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La tragedia de Macbeth

Drama. Intriga Nominada a tres premios Oscar, incluido el de Mejor Actor. Denzel Washington y Frances McDormand protagonizan esta adaptación, cruda y audaz, de Joel Coen. Un lord escocés es convencido por unas brujas de que se convertirá en el futuro rey de Escocia. Adaptación de "Macbeth", de William Shakespeare.
Críticas 36
Críticas ordenadas por utilidad
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7
3 de febrero de 2022 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La verdad es que al ver que un Coen había dirigido Macbeth no me lo pensé dos veces. El resultado es extraño porque entiendo que es un largometraje dónde influyen -si cabe más de lo que es habitual- las expectativas frente de lo que nos espera. Me pasé el rato intentando descubrir que había de reconocible en la obra que se asemejase a los antiguos trabajos del director. Supongo que fue un error, porque enseguida me di cuenta de que había algo de Dreyer o Bergman en la puesta en escena que se me planteaba, algo que resultó ser una sorpresa mayúscula. Además, que el guion era extremadamente rigoroso a la obra del dramaturgo inglés, con toda el aura de solemnidad que esto implica. Y que, había interpretaciones fuera de lo común, como las de Kathryn Hunter o la Denzel Washington. Asombro tras asombro. Por lo cual diría, que si alguien es mínimamente aficionado al género teatral o a la obra de Shakespeare en particular, es una parada más que obligatoria y profundamente grata, ahora bien si lo que buscáis es un “The Big Lebowski” o un “Burn After Reading” preparaos para morir porque vuestra ambición solo os traerá ruina.
5
6 de agosto de 2022 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película mezcla elementos de muy buen cine con otros que, al menos a mí, no me han gustado.

La adaptación del texto de la obra original, sin ser yo un experto sobre Macbeth, me ha parecido muy buena. Yo me leí la obra de teatro en el instituto y he visto alguna adaptación cinematográfica. Esta es toda mi relación con Macbeth. Partiendo de que soy un ignorante sobre Macbeth, creo que Joel Coen consigue mantener la esencia y el estilo de la obra de Shakespeare.

El uso de la luz durante toda la película es totalmente hipnótico. La fotografía también es sensacional y hay que resaltar el gran acierto de algunas escenas que son de matrícula de honor. Todas las escenas de las tres brujas son perfectas, así como llegada del bosque y las obsesiones de Macbeth con sus fantasmas.

El reparto no me ha gustado. No por una cuestión étnica, sino más bien interpretativa. Apruebo con nota a Kathryn Hunter y salvo a Denzel Washington y Frances McDormand sin que me hayan llegado a emocionar. Los demás no me han gustado. Supongo que será más una cuestión de dirección que de los propios actores como tal.

Por otro lado el estilo tampoco me ha llegado a convencer. Esta claro que Joel Coen busca la estética concreta, sin importarle absolutamente nada los anacronismos, algo que es totalmente respetable cuando se hace con una intención, como creo que es el caso. Ahora bien, a mí no me ha gustado estos decorados ultra diáfanos y tan angulares, minimalista, con unos blancos y negros tan definidos... Da una sensación de arte moderno que no me cuadra con la historia.

Me parece genial que la gente con talento intenté hacer películas arriesgadas, pero no se puede gustar siempre a todo el mundo.
6
2 de febrero de 2022 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es mas que arriesgado tanto para un directo que para los actores relatar grandes obras como es la de esta película, un manjar de Shakespeare, que si te sale mal es un delito grave para el arte, ofender a los grandes, pero si sale bien, grata recompensa, y en este caso, grata recompensa. Densa y exquicita a su ves, sin dejar de lado la cadencia y la magia de Shakespeare. Por otra parte grandes protagonistas q defienden y hacen un trabajo como estan acostumbrado....bravo, aunque no hay q dejar pasar q para mi gusto personal, falto algo que el teatro lo dá...
7
2 de febrero de 2022 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
35/35(29/01/22) Sugerente nueva versión del clásico homónimo de William Shakespeare publicado en 1606, dirigido y guionizado por Joel Coen, en lo que es la primera película dirigida únicamente por uno de los hermanos Coen sin la participación del otro. Siendo protagonizada en la figura del Baron de Glamis por un arrollador Denzel Washington (hay que salvar la licencia de que un rey escocés sea negro, aunque Denzel ya hizo algo similar en otro papel shakesperiano en cine en 1993, con su Príncipe Pedro de Aragón en “Mucho ruido y pocas nueces” de Kenneth Branagh), como la mítica Lady Macbeth está una sensacional Frances McDormand (productora del film, y gran impulsora del proyecto, al que empujó a su marido Joel Coen), destacando entre los secundarios el carismático dublinés Brendan Gleeson como efímero rey Duncan asesinado (ello en una escena brutal en primer plano hundiéndosele el cuchillo en su pecho), y sobre todo la fascinante neoyorkina Kathryn Hunter en el rol de las tres brujas, embutida en una túnica negra, retorcida en un cuerpo enjuto, pálido, con ojos saltones, siniestra, aterradora, con la segunda aparición en el castillo de Macbeth, ello en una especie de pesadilla onerosa, subida en una biga, y reflejándose en un estanque, donde se desdoble en las tres, una contorsionantemente siniestra profeta, con una voz cavernosa-ominosa, lóbregamente fascinante. Siendo muy fiel al material de origen, manteniendo el característico pentámetro yámbico del Bardo de Avon, impregnando de fatalismo el metraje, con los magnicidios, infanticidios, premoniciones malditas, pesadillas, supurando por los fotogramas el halo de ambición desmedida por el poder, de amoralidad, y como ello lleva al sendero de los sentimientos de culpa expresados en los delirios visuales, en la locura, ello desarrollado con los sempiternos monólogos y diálogos cargados de metáforas líricas.

