El ladrón de Bagdad
1940 

7.2
2,989
Fantástico. Aventuras
Con la ayuda del ladronzuelo mendigo Abu, el califa Ahmed se enfrentará al malvado Visir , que le ha arrebatado el poder y dejado ciego, aspirando al amor de la hija del sultán de Basora. La famosa narración del clásico de la literatura árabe "Las mil y una noches" debe su logro, principalmente, a la labor del productor Alexander Korda.
14 de octubre de 2020
14 de octubre de 2020
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
336/06(09/10/20) Notable film de aventuras, todo un clásico del Séptimo Arte, que hay que ver con los ojos de la inocencia, con el filtro de saber cuándo se hizo, para disfrutar de sus prodigiosos efectos visuales (para su tiempo. Donde se hace un pio0nero uso croma) puestos al servicio de una historia alegre, épica, que nos retrotrae a nuestra niñez, para sumergirnos en un relato entusiasta que mezcla acción, humor, romance, fantasía, y algo de musical, todo esto desarrollado con un ritmo trepidante que no da descanso, donde la imaginación es sublime. Cumple 80 años de su estreno con una frescura kitsch primorosa arrancada de “Las mil y una noches”. Dirigida por Michael Powell, Ludwig Berger y Tim Whelan, con contribuciones adicionales de William Cameron Menzies y los hermanos Korda Vincent y Zoltán, con tantas manos de por medio el elemento unificador y cohesionador es el productor húngaro Alexander Korda, siendo una película más de él que de los realizadores. Aunque producida por la compañía London Films de Alexander Korda en Londres, la película se completó en California debido al estallido de la Segunda Guerra Mundial. Aunque esta producción es un remake de la versión de 1924 de Raoul Walsh, las dos películas tienen diferencias: la más significativa es que el ladrón y el príncipe son personajes separados en la versión de 1940. Protagonizada por (un excelente) Conrad Veidt como el pérfido villano, por (un débil), John Justin, (un bonito florero) June Duprez, y sobre todo por el roba-escenas hindú Sabu que con solo 16 años se hace con la película en cada escena, en ese rol de pseudo Aladdin, de hecho esa entrada en pantalla robando comida en Bagdad y corriendo por las callejuelas de los guardias fue copiada por el disneyano film de animación de 1992. Ganó los Oscar de Cinematografía, Dirección de Arte (Vincent Korda) y Efectos Especiales (Lawrence W. Butler & Jack Whitney y marca el primer uso importante de la pantalla azul en el cine. También fue nominada a Partitura Musical Original (Miklós Rózsa), la primera vez que una partitura de una película británica fue reconocida en los Premios de la Academia.
La primera imagen que vemos es la de un ojo pintado en un barco, cual símbolo de la importancia de la visión en la película. La historia comienza in media res, en el puerto de Basora un mendigo ciego con su perro cuenta historias a los viandantes para ganar limosnas, esto le lleva a palacio para entretener a la corte, allí relata quien es él en realidad, entonces comienza un largo flash-back, en lo que es un claro homenaje a Sherezade y sus historias de “Las Mil y Una Noches”. Nos enteramos de que el mendigo era en realidad el Sultán de Bagdad, donde vivía infeliz en su ociosidad, “Ay, yo era este hombre. Poseía 365 mujeres, pero mi corazón ignoraba el amor. Tenía 50 palacios sin estar en casa. Aunque rico, era más pobre que la gente pobre… No encontré nada que hacer en mi vasto reino. Estaba sin proyectos, sin metas, porque mi gran visir Jaffar interfería entre mi gente y yo”.
Una historia de las que se dicen son para la familia, donde el espíritu de la eterna lucha entre el Bien vs Mal es diáfano, sin complejidades, puro entretenimiento extasiante. Donde el centro termina siendo el vivaraz pícaro ladronzuelo Abu (Sabu), él el encargado de hacer avanzar toda la trama en sus aventuras de latrocinio constante, desde robar comida en los mercados, robar la llave del calabozo, asaltar una gran figura para robar una joya, teniendo que enfrentarse para ello contra una gigante araña, encuentra a un cínico Genio Djinn (gran Rex Ingram), roba una alfombra voladora, irrumpe en una multitudinaria ejecución, todo un despiporre de secuencias delirantes (y más en su tiempo). Muchacho alegre, optimista, individualista, leal, astuto, y sobre todo encarna el espíritu aventurero.
Un espectáculo híper-realista donde los decorados cantan lo son, donde el colorido desborda la pantalla, donde la ilusión positivista es infinita, en una evolución permanente de secuencias fantasiosas, donde desfilan (además de lo mencionado referente a Abu), un caballo volador, una Diosa con seis brazos, una tormenta homérica en el mar, visiones a través de piedras mágicas, transformaciones en perro, una flor azul que produce amnesia, todo un desfile que hará las delicias de los que gusten de volver a sentirse niños.
Entre las actuaciones secundarias destacar al alemán Conrad Veidt como el siniestro villano Jaffar, un traicionero visir vestido de impoluto negro, ejemplo de la tiranía, la ambición desmedida, del sadismo, un mago negro capaz de asesinar fríamente, escalofriantemente expresionista cuando vemos lanzar un hechizo malévolo y la sombra de sus manos se extienden sobre su víctima; Miles Malleson como el ingenuo sultán de Basora, resulta una figura muy actuada para reflejar la obsesión por los juguetes, incluso por encima del amor a su hija, su final no puede ser más karmático. John Justin como Ahmad resulta un poco blandito, yendo siempre a remolque de Sabu y su imponente rol, el desdoblar sus papeles siento fue un error. No ayuda un romance tan poco estimulante que se produce no orgánicamente, si no por imperativo del guión, nunca se empatiza con el amor de este con la princesa. Esta actuada por June Duprez (no tiene nombre, solo Princesa), también bastante florero.
La película no es redonda, aparte de lo ya expuesto, le falta cohesión narrativa, se siente bastante deshilvanada, con saltos de tiempo y espacio arbitrarios, elipsis desconcertantes. Quedando una sucesión de viñetas muy entusiastas, pero adoleciendo de una narrativa armónica, todo avanza porque sí.
La primera imagen que vemos es la de un ojo pintado en un barco, cual símbolo de la importancia de la visión en la película. La historia comienza in media res, en el puerto de Basora un mendigo ciego con su perro cuenta historias a los viandantes para ganar limosnas, esto le lleva a palacio para entretener a la corte, allí relata quien es él en realidad, entonces comienza un largo flash-back, en lo que es un claro homenaje a Sherezade y sus historias de “Las Mil y Una Noches”. Nos enteramos de que el mendigo era en realidad el Sultán de Bagdad, donde vivía infeliz en su ociosidad, “Ay, yo era este hombre. Poseía 365 mujeres, pero mi corazón ignoraba el amor. Tenía 50 palacios sin estar en casa. Aunque rico, era más pobre que la gente pobre… No encontré nada que hacer en mi vasto reino. Estaba sin proyectos, sin metas, porque mi gran visir Jaffar interfería entre mi gente y yo”.
Una historia de las que se dicen son para la familia, donde el espíritu de la eterna lucha entre el Bien vs Mal es diáfano, sin complejidades, puro entretenimiento extasiante. Donde el centro termina siendo el vivaraz pícaro ladronzuelo Abu (Sabu), él el encargado de hacer avanzar toda la trama en sus aventuras de latrocinio constante, desde robar comida en los mercados, robar la llave del calabozo, asaltar una gran figura para robar una joya, teniendo que enfrentarse para ello contra una gigante araña, encuentra a un cínico Genio Djinn (gran Rex Ingram), roba una alfombra voladora, irrumpe en una multitudinaria ejecución, todo un despiporre de secuencias delirantes (y más en su tiempo). Muchacho alegre, optimista, individualista, leal, astuto, y sobre todo encarna el espíritu aventurero.
Un espectáculo híper-realista donde los decorados cantan lo son, donde el colorido desborda la pantalla, donde la ilusión positivista es infinita, en una evolución permanente de secuencias fantasiosas, donde desfilan (además de lo mencionado referente a Abu), un caballo volador, una Diosa con seis brazos, una tormenta homérica en el mar, visiones a través de piedras mágicas, transformaciones en perro, una flor azul que produce amnesia, todo un desfile que hará las delicias de los que gusten de volver a sentirse niños.
Entre las actuaciones secundarias destacar al alemán Conrad Veidt como el siniestro villano Jaffar, un traicionero visir vestido de impoluto negro, ejemplo de la tiranía, la ambición desmedida, del sadismo, un mago negro capaz de asesinar fríamente, escalofriantemente expresionista cuando vemos lanzar un hechizo malévolo y la sombra de sus manos se extienden sobre su víctima; Miles Malleson como el ingenuo sultán de Basora, resulta una figura muy actuada para reflejar la obsesión por los juguetes, incluso por encima del amor a su hija, su final no puede ser más karmático. John Justin como Ahmad resulta un poco blandito, yendo siempre a remolque de Sabu y su imponente rol, el desdoblar sus papeles siento fue un error. No ayuda un romance tan poco estimulante que se produce no orgánicamente, si no por imperativo del guión, nunca se empatiza con el amor de este con la princesa. Esta actuada por June Duprez (no tiene nombre, solo Princesa), también bastante florero.
La película no es redonda, aparte de lo ya expuesto, le falta cohesión narrativa, se siente bastante deshilvanada, con saltos de tiempo y espacio arbitrarios, elipsis desconcertantes. Quedando una sucesión de viñetas muy entusiastas, pero adoleciendo de una narrativa armónica, todo avanza porque sí.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La puesta en escena es sencillamente apabullante, empezando por el espectacular diseño de producción de Vincent Korda (labor oscarizada), todo un deliro Kitsch de decorados (Los palacios de Bagdad y Basora, las ciudades con sus callejuelas, el templo de la diosa con la gran araña,...) y falsos fondos majestuosos, también llevándonos a USA (en el Gran Cañón, Monument Valley, Bryce Canyon y el Desierto Pintado); esto atomizado por la híper-luminosa fotografía en color de George Perinal (“Las cuatro plumas” o “Vida y muerte del Coronel Blimp”), todo un desborde de colorido kitsch, con travellings, panorámicas brillantes, jugando en algún momento con el expresionismo; Y esto en miscelánea con los efectos especiales supervisados por Lawrence W. Butler (“Casablanca” o “Ser o no ser”), recreando el pinero y novedoso entonces efecto croma, para recrear vuelos de un caballo, un Genio o una alfombra, escenificando una batalla entre sabe y una araña gigante, la gran tormenta en el mar, todo lo referente al Genio, sensacional; Se añade una banda sonora notable del húngaro Miklós Rózsa (consiguiendo la primera de sus 17 nominaciones al Oscar por su trabajo; perdió ante Leigh Harline, Paul J. Smith y Ned Washington, por “Pinocho”), impregnando de exotismo en sus preciosas melodías metálicas, adaptándose de modo sensacional a la trama. Incluye la canción "I Want To Be A Sailor".
El productor Alexander Korda, después de buscar un director, eligió al cineasta alemán Ludwig Berger a principios de 1939, pero a principios del verano se sintió insatisfecho con la concepción general de Berger de la película, que era demasiado pequeña e íntima, y, específicamente, la partitura que Berger propuso utilizar. Esencialmente a espaldas de Berger, el director británico Michael Powell fue contratado para rodar varias escenas, y el trabajo programado de Powell creció en cantidad e importancia mientras, mientras tanto, el propio Korda hizo todo lo posible para socavar a Berger en su propio set; y aunque públicamente se puso del lado de Berger en el tema de la música, también socavó al compositor elegido por Berger ( Oscar Straus ) al traer a Miklos Rozsay ponerlo en una oficina directamente adyacente a la de Berger con un piano, para trabajar en una partitura. Finalmente, Berger fue persuadido de que se alejara del proyecto, y el cineasta estadounidense Tim Whelan, que acababa de terminar de trabajar en otra película producida por Korda ( Q Planes ), fue contratado para ayudar a aumentar el trabajo de Powell. Sin embargo, el trabajo se suspendió con el estallido de la Segunda Guerra Mundial en septiembre de 1939, ya que Powell fue retirado de la escena y puesto a trabajar en un documental que elevó la moral, El león tiene alas.
A finales de año, Korda se quedó sin dinero y sin crédito, y en la primavera de 1940 acordó trasladar toda la producción a Hollywood (donde hubo rehacer algunas tomas de la joven estrella de la película, Sabu, porque había crecido más de 3 pulgadas (76 mm) durante el año desde que comenzó el rodaje). Powell se había quedado en Inglaterra, por lo que Menzies y Zoltan Korda tomaron la dirección en Hollywood durante el verano de 1940.
El final es un boom de vitalismo expuesto en la personalidad de Apu, que cuando se le da la oportunidad de ser un gran visir e ir a la mejor escuela, responde escapándose en la alfombra mágica y partiendo para una nueva aventura.
Me queda una notable película, de las que sirve cual máquina del tiempo al mejor de los pasados, cuando fuimos niños. Fuerza y honor!!!
El productor Alexander Korda, después de buscar un director, eligió al cineasta alemán Ludwig Berger a principios de 1939, pero a principios del verano se sintió insatisfecho con la concepción general de Berger de la película, que era demasiado pequeña e íntima, y, específicamente, la partitura que Berger propuso utilizar. Esencialmente a espaldas de Berger, el director británico Michael Powell fue contratado para rodar varias escenas, y el trabajo programado de Powell creció en cantidad e importancia mientras, mientras tanto, el propio Korda hizo todo lo posible para socavar a Berger en su propio set; y aunque públicamente se puso del lado de Berger en el tema de la música, también socavó al compositor elegido por Berger ( Oscar Straus ) al traer a Miklos Rozsay ponerlo en una oficina directamente adyacente a la de Berger con un piano, para trabajar en una partitura. Finalmente, Berger fue persuadido de que se alejara del proyecto, y el cineasta estadounidense Tim Whelan, que acababa de terminar de trabajar en otra película producida por Korda ( Q Planes ), fue contratado para ayudar a aumentar el trabajo de Powell. Sin embargo, el trabajo se suspendió con el estallido de la Segunda Guerra Mundial en septiembre de 1939, ya que Powell fue retirado de la escena y puesto a trabajar en un documental que elevó la moral, El león tiene alas.
A finales de año, Korda se quedó sin dinero y sin crédito, y en la primavera de 1940 acordó trasladar toda la producción a Hollywood (donde hubo rehacer algunas tomas de la joven estrella de la película, Sabu, porque había crecido más de 3 pulgadas (76 mm) durante el año desde que comenzó el rodaje). Powell se había quedado en Inglaterra, por lo que Menzies y Zoltan Korda tomaron la dirección en Hollywood durante el verano de 1940.
El final es un boom de vitalismo expuesto en la personalidad de Apu, que cuando se le da la oportunidad de ser un gran visir e ir a la mejor escuela, responde escapándose en la alfombra mágica y partiendo para una nueva aventura.
Me queda una notable película, de las que sirve cual máquina del tiempo al mejor de los pasados, cuando fuimos niños. Fuerza y honor!!!
23 de agosto de 2013
23 de agosto de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La vi siendo muy niño y quedé prendado de tanta fantasía. No olvidé jamás al simpático ladronzuelo, al gigante que salió de la botella, al caballo volador, la alfombra mágica ni a la hermosa princesa. Durante toda mi vida me han acompañado tan gratos recuerdos. No se las veces que la habré visionado, pero puedo asegurar que cada vez me ha entusiasmado, quizá quede en mi todavía aquella ingenua sensibilidad infantil que se estremecía en la butaca cuando Sabú, (mi ídolo de entonces), volvía a la normalidad tras haber sido convertido en perro por el malvado visir. Teniendo en cuenta la época en que fue realizada, sin tanto adelanto técnico, sin tanta parafernalia digital ni tanto "cuento", resulta una obra maestra genial. No tiene desperdicio alguno, es tan inmensa su atmósfera fantástica, que te sumerge en otro mundo, otro mundo en el que todo es posible, todo es hermoso a pesar de la maldad impregnada por el malvado de turno, que incluso a través de su crueldad, también resulta entrañable. En fin, un cuento magistral digno de ver y por supuesto, de disfrutar.
