Cielo negro
7.2
1,747
15 de febrero de 2015
15 de febrero de 2015
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excelente película con Susana Canales ejerciendo su papel de una forma estupenda, ingenua e ilusionada por un amor no muy bien correspondido pero que sabe plantarle cara cuando se encuentra con la dura realidad.
La mentalidad de las gentes de los 50 más dirigida a mantener la familia y casarse que la de hoy en día se muestra en la película donde bajo mi punto de vista la protagonista busca un nidito de amor con su "príncipe azul", ilusionada en todo momento y capaz de hacer cualquier cosa para impresionarle o calar en el fondo de su corazón, aunque posteriormente la jugada no le salga como esperaba.
Recomiendo ver esta película aunque sea un poco triste ya que la protagonista se queda prácticamente sola en todos los aspectos de su vida.
La mentalidad de las gentes de los 50 más dirigida a mantener la familia y casarse que la de hoy en día se muestra en la película donde bajo mi punto de vista la protagonista busca un nidito de amor con su "príncipe azul", ilusionada en todo momento y capaz de hacer cualquier cosa para impresionarle o calar en el fondo de su corazón, aunque posteriormente la jugada no le salga como esperaba.
Recomiendo ver esta película aunque sea un poco triste ya que la protagonista se queda prácticamente sola en todos los aspectos de su vida.
23 de octubre de 2012
23 de octubre de 2012
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta pelicula está rodada en clave de drama, cualquier escena, se desarrolla de esa forma por su protagonista. Los demás actores, relajan un poco la tensión, pero Susana Canales, consigue que hasta la misma respiración sea un " sin vivir ". Muy buena interpretación por su parte, aunque algunas veces se mezcle con el teatro y parezca algo exagerada, no se, si fue debido al director o a ella misma, pero hay escenas que se desbordan en interpretación y se hacen algo largas. Tambien el grán traveling final iluminado por un foco, para diferenciar actriz y fondo, se hace larguisimo, sin que Canales desfallezca o deje de hacerlo bien.
En La Colmena de 1982, hay escenas en el café muy similares a las de Fernando Rey comiendose las ensaimadas.
Calle Mayor de Bardem 1956, tiene un guión muy similar y la escena de la lluvia es muy parecida.
En relación al ejemplarizante final, no se si los directores, lo hacían por la subvención que percibían (lo indica en los créditos: acogida al crédito sindical) o porqué realmente se lo creían.
A mi entender, demasiado recargado y estropea un poco toda la película, por lo menos, haber elegido un lugar más humilde, sin tanto boato. Pues en definitiva ella lo que está haciendo es abandonar el grán drama en el que vive y convertirse en una persona normal.
En La Colmena de 1982, hay escenas en el café muy similares a las de Fernando Rey comiendose las ensaimadas.
Calle Mayor de Bardem 1956, tiene un guión muy similar y la escena de la lluvia es muy parecida.
En relación al ejemplarizante final, no se si los directores, lo hacían por la subvención que percibían (lo indica en los créditos: acogida al crédito sindical) o porqué realmente se lo creían.
A mi entender, demasiado recargado y estropea un poco toda la película, por lo menos, haber elegido un lugar más humilde, sin tanto boato. Pues en definitiva ella lo que está haciendo es abandonar el grán drama en el que vive y convertirse en una persona normal.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Hay escenas interesantes, como la del viaducto, la lluvia en la verbena con el payaso y sobre todo la presencia de Fernando Rey que realiza una buena actuación, con una frase digna de recordar. Cuando muere la madre, él le dice:
-Valgo poco, pero si me necesitas....
-Valgo poco, pero si me necesitas....
7 de julio de 2021
7 de julio de 2021
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
258/05/05/07/21) Notable melodrama español dirigido hace 70 años (09/Julio/1951) por el gallego Manuel Mur Oti, que con guión propio junto a Francisco Pierra y Antonio González Álvarez, adatan la novela “Miopita” (1927), del madrileño Antonio Zozaya. Protagoniza una impresionante Susana Canales, que con solo 18 añitos, capaz de llevar con vigor el peso del metraje como Emilia, ello en un rol complejo que debe proyectar toda una gama de emociones en un papel que navega de la inocencia juvenil enamoradiza del inicio, hasta desembocar por los ‘palos de la vida’ al borde del precipicio, muy buenos todos sus matices, su poderosa expresividad, la empatía que provoca.
