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Críticas 65
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
10
27 de noviembre de 2007
814 de 1019 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esto no es una película. Es un roce, una caricia, una mirada, una mano acariciando un rostro, una sonrisa casual a un desconocido en un ascensor, una ventana en un solitario hotel de Tokio, un árbol con mensajes de esperanza, sueños y deseos. Un amor que nunca existió, un amor tedioso, una rutina calmada, un brillo en medio del solitario mar, una persona esperando permanentemente, una joven inmensamente perdida, un hombre enormemente solo en una vida tediosa y trivial. La obra maestra de Sofia Coppola va más allá de lo simple. Plasma en imágenes lo intangible, lo inexpresable, lo que todo el mundo siente pero pocos saben expresar. Una cabeza apoyada en un hombro una madrugada cualquiera en una ciudad lejos de todo. Una complicidad subterránea que se va forjando de manera invisible, un amor de los que no se olvidan. Unas frases de Karaoke que esconden un esplendoroso mensaje de amor, dos personas corriendo de noche por la ciudad, fuegos artificiales en una discoteca, pistolas lasers en medio de un callejón, recreativas que encierran un mundo noctámbulo. Y en su momento más hermoso, es un encuentro fortuito, una lágrima cayendo por una mejilla, un abrazo apasionado, unas palabras susurradas al oído, una sonrisa, una despedida, unas miradas desgarradoras, unas vidas encontradas. Difícil se me hace comentar fríamente algo que a nivel personal me marcó profundamente. Probablemente la película que más haya influenciado en mi persona, en mi manera de ser, en mis gustos e incluso en mi forma de pensar. Como a cualquier persona para la que el cine haya significado algo y con el que haya experimentado alguna sensación inolvidable, a mi esta obra maestra se me quedó grabada a fuego en la mente. Se convirtió de manera inevitable en “la película de mi vida”. Jamas me borraré de la mente ese final, esa bella Scarlett apoyada en una ventana en una solitaria habitación de hotel, o paseando por los enormes parques de Tokio, correteando por los callejones nocturnos de la ciudad, o cruzando una enorme acera con un paraguas transparente. Ese Bill Murray irónico, gracioso, confuso, cantando en el karaoke, o intentando elegir la mejor moqueta, con su wiskhy en la mano y su sonrisa madura. Jamás se borrará de mi memoria esa canción final, ese susurro, ese "adios" tembloroso, esa mirada desconsolada y esas imágenes: un coche alejándose, una carretera por delante, la vida y el “just like honey…” sonando… mientras las imágenes se funden en negro y aparece en pantalla la causante de toda esta maravilla: Sofia Coppola. Probablemente mi vida hubiera sido totalmente diferente sin esta película, le debo lo que soy, y todo lo que amo y esto es algo que no me avergüenzo en absoluto de proclamar, por más burlas que me lleguen. Amo esta película, y punto.
13 de mayo de 2006
138 de 191 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con una brutal interpretación, Ellen Page se ha situado con esta gran ópera prima del director nóvel David Slade en una de las actrices jóvenes más prometedoras que se hayan podido ver en mucho tiempo y en una más que digna competidora hacía las también enormes Scarlett Johansson y Natalie Portman, a las cuales Ellen no tiene absolutamente nada que envidiar en lo que a talento interpretativo se refiere.
Secundada por un gran actor, visto recientemente en "El Fantasma de la Ópera" , Patrick Wilson, también enorme en un papel física y emocionalmente difícil, Hard Candy se convierte en un "tour de force" interpretativo como pocos se han visto últimamente. Pero no son sólo las interpretaciones de estos dos interesantes actores las que consiguen hacernos temblar sino además un guión muy, pero que muy cuidado (pulido multiplicidad de veces) junto con unos dialogos mordaces y tensos, la sobriedad de un único escenario como desarrollo del film y la fantástica química existente por los dos únicos actores protagonistas de toda la película. Todo ello dan lugar a una obra maestra "extraña" pero, al fin y al cabo obra maestra que no deja indiferente a nadie y que debería ser vista por cualquier persona que se precie de ser cinéfila. Por último queda claro que Hard Candy ya se ha erigido como un film no apto para el gusto unánime del publico y que será tan vapuelada por unos como amada por otros; Pero es precisamente esa gran variedad de opiniones lo que la convierte en un interesantísimo largometraje (desencadenante de numerosos debates) que pasará a englosar la lista de las llamadas "películas de culto".
