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Sinatra

Drama Antonio Castro 'Sinatra' actúa en Barcelona como imitador de Frank Sinatra. Su mujer le abandona y 'Sinatra' acaba en una pensión del Barrio Chino, donde comienza a trabajar como portero nocturno. Una noche, Antonio ve en una revista el anuncio de un club de amistad por correspondencia y decide hacerse miembro. A partir de aquí, empieza a recibir cartas y a tener relación con desconocidos que, igual que él, se sienten solos y perdidos ... [+]
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Críticas 17
Críticas ordenadas por utilidad
29 de abril de 2021
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tragicomedia irregular lo único que mantiene el interés es la interpretación de Alfredo Landa como siempre excelente y muy metido en el papel de un cantante de cabaret al que ha abandonado su mujer para ir a zorrear por ahí, que imita a Sinatra y tiene que coger un trabajo de portero en una cutre pensión del barrio chino de Barcelona,

curioso la sucesión de personajes que van apareciendo, cada cual más raro que el anterior y el ambiente autentico de los 80 lleno de putas y colgados.

El problema es que la película dura casi 2 horas ni la historia ni el personaje evolucionan para nada, y se hace muy larga y lo único que mantiene el interés son las aventuras erótico festivas de landa con una Ana Obregón en sus buenos tiempos y con una jovencísima Maribel Verdú debutando de loca y como no acaba en pelotas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Outboll
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18 de abril de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante película, entre canalla y melancólica. Muy dramática, aunque con algunas notas de humor, ambientada en la noche Barcelonesa de antes de los juegos olímpicos. Retrato de un perdedor que una vez tuvo una ciudad a sus pies pero que, irremediablemente, se le fue todo al garete.

Un imitador de Sinatra (Alfredo Landa), en un local de mala muerte del barrio chino pierde a su mujer y a partir de aquí se le hunde toda su vida, hasta acabar de conserje de noche de una siniestra pensión. A través de un grupo de amistad tratará de rehacer su vida, conocerá a algunas mujeres y algunos hombres, pero, al final, no lo logrará.

Todo se sustenta en el gran trabajo de Alfredo Landa, bien secundando por todos los demás actores. Personajes muy bien escogidos, todos perdedores, como él. En mayor o menor medida. Hasta Ana Obregón funciona, esto es lo más destable.

Variopinto despliegue de fauna típica de lo que hoy llamamos “el Raval”, en la época “el chino”: enanos, travestís, prostitutas…bien enmarcados en la ciudad de finales de los años 80 principios de los 90.

Las intervenciones de Joaquín Sabina redondean, para bien, el resultado.

Un mejor final habría acabado de mejorar el producto.
Barcino
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19 de mayo de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estaban a punto de comenzar los noventa cuando Alfredo Landa se metió a protagonizar esta película de Betriú. Tan protagonista él como la ciudad en la que se desarrolla la acción. Del “landismo” quedaba ya bien poco, y aún faltaban unos añitos para que llegase a la parrilla de RTVE “Cine de barrio” a reivindicarlo. El propio intérprete se había encargado de borrar el fenómeno al que dio nombre durante la década que finalizaba, enfundándose la gabardina de ese Philip Marlowe castizo que encarnó en las dos entregas de “El crack” de Garci primero, y después mano a mano con el Azarías y Delibes. Nadie mejor que él para dar vida a ese perdedor ingenuo y tierno que recorre las calles de la Barcelona preolímpica en busca de un antídoto contra la soledad.

Hay cosas muy válidas en ese “Sinatra” empezando desde luego por la sentida composición de Don Alfredo. No está mal tampoco la ambientación de esos bajos fondos y ese lumpen barceloneses, con esas pensiones de mala muerte y esos bares con olor a fritanga y a bocata de calamares dignos de aparecer en cualquier novela de Eduardo Mendoza. Una verdadera ciudad de prodigios. Impagable desde luego esa galería de frikis que parecen sacados de un programa de Jesús Quintero, interpretados todos ellos por un puñado de secundarios de lujo de nuestro cine. Entre ellos, no está naturalmente Ana Obregón con su postiza afectación de siempre.

Y sin embargo, ay Sabina qué bien me vienes, algo no termina de cuajar en el mejunje. Personalmente yo lo achaco a esa especie de complejo que existía en cierto cine español de la época, al que parecía le seguía costando quitarse la caspa de antaño. Echo de menos algo más de arrojo en esta oda al perdedor, al hombre bueno que siempre perteneció a la España que madruga. Sin el lastre además de ese subrayado machacón de las coplas sabineras, la cosa podía haber dado para mucho más.
Juan Solo
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1 de mayo de 2022
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Una historia sobre la soledad, la soledad de la gran ciudad, la soledad de hombres y mujeres que no acaban de encontrar el placer de la soledad y se obstinan en encontrar ese alguien que muy posiblemente no existe.
Muy bien narrada sirve también de pretexto para hacer una crónica social de la Barcelona de los ochenta con algunas licencias y exageraciones, Barcelona es una ciudad amable y acogedora y en esa época lo era mucho pero también puede resultar sórdida, gris y dura.
Mi reconocimiento especial a Alfredo Landa quien después de su esperpéntica trayectoria "landista" ha demostrado ser un gran actor en papeles difíciles y serios. El resto del reparto le secunda con calidad interpretativa sorprendiendo una estupenda Ana Obregón.
Una muestra de que cuando se quiere se puede hacer buen y gran cine, del mejor. por acá.
yundriel
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30 de agosto de 2020
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me embauco ver al principio de la película a Joaquín Sabina interpretando a Groucho Marx, en una concatenación de canciones suyas que acompañan al espectador, entre ellas la de “Quién me ha robado el mes de abril”.

Alfredo Landa interpreta a un perdedor de la noche barcelonesa, que se queda sin mujer ni trabajo y que empieza a mezclarse con toda clase de personajes de la noche: yonki, grupier, homosexual, bares, bingos, pensiones, ladrones…

Se masca un salto de calidad realista en el cine español, a donde Alfredo Landa se subió sin dudar a finales delos 70.
CHIRU
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