Historia que habla de las miserias de la vida, de las ilusiones en una España con pocas oportunidades, de la maldad sociópata, de los sacrificios, del derrumbe moral (cual Santo Job). Ello para aun argumento con muchos paralelismos con la posterior cinta de Bardem “Calle Mayor” (1956), las cintas con protagonistas mujeres que son humilladas (siendo ilusionadas con el matrimonio, símbolo del destino de la mujer en la época) con por la ociosidad de gente ataráxica, ello en el marco de una sociedad cainita, las dos son mujeres solitarias que son vejadas por divertimento, ambas una mirada ácida a la alienación de la mujer durante el franquismo.
Acompañan a la estremecedora protagonista un sensacional Fernando Rey como excelente ‘mercenario-poeta’, un personaje mezquino, cínico, hambriento, imaginativo, formidable su actuación; Inés Pérez Indarte como la madre de Emilia, en un papel que borda (aunque plano en su devenir); Luis Prendes da bien con el perfil de Fortun como el pretendiente de Emilia, un pusilánime del que se enamora la protagonista como escapatoria a su vida rutinaria; Julia Caba Alba resulta muy buena como la marujona portera del edificio donde vive Emilia; Porfiria Sanchízen sus pocas escenas como ’Madame’ la jefa de la tienda de moda en la que trabaja Emilia, está radiante en su malicia propia de ‘Maléfica’ (La Reina Mala de Blancanieves), con ese toque divertido de expresarse en elegante francés y cuando cambia al castellano resulta chabacana.
La película es el retrato de una mujer que ha nacido en el franquismo, regida por las normas de una sociedad que ve como algo ‘malsano’ a una mujer soltera, y provoca en la mujer sentimientos de culpa, frustrada por no encajar en esta regla no escrita. La protagonista es una joven tímida, que vive sola con su enferma madre, joven acomplejada por llevar gafas, ansia una huida de su presidio anímico, y cuando más se ilusiona con un futuro que construye del material del que están hechos los sueños, este es todo un trampantojo creado, primero sus desmedidas ganas de tener un novio, y no es capaz de darse cuenta como su ‘príncipe azul’ pasa de ella, y luego es objetivo delas chanzas de gente sin sentimientos.
Dramón cruento (al que sabe darle algo de humor el director con los personajes de la ‘Madame’ y el ‘poetastro’), que el director filma con gran sentido emocional, ejemplo el modo en que utiliza la vivienda de Emilia como su prisión espiritual, ello gracias a la notable cinematografía en glorioso b/n de Manuel Berenguer (“Rey de Reyes” o “La Residencia”), ello con hábiles contrastes de grises, y sobre todo con el majestuoso travelling final.
La protagonista cuanto más intenta ver la luz (ejemplo ese modo de ver un día precioso por el patio de luces o ver geranios donde solo hay calcetines colgados), un ir hundiéndose poco a poco hasta el colapso final. Una desesperanzadora narración que va oprimiendo a Emilia en su aciago destino. Cándida víctima propiciatoria de jóvenes advenedizos (como el asentimental pretendiente), víctima de una jefa de trabajo despótica (torpedo contra el capitalismo deshumanizado), víctima de su desaforada ilusión por tener un buen vestido con que encandilar a su ‘novio’ (la cosificación femenina), víctima de resentidas egoístas capaces de utilizarla para divertirse con su dolor (la envidia), víctima de gente hambrienta (cual Carpanta) capaces de manipularla vilmente por una ensaimada, víctima del destino del ciclo de la vida con la enfermedad de la madre, y víctima de su mala fortuna. Una concatenación de infortunios de toda índole que pueden parecer algo exagerado (y lo son), pero que el director hace que la protagonista los viva con enorme dignidad en como los afronta de cara.
