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Tiempos modernos

Comedia Extenuado por el frenético ritmo de la cadena de montaje, un obrero metalúrgico acaba perdiendo la razón. Después de recuperarse en un hospital, sale y es encarcelado por participar en una manifestación en la que se encontraba por casualidad. En la cárcel, también sin pretenderlo, ayuda a controlar un motín, gracias a lo cual queda en libertad. Una vez fuera, reemprende la lucha por la supervivencia en compañía de una joven huérfana a ... [+]
Críticas 185
Críticas ordenadas por utilidad
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10
18 de octubre de 2018 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tiempos Modernos hace fuertes críticas sociales con bastante ironía, lo que la ha hecho ser una de las diez mejores películas de la historia del cine y reconocida hasta hoy. En ella se reflejan las condiciones laborales de su tiempo, las divisiones sociales, la lucha de clases, la deshumanización en el trabajo, la falta de especialización, los sueños y frustraciones de los más débiles, una descripción muy dura de la expansión de la sociedad industrial, del capitalismo y de las ciudades. Y lo hace dignificando el papel que interpretan los oprimidos, señalando sus sueños y las ganas que ponen en verlos cumplidos, aun cuando estos objetivos no tengan más pretensiones que el de vivir un poco mejor y tener alguien a quien amar.
Es una gran película, aunque ahora viva "tiempos oscuros" por estar a caballo entre el cine mudo, el sonoro y ser en blanco y negro. Me da mucha rabia que el arte se valore por el cascarón y no en sí mismo.
Nacho B.
8
19 de marzo de 2019 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Tiempos modernos” supone el más perfecto corolario de las virtudes —y también algún defecto— del cine de Charles Chaplin. Vaya por delante que, a mi juicio, se trata del mayor artista del siglo XX —por encima, incluso, de Picasso— y probablemente se cuente entre la docena corta de genios que en el mundo han sido.
Su estilo, que parte de la traducción del vodevil decimonónico al “slapstick” de la Keystone, está impregnado de un insobornable espíritu crítico, hijo de un humanismo igualmente tenaz que arraiga en las penurias padecidas en la infancia. Tres rasgos definitorios que se manifiestan en todo su esplendor durante el primer tercio de la película: la sátira feroz que, por medio de su entrañable vagabundo, Chaplin hace del gran hallazgo capitalista, la cadena de montaje, y de sus alienadoras secuelas, se erige en una de las cimas del arte cinematográfico. Sólo el inicial paralelismo entre el rebaño de ovejas y los obreros camino de la fábrica es ya un bofetón a la satisfecha conciencia occidental. La figura omnisciente del director general anticipa el Gran Hermano de “1984”, y las máquinas, monstruosos engranajes capaces de devorar a sus operadores, remiten a “Metrópolis” (Metropolis, 1927).
A partir de entonces asistimos a un melodrama salpimentado de “gags” indiscutiblemente divertidos, pero en conjunto bastante más convencional. No obstante, también este tramo presenta elementos muy dignos de reseña. En primer lugar, la irrupción de una luminosa Paulette Goddard, cuyo carisma llega a un grado tal de osadía que hasta amenaza con apropiarse del plano. Y, cerca del desenlace, el insólito e hilarante número musical en el que por vez primera se escucha la voz de Chaplin. Efectivamente, cuando se rueda “Tiempos Modernos” las “talkies” se han generalizado, llevándose por delante a buena parte de los intérpretes del mudo. Aun así, Chaplin rechaza hacer hablar a su personaje —de hecho, su intervención se limita a un canturreo en caótico esperanto, mezcla de francés, italiano e inglés—, fiel al género que le había granjeado inmensas fama y fortuna, cierto que jugando con una variopinta colección de efectos sonoros.
El final, con la huérfana y el vagabundo dirigiéndose abrazados hacia un horizonte de esperanza, constituye una síntesis inmejorable de la idiosincrasia de su realizador, cuya honestidad moral e intelectual no resulta óbice para una calidez y un optimismo nunca antes ni después emulados.
8
10 de abril de 2019 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera vez que la vi me pareció una joya, un concentrado sobre las ganas de escapar de una sociedad de plástico en la que todo se ha ordenado de una determinada manera y en la que tenemos que encajar aunque sea a la fuerza todos como si nos tratasemos de piezas de un enorme puzle sin fin, esta película es un grito desesperado a no querer ser uno mas, a permanecer fieles a nuestra forma ser original sin estar moldeados por los estándares sociales y la presión social. Un grito a la originalidad y al optimismo, te transmite esa sensación de que siempre hay un mañana, es maravillosa y el estilo de Chaplin ha envejecedio sorprendentemente bien, es una joya.
EGG
8
13 de octubre de 2019 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Unos 8 años llevaría el cine sonoro de vida. Y ya estaba tan aposentado que ver una película semi muda, podría hacer peligrar la película. Y así fue, ya que en EEUU no tuvo gran éxito. Eso sí, en otros países, sobre todo en Reino Unido, fue todo un éxito.

Y es quizás lo que está pasando ahora. Películas ochenteras no las dejan tranquilas, si no que tienen que hacer un remake para "actualizarla"... el ciclo se repite.

Charles tenía mucho miedo de que el vagabundo pudiera hablar y perdiera su encanto. Incluso trabajo en diálogos. Pero finalmente, los anuló y sólo se le pudo escuchar en una secuencia cantando y encima en un idioma inventado.

Esta película es la última que se considera muda de Charles y la primera que se le puede oír. Totalmente contradictorio, pero así es.

Aunque el mismo Chaplin dijera que no quería hacer una película de crítica, al final le salió una que se podría decir, sin querer. Una crítica a la industrialización y la vida de un obrero de clase baja.

En su día le di 7 puntos, pero le subo 1 por todo lo que significa y por el trