Días de vino y rosas
1962 

8.1
20,487
30 de noviembre de 2008
30 de noviembre de 2008
37 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Potente drama de Blake Edwards (“La pantera rosa”, 1963), especialista en comedias. El guión, de J. P. Miller, se basa en el film de televisión “Days of Wine and Roses” (1958), de John Frankenheimer. Se rueda en escenarios naturales de San Francisco y alrededores (CA) y en los platós de Warner Studios. Nominado a 5 Oscar, gana uno (canción). Producido por Martin Manulis para la Warner, se estrena el 26-XII-1962 (EEUU).
La acción dramática tiene lugar en San Francisco y alrededores, y brevemente en Huston (Texas), a lo largo de unos 6 años (1955-1962). Joe Clay (Lemmon), hijo de un actor y una cantante, de los que está distanciado, trabaja como jefe de relaciones públicas de una empresa importante. Su trabajo le obliga a organizar fiestas, con compañía femenina y abundante consumo de alcohol, para ejecutivos de la casa y de empresas relacionadas con ella como clientes o proveedores. A causa de una confusión conoce a Kirsten Arnesen (Remick), secretaria de un directivo de la casa, hija de una familia de origen noruego, educada en el rigorismo luterano. Poco después se casan y tienen una hija, Debbie. Él es simpático, campechano, de trato agradable, solitario, diligente y aficionado en exceso a la bebida. Ella es guapa, atractiva, cautelosa, abstemia y aficionada al chocolate. Vive sola en San Francisco, tras dejar la casa del padre, Ellis (Bickford), viudo, callado, serio y rigorista, que explota un vivero de flores en San Mateo (Bahía de San Francisco).
El film suma romance, drama y algunos apuntes documentalistas. La obra, décimo largometraje de Edwards, construye un análisis sincero y detallado del alcoholismo y sus efectos devastadores sobre las personas. Es éste un tema recurrente en la filmografía del realizador.
Apunta los posibles factores causales: relaciones familiares problemáticas, falta de cariño de los padres, educación estricta, predisposición congénita, personalidad frágil, fuerte presión social de la cultura de la resignación, etc. Explica las consecuencias: abandono de las responsabilidades familiares, degradación física, malos tratos, intentos vanos de recuperación, soledad, delirios, etc. Lo que más interesa al autor no son los episodios que jalonan la vida del alcohólico, sino la exploración global de su imparable proceso de autodestrucción.
El guión presenta a unos personajes bien desarrollados psicológicamente. Explica los procesos con coherencia y verosimilitud. Mantiene un nivel alto de tensión dramática, que se despliega en un crescendo administrado con habilidad y mesura. Se expresa en términos sobrios y austeros, con renuncia a grandes efectismos. Hace uso en varias ocasiones de referencias documentalistas. La dilatada extensión temporal del relato (6/7 años) obliga a realizar saltos de tiempo, que se identifican con suficiente claridad.
(Sigue en el spoiler sin desvelar partes del argumento)
La acción dramática tiene lugar en San Francisco y alrededores, y brevemente en Huston (Texas), a lo largo de unos 6 años (1955-1962). Joe Clay (Lemmon), hijo de un actor y una cantante, de los que está distanciado, trabaja como jefe de relaciones públicas de una empresa importante. Su trabajo le obliga a organizar fiestas, con compañía femenina y abundante consumo de alcohol, para ejecutivos de la casa y de empresas relacionadas con ella como clientes o proveedores. A causa de una confusión conoce a Kirsten Arnesen (Remick), secretaria de un directivo de la casa, hija de una familia de origen noruego, educada en el rigorismo luterano. Poco después se casan y tienen una hija, Debbie. Él es simpático, campechano, de trato agradable, solitario, diligente y aficionado en exceso a la bebida. Ella es guapa, atractiva, cautelosa, abstemia y aficionada al chocolate. Vive sola en San Francisco, tras dejar la casa del padre, Ellis (Bickford), viudo, callado, serio y rigorista, que explota un vivero de flores en San Mateo (Bahía de San Francisco).
El film suma romance, drama y algunos apuntes documentalistas. La obra, décimo largometraje de Edwards, construye un análisis sincero y detallado del alcoholismo y sus efectos devastadores sobre las personas. Es éste un tema recurrente en la filmografía del realizador.