Un relato donde la mirada es la clave, la de Emilia (ya al inicio tiene dolores de cabeza por fijar los ojos en un trabajo para su idealizado ‘novio’), que al inicio es filtrada por sus gafas, sin estas moldea el mundo a su ánimo, cuando ilusionada se asoma por la ventana y ve el día luminoso y cuando ve que el vestido está apolillado mira otra vez por la ventana y ahora lo ve nuboso. En la verbena con las gafas tiene lo que para ella es la mejor noche de su vida, idealizando a su pareja mientras sube a las atracciones (no dándose cuenta que él pasa de ella, queriendo acabar lo antes posible la velada, que ella estira en sus ansias de alargar su impostada felicidad. Y entonces llega la lluvia (la que será crucial en el final), y en medio del caos de la gente intentando ponerse a cubierto Emilia se le caen las gafas, y es un (alegórico) payaso el que la guía (en señal que hasta un clown ve mejor el camino que ella); Y ya no veremos más a Emilia con gafas, justo cuando cobran importancia unas cartas que debe leer, y que puede no sepa darse cuenta de lo que de verdad encierran; Y ya en el rush final la vista es fundamental espoleta del drama implosionando, para desembocar en un clímax con seguramente el travelling más aclamado del cine español (spoiler), que aunque fruto de la imposición de la censura alterando el final del libro, Mur Orti hace de la exigencia virtud, provocando en el espectador enorme emoción.
"Las alegrías matan tanto como los disgustos, solo que no se notan porque las hay menos" (El médico).
Historia que habla de las miserias de la vida, de las ilusiones en una España con pocas oportunidades, de la maldad sociópata, de los sacrificios, del derrumbe moral (cual Santo Job). Ello para aun argumento con muchos paralelismos con la posterior cinta de Bardem “Calle Mayor” (1956), las cintas con protagonistas mujeres que son humilladas (siendo ilusionadas con el matrimonio, símbolo del destino de la mujer en la época) con por la ociosidad de gente ataráxica, ello en el marco de una sociedad cainita, las dos son mujeres solitarias que son vejadas por divertimento, ambas una mirada ácida a la alienación de la mujer durante el franquismo.
Acompañan a la estremecedora protagonista un sensacional Fernando Rey como excelente ‘mercenario-poeta’, un personaje mezquino, cínico, hambriento, imaginativo, formidable su actuación; Inés Pérez Indarte como la madre de Emilia, en un papel que borda (aunque plano en su devenir); Luis Prendes da bien con el perfil de Fortun como el pretendiente de Emilia, un pusilánime del que se enamora la protagonista como escapatoria a su vida rutinaria; Julia Caba Alba resulta muy buena como la marujona portera del edificio donde vive Emilia; Porfiria Sanchízen sus pocas escenas como ’Madame’ la jefa de la tienda de moda en la que trabaja Emilia, está radiante en su malicia propia de ‘Maléfica’ (La Reina Mala de Blancanieves), con ese toque divertido de expresarse en elegante francés y cuando cambia al castellano resulta chabacana.
La película es el retrato de una mujer que ha nacido en el franquismo, regida por las normas de una sociedad que ve como algo ‘malsano’ a una mujer soltera, y provoca en la mujer sentimientos de culpa, frustrada por no encajar en esta regla no escrita. La protagonista es una joven tímida, que vive sola con su enferma madre, joven acomplejada por llevar gafas, ansia una huida de su presidio anímico, y cuando más se ilusiona con un futuro que construye del material del que están hechos los sueños, este es todo un trampantojo creado, primero sus desmedidas ganas de tener un novio, y no es capaz de darse cuenta como su ‘príncipe azul’ pasa de ella, y luego es objetivo delas chanzas de gente sin sentimientos.
Dramón cruento (al que sabe darle algo de humor el director con los personajes de la ‘Madame’ y el ‘poetastro’), que el director filma con gran sentido emocional, ejemplo el modo en que utiliza la vivienda de Emilia como su prisión espiritual, ello gracias a la notable cinematografía en glorioso b/n de Manuel Berenguer (“Rey de Reyes” o “La Residencia”), ello con hábiles contrastes de grises, y sobre todo con el majestuoso travelling final.
La protagonista cuanto más intenta ver la luz (ejemplo ese modo de ver un día precioso por el patio de luces o ver geranios donde solo hay calcetines colgados), un ir hundiéndose poco a poco hasta el colapso final. Una desesperanzadora narración que va oprimiendo a Emilia en su aciago destino. Cándida víctima propiciatoria de jóvenes advenedizos (como el asentimental pretendiente), víctima de una jefa de trabajo despótica (torpedo contra el capitalismo deshumanizado), víctima de su desaforada ilusión por tener un buen vestido con que encandilar a su ‘novio’ (la cosificación femenina), víctima de resentidas egoístas capaces de utilizarla para divertirse con su dolor (la envidia), víctima de gente hambrienta (cual Carpanta) capaces de manipularla vilmente por una ensaimada, víctima del destino del ciclo de la vida con la enfermedad de la madre, y víctima de su mala fortuna. Una concatenación de infortunios de toda índole que pueden parecer algo exagerado (y lo son), pero que el director hace que la protagonista los viva con enorme dignidad en como los afronta de cara.
Un relato donde la mirada es la clave, la de Emilia (ya al inicio tiene dolores de cabeza por fijar los ojos en un trabajo para su idealizado ‘novio’), que al inicio es filtrada por sus gafas, sin estas moldea el mundo a su ánimo, cuando ilusionada se asoma por la ventana y ve el día luminoso y cuando ve que el vestido está apolillado mira otra vez por la ventana y ahora lo ve nuboso. En la verbena con las gafas tiene lo que para ella es la mejor noche de su vida, idealizando a su pareja mientras sube a las atracciones (no dándose cuenta que él pasa de ella, queriendo acabar lo antes posible la velada, que ella estira en sus ansias de alargar su impostada felicidad. Y entonces llega la lluvia (la que será crucial en el final), y en medio del caos de la gente intentando ponerse a cubierto Emilia se le caen las gafas, y es un (alegórico) payaso el que la guía (en señal que hasta un clown ve mejor el camino que ella); Y ya no veremos más a Emilia con gafas, justo cuando cobran importancia unas cartas que debe leer, y que puede no sepa darse cuenta de lo que de verdad encierran; Y ya en el rush final la vista es fundamental espoleta del drama implosionando, para desembocar en un clímax con seguramente el travelling más aclamado del cine español (spoiler), que aunque fruto de la imposición de la censura alterando el final del libro, Mur Orti hace de la exigencia virtud, provocando en el espectador enorme emoción.
"Las alegrías matan tanto como los disgustos, solo que no se notan porque las hay menos" (El médico).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El clímax se produce de modo tsunámico. Emilia ha tenido cita con el oculista que tras pruebas le ha dado la aciaga noticia de que en poco tiempo se quedará ciega. Vuelve asolada a su vivienda, al subir las escaleras nota demasiado silencio, teme lo peor, entra en el piso y ve en la salita a un grupo de plañideras y ya sabe su madre ha muerto. Se cruza con el ‘poetastra’ que le dice (‘Valgo poco, pero si me necesitas...’).
La mujer se siente asfixiada, afuera de noche llueve a cántaros, cierra la ventana de un portazo y rompe los cristales. Llora desconsolada, hay una elipsis y Emilia despierta de día, se asoma a la ventana (oye de fondo al doctor con lo de su ceguera), hace el ademán de saltar para acabar con todo. Se vuelve y mira en la cama a su fallecida madre (fuera de plano), de la que se despide (Adiós, mama, adiós!). Emilia entonces emprende una odisea, huye de la casa, corre por la calle en la que llueve con fruición, llega al viaducto de la calle Bailén, allí se asoma con destino a tirarse, ello visto en plano subjetivo por un hermoso cenital, abajo tranvías pasan, luego el primer plano a medio saltar de Emilia con el rostro empapado, un plano desde abajo viendo la belleza del puente a contraluz, Emilia se pone a horcajadas sobre la barandilla a punto de saltar, y entonces oye campanas de una Iglesia, levanta la vista, ve una Iglesia, no desiste, pero oye otras campanas y más en una sinfonía celestial y lo siente como una señal de Dios.