Dejando a un lado todo lo dicho Ellen Page ya constituye una única razón por sí misma para visionar esta polémica película que desagradará a más de uno (y con razónes). Finalmente, con unas situaciones increíblemente tensas y terroríficas, Hard Candy consigue lo que se propone sin enseñar ni una sola gota de sangre y dejando todo el protagonismo a la mente humana, a la imaginación de cada uno de nosotros que nos jugará más de una mala pasada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La escena de la castración y la desesperada prolongación de ésta por parte del personaje de Jeff supone el climax de tensión de este film que jamas decae y que se pierde entre la multitud de géneros cinematográficos haciendonos muy dificil su catalogo dentro de un determinado "cajón".
29 de julio de 2007
135 de 185 usuarios han encontrado esta crítica útil
Amelie... Amelie... Amelie... ¿Cuantos adjetivos podríamos utilizar para describir a Amelie? Los inventados por el hombre no serían suficientes.
Una de las personas más bellas que jamas haya conocido, y sin embargo... ficticia. ¿No debería todo el mundo ser como Amelie? ¿No sería lo lógico que la sinceridad, la honestidad y la inocencia fueran la moneda de cambio del mundo? ¿y que la mezquindad, la hipocresía y el cinismo, no fueran más que meras leyendas lejanas?... Ojalá pudieramos decir semejantes maravillas. Ojalá pudieramos todos ser como Amelie... Sería bonito ¿no?...
a pesar de todo tanta ensoñación me perturba, y es que no es facil no soñar despierto cuando uno rememora esas tiernas y hermosas sensaciones que nos otorga la película más sincera y humana que un servidor en estado catatónico haya presenciado. Audrey Poulain, Amelie Tautou, difícil diferenciarlas, difícil separar el personaje de la actriz cuando el primero posee tanta fuerza y se fusiona tan perfectamente con la segunda que pareciera que estamos ante una simbiosis milagrosa de realidad y ficción imposible de separar.
Jean Pierre Jeunet, ese ser que fue tocado por la gracia divina para crear una de las maravillas del siglo XXI, llegó, vió y venció, creó a un ser humano inocente y puro y sin embargo irreal para recordarnos a todos lo escasos que estamos en semejantes materias; dejando su película como una especie de testamento eterno que deja claro al ser humano que hasta que no cambiemos un poco, tales bondades solo podrán existir en la milagrosa magia del celuloide.
Ni Yan Tiersenn con su magnífica y evocadora música, ni la propia Audrey con su increíble simbiosis para con su personaje, ni el propio y magnífico creador de cuentos Jean Pierre podían imaginar el enorme impacto que su película iba a causar en muchos corazones humanos. Poco se podían imaginar ellos que "El fabuloso destino de Amelie Poulain" acabaría siendo el destino que mucha gente desearía en su vida, el destino de la gran mayoría de seres. Su destino debería ser el de todos nosotros... porque quien no adore a la Srta Poulain, quien no añore permanecer a su lado de por vida, quien no sienta su corazón palpitar rapidamente al observarla vivir, sencillamente no es humano, su frío corazón le habrá helado los sentimientos. Mientras él se amargará con las penurias del mundo, nosotros disfrutaremos con las ensoñaciones de Amelie... Una mujer que te cambiará la vida... y muy en serio.
Qué más se puede decir... nunca he sido muy proclive a escribir críticas cortas pero hay veces que la belleza del cine es tan abrumadora que las palabras no pueden más que inclinarse ante las maravillas. Enhorabuena Amelie, por tu bondad, por tu inocencia, por tu mirada y tu sonrisa... En resumen, por existir para nosotros.... aunque sólo sea en un sueño ficticio.