Apunta los posibles factores causales: relaciones familiares problemáticas, falta de cariño de los padres, educación estricta, predisposición congénita, personalidad frágil, fuerte presión social de la cultura de la resignación, etc. Explica las consecuencias: abandono de las responsabilidades familiares, degradación física, malos tratos, intentos vanos de recuperación, soledad, delirios, etc. Lo que más interesa al autor no son los episodios que jalonan la vida del alcohólico, sino la exploración global de su imparable proceso de autodestrucción.
El guión presenta a unos personajes bien desarrollados psicológicamente. Explica los procesos con coherencia y verosimilitud. Mantiene un nivel alto de tensión dramática, que se despliega en un crescendo administrado con habilidad y mesura. Se expresa en términos sobrios y austeros, con renuncia a grandes efectismos. Hace uso en varias ocasiones de referencias documentalistas. La dilatada extensión temporal del relato (6/7 años) obliga a realizar saltos de tiempo, que se identifican con suficiente claridad.
(Sigue en el spoiler sin desvelar partes del argumento)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
spoiler:
El título se toma de los versos de un poema del autor inglés Ernest Dowson (1867-1900), que recita Kirsten de forma premonitoria. Dicen: “Recoged las rosas mientras podáis: largos no son los días de vino y rosas. De un nebuloso sueño surge nuestro sendero, que se pierde en otro sendero”. Son escenas memorables, la irónica escena del vecindario concentrado en la escalera en defensa de la resignación ante el acoso de las cucarachas, el ataque de delirium tremens de Joe, la búsqueda de una botella en el vivero de flores, la última conversación de Kirsten y Joe, los planos finales y otras. Son espléndidas las interpretaciones de Lemmon y Remick.
El cine ha dedicado atención al alcoholismo en numerosas ocasiones. De modo monográfico lo ha hecho, entre otros, en los siguientes films: “Campeón” (Vidor, 1931), “Días sin huella” (Wilder, 1945), “Mañana lloraré” (Daniel Mann, 1955), “Leaving Las Vegas” (Figgis, 1995).
La música, de Henri Mancini (“El guateque”, 1968), ofrece una partitura de cortes ligeros y bailables de acompañamiento, dramáticos y estremecedores (solo de corno francés a cargo de Vincent de Rosa). Incorpora la canción de voces mixtas “Days of Wine and Roses” (Mancini y Mercer). Añade dos temas ajenos: “Rock-a-Bye Baby” y “I Only Have Eyes for You” (Warren). La fotografía, de Philip Lothrop (“La pantera rosa”, 1963), en B/N, aporta imágenes de luces contrastadas, emocionantes claroscuros y una descripción visual sincera, meticulosa, sobria y realista, de aires clasicistas. Destacan los planos picados y contrapicados de la escalera de vecinos, del delirio de Joe y del final.
Film bien construido, correctamente documentado y bien interpretado, de elevado nivel dramático, con música adecuada y excelente fotografía.
El título se toma de los versos de un poema del autor inglés Ernest Dowson (1867-1900), que recita Kirsten de forma premonitoria. Dicen: “Recoged las rosas mientras podáis: largos no son los días de vino y rosas. De un nebuloso sueño surge nuestro sendero, que se pierde en otro sendero”. Son escenas memorables, la irónica escena del vecindario concentrado en la escalera en defensa de la resignación ante el acoso de las cucarachas, el ataque de delirium tremens de Joe, la búsqueda de una botella en el vivero de flores, la última conversación de Kirsten y Joe, los planos finales y otras. Son espléndidas las interpretaciones de Lemmon y Remick.
El cine ha dedicado atención al alcoholismo en numerosas ocasiones. De modo monográfico lo ha hecho, entre otros, en los siguientes films: “Campeón” (Vidor, 1931), “Días sin huella” (Wilder, 1945), “Mañana lloraré” (Daniel Mann, 1955), “Leaving Las Vegas” (Figgis, 1995).
La música, de Henri Mancini (“El guateque”, 1968), ofrece una partitura de cortes ligeros y bailables de acompañamiento, dramáticos y estremecedores (solo de corno francés a cargo de Vincent de Rosa). Incorpora la canción de voces mixtas “Days of Wine and Roses” (Mancini y Mercer). Añade dos temas ajenos: “Rock-a-Bye Baby” y “I Only Have Eyes for You” (Warren). La fotografía, de Philip Lothrop (“La pantera rosa”, 1963), en B/N, aporta imágenes de luces contrastadas, emocionantes claroscuros y una descripción visual sincera, meticulosa, sobria y realista, de aires clasicistas. Destacan los planos picados y contrapicados de la escalera de vecinos, del delirio de Joe y del final.
