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Alto espionaje

Intriga. Romance A pesar de que sus últimas misiones son bastante irrelevantes, el agente secreto británico Alec Leamas no desea abandonar la clandestinidad para ocupar un despacho oficial. Su nueva misión en la Alemania Oriental parece más interesante: consiste en hacerse pasar por un desertor y para que su deserción resulte verosímil se las ingenia para desacreditarse y desacreditar a sus jefes hasta conseguir que lo expulsen de la agencia de ... [+]
Críticas 38
Críticas ordenadas por utilidad
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8
13 de abril de 2016
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
64/05(10/04/16) Notable thriller de espías realizado por Martin Ritt, un crudo y descarnado lienzo de las cloacas de la Guerra Fría reflejado en la descarnada exposición de unos tipos que “salvaguardaban” nuestra seguridad con métodos bastante más antiglamurosos que los exhibidos en esa época por el icónico James Bond. El guión de Guy Trosper (“El rock de la cárcel”, “El rostro impenetrable” o “El hombre de Alcatraz”), Paul Dehn (“James Bond contra Goldfinger”, “La noche de los generales” o “Asesinato en el Orient Express”), se basa con mucha fidelidad en la novela homónima de 1963 de John Le Carré (pseudónimo de David Cornwell), primer libro del autor adaptado al cine de este antiguo agente secreto británico. En el cosmos de Le Carré, se suelen enfrentar los ingenuos idealistas, frente a pragmáticos y fríos tipos profesionales y asentimentales, peones o de gobiernos o de macroempresas, y normalmente los cándidos utópicos son manipulados por los pragmáticos, en un perverso juego de que el fin suele justificar los medios. Un éxito de taquilla y de crítica, teniendo un gran Richard Burton una nominación al Oscar al mejor actor.

Estamos en la década de los 60, en plena Guerra Fría, en un puente que une Berlín Oriental con el Occidental es ametrallado letalmente un agente doble que trabajaba para los británicos, ello ante la estoica e impotente mirada del agente británico Alec Leamas (Richard Burton). Entonces los ingleses comenzaran una operación compleja, harán ver a los alemanes del este que Leamas ha sido degradado, estos dentaran en él descontento y lo contactaran para ver si les suministra información. En la historia tendrán importancia personajes como Nan Perry (Claire Bloom), una idealista comunista que se enamora de Leamas, Control (Cyril Cusack), el jefe de la agencia británica, los agentes de la RDA, Peters (Sam Wanamaker), Fiedler (Oskar Werner), y Mundt (Peter Van Eyck), y el abogado George Voskocec.

Es un fresco desencantado y con tintes de estremecedor realismo del mundo del espionaje en pleno auge de la Guerra Fría, un torpedo contra la hipocresía de los supuestos estados democráticos, como predicaban contra las dictaduras comunistas, pero las combatían con los mismos inmorales métodos, como bien asevera un gerifalte británico, un pesimista y oscuro relato sobre el inframundo de la seguridad de los estados. Una acida visión de las gentes que supuestamente defendían nuestro mundo libre, un juego de espías, donde se nos reflejan como tipos lacónicos, tristes, solitarios, asépticos, asentimentales, vestidas con ropas arrugadas, sudorosas, desaliñadas, contrapunto de la saga James Bond en efervescencia por entonces, con cuatro films ya estrenados del agente del esmoquin bien planchado y afeitado, donde todo era limpio y sin ambigüedades morales, aquí todo es pragmatismo y amoralidad por el bien de la seguridad nacional, aunque en nombre de ella mueran inocentes.

El guión construye a personajes sólidos, con tridimensión, con matices, desarrolla la trama de modo sereno y pausado, sin escenas de acción, todo lo porfía a la potencia de sus diálogos, de los juegos de inteligencia entre unos y otros, a las imágenes que transmitan sensaciones, ello en un notable increscendo dramático, rebosante de intensidad y penetrante tensión, exponente el juicio, duelos dialécticos formidables, para desembocar en un final impactante por su sentido alegórico. El realizador se sirve de la ambientación para componer su desangelado mensaje, emitiendo un mundo gris, cercenado de vitalidad, con parajes con poca gente, en blanco y negro todo, haciendo sentir al espectador sequedad, aridez, acritud, angustia, en mundo donde no parece existir la confianza o amistad, todo son intereses y mentiras. Donde el romance entre Nan y Alec es enfocado de modo seco y distante, solo dos personas solitarias que se hallan en un “desierto” urbano.