Baja de la barandilla y con su rostro en éxtasis comienza una carrera hasta la Basílica de San Francisco el Grande en Madrid, ello lo seguimos en una impresionante travelling sostenido, asfixiantes minutos empapándonos con ella, hasta que agotada llega al templo, abriendo ella las puertas de par en par, ella en clara crucifixión con sus brazos, dentro hay misa con música sacra coral de fondo, entra despacio por el centro, mira a los lados las figuras de los santos, pone sus manos en pose de rezo, una mujer le llama la atención por no tener cubierto el cabello, y se lo cubre con la toquilla que lleva. En clara revelación mística vemos como llega frente al altar con los brazos abiertos. Y de rodillas comienza un diálogos con Jesucristo (esto me sobra, se sobreentiende lo que siente, es un subrayado innecesario), mira una pintura tras el altar con Jesús ofreciendo su mano y ella lo entiende como que es a ella y su sufrimiento (que ella dice que fue menor que el de Jesús), entonces suena el ‘Aleluya!’ de Haendel y tras ella se abre la luz (se supone se ha abierto la puerta), en clara alegoría (de escapar a su ceguera anímica) que ha salido del túnel negro. Hay una toma de grúa que se eleva viendo a Emilia cual desde Ojo de Dios observándola en las alturas y Fin. Una de las más bellas Epifanías Religiosas rodadas jamás. Teniendo en cuenta que soy nada beato, más bien lo contrario, pero lo que se filma con gran sentido dramático hay que alabarlo, aunque sea por mor del imperativo de no poder escenificar el suicidio de la novela, pero este final queda en la retina por su belleza.
El director de fotografía Berenguer usó leche de verdad para que la lluvia se viera mejor en la imagen mientras empapaba a la protagonista, leche tirada en época de racionamiento que supuso cierto ‘escándalo’ en esta época.
Preguntas sin respuesta:
Como es posible que Fortun no caiga rendido a Emilia, guapa y encantadora en su dulzura? Solo lo entiendo si es gay y oculta su condición tras esta fachada.
De donde le viene la inquina desmedida de las compañeras de trabajo a Emilia? Que les ha hecho para que sean capaces de pasar del sufrimiento de tener Emilia a la madre a las puertas de la muerte y aun así querer seguir haciéndole daño?
Porque Emilia no amenaza al ‘poetastra’ con denunciarlo por hacerse pasar por alguien que no es con las cartas?
Film a recuperar por nuestra filmografía patria, sobre todo para poner en valor una de las actuaciones mejores de nuestro cine que he visto. Fuerza y honor!!!
La mujer se siente asfixiada, afuera de noche llueve a cántaros, cierra la ventana de un portazo y rompe los cristales. Llora desconsolada, hay una elipsis y Emilia despierta de día, se asoma a la ventana (oye de fondo al doctor con lo de su ceguera), hace el ademán de saltar para acabar con todo. Se vuelve y mira en la cama a su fallecida madre (fuera de plano), de la que se despide (Adiós, mama, adiós!). Emilia entonces emprende una odisea, huye de la casa, corre por la calle en la que llueve con fruición, llega al viaducto de la calle Bailén, allí se asoma con destino a tirarse, ello visto en plano subjetivo por un hermoso cenital, abajo tranvías pasan, luego el primer plano a medio saltar de Emilia con el rostro empapado, un plano desde abajo viendo la belleza del puente a contraluz, Emilia se pone a horcajadas sobre la barandilla a punto de saltar, y entonces oye campanas de una Iglesia, levanta la vista, ve una Iglesia, no desiste, pero oye otras campanas y más en una sinfonía celestial y lo siente como una señal de Dios.
Baja de la barandilla y con su rostro en éxtasis comienza una carrera hasta la Basílica de San Francisco el Grande en Madrid, ello lo seguimos en una impresionante travelling sostenido, asfixiantes minutos empapándonos con ella, hasta que agotada llega al templo, abriendo ella las puertas de par en par, ella en clara crucifixión con sus brazos, dentro hay misa con música sacra coral de fondo, entra despacio por el centro, mira a los lados las figuras de los santos, pone sus manos en pose de rezo, una mujer le llama la atención por no tener cubierto el cabello, y se lo cubre con la toquilla que lleva. En clara revelación mística vemos como llega frente al altar con los brazos abiertos. Y de rodillas comienza un diálogos con Jesucristo (esto me sobra, se sobreentiende lo que siente, es un subrayado innecesario), mira una pintura tras el altar con Jesús ofreciendo su mano y ella lo entiende como que es a ella y su sufrimiento (que ella dice que fue menor que el de Jesús), entonces suena el ‘Aleluya!’ de Haendel y tras ella se abre la luz (se supone se ha abierto la puerta), en clara alegoría (de escapar a su ceguera anímica) que ha salido del túnel negro. Hay una toma de grúa que se eleva viendo a Emilia cual desde Ojo de Dios observándola en las alturas y Fin. Una de las más bellas Epifanías Religiosas rodadas jamás. Teniendo en cuenta que soy nada beato, más bien lo contrario, pero lo que se filma con gran sentido dramático hay que alabarlo, aunque sea por mor del imperativo de no poder escenificar el suicidio de la novela, pero este final queda en la retina por su belleza.