20 de noviembre de 2016
20 de noviembre de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de mis películas de la infancia es El libro de la selva, sin duda. Y no hablo de la versión de Disney (que jamás he visto), sino la magna obra de Alexander Korda. Luego uno acaba descubriendo más cine y atando más cabos y es así como también llegué a El ladrón de Bagdad. Obra espectacular de aventuras, completísima, entretenidísima y todo lo bueno que uno pueda imaginar acabado en ísimo.
A nivel de producción fantástica. Es además el debut en el cine de Miklós Rózsa. Famosa es la historia de que el productor de la cinta había contratado ya a un músico conocido por él y no quería saber nada de Rózsa y el director puso a Rózsa en el despacho siguiente al del productor y le puso a tocar al piano continuamente su música para la película. Luego pasó lo que tenía que pasar: Rózsa, tras escucharle, fue la única opción. Sin duda un comienzo espectacular para Rózsa (escucho hasta partes de Ben-Hur en la música de El ladrón de Bagdad) y el comienzo de toda una leyenda (Wilder, Wyler, Hitchcok, Harryhausen, Ray, Mann,…). Pero por lo que nos atañe aquí, sencillamente espectacular. Puede que sea mejor ver estas películas siendo un niño pero incluso de adulto regala fabulosos momentos de diversión.
La película bebe mucho de su época, hasta el punto que mientras veía la película alguien me dijo que las conversaciones de los protagonistas eran muy cursis. Son fruto de su época y mejor esas conversaciones cursis y unos protagonistas REALES que héroes ciclados y sobresaturados de proteínas como en el cine actual.
Por cierto, habré insistido mucho con la composición de Rózsa para la El ladrón de Bagdad, pero para que no se me tache de exagerado en estas semanas se publica una regrabación completa de la banda sonora completa de la película en doble cd. No pretendo hacer publicidad de ello, sino expresar que la relevancia de la música de Rózsa es una realidad y no un capricho de quien esto escribe.
A nivel de producción fantástica. Es además el debut en el cine de Miklós Rózsa. Famosa es la historia de que el productor de la cinta había contratado ya a un músico conocido por él y no quería saber nada de Rózsa y el director puso a Rózsa en el despacho siguiente al del productor y le puso a tocar al piano continuamente su música para la película. Luego pasó lo que tenía que pasar: Rózsa, tras escucharle, fue la única opción. Sin duda un comienzo espectacular para Rózsa (escucho hasta partes de Ben-Hur en la música de El ladrón de Bagdad) y el comienzo de toda una leyenda (Wilder, Wyler, Hitchcok, Harryhausen, Ray, Mann,…). Pero por lo que nos atañe aquí, sencillamente espectacular. Puede que sea mejor ver estas películas siendo un niño pero incluso de adulto regala fabulosos momentos de diversión.
La película bebe mucho de su época, hasta el punto que mientras veía la película alguien me dijo que las conversaciones de los protagonistas eran muy cursis. Son fruto de su época y mejor esas conversaciones cursis y unos protagonistas REALES que héroes ciclados y sobresaturados de proteínas como en el cine actual.
Por cierto, habré insistido mucho con la composición de Rózsa para la El ladrón de Bagdad, pero para que no se me tache de exagerado en estas semanas se publica una regrabación completa de la banda sonora completa de la película en doble cd. No pretendo hacer publicidad de ello, sino expresar que la relevancia de la música de Rózsa es una realidad y no un capricho de quien esto escribe.
14 de diciembre de 2017
14 de diciembre de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
De origen persa, la palabra Bagdad (بغداد, Baġdād) se deriva de Bag: Dios y Dad: Dado, regalado, es decir, Regalo de Dios. Capital de Irak, Bagdad es, tras El Cairo y Teherán, una de las ciudades más pobladas del Medio Oriente y su historia comienza, en el año 761, cuando fue fundada por Al-Mansur (el segundo califa), quien la convirtió en la capital del islam. Con el tiempo, Bagdad se convirtió en la ciudad de Las Mil y Una Noches, y muchísimas historias morales, románticas, eróticas… y fantásticas, comenzaron a circular bajo la pluma de anónimos y reconocidos autores.