El defecto que le encuentro es que se les va la mano en algunos tramos con los diálogos, cayendo en la redundancia, y traspasando al espectador cierta pesadez e impresión de atascamiento, aunque esto queda compensado por sus emocionantes picos de tensión.

Richard Burton está brillante en su rol de ajado espía, se ve su degradación moral, su rostro es nítido en esto, su mirada profunda y desencantada, su derrumbamiento, su aparente nihilismo, su físico desaliñado, su diáfana decadencia, su lenguaje gestual denota cansancio, una interpretación prodigiosa. Claire Bloom está algo sosa en su papel de brújula moral del relato, le falta capacidad de emocionarnos. Oskar Werner está tremendo como el agente Fiedler, arrolla con su energía, su electricidad, su orgullo, magnífico.

Diseño de producción de Tambi Larsen (“Hud”, “La rosa tatuada” o “El juez de la horca”), y Hal Pereira (sin acreditar) (“La ventana indiscreta”, “Vértigo” o “Desayuno con diamantes”), rodándose en exteriores de Holanda, Londres, y Dublin, y en Admore Studios (Irlanda) y Shepperton Studios (UK), filmándose en lugares tristes, desolados, sombríos, con decorados sobrios, cuasi-despojados de vida, esto atomizado por la fascinante fotografía de Oswald Morris (“Lolita, “Oliver” o “La huella”), en glorioso b/n, este recurso para emitir la melancolía monocromática que in vade a los personajes, jugando con hábil expresionismo con gamas de grises, con cielos nubosos grisáceos, con sombras tenues, con acentuados contrastes de luz, con prodigiosamente encuadradas, con suaves movimientos de cámara, con potenciación de transmitir soledad, como cuando vemos al protagonista vagar aparentemente sin rumbo por Londres, o en desconsolados planos de él sentado en un banco, excelente. La es de Sol Kaplan (“La sal de la tierra”, “El hundimiento del Titanic” o “Niágara”), con sutiles solos de piano, melodías de flauta, o con sonidos disonantes de orquesta, emitiendo zozobra e inquietud al espectador. (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Momentos recordables: Su estoico arranque en un puente separación de Berlín Este del Oeste, un ciclista intenta pasar al lado occidental de modo furtivo, siendo disparado mortalmente ante la impasible mirada del agente Leamas; Cuando Fiedler y Leamas pasean por la playa holandesa, charlan, y Leamas le dice <No creo en papa Noel, no creo en dios, ni en Karl marx>, Fiedler le dice que como puede dormir sin filosofía alguna de vida, este le responde <Me reservo el derecho a ser ignorante. Ése es el modo de vida occidental>; Estando Leamas con Peters en una habitación, llega Fiedler y pide a Peters unos documentos, este que es cojo se los alarga sin llegar a la mano de Fiedler, pero este no se mueve, Peters debe levantarse y dárselos, Fiedler se va, y Leamas tras unos segundos se ríe jocosa y airadamente, muy buena la escena por tratar al espectador de inteligente, mostrando quien es el superior y quien el subordinado, que da igual comunismo que capitalismo siempre hay jerarquías, esto en el libro queda aún más remarcado, pues se alude a que Fiedler es judío y es marginado por su gente, con lo que intenta imponerse con su fuerte personalidad; Todo el clímax del film, es el juicio, manejado de modo sublime, los tiempos, las declaraciones, un juego de engaños ajedrecístico donde el espectador está un poco perdido por la dosificación de información a la que ha sido sometido, vibrante el punto culmínate con la llegada de Nan, un peón inocente en medio de esta guerra al que sacrificar; Leamas le dice a Nan ante su inquieta mirada <Qué diablos crees que son los espías? Filósofos morales que miden todo lo que hacen contra de la palabra de Dios o Karl Marx? No son eso. Son un puñado de sórdidos y miserables cabrones como yo. Hombrecillos, borrachos, maricas, maridos calzonazos, funcionarios jugando a indios y vaqueros para iluminar sus pequeñas vidas>; El escalofriante final sobre el muro de Berlín, fiel a la novela, conmovedor como sobre el Muro se dilucida como los dos bloquees enfrentados son iguales en sus brutales métodos, llegando a matar a una cándida alma que puede llegar a molestar, y como Leamas desencantado decide no dejarla morir sola, decide que él tiene alma, y termina con un trémulo plano de los dos cuerpos muertos contra la pared.