El director de fotografía Berenguer usó leche de verdad para que la lluvia se viera mejor en la imagen mientras empapaba a la protagonista, leche tirada en época de racionamiento que supuso cierto ‘escándalo’ en esta época.
Preguntas sin respuesta:
Como es posible que Fortun no caiga rendido a Emilia, guapa y encantadora en su dulzura? Solo lo entiendo si es gay y oculta su condición tras esta fachada.
De donde le viene la inquina desmedida de las compañeras de trabajo a Emilia? Que les ha hecho para que sean capaces de pasar del sufrimiento de tener Emilia a la madre a las puertas de la muerte y aun así querer seguir haciéndole daño?
Porque Emilia no amenaza al ‘poetastra’ con denunciarlo por hacerse pasar por alguien que no es con las cartas?
Film a recuperar por nuestra filmografía patria, sobre todo para poner en valor una de las actuaciones mejores de nuestro cine que he visto. Fuerza y honor!!!
13 de diciembre de 2015
13 de diciembre de 2015
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Cielo negro” es el segundo largometraje de Manuel Mur Oti, cineasta gallego de convicciones republicanas, que tras escribir los guiones de varias cintas de Antonio del Amo, antiguo director de izquierdas reciclado luego a descubridor de niños prodigio, logró poner en pie este melodrama basado en un relato del exiliado socialista Antonio Zozaya. Si me refiero a la coloración política de los personajes claves del proyecto es porque explica en parte la impaciencia de Mur Oti, estamos en 1951 y Mur Oti tiene una cierta prisa por demostrar su talento, ya ha cumplido los 42, no duda de si mismo, pero sí del país en que vive.
Sobre el papel, para los censores por ejemplo, la película se basa en un argumento malo, convencional, anticuado y melodramático, y el resultado exige que, y cito de nuevo, se supriman tres rollos que no hay quien los aguante. Para los espectadores de la época, “Cielo negro” debió ser un melodrama religioso sobre la necesidad de no desesperar nunca de Dios, pero para nosotros, en pleno siglo XXI, la historia es la de una mujer que no puede y no quiere ver la realidad tal como es, que se equivoca siempre, que cree en el amor de quien sólo quiere burlarse de ella, en las amistades de unas colegas de trabajo que esperan medrar si ella es despedida, o en la sinceridad de unas cartas de amor que le escribe un tercero que ni tan siquiera la conoce.
Susana Canales encarna con acierto a Emilia, y como en una obra de Douglas Sirk, pasea su figura por los espejos empañados, símbolo de sus problemas de visión. Fernando Rey es un estupendo poetastra y Luis Prendes un magnífico falso novio. Y para que se vea hasta que punto en ese Madrid franquista de los años 50 nadie es lo que parece, la madame que dirige el taller de alta costura, cuando se descontrola, tiene acento de Vallecas.
Sobre el papel, para los censores por ejemplo, la película se basa en un argumento malo, convencional, anticuado y melodramático, y el resultado exige que, y cito de nuevo, se supriman tres rollos que no hay quien los aguante. Para los espectadores de la época, “Cielo negro” debió ser un melodrama religioso sobre la necesidad de no desesperar nunca de Dios, pero para nosotros, en pleno siglo XXI, la historia es la de una mujer que no puede y no quiere ver la realidad tal como es, que se equivoca siempre, que cree en el amor de quien sólo quiere burlarse de ella, en las amistades de unas colegas de trabajo que esperan medrar si ella es despedida, o en la sinceridad de unas cartas de amor que le escribe un tercero que ni tan siquiera la conoce.
Susana Canales encarna con acierto a Emilia, y como en una obra de Douglas Sirk, pasea su figura por los espejos empañados, símbolo de sus problemas de visión. Fernando Rey es un estupendo poetastra y Luis Prendes un magnífico falso novio. Y para que se vea hasta que punto en ese Madrid franquista de los años 50 nadie es lo que parece, la madame que dirige el taller de alta costura, cuando se descontrola, tiene acento de Vallecas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La elegancia de la puesta en escena, su saber organizar las secuencias en esa incapacidad para ver y comprender, que es lo que afecta a Emilia, es también lo que pone en duda el supuesto optimismo del final, pues lo más plausible es que la infeliz protagonista vea en el altar un remedio que tampoco existe, y que de nuevo se deje llevar por los espejismos que le dibujan sus ojos fatigados y su mente desorientada, es una lectura optativa.
