultas, y con unos Jesse Eisenberg y Jason Segel en estado de gracia (éste último en el que de momento, y de largo, es el mejor papel de su carrera), Ponsoldt se descubre una vez más como un cineasta infalible. Fascinante en el tratamiento natural de la -desnuda- densidad de sus historias, y de precisión quirúrgica en la dirección de actores, muestra igualmente su inteligencia a la hora de trazar pinceladas que, sin necesidad de recurrir a la obviedad (ahí está el qué), dan al espectador una imagen global complejísima pero para nada pesante. Así, 'The End of the Tour', como ya sucediera en la maravillosa 'The Spectacular Now', hace el amago, en más de una ocasión, de trazar su camino a través de los lugares comunes tanto del género como del manual de la factoría Sundance... para poco después descubrir sus verdaderas intenciones, que no son otras que hacer de la sinceridad su bandera. Quizás por esto, la empatía (y la consecuente identificación) para con los personajes y las situaciones que viven, surge como por generación espontánea; quizás por esto el estado con el que uno abandona la sala de cine se sitúa en la más sutil de las devastaciones. Muy acorde con la luminosa miseria que tan bien sabe captar este realizador de Georgia.
En los círculos en los que se movía el periodista David Lipsky (aspirante, también, a convertirse en el próximo gran novelista americano), las noticias corrían como la pólvora en lo referente al hallazgo del nuevo F. Scott Fitzgerlad, Ernest Hemingway o Jack Kerouac, y por supuesto, allá por el año 1996, de lo único que se hablaba era de la irrupción definitiva en el panorama literario de un monstruo llamado David Foster Wallace, quien con la publicación de su segundo libro, 'La broma infinita', captó inmediatamente la atención (y admiración) tanto de la crítica como de los más entendidos en la materia. Ahí empezó seguramente la relación. Ésta lo hizo como otras muchas, con un encuentro casual; con una señal caída del cielo que vino a decirle a una de las personas implicadas, simplemente, que la otra existía. ''Oye, ¿te has leído ya el libro aquel?''; ''No, ¿cuál?''; ''Sí hombre, aquel del que todo el mundo está hablando ahora.'' Y así, con la vergüenza de quien se sabe no estar 'in', el aprendiz agarró aquel tocho, lo leyó y... conoció a su maestro. La flecha hizo diana.
Lo que vino después es, básicamente, la película que ahora nos ocupa, nuevo trabajo de una de las voces más interesantes que ha dado el indie en los últimos años. James Ponsoldt vuelve a apoyarse en lo que mejor se le da (esto es, el retrato humano) para hablarnos de aquello que más domina (el abismo, o el hecho de asomarse a él)... y de mucho más. Del miedo a desnudarse, a hacer daño a los demás, a no estar a la altura de lo que se espera de uno mismo... a sucumbir al propio miedo. Al fin y al cabo, no lo olvidemos, 'La broma infinita' abordaba muchos más temas que aquellos que podían relacionarse directamente con, pongamos, una academia de tenis ''cualquiera''. A modo de ejemplo, no es casual que el alcoholismo, uno de los leitmotivs en los que se han apoyado siempre los relatos de este director, se diluya aquí hasta quedar en poco más que cuatro gotas en el cocktail final, de gran valor artístico, periodístico pero sobre todo, humano. Este combinado se debate entre el agitado y el mezclado propuesto por sus dos preparadores. Periodista y escritor; pupilo y profesor se debaten, como en casi todas las demás relaciones humanas, entre la complicidad y la hostilidad, entre el on y el off the record, entre la admiración y la decepción... en definitiva, entre el amor más cálido y el odio más irreconciliable.
Con las ideas claras (que no era nada fácil) en este mar de sensaciones, sentimientos, acciones y reacciones más o menos adultas, y con unos Jesse Eisenberg y Jason Segel en estado de gracia (éste último en el que de momento, y de largo, es el mejor papel de su carrera), Ponsoldt se descubre una vez más como un cineasta infalible. Fascinante en el tratamiento natural de la -desnuda- densidad de sus historias, y de precisión quirúrgica en la dirección de actores, muestra igualmente su inteligencia a la hora de trazar pinceladas que, sin necesidad de recurrir a la obviedad (ahí está el qué), dan al espectador una imagen global complejísima pero para nada pesante. Así, 'The End of the Tour', como ya sucediera en la maravillosa 'The Spectacular Now', hace el amago, en más de una ocasión, de trazar su camino a través de los lugares comunes tanto del género como del manual de la factoría Sundance... para poco después descubrir sus verdaderas intenciones, que no son otras que hacer de la sinceridad su bandera. Quizás por esto, la empatía (y la consecuente identificación) para con los personajes y las situaciones que viven, surge como por generación espontánea; quizás por esto el estado con el que uno abandona la sala de cine se sitúa en la más sutil de las devastaciones. Muy acorde con la luminosa miseria que tan bien sabe captar este realizador de Georgia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El tono calmado y el ritmo pausado que emanan de la composición de Segel (que no obedecen a pose alguna, sino al compromiso del buen cronista) contagian la superficie de un filme que se sirve de su apariencia de intrascendencia para depositar (que no esconder) en su hipodermis, aquellos mensajes, reflexiones y quién sabe si lecciones, que a la larga definirán su identidad. Éste es el modus operandi, y la misma esencia, de James Ponsoldt, cuyo cine podría interpretarse, en la mayoría de ocasiones, como una serie de anécdotas que, como sucede con la vida misma, no dan la sensación de dirigirse hacia ningún sitio en concreto. De hecho, así es, pero con un plan maestro tan sutil y tan bien llevado que lo normal es que, tras sólo un primer vistazo, éste pase desapercibido. Lo mejor de todo es que, incluso en estas circunstancias, el disfrute que se le puede sacar al producto para nada se ve mermado. En otras palabras, a uno puede abrírsele el apetito en un restaurante de fast-food (todos tenemos nuestros pecados inconfesables), o puede estremecerse al darse cuenta de cómo hay ciertos placeres carnales que poco a poco nos van absorbiendo. Uno puede ir al cine a evadirse con la acción de 'Broken Arrow', o intentar descifrar las miradas que se intercambian furtivamente en la oscuridad de la sala de proyección. Tanto una opción como la otra justifican por sí solas la experiencia; la combinación de ambas, la elevan casi hasta la categoría de imprescindible.
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