Film bien construido, correctamente documentado y bien interpretado, de elevado nivel dramático, con música adecuada y excelente fotografía.
9 de agosto de 2010
9 de agosto de 2010
39 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
El alcohol tal..., ( ) ya que el alcohol cual..., ( ) y en definitiva el alcohol..., ( ). Vale, que sí, tú.
Para mí decir que "Días de vino y rosas" es una película sobre el alcohol es rebajarla al vulgarismo de la masa cinematográfica más hueca. Esta película no es buena porque te abra los ojos a lo malo que es estar todo el día entonado. Que no. Ni porque cuele el sentimentalismo que la acompaña amén del tema que toca, patético de por sí. Tampoco.
Esta película es buena porque es buena por sí misma. Por sus personajes, por sus diálogos tan naturales, por su honestidad. Es, no sin más, una película sobre la lucha de lo cotidiano, de la pérdida del control. Y ella sola sin esfuerzo se encarga de dejarnos claro que pretende (y consigue) conmover de dicha manera, y no por medio exclusivo de la botella, que para mí es solo un justificante más del guión para hacer una gran obra, demostrando así que los hilos del drama no los maneja lo superficial, y no como otra que yo me sé.
Al final, en el abismo, dentro de la coraza de palabras, promesas y emociones con las que nos hacemos querer en la vida, descubres que no hay a quien se ame más que a uno mismo para poder amar el resto.
Por la forma en la que Edwards llega a este par de líneas (pese a elipsis narrativas un tanto irregulares) es por lo que la peli merece ser vista.
Y repito, esta película, sustituyendo el alcohol por una jodida tragaperras, habría sido igual de buena. Nada tiene que ver el ver a la Remick lo bien que sabe hacerse la borracha con que la cinta me haya gustado. Que se sepa, por favor.
Para mí decir que "Días de vino y rosas" es una película sobre el alcohol es rebajarla al vulgarismo de la masa cinematográfica más hueca. Esta película no es buena porque te abra los ojos a lo malo que es estar todo el día entonado. Que no. Ni porque cuele el sentimentalismo que la acompaña amén del tema que toca, patético de por sí. Tampoco.
Esta película es buena porque es buena por sí misma. Por sus personajes, por sus diálogos tan naturales, por su honestidad. Es, no sin más, una película sobre la lucha de lo cotidiano, de la pérdida del control. Y ella sola sin esfuerzo se encarga de dejarnos claro que pretende (y consigue) conmover de dicha manera, y no por medio exclusivo de la botella, que para mí es solo un justificante más del guión para hacer una gran obra, demostrando así que los hilos del drama no los maneja lo superficial, y no como otra que yo me sé.
Al final, en el abismo, dentro de la coraza de palabras, promesas y emociones con las que nos hacemos querer en la vida, descubres que no hay a quien se ame más que a uno mismo para poder amar el resto.
Por la forma en la que Edwards llega a este par de líneas (pese a elipsis narrativas un tanto irregulares) es por lo que la peli merece ser vista.
Y repito, esta película, sustituyendo el alcohol por una jodida tragaperras, habría sido igual de buena. Nada tiene que ver el ver a la Remick lo bien que sabe hacerse la borracha con que la cinta me haya gustado. Que se sepa, por favor.
15 de julio de 2007
15 de julio de 2007
28 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es curioso como las dos mejores películas de la historia del cine sobre el alcoholismo, las han rodado dos directores cuyas carreras, con diferente suerte, se han centrado en la comedia: Billy Wilder ( la maravillosa "Días sin huella" ) y el casi siempre chapucero Blake Edwards, con esta obra maestra .
Hay otra peliculita por ahí, Leaving Las Vegas, que ya quisiera tener algunos de los destellos de talento de "Días de vino y de rosas"
Como es curioso que una interpretación tan rica, intensa y soberbia como la de Lemmon no recibiera un oscar.Personalmente, creo que es la mejor de toda su carrera; y, como Tío Oscar no se caracteriza ni por generosidad ni por su justicia, tuvo que reparar el agravio muchos años después y por una película menor y hoy desconocida. Lástima. Al menos, se lo "robó" Gregory Peck por otra interpretación memorable, aunque menos lucida.