En tiempos del cine silente, una de estas historias la escribió el actor, Douglas Fairbanks, quien, con el seudónimo Elton Thomas, la tituló “El Ladrón de Bagdad”, y la adaptó, luego, junto a Lotta Woods. Puesta en manos del director Raoul Walsh, el resultado sería una de las películas más exitosas de la tercera década del siglo XX, en la que se contaba la historia de un hábil y recursivo ladrón llamado Ahmed, que cuando decide robar en el palacio del califa, al conocer a su hija, la princesa, queda tan prendado de ella que ya no tendrá otra motivación en su vida que ser el dueño de su amor… y para lograrlo, está dispuesto a superar todos los obstáculos.
Pero, en esta historia, había elementos que no dejaban bien parada a la realeza: ¡¿Cómo así que una princesa enamorada de un vulgar ladrón?! ¡¿Cuándo ha ocurrido eso?! ¡Cómo así que este delincuente engaña a la realeza y se sale con la suya!... y tampoco se veía nada bien -aunque fuese cierto- que se hiciera público que una princesa necesita que, el hombre que aspire a su lecho, pueda ofrecerle grandes te$oro$.
Tomadas en cuenta estas desavenencias, en 1940, con la pluma del actor, dramaturgo y guionista, Miles Malleson (el sultán en la película), y la del novelista y también dramaturgo húngaro, Lajos Biró, se hicieron los cambios pertinentes para que el ladrón se transformara en un califa desterrado; el ladronzuelo de ahora (con un intencionado aspecto indio) es, durante un buen tiempo, rebajado a la condición de simpático perro, y ya la princesa puede enamorarse del galante “vagabundo”… que ya todos sabemos que no es tal.
Así, en el palacio de Buckingham le echaron la bendición a la nueva versión de “EL LADRÓN DE BAGDAD” y dirigida por un montón de gente (Ludwig Berger, Michael Powell, Tim Whelan, incluidos los productores Alexander y Vincent Korda que intervinieron con su gran talento), el resultado fue una sensacional película que, como historia fantástica y gran espectáculo funciona de maravilla. Cerca de ocho décadas después, el diseño de producción luce espléndido, y todavía resulta muy entretenida la aventura con genios de botella, estatuas que cobran vida, caballos que vuelan… y alfombras voladoras.
Como ocurre a veces, los personajes más interesantes y que consiguen dejar huella son, primero, el de Jaffar, el visir traidor que resulta muy bien interpretado por el gran Conrad Veidt; el del gigante Djinn, al que, Rex Ingram, representa con suma simpatía; y el de Abu, al que Sabu (S-Abu) logra imprimir suficiente picardía, dejando bien claro que prefiere ser libre en las calles que prisionero en un palacio… ¡de seguro presintió que, el racismo allí, no le dejaría vivir en paz!
Me gusta mucho más la historia de Walsh, pero, es innegable que, con los avances técnicos alcanzados dos décadas después, se podían hacer cosas muchísimo más llamativas.
Para un pasa-rato, “EL LADRÓN DE BAGDAD” es una muy buena elección.
En tiempos del cine silente, una de estas historias la escribió el actor, Douglas Fairbanks, quien, con el seudónimo Elton Thomas, la tituló “El Ladrón de Bagdad”, y la adaptó, luego, junto a Lotta Woods. Puesta en manos del director Raoul Walsh, el resultado sería una de las películas más exitosas de la tercera década del siglo XX, en la que se contaba la historia de un hábil y recursivo ladrón llamado Ahmed, que cuando decide robar en el palacio del califa, al conocer a su hija, la princesa, queda tan prendado de ella que ya no tendrá otra motivación en su vida que ser el dueño de su amor… y para lograrlo, está dispuesto a superar todos los obstáculos.