Con respecto al libro, el film contiene pocas alteraciones: El personaje de Nan Perry en la novela se llamaba Liz Gold, los productores decidieron cambiarlo para no pudiera haber desviación de atención en el espectador, pues entonces estaba casado con Liz Taylor, y se pudiera pensar segundas lecturas en los diálogos entre los dos; Tampoco se hace referencia a que Nan Perry era judía, y por lo que en la novela sufre vejaciones antisemitas; Asimismo en la novela se da valor al título, se dice que Leamas con su decisión final de “unirse” a Nancy, significa que salió del frío gélido e inhumano que representaba el mundo de los espías y emergió al calor humano, afloraron de él sentimientos.

Queda un notable fil, que expone con veracidad férrea el micromundo del enfrentamiento entre dos modos de vida pero en la guerra todos son guerreros desalmados y fríos. Fuerza y honor!!!
8
28 de julio de 2016
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El espía que surgió del frío” nos muestra el lado más sucio, sórdido e indigno del oficio de espía, y el agente Alec Leamas (Richard Burton) se encarga de llevarlo a cabo. Ritt, el director, consigue hacer patente, con ejemplar fluidez, el verdadero trasfondo de la historia: acatando, aparentemente, las órdenes que le transmite Control (Cyril Cusack), Leamas está mostrándose tal como es realmente; es decir, como un escéptico que ahoga en alcohol su agonía moral. Leamas no tiene que esforzarse mucho para representar su papel: el hombre que vagabundea de trabajo en trabajo cargado siempre con su media botella de whisky y que desprecia tanto al Este como al Oeste es el auténtico Alec Leamas.

En este sentido, las secuencias por la biblioteca, por las tiendas, y por un Londres gris, húmedo y deprimente, son las mejores del film. Nunca como aquí había logrado Ritt retratar tan bien la sordidez y nunca lo volvería a superar. La frialdad del tono de Ritt se hace por una vez necesaria: consigue quemar como el hielo. Cuando se centra en la trama de espionaje no hay lugar para el glamur, ni el exotismo en la vida del espía, sólo sutiles movimientos de ajedrecista realizados con precisión, triste realismo, pues acaban siendo retratados como autómatas fríos, inalterables, dotados de una repugnante inteligencia tras su aspecto de personas normales que carecen de vocación heroica.

Por si fuera poco, el personaje más humano es también el más patético del film, Nan Perry (Claire Bloom), una triste bibliotecaria con ideas comunistas que acaba siendo manipulada tanto por el hombre al que ama como por los propios compañeros del partido. Le Carré nos muestra su notable falta de fe en el ser humano, no hay distinciones ideológicas, no hay maniqueísmos, sino que todos los implicados en estos tejemanejes políticos muestran la misma predisposición a poner sus objetivos por delante del resto de seres humanos, obviando las consecuencias de sus decisiones. (continúa en spoiler)

Martin Ritt fue un director de filmografía desigual, pero “El espía que surgió del frío” es, sin duda, su mejor trabajo, y la mejor película de espías jamás filmada, en mi opinión. Buena parte de su logro debe recaer en la prodigiosa fotografía de Oswald Morris en blanco y negro, con una iluminación que marca los contrastes de la imagen, sobre un magnífico trabajo de montaje de Anthony Harvey, sobre la interpretación del conjunto del reparto, y sobre la base novelesca que le sirve de apoyo, una de las mejores de John Le Carré, muy bien adaptada por Paul Dehn y Guy Trosper. Casi era imposible que, contando con esos elementos, el film no hubiera sido bueno.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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Por eso la decisión final de Leamas (Burton), su sacrificio frente a ese famoso muro de la vergüenza que dividía Berlín, es un gesto de posicionamiento moral que supone al mismo tiempo su caída en desgracia definitiva y su redención personal, no quiere volver a revolcarse en la mierda. No había lugar en la época de la Guerra Fría para un espía enamorado, y por lo tanto vulnerable, así que la teatralidad de ese foco que se apaga sobre los cadáveres de los amantes, marca también de alguna forma, el final para Leamas de una vida llena de mentiras e impostura.
5
15 de julio de 2012
10 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sé si fue porque John Le Carré nunca me ha convencido como escritor y tenía la esperanza de que una adaptación al cine con un reparto solvente podría mejorar esta novela, pero lo cierto es que "El espía que surgió del frío" no me ha convencido. Para mi gusto está demasiado narrada en retazos, con lentitud e incluso la trama se codifica mucho en clave.
Richard Burton está muy bien en su papel, no lo niego, pero juega tanto con el despiste que uno pierde el hilo argumental, a menos que capte siempre la doble intencionalidad.
Lo dicho, fría.
8
4 de noviembre de 2014
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde luego que sí, aunque a los más jóvenes ya casi se les haya olvidado. Recuerdo en la infancia aquello de "las dos alemanias" que tan raro nos parecía. La primeras imágenes de esta cinta empiezan precisamente allí, y son de una belleza que anima a seguir viendo, aunque los tejemanejes del espionaje nos traigan al pairo. No en vano Martin Ritt es autor de la no menos bella "El tercer hombre", película que (no sé por qué) me empeñé durante un tiempo en atribuir a Orson Wells. Empieza pues la película con unos planos de muros y alambradas y una panorámica de pavimento brillante por la lluvia, en un b/n de lo más lírico. Aparece enseguida Richard Burton, el espía, que actúa en esta obra con un comedimiento lleno de matices, dando al personaje del agente hastiado y alcohólico toda la encarnadura que se merece. La historia comienza en un Londres arquetípico, con sus cabinas y sus autobuses de dos pisos, para acabar en el universo angustioso y sórdido de "los otros", rodado en interiores dotados de la frialdad y el feismo que hacen al caso. El argumento se va desarrollando paso a paso, con sus conlictos políticos y sus dobles traiciones, sin perder de vista la parte humana de los personajes. Es en esto donde la película (imagino que también el libro de Le Carrè) gana sus enteros. Al final no importa mucho saber quienes son los malos (o los peores), sino más bien la meditación sobre el bien y el mal, sobre la fe y la desesperación, sobre el amor y la inocencia. Entran ganas de leer y ver más historias sobre la Guerra Fría. Y todo ello con una fotografía y una gramática impecables.
8
15 de diciembre de 2011
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muy buena película, digna adaptación de la que tal vez sea la mejor novela de espías que se haya escrito jamás (con el permiso de "La Máscara de Dymitrios"). En efecto, "El espía que surgió del frío", de John LeCarré, es una novela que marcó un antes y un después en el género de la novela de espionaje.
Ambientada en los primeros años de la Guerra Fría, la trama tiene los suficientes recovecos como para interesar a cualquiera. Introduce personajes con un lado oscuro, como el protagonista Alec Leamas, su antagonista Mundt o el jefe de espías Control. Quizá ese es el mayor acierto de la novela: el aproximar a "los buenos" (los agentes de las potencias occidentales) y "los malos" (los agentes de detrás del telón de acero). Se parecen tanto unos a otros que, de hecho, se tocan, dando lugar a los llamados "agentes dobles", esos personajes que terminan trabajando para ambos lados del telón.

Lo que acabo de comentar para la novela, bien vale para la película. Cuidada ambientación, interpretaciones correctas, casting acertado (Richard Burton clava el personaje de Leamas).

La recomiendo totalmente para aficionados al cine y a las novelas de espías.
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