Lee Reemick, impresionante también. Su mejor trabajo con "Anatomía de un asesinato".
Y los que dicen que no hay amor en la película, lean el spoiler.
Hay otra peliculita por ahí, Leaving Las Vegas, que ya quisiera tener algunos de los destellos de talento de "Días de vino y de rosas"
Como es curioso que una interpretación tan rica, intensa y soberbia como la de Lemmon no recibiera un oscar.Personalmente, creo que es la mejor de toda su carrera; y, como Tío Oscar no se caracteriza ni por generosidad ni por su justicia, tuvo que reparar el agravio muchos años después y por una película menor y hoy desconocida. Lástima. Al menos, se lo "robó" Gregory Peck por otra interpretación memorable, aunque menos lucida.
Lee Reemick, impresionante también. Su mejor trabajo con "Anatomía de un asesinato".
Y los que dicen que no hay amor en la película, lean el spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
No es cierto que Joe la deje ir porque no la quiera: es que ha encontrado su tabla de salvación: ha dejado el alcohol y recuperado el trabajo, a su hija y su dignidad. No deja de intentar convencer a Kirsten de que intente dejar de beber. Y la escena final es una prueba de ello.
Cuando ella se marcha sin prometerle nada, el no puede evitar llamarla tras la puerta, pero sabe que, si la traspasa y la sigue, volverá a caer. Así que la sigue con la mirada y parece aliviado de que ella pase de largo y no entre en el bar, cuyo rótulo luminoso se cierne como una amenaza en uno de los finales más demoledores del cine.
Y me olvidaba de la mejor escena de amor de la película : Kirsten, borracha y sola en un motel le suplica que beba con ella. Él se niega. Lleva tiempo sin beber y sabe lo que significará tomar una copa. Kirsten insiste. Está tan sola... Él, ya en la puerta, la mira con la compasión que sólo el amor puede experimentar y , aun sabiendo que equivale a recaer, bebe una copa con ella y la besa.
Esta escena me pone los pelos de punta...
Cuando ella se marcha sin prometerle nada, el no puede evitar llamarla tras la puerta, pero sabe que, si la traspasa y la sigue, volverá a caer. Así que la sigue con la mirada y parece aliviado de que ella pase de largo y no entre en el bar, cuyo rótulo luminoso se cierne como una amenaza en uno de los finales más demoledores del cine.
Y me olvidaba de la mejor escena de amor de la película : Kirsten, borracha y sola en un motel le suplica que beba con ella. Él se niega. Lleva tiempo sin beber y sabe lo que significará tomar una copa. Kirsten insiste. Está tan sola... Él, ya en la puerta, la mira con la compasión que sólo el amor puede experimentar y , aun sabiendo que equivale a recaer, bebe una copa con ella y la besa.
Esta escena me pone los pelos de punta...
31 de julio de 2006
31 de julio de 2006
30 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parece mentira que una película como esta, la haya dirigido el a menudo incompetente y chapucero Blake Edwards. Yo lo sigo dudando, pienso que la dirigió algún amiguete al que luego chantajeo con alguna cosa para que pusiera su nombre como director de la película. Porque una película así no parece dirigida por su director.
Y es que el director, al contrario que sus otras películas, nunca da esperanzas a la pareja. Son un par de borrachos que no saben controlarse cuando tienen una botella a mano. Y es que me sorprende lo bien que maneja la película Edwards, bien rodada y bien narrada.
Y las interpretaciones de Jack Lemmon y de Lee Remick son soberbias. Jack Lemmon lo mismo sirve para un roto que para un descosido. Borda interpretaciones tanto en el género de la comedia como en el drama, incluso en el thriller con su gran interpretación en "El síndrome de China". Y es que Jack Lemmon tiene química con todos los actores con los que trabaja. Con Tony Curtis, con Shirley McLaine, con Walter Mathau y por supuesto con Lee Remick. Un actor enorme. Y una actriz enorme porque Lee Remick está igual de bien. Una interpretación grandiosa de la actriz.