21 de octubre de 2011
95 de 110 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo que más recuerdo de esta película cuando la dejo reposar con el tiempo son siempre las mismas escenas. David Hemmings fotografiando a Vanessa Redgrave con otro hombre mayor que ella en una zona aislada de un parque de la zona, y por otro lado, la posterior investigación que lleva a cabo el protagonista en su casa, cuando decide intentar desvelar las motivaciones ocultas que rigen ese momento que ha captado con su cámara, revelando las fotografías, ampliándolas y sacando conclusiones cuando cree haber descubierto la preparación de un asesinato y su posterior ejecución. Son siempre esos momentos los que se me graban en la memoria cuando veo “Blow up” y los primeros en los que pienso cuando rememoro la película tiempo después de su visionado.

Es precisamente el discurso que late de fondo en esos momentos lo que más me atrae de toda la obra. El que Antonioni trabaja en esas secuencias, el de la multiplicidad de matices y de puntos de vista que puede generar una misma imagen, dependiendo de si es vista por una u otra persona, cada una con su propia experiencia vital. No es el caso literal de la película que aquí tratamos, pero sí es lo que se transmite. ¿Realmente ha sido Hemmings testigo de un asesinato?, ¿O sencillamente ha visto lo que deseaba ver en ese momento de su vida, en el que necesita de una motivación poderosa que le haga seguir adelante? Las preguntas que surgen no poseen una respuesta clara. Cualquier opción es valida, aunque el director ya nos deja alguna pista sobre su posición en la escena final del filme.

Las ilusiones forman parte del ser humano. Cada persona verá las cosas atendiendo a su propia vida, a su propia educación, a todo lo que la ha hecho ser tal como es hasta ese momento. Y la interpretación que extraiga de unas imágenes con un fondo muy abierto de posibilidades, seguramente difiera bastante de los de otra persona con un mundo diferente. Es una visión que me parece totalmente extrapolable a la propia disciplina del cine, y es precisamente ese el punto que más me atrae del discurso de Antonioni en “Blow up”. Una línea discursiva que comparte con Jose Luis Guerín y su “Tren de Sombras”, puede que con la salvedad de que ésta última tal vez incida más en dicha cuestión, tratándo la misma con más profundidad al girar todo su núcleo argumental alrededor de la interpretación de esas imágenes y el significado oculto que encierran, y que descubrimos en el último tramo de la obra.

(continúo en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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A este respecto hay una frase que siempre me viene a la cabeza al pensar en estos filmes y es la siguiente: la película está en los ojos del que la observa. La interpretación de Hemmings de esas fotografías no es menos acertada que la que podamos tener nosotros. Pues al final cada uno ve una cosa diferente, personal. Y creo que el cine funciona exactamente de la misma manera. Nadie podrá decir con seguridad qué es cine y qué no lo es, y sentar cátedra en el camino. Cada uno verá una película distinta y de la misma forma, cada persona valorará por sí misma si considera que lo que ve, es o no cine. Las imágenes transmiten algo distinto a cada persona. Y en esa multiplicidad de miradas que pueden surgir, y que creo es una idea que el filme de Antonioni consigue expresar con acierto, es donde radica una de las razones por las que profeso mi amor al Séptimo Arte. Poder ver cosas tan distintas, sacar tantas cosas diferentes, únicamente en base a una imagen que es siempre la misma y no cambia nunca, pero que se transforma continuamente en el interior de cada espectador, evolucionando con el tiempo, y en base a la cual surgirán miles de cosas diferentes, todas ellas validas, simplemente dependiendo de la persona que la observe.

Al final lo único que queda claro, tal como nos cuenta Antonioni, es que todo es una mera ilusión, algo que solo vemos en nuestra cabeza e imaginamos a nuestro antojo. Que en realidad nada es real, y que el cine solo es eso, y que es el propio espectador el que aporta aquello que lo hace mágico.
17 de junio de 2008
87 de 94 usuarios han encontrado esta crítica útil
Existen películas que te hacen reír, otras que te hacen llorar, otras que te enternecen, otras que te hacen olvidar la realidad, otras que te hacen consciente de su injusticia, otras que sencillamente te tocan el alma y su centro mismo. Existen muchos tipos de películas pero solo unas pocas tienen el privilegio de adentrarse con honestidad, humildad y ante todo Verdad, en los más apreciados rincones de tu memoria. En mi caso, “El hombre Elefante” ha sido una de ellas. Me ha hecho derramar amargas lágrimas, que sé que Lynch me ha sacado sin trampa ni cartón, sin sensiblerías ni efectismos, sino con la más devastadora de las realidades. La de un Ser Humano, que ante todo era eso, una persona. Un hombre que tuvo la desgracia de nacer deforme, que fue víctima del patetismo, la inmundicia, la injusticia y la decadencia humanas, testigo de cómo las personas podemos ser a veces tan sumamente merecedoras de desaparecer de la manera más cruel posible de este mundo, teniendo en cuenta los actos que somos capaces de cometer sin piedad ninguna. Mentiría si dijera que no he sentido nada, que no he pensado nada, que no he querido pegarle un tiro en cada ojo a todas y cada una de esas personas que tan cruelmente trataron a John Merrick, a los que le miraron y se rieron de él, a los que humillaron, a los que le maltrataron. Sería hipócrita decir que realmente no he sentido la necesidad de hacerlo. Tal vez parezca exagerado para algunos verme pronunciar palabras tan tajantes en torno a una película. Pero no es demasiado descabellado si tenemos en cuenta que estos hechos ocurrieron y ocurren diariamente a muchas, muchísimas más personas de las que si quiera podamos imaginar. Para desgracia de los que tienen un poco de decencia y corazón, todavía quedan personas en el mundo capaces de los más terribles actos. Personas capaces de maltratar a una joven de 16 años en el sótano de una casa y hacer partícipes a sus hijos de semejante depravación, personas capaces de matar su vecino por una simple disputa, personas capaces de maltratar y aún matar a su antigua pareja por puros celos y por pura cobardía, personas capaces de burlarse sin piedad ninguna de otra hasta el punto de provocar su suicidio. Si… realmente somos patéticos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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Y películas como esta me lo confirman. Sencillamente me dicen que, si, podemos enseñar la felicidad máxima a una persona que jamás en su vida la ha conocido hasta entonces, podemos construir civilizaciones, podemos crear obras de arte de una belleza sobrecogedora, películas que nos toquen el corazón, cuadros que nos remuevan el alma, canciones que nos ericen la piel, libros que nos hagan viajar, atardeceres que se conviertan en instantes mágicos, manos que se entrelacen, besos apasionados en mitad de una playa, instantes de lo que significa la verdadera hermosura de la vida humana, de sus mágicos detalles y momentos. Pero verdaderamente no sé si todo eso compensa el daño que somos capaces de hacer. Se puede tardar años en pintar un cuadro, siglos en levantar un imperio pero solo un segundo en destruirlo. Es algo aplicable a casi todo. La creación no es instantánea, la destrucción si. Un corazón roto puede cicatrizar pero la muestra del daño siempre permanecerá. Probablemente divague, sé que lo hago, pero necesitaba desahogar todas las reflexiones que esta obra maestra me ha provocado. El eterno dilema de si somos merecedores del preciado bien de la vida, o realmente deberíamos desaparecer de este mundo para no acabar destrozándolo por completo, a él mismo y a las personas que lo habitamos.
John Merrick lo supo en el último momento. Se dio cuenta de que nunca podría conocer felicidad más hermosa y efímera que esa. Sabía, o al menos intuía, que a final la crueldad volvería por otra vía, porque en la vida real siempre sucede. Decidió aprovechar el momento más feliz de su existencia, para morir con toda la dignidad que la humanidad le había arrebatado durante toda su vida.

Se acabó… Nada morirá Jamás…
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