28 de diciembre de 2017
28 de diciembre de 2017
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película que se sitúa aún en la postguerra española, una época difícil, con escasez, trabajo mal pagado y ocupando la mujer un rol marginal, salvo que estuviera casada o en vías de hacerlo.
El guión de Manuel Mur Oti, Francisco Pierra y Antonio González Álvarez, se construye a partir de la novela de corte folletinesco Miopita, de Antonio Zozaya, que los guionistas reconvierten en un drama de altura. Mur, Pierra y González eligen como protagonista a una mujer plena de belleza en cuerpo y alma, que alimenta sueños de amor y felicidad, y la colocan en un ambiente destructivo cuyo clima cambia en función de las engañosas ilusiones de la protagonista, de sus alegrías y de sus decepciones. Un guión que oscila entre el romanticismo más genuino y el impudor procaz, que conduce al espectador por un visionado que provoca sufrimiento ante las esperanzas arrancadas y la vergüenza frente a la humanidad perversa. Acompaña muy bien la música compuesta por Jesús García Leoz (alumno predilecto de Joaquín Turina), con una orquesta que muestra en todo momento el interior de la protagonista; y la lucidez fotográfica de Manuel Berenguer, en blanco y negro, es magnífica con matices y tonalidades diversas y travellings verdaderamente sobrecogedores. El montaje roza la perfección.
En el reparto una bella Susana Canales hace uno de sus papeles principales en el cine con un trabajo convincente y lleno de matices dramáticos, con un registro desgarrador, un trabajo con el que la Canales sintoniza de pleno con el espectador; ella es la que lleva el peso de la película. Fernando Rey en su papel de mísero poeta fracasado, cínico y mezquino está estupendo; el por entonces joven Luis Prendes, afronta bien su papelito de hombre soltero, guapetón pero medroso.
En aquellos años cincuenta emergieron en nuestro cine unas propuestas realistas y desgraciadas que tocaban el tema de la mujer engañada o humillada; obras dramáticas, auténticas joyas como esta película. Fue una parte de nuestra dura postguerra en el que la mujer soltera no tenía lugar un lugar social digno. Abundaban mujeres como Emilia, que sueñan con una verbena permanente al lado del hombre amado. Ser mujer en esos entonces era una dura misión; las mujeres tenían vetada su autonomía, su independencia, y apenas podían alcanzar una posición digna en el terreno laboral. Eran mujeres a la sombra de un cabeza de familia: padre o marido. Su único destino era el matrimonio, que se convertía así en su máxima aspiración.
La película nos presenta también un Madrid que aprisiona a sus habitantes y les sumerge en la oscuridad de la pobreza, de la carencia, y que incluso llega a colocar a la protagonista en un camino de desesperación y fatalidad. Un Madrid donde no se ve apenas el cielo, sino un entorno lleno de miserias cotidianas.
En la película hay un punto álgido para el rosario de infortunios de Emilia que marcan el argumento. Sin camino, pues apenas acierta a ver dónde pisa, sin amor, sola. Cada vez arrecia más la lluvia que ya cae a cántaros. Emilita se está quedando ciega, ha sido despedida del trabajo, ha muerto su madre, el engaño de los hombres, entonces, la fatalidad pasea por la ciudad fantasmagórica, el viaducto aguarda tenebroso mientras Emilita corre hacia su fatal destino y con ella el plano traveling más sublime y angustioso del cine español estalla ante nuestros ojos. El famoso traveling de Mur Oti es un enunciado moral en toda la regla. A punto de precipitarse al vacío desde el viaducto, donde tradicionalmente pusieron fin a sus días tantos madrileños desesperados antes de que el ayuntamiento instalara una mampara para impedírselo, Emilia recapacita y va corriendo hasta la iglesia de San Francisco el Grande, mientras el tomavistas la precede en el célebre traveling, para postrarse arrepentida ante el altar, ávida de vida por muy difícil que sea.