El guión es soberbio. Y el final es muy triste. Y todas las escenas son míticas como la ya mencionada busqueda de la botella en el invernadero, o cuando Lemmon va a por su borracha mujer al hotel, o cuando Lemmon llega a su casa borracho con su mujer cuidando de su hija o la escena en que Lemmon va a la tienda de licores cerrada. Son escenas que ponen los pelos de punta. Un drama cruel. Incluso la única escena cómica que hay, porque no tiene más, la del pulverizador de cucarachas tiene su gracía. Pese a no gustarme el humor de Edwards, en esta película se ve que estaba realmente inspirado.
Una película realmente dura. Junto a "Días sin huella" de Billy Wilder, las dos mejores que han reflejado esto del alcoholismo. Ni "Leaving Las Vegas" ni Nicolas Cage. Esas dos películas en ese terreno son dos de las películas más impresionantemente duras que he visto. Y tanto Ray Milland, Jack Lemmon y Lee Remick realizan interpretaciones míticas y te lo hacen pasar mal.
Y es que el director, al contrario que sus otras películas, nunca da esperanzas a la pareja. Son un par de borrachos que no saben controlarse cuando tienen una botella a mano. Y es que me sorprende lo bien que maneja la película Edwards, bien rodada y bien narrada.
Y las interpretaciones de Jack Lemmon y de Lee Remick son soberbias. Jack Lemmon lo mismo sirve para un roto que para un descosido. Borda interpretaciones tanto en el género de la comedia como en el drama, incluso en el thriller con su gran interpretación en "El síndrome de China". Y es que Jack Lemmon tiene química con todos los actores con los que trabaja. Con Tony Curtis, con Shirley McLaine, con Walter Mathau y por supuesto con Lee Remick. Un actor enorme. Y una actriz enorme porque Lee Remick está igual de bien. Una interpretación grandiosa de la actriz.
El guión es soberbio. Y el final es muy triste. Y todas las escenas son míticas como la ya mencionada busqueda de la botella en el invernadero, o cuando Lemmon va a por su borracha mujer al hotel, o cuando Lemmon llega a su casa borracho con su mujer cuidando de su hija o la escena en que Lemmon va a la tienda de licores cerrada. Son escenas que ponen los pelos de punta. Un drama cruel. Incluso la única escena cómica que hay, porque no tiene más, la del pulverizador de cucarachas tiene su gracía. Pese a no gustarme el humor de Edwards, en esta película se ve que estaba realmente inspirado.
Una película realmente dura. Junto a "Días sin huella" de Billy Wilder, las dos mejores que han reflejado esto del alcoholismo. Ni "Leaving Las Vegas" ni Nicolas Cage. Esas dos películas en ese terreno son dos de las películas más impresionantemente duras que he visto. Y tanto Ray Milland, Jack Lemmon y Lee Remick realizan interpretaciones míticas y te lo hacen pasar mal.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
A milkas:
Lemmon tiene que dejar a su mujer que se vaya, no puede seguir así. Ya se ha visto muchas veces degradado por el alcohol y no puede volver a eso. Por el alcohol perdió todo lo que tenía: su trabajo, su hija y su mujer incluida. Ha recuperado a su hija y tiene que cuidarla, estar con ella. Veo normal que intente convencer a su mujer de que lo deje. Él es el principal culpable de que ella beba y la quiere ayudar a que lo deje. Pero no puede volver a eso. Sería la peor solución posible tanto para ellos como para su hija. Un final difícil e impresionante.
Lemmon tiene que dejar a su mujer que se vaya, no puede seguir así. Ya se ha visto muchas veces degradado por el alcohol y no puede volver a eso. Por el alcohol perdió todo lo que tenía: su trabajo, su hija y su mujer incluida. Ha recuperado a su hija y tiene que cuidarla, estar con ella. Veo normal que intente convencer a su mujer de que lo deje. Él es el principal culpable de que ella beba y la quiere ayudar a que lo deje. Pero no puede volver a eso. Sería la peor solución posible tanto para ellos como para su hija. Un final difícil e impresionante.
4 de octubre de 2008
4 de octubre de 2008
20 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uff, qué difícil...
Estoy en un dilema. Me lo plantea el adalid de Alcohólicos Anónimos. La cizaña que malmete el abstemio que lleva 14 años sin probar gota cuando Kirsten se va al motel es perversa: "no te extrañes de que se busque otro compañero de juego". Y se lo dice a un Lemmon en proceso de rehabilitación. Me pareció la mejor forma de empotrarlo contra la licorería otra vez. Menudo tacto. Sí, hombre sí.