Llama la atención ya de inicio que es rodada en monocromo b/n y en relación de pantalla casi cuadrada, esto último un artificio desconcertante. Siendo realmente teatro filmado en estudio de sonido, donde ellos escenarios resultan singulares en lo diáfano, a la par que expresionistas, por mor del gran diseño de producción de Stefan Dechant (“Avatar” o “Alicia en el País de las Maravillas”) creando un castillo de estancias enormes sin adornos, pasillos infinitos, grandes arcos, almenas desproporcionadas en tamaño en su gran altura, una estructura rectilínea, con patios desprovisto de vida, todo cargado de gelidez y opresión, y sin visión exterior, especie de cárcel alegórica, que en comunión con la cinematografía del francés Bruno Delbonnel (“Amelie o “A propósito de Llewyn Davis”) a influencias pictóricas como las del italiano Giorgio de Chirico, dotando de sombras alargadas, así como oscuridades tenebrosas que bebe indudablemente del expresionismo gótico. Eso en interiores, en exteriores la neblina y los cielos apagados lo cubren todo (como dice el texto de Shakespeare, Macbeth le pregunta a su mujer: ‘Cómo va la noche?’, y ella le espeta, ‘Casi en lucha con la mañana, mitad por mitad’), todo ello con marcadas profundidades de campo que aíslan a los protagonistas en la inmensidad. Sumando recursos dramáticos inteligentes, escenificando tramos de paranoia oníricos punzantes, con momentos intensos en su simbolismo, como cuando no pueden lavarse la sangre de las manos por mucha agua que se echen.

Esta es una de las obras más populares de Shakespeare, ha tenido cuatro directores de prestigio que han ofrecido su particular visión: Orson Welles en 1948, Akira Kurosawa en 1957 con “Trono de sangre”, Roman Polanski en 1971 y el menos conocido Justin Kurzel que en 2015 hizo la más reciente hasta esta. Es por ello, que siendo tan archiconocida y llevada tantas veces al cine, la pregunta es obvia (no soy Trimagasi). Era necesaria otra versión más que no aporta algo nuevo, que se atiene al mismo patrón rígido de la historia? Y habrá respuestas para todos los gustos, puede gustar, entretener, por su agilidad y no mucho metraje, tiene recursos estéticos originales, tiene actuaciones muy buenas, pero no te dejará huella, por lo menos a mí. La solemnidad con que Joel se atiene al corsé de la obra le hace adusto. Teneidno el hándicap de que su metraje de solo 107 minutos es su enemigo, al ocurrir todo demasiado apresuradamente, elipsis que suceden abruptamente, donde se acortan textos, y otros muchos se eliminan. Siendo el colmo que no hay batalla final, todo se reduce a que Macbeth se asoma, ve al famoso bosque de Birnam avanzar, se postra en su trono y ya están dentro del castillo sus enemigos, sin mediar enfrentamiento alguno, Macbeth se deshace de uno, tras lo que el siguiente es Macduff con el que mantiene un duelo paladín en las almenas, y ya está, todo tan abreviado que parece que se les hacía tarde ¿?).

