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Días de vino y rosas

Drama. Romance Joe Clay, jefe de relaciones públicas de una empresa de San Francisco, conoce durante una fiesta a la bella Kirsten Arnesen. La muchacha se muestra cautelosa al principio, debido a la afición de Joe a la bebida, pero después sucumbe ante su simpatía y se casa con él. (FILMAFFINITY)
Críticas 106
Críticas ordenadas por utilidad
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9
12 de agosto de 2007
23 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Recoged las rosas mientras podais,
Largos no son los días de Vino y Rosas,
de un nebuloso sueño,
surge nuestro sendero,
y se pierde en otro sueño..."

Así, con estas premonitorias palabras lanzadas al mar en un fugaz momento mágico de la película, Lee Remick y Jack Lemmon iniciarán un tortuoso viaje a los infiernos del alcoholismo del cual les será una verdadera tortura liberarse. La historia que aquí se nos cuenta no es sólo una historia de amor, no es sólo una terrible crónica sobre el drama imparable de la bebida, es una historia de amor hacia un monstruo, un amor a tres bandas, una botella, y dos personas a cada lado, la soledad, la inevitable dependencia y el oscuro descenso y desaparición de cada uno de nuestros principios, encarnados soberbiamente en el personaje de Lee, en una persona ingenua e inocente cuya mayor ambición es poseer una vida feliz, y cuyos pensamientos van evolucionando a traves de un tortuoso sendero en el que apenas se podrá reconocer a si misma, pasando de ser una dulce jovencita de ciudad sin mucho que pedirle a la vida, a una borracha de tres al cuarto sumida en el más patético de los infiernos agarrada a una botella de Ginebra cual tesoro del que no se puede separar. Resulta irónico que del personaje que menos esperamos algo, al final sea el único que consiga salir adelante; Un Lemmon que al principio no es más que un relaciones públicas que se ve obligado a beber de manera continua para poder involucrarse con plena confianza en los intereses de sus clientes. Una persona cuyo único objetivo es cumplir con su trabajo a costa de beber lo necesario, pero que a pesar de todo posee una moral de la que apenas hace gala hasta un momento clave en el que expresa abiertamente, más insinuando que directamente, la incomodidad ética que siente a la hora de realizar un encargo concreto. La ironía de la película volverá a hacerse presente entonces, cuando precisamente por mantener sus propios ideales, por querer ser fiel a sus principios, se vea relegado a trabajos de menor enjundia que le acabarán conduciendo inevitablemente al infierno del alcoholismo depresivo, arrastrando con el a su amada esposa en una drástica decisión de la cual se arrepentirá a lo largo de su vida. De un par de copas a un par de botellas y de ahí a un camino a sin retorno, con el alcohol por bandera, y la negación como defensa. Cuando el personje de Remick se niege a reconocer su propio estado será el verdadero momento en el que se habrá codenado por si sola. Al final no será capaz de salvarse por nadie, ni siquiera por los que un día fueron su familia. Sólo el alcohol, la soledad, el vacío existencial, y ella.

Que "Días de Vino y Rosas" representa la obra maestra de Blake Edwards eso es algo incuestionable y que probablemente también signifique uno de los papeles más destacados de Lemmon otro tanto.

-Continua en Spoiler-
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El guión de semejante análisis sobre el drama alcohólico es sin duda uno de los más certeros y duros retratos sobre el alcoholismo que Hollywood haya realizado, ya que cuando normalmente la realidad del alcohólico es representada casi siempre de manera cómica o levemente drámatica pero nunca importante aquí J.P Miller disecciona a sus personajes sin darles ni una sola concesión, sin ser condescendiente con ninguno de ellos, llegando a niveles de patetismo grandisimamente encarnados en algunos de los momentos más estremecedores de la cinta, representada a nivel visual por unos planos en los que la botella muchas veces se sobrepone a la figura de los actores, en tono claramente simbólico, dejando de lado toda humanidad posible y siendo consecuente con sus verdaderos deseos y su inevitable cobardía para poder sobreponerse.
La dureza del tratamiento y de la evolución del film, que comienza en tono ligeramente cómico y se desarrolla con mayor oscuridad drámatica, agonizando en un duro final, hará que uno apenas recuerde nota alguna de banda sonora, resonando únicamente la acertadisimamente canción de creditos inciales "Days of wine and Roses" de Henry Mancini, bien mercedora del Oscar.
De esta forma, al terminar la película es inevitable acordarse de los hermosos aunque tristes versos de Ernest Dowson acerca del deseo de llevar una vida más intensa aunque ello conlleve acortarla considerablemente, sumergirse en una felicidad artificial, falsa y ebría con fantasmas desconocidos de los que apenas se acordará uno, intentando evitar el indeseable destino de soledad, pero acabando inevitablemente sólo, con las ambiciones muertas y las ilusiones extinguidas con el permanente recuerdo de esos Días de Vino y Rosas.

Numeroso momentos para el recuerdo de una dureza psicológica implacable

Escenas: La primera en la que vemos la llegada de Lemmon borracho al apartamento, una vez ya se ha casado y a tenido una hija. / El momento en la bahía nocturna y esos versos. / Aquella en la que somos testigos del lamentable aspecto de ella en una cutre habitación de motel con la única compañia de una cuantas botellas de Ginebra.

Planos: Lemmon tras la ventana con la palabrá "BAR" reflejada en ella. / Remick llena un vaso y la cámara, en un pequeño travelling, lo sigue en un primer plano hasta acabar junto a la cabeza de Lemmon. Somos testigos de la entrada a los infiernos de Lee.