Pero, en esta historia, había elementos que no dejaban bien parada a la realeza: ¡¿Cómo así que una princesa enamorada de un vulgar ladrón?! ¡¿Cuándo ha ocurrido eso?! ¡Cómo así que este delincuente engaña a la realeza y se sale con la suya!... y tampoco se veía nada bien -aunque fuese cierto- que se hiciera público que una princesa necesita que, el hombre que aspire a su lecho, pueda ofrecerle grandes te$oro$.
Tomadas en cuenta estas desavenencias, en 1940, con la pluma del actor, dramaturgo y guionista, Miles Malleson (el sultán en la película), y la del novelista y también dramaturgo húngaro, Lajos Biró, se hicieron los cambios pertinentes para que el ladrón se transformara en un califa desterrado; el ladronzuelo de ahora (con un intencionado aspecto indio) es, durante un buen tiempo, rebajado a la condición de simpático perro, y ya la princesa puede enamorarse del galante “vagabundo”… que ya todos sabemos que no es tal.
Así, en el palacio de Buckingham le echaron la bendición a la nueva versión de “EL LADRÓN DE BAGDAD” y dirigida por un montón de gente (Ludwig Berger, Michael Powell, Tim Whelan, incluidos los productores Alexander y Vincent Korda que intervinieron con su gran talento), el resultado fue una sensacional película que, como historia fantástica y gran espectáculo funciona de maravilla. Cerca de ocho décadas después, el diseño de producción luce espléndido, y todavía resulta muy entretenida la aventura con genios de botella, estatuas que cobran vida, caballos que vuelan… y alfombras voladoras.
Como ocurre a veces, los personajes más interesantes y que consiguen dejar huella son, primero, el de Jaffar, el visir traidor que resulta muy bien interpretado por el gran Conrad Veidt; el del gigante Djinn, al que, Rex Ingram, representa con suma simpatía; y el de Abu, al que Sabu (S-Abu) logra imprimir suficiente picardía, dejando bien claro que prefiere ser libre en las calles que prisionero en un palacio… ¡de seguro presintió que, el racismo allí, no le dejaría vivir en paz!
Me gusta mucho más la historia de Walsh, pero, es innegable que, con los avances técnicos alcanzados dos décadas después, se podían hacer cosas muchísimo más llamativas.
Para un pasa-rato, “EL LADRÓN DE BAGDAD” es una muy buena elección.
20 de enero de 2012
20 de enero de 2012
13 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Normalmente no suelo coincidir con las opiniones de los críticos y por eso me inscribí en Filmaffinity. El porcentaje de acierto con la gente es bastante alto, pero no por ello infalible. Siempre aparecen excepciones como esta versión de "El ladrón de Bagdad". No he visto ni la película muda ni la protagonizada por el "peplumnero" Steve Reeves, así que evitaré comparaciones que desconozco.
Ciñéndome estrictamente a la producción de Korda, me llevé una decepción enorme si tenemos en cuenta precedentes como "Las cuatro plumas", rodada sólo un año antes. "El ladrón de Bagdad" de 1940 será muy colorista, pero su sonido ha envejecido fatal, la historia es pueril (cualquier cinta de Pixar tiene un guión más adulto) y los personajes arquetípicos totalmente (y en ocasiones ñoños como el Sultán de Basora). Nada que ver con algunas buenas aventuras de Simbad, si nos referimos a "Las mil y una noches".
La apruebo simplemente porque no es una película molesta, pero desde luego no me convenció en absoluto. Un 5 raspado y ya es mucho.
Ciñéndome estrictamente a la producción de Korda, me llevé una decepción enorme si tenemos en cuenta precedentes como "Las cuatro plumas", rodada sólo un año antes. "El ladrón de Bagdad" de 1940 será muy colorista, pero su sonido ha envejecido fatal, la historia es pueril (cualquier cinta de Pixar tiene un guión más adulto) y los personajes arquetípicos totalmente (y en ocasiones ñoños como el Sultán de Basora). Nada que ver con algunas buenas aventuras de Simbad, si nos referimos a "Las mil y una noches".
La apruebo simplemente porque no es una película molesta, pero desde luego no me convenció en absoluto. Un 5 raspado y ya es mucho.
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