Denzel Washington es un poco mayor para su rol (y hace gala de ello con su rostro ajado, con cabello y barba canoso), pero por el contrario imprime un cansancio vital extraordinario a su actuación, con una declamación dura y seca, con el modo dramático de filmarla en determinados momentos (al principio con contrapicados y gradualmente desde alto para achicarlo), teniendo un lenguaje gestual que va agarrotándose conforme avanza la trama; Frances McDormand demuestra su poderío, esa fuerte personalidad que transpira en su rostro arrugado, con un rol ‘caramelo’ que es Lady Macbeth, esa ‘consejera’ que azuza con bilis la sed de trono de su marido, loe m puja con argumentos espoleantes, y la actriz la hace suya, y también la vemos en su físico un arco de desarrollo abocado al abismo; Lo malo es que entre McDormand y Washington hay nula química, no ves lujuria y pasión entre ellos, no ves amor, ves a dos ‘socios’ y no a dos amantes, son un matrimonio casto, y eso es un lastre poderoso. Ni tan siquiera se toca el tema de porque no tiene hijos, ya digo, como si no fueran esposos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Del resto del nutrido (aparte de los ya mencionados Brendan Gleeson y Kathryn Hunter) reparto destacar a Corey Hawkins (otro actor negro para un rol blanco), aporta en su MacDuff rabia y furia latente; Stephen Root como Porter, rol cómico, que en una única escena deja marca con sus comentarios mordaces sobre los efectos del alcohol en la libido (“La lujuria, señor, provoca y no provoca. Provoca el deseo, pero quita el rendimiento”. Otra de sus líneas, “Os ruego, recordad al portero”, dice); Y está el ambiguo Ross, encarnado por el inglés Alex Hassell, un sibilino personaje que se mueve cual reptil medrando con unos y otros, turbadoras cada una de sus apariciones.

Comienza de forma cautivadora, con un primer plano de tres cuervos volando sobre un fondo blanco. Estamos en un páramo nebuloso del que emerge una figura, un Capitán (correcto Ralph Ineson) se tambalea hacia el Rey para informarle de una gran victoria dirigida por Macbeth y su leal amigo Banquo (buen Bertie Carvel).

‘La partitura de la película fue compuesta por Carter Burwell, el antiguo colaborador de los hermanos Coen. El tono siniestro de la partitura está marcado por momentos de solo de violín descritos por Burwell como "alzando el vuelo desde la oscuridad". El premiado violinista Tim Fain ayudó al compositor a canalizar la idea de un sonido de estilo folclórico de tierras desconocidas.’

Me queda una buena adaptación, pero sin la garra y valentía suficiente para trascender. Fuerza y honor!!!
6
6 de febrero de 2022 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de haber creado una auténtica secta entre sus adeptos más fanáticos, entre los que me incluyo, los hermanos Coen han puesto fin a su sociedad por jubilación de Ethan Coen. “La tragedia de Macbeth” es la primera obra totalmente en solitario de Joel Coen y, desde luego, supone un giro de rumbo absoluto y un abandono de las señas de identidad más características de la cinematografía de estos hermanos, más un género cinematográfico en sí mismos mundialmente reconocidos e inspiradores de centenares de películas que tienen un expreso aire “coeninano”.

La meta que se ha impuesto Joel Coen para comenzar su carrera en solitario no era menor: trasladar con tintes expresionistas y en un riguroso blanco y negro el texto dramático de William Shakespeare. Ni más ni menos. Y, desde luego, lo consigue notablemente. Otra cosa es que el resultado despierte mi interés más allá de lo visual, porque desgraciadamente no lo hace.

Sin duda, la cinta se acaba convirtiendo en un tour plástico para comprobar cómo se puede llegar a recrear el expresionismo cinematográfico en pleno siglo XXI, con ecos de Bergman o Dreyer, y que el invento funcione mucho y bien. En ese aspecto, la película es brillante gracias a una dirección de fotografía de Bruno Delbonnel excepcional, además de utilizar la metáfora visual de forma inaudita y sorprendente. Y no digamos de la partitura de su músico de cabecera, Carter Burwell.

Las interpretaciones son buenas, pero no soberbias, como hubiera requerido para llevar a la gran pantalla un texto dramático de Shakespeare. Denzel Washington como Macbeth resulta correcto sin más y Frances McDormand (esposa de Joel Coen en la vida real y coproductora de la cinta junto a su marido) como cónyuge de Macbeth resulta colosal y lo mejor de la cinta, si bien los secundarios no brillan a su mismo nivel.

La terrible historia de lucha sangrienta por el poder sin escrúpulos en la Escocia de Macbeth acaba resultando una recitación monótona de textos no demasiado bien adaptados que repelen al espectador contemporáneo antes que emocionarlo.
Pero… lo peor de todo es que me deja frío, a ratos ni me interesa. Me quedo gélido ante una película de Joel Coen, quién lo diría. Llega un momento incluso en el que los avatares de sus personajes dejan de interesarme y mi mente sólo logra concentrarse en el espléndido espectáculo visual que sucede ante mis ojos. Pero, para mí, es una película sin alma y eso, en el fondo, es un fracaso, el primer fracaso Coen.
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