PD: Demian gracias una vez más. De veras intento ser más veloz pero a veces la inspiración no acude tan presurosa como uno quisiera :) Un abrazo

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9
24 de enero de 2011
15 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sí, eso es lo que es para mí "Días de vino y rosas", un auténtico film de terror que pone los pelos de punta. Es imposible no sentir pánico ante tanto sufrimiento, ante la facilidad con la que los dos personajes protagonistas caen en ese infierno que les lleva a perderlo todo, dignidad incluída.

Hay escenas verdaderamente espeluznantes, magistralmente aterradoras. Por supuesto destacar la del invernadero, que es de antología del cine de terror. Muy pocas veces una película consigue provocar ese estremecimiento, ese asomarse desde la pantalla a los monstruos que habitan en el alma humana, que están ahí acechando constantemente. El impacto es brutal.

Y de Lemmon y Remick qué más se puede decir que no se haya dicho. Ver cómo el monstruo se los va comiendo vivos, los devora y termina destruyéndolo todo a su alrededor es demoledor. Probablemente las dos mejores interpretaciones de su vida; verdaderamente inmensos.
5
17 de octubre de 2012
18 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parece mentira que una adicción tan extendida como puede ser el alcoholismo haya generado más bien pocas películas sobre el tema. "Días de vino y rosas" es una de ellas y su intento de de ser pedagógica es su mayor éxito pero también su mayor lastre. Parece que Blake Edwards tiene como objetivo mayor mostrar a la sociedad norteamericana la realidad de esta enfermedad e incluso servir de ayuda a las personas que quieran salir de este mundo. Por eso describe como si fuera un manual los pasos que suele seguir una persona que cae en el alcoholismo, la degradación de sus relaciones personales, la pérdida del trabajo y el hundimiento más absoluto. Luego los propósitos de enmienda, la ayuda de Alcohólicos Anónimos, las charlas, las recaidas, etc.

Sin embargo, este intento de plasmar de forma bastante realista el alcoholismo le quita a "Días de vino y rosas" lo puramente cinematográfico. Los personajes, Joe Clay (Jack Lemmon), jefe de relaciones públicas de una empresa de San Francisco, y la secretaria Kirsten Arnesen (Lee Remick), aparecen demasiado esquemáticos, sin ser verdaderamente analizados psicológicamente. Igualmente las situaciones planteadas parecen seguir la ortodoxia del alcohólico tipo en vez de servir a una historia original. Quiero decir que la historia de "Días de vino y rosas" es poco atractiva y hasta irrelevante, pues no es más que un pretexto para tratar el tema. En fin, buen intento, correcta, pero con falta de chispa, y aunque no lo parezca, de dramatismo, profundidad y emoción.
9
9 de diciembre de 2009
15 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Soledad acuática. Desierto marino.

Me queda claro la vulnerabilidad del ser humano, su condición, y la debilidad por las pasiones. Que este filme siempre termine devestándome. Que incluso lo sueñe. Acaso un aviso previo antes de la autodestrucción. El contraste entre la felicidad y la más insólita tristeza no es, sino una delgada línea que separa la ilusión y la realidad. La fragilidad humana.

"Días de vino y rosas" es cine maestro. También una lección valiosa, un mensaje perceptible, y celuloide imperecedero.

Y sin embargo...

No lo se, llámenle inmadurez. Es solo que, cada vez que puedo, termino con una botella de alcohol bajo mis manos...

Como dijo alguien: "La compulsión por vivir una vida más breve pero más intensa"
9
26 de enero de 2011
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo lo sé, tú lo sabes, todos lo sabemos... y aun así cuántas veces se nos olvida... el alcohol no soluciona nada. Ellos, suponemos, también lo sabrían. Pero hubo un momento en que dejaron de prestarle importancia a lo aprendido. Como vía de escape les valía, no importaban ni los días de resaca ni las peticiones pendientes: "¿Me perdonas?". Siempre encontraban el camino para seguir adelante. Y de repente, sin adivinarlo, las cosas se te tuercen. Has perdido el control. Las risas y los graciosos tropezones dejaron de tener su lado cómico, pues anuncian el final del precipicio. No uno terrenal, ante el que, lo sabes, podrás detenerte, in extremis, salvando las distancias. Cuestión de medir a tiempo. No uno fácil de ver, pues lo disfraza la embriaguez y el abandono a la solución más rápida para todo: la bebida, esa gran amiga que tan buenos momentos te brindó. "Será como siempre, mi vieja compañera, superaremos el bache, tú, yo, y quien quiera acompañarnos al final del precipicio. Sabremos medir a tiempo -glup glup-, no lo dudes". Y entonces ocurre. No hay lugar donde agarrarse...

<Esta película, como bien dice The Fucker, no es buena de por sí por el tema que trata, ya que su tratamiento podría no ser más que la machaconería y el patetismo descarado. Es buena porque, simple y llanamente, resulta creíble y natural, y se va desenvolviendo en progresión, sin decantarse tontamente por la tragedia más innecesaria. ¿Quién necesita de subrayador ante temas como éste? Dejen el trabajo a sus actores y elaboren un guión que nazca del corazón y no del raciocinio. Sólo así conseguirán conmover y, al mismo tiempo, aterrorizar como lo consigue "Días de vino y rosas", lejos de todo adoctrinamiento. Y es que de eso estamos bastante servidos ya, la verdad.>

Para ver y paladear reposadamente. Notable.
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