A mí me parece una película Grande dentro de nuestra filmografía, que tiene todas las cualidades para que quien no la haya visto y le guste el cine, haga por visionarla. Merece sin duda la pena. Es una película con una inaudita fuerza, muy intensa, humana, con una violencia y una tragedia contenida plasmada en una historia con un ritmo narrativo in crescendo, desde una excelente concepción de parte del gran Mur Oti.
El guión de Manuel Mur Oti, Francisco Pierra y Antonio González Álvarez, se construye a partir de la novela de corte folletinesco Miopita, de Antonio Zozaya, que los guionistas reconvierten en un drama de altura. Mur, Pierra y González eligen como protagonista a una mujer plena de belleza en cuerpo y alma, que alimenta sueños de amor y felicidad, y la colocan en un ambiente destructivo cuyo clima cambia en función de las engañosas ilusiones de la protagonista, de sus alegrías y de sus decepciones. Un guión que oscila entre el romanticismo más genuino y el impudor procaz, que conduce al espectador por un visionado que provoca sufrimiento ante las esperanzas arrancadas y la vergüenza frente a la humanidad perversa. Acompaña muy bien la música compuesta por Jesús García Leoz (alumno predilecto de Joaquín Turina), con una orquesta que muestra en todo momento el interior de la protagonista; y la lucidez fotográfica de Manuel Berenguer, en blanco y negro, es magnífica con matices y tonalidades diversas y travellings verdaderamente sobrecogedores. El montaje roza la perfección.
En el reparto una bella Susana Canales hace uno de sus papeles principales en el cine con un trabajo convincente y lleno de matices dramáticos, con un registro desgarrador, un trabajo con el que la Canales sintoniza de pleno con el espectador; ella es la que lleva el peso de la película. Fernando Rey en su papel de mísero poeta fracasado, cínico y mezquino está estupendo; el por entonces joven Luis Prendes, afronta bien su papelito de hombre soltero, guapetón pero medroso.
En aquellos años cincuenta emergieron en nuestro cine unas propuestas realistas y desgraciadas que tocaban el tema de la mujer engañada o humillada; obras dramáticas, auténticas joyas como esta película. Fue una parte de nuestra dura postguerra en el que la mujer soltera no tenía lugar un lugar social digno. Abundaban mujeres como Emilia, que sueñan con una verbena permanente al lado del hombre amado. Ser mujer en esos entonces era una dura misión; las mujeres tenían vetada su autonomía, su independencia, y apenas podían alcanzar una posición digna en el terreno laboral. Eran mujeres a la sombra de un cabeza de familia: padre o marido. Su único destino era el matrimonio, que se convertía así en su máxima aspiración.
La película nos presenta también un Madrid que aprisiona a sus habitantes y les sumerge en la oscuridad de la pobreza, de la carencia, y que incluso llega a colocar a la protagonista en un camino de desesperación y fatalidad. Un Madrid donde no se ve apenas el cielo, sino un entorno lleno de miserias cotidianas.
En la película hay un punto álgido para el rosario de infortunios de Emilia que marcan el argumento. Sin camino, pues apenas acierta a ver dónde pisa, sin amor, sola. Cada vez arrecia más la lluvia que ya cae a cántaros. Emilita se está quedando ciega, ha sido despedida del trabajo, ha muerto su madre, el engaño de los hombres, entonces, la fatalidad pasea por la ciudad fantasmagórica, el viaducto aguarda tenebroso mientras Emilita corre hacia su fatal destino y con ella el plano traveling más sublime y angustioso del cine español estalla ante nuestros ojos. El famoso traveling de Mur Oti es un enunciado moral en toda la regla. A punto de precipitarse al vacío desde el viaducto, donde tradicionalmente pusieron fin a sus días tantos madrileños desesperados antes de que el ayuntamiento instalara una mampara para impedírselo, Emilia recapacita y va corriendo hasta la iglesia de San Francisco el Grande, mientras el tomavistas la precede en el célebre traveling, para postrarse arrepentida ante el altar, ávida de vida por muy difícil que sea.
A mí me parece una película Grande dentro de nuestra filmografía, que tiene todas las cualidades para que quien no la haya visto y le guste el cine, haga por visionarla. Merece sin duda la pena. Es una película con una inaudita fuerza, muy intensa, humana, con una violencia y una tragedia contenida plasmada en una historia con un ritmo narrativo in crescendo, desde una excelente concepción de parte del gran Mur Oti.
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