No lo veo claro. Aquí hay una moralina velada bastante cabroncilla y malsana. Por eso la película es tan desasosegante. No hay un punto equidistante entre alcoholismo y abstinencia. Hay una moral inquisidora que contrasta con el culo de la camarera que sostiene la bandeja y las copas, y ésta a su vez con la figura del padre, tan digno y recto como los áboles que planta.
Y dos escenas especiales. La del invernadero protagonizada por un Jack Lemmon poseído por no sé cuántos mil demonios me recuerda a la de McGregor engullido por el wáter en Trainspotting (y viceversa).
La de Kirsten en el motel es sobrecogedora: el papel de su vida (Lee Remick), no sólo porque parece que está mostrando su juego y chantaje para recuperar a su compañero de tajadas y volver a estar juntos en el paraíso, sino porque además es patético ver cómo se apaga, desde el principio, (cuando deslumbra y sólo sonríe), hacia ese final cada vez más gris, triste y decadente. ¿Quién no entiende a Kirsten al decir que el mundo le parece sucio cuando no está borracha?
Yo dudo muchas veces a lo largo de la película de que no ella no lo consiga. Es igual de duro para ambos pero por la actitud inicial de Reemick, con carácter y temple, hubiese apostado a que le resultaría menos traumático. Luego la deja ir. Y acierta.
¿Volverá? Creo que queda claro. Pero para mí les queda ese beso entre carcajadas, el momento más delicioso de la película (y el único) junto al capítulo histriónico de las cucarachas.
El resto es puro malestar, inquietud y desesperanza. Y el último plano triste, triste, triste. Adiós.
"Largos no son los días de vino y rosas, de un nebuloso sueño surge nuestro sendero y se pierde en otro sueño".
Un diez para Lee Remick y otro para Lemmon. Le quito dos puntos a Blake Edwards por tirar la piedra y esconder la mano (8).
Estoy en un dilema. Me lo plantea el adalid de Alcohólicos Anónimos. La cizaña que malmete el abstemio que lleva 14 años sin probar gota cuando Kirsten se va al motel es perversa: "no te extrañes de que se busque otro compañero de juego". Y se lo dice a un Lemmon en proceso de rehabilitación. Me pareció la mejor forma de empotrarlo contra la licorería otra vez. Menudo tacto. Sí, hombre sí.
No lo veo claro. Aquí hay una moralina velada bastante cabroncilla y malsana. Por eso la película es tan desasosegante. No hay un punto equidistante entre alcoholismo y abstinencia. Hay una moral inquisidora que contrasta con el culo de la camarera que sostiene la bandeja y las copas, y ésta a su vez con la figura del padre, tan digno y recto como los áboles que planta.
Y dos escenas especiales. La del invernadero protagonizada por un Jack Lemmon poseído por no sé cuántos mil demonios me recuerda a la de McGregor engullido por el wáter en Trainspotting (y viceversa).
La de Kirsten en el motel es sobrecogedora: el papel de su vida (Lee Remick), no sólo porque parece que está mostrando su juego y chantaje para recuperar a su compañero de tajadas y volver a estar juntos en el paraíso, sino porque además es patético ver cómo se apaga, desde el principio, (cuando deslumbra y sólo sonríe), hacia ese final cada vez más gris, triste y decadente. ¿Quién no entiende a Kirsten al decir que el mundo le parece sucio cuando no está borracha?
Yo dudo muchas veces a lo largo de la película de que no ella no lo consiga. Es igual de duro para ambos pero por la actitud inicial de Reemick, con carácter y temple, hubiese apostado a que le resultaría menos traumático. Luego la deja ir. Y acierta.
¿Volverá? Creo que queda claro. Pero para mí les queda ese beso entre carcajadas, el momento más delicioso de la película (y el único) junto al capítulo histriónico de las cucarachas.
El resto es puro malestar, inquietud y desesperanza. Y el último plano triste, triste, triste. Adiós.
"Largos no son los días de vino y rosas, de un nebuloso sueño surge nuestro sendero y se pierde en otro sueño".
Un diez para Lee Remick y otro para Lemmon. Le quito dos puntos a Blake Edwards por tirar la piedra y esconder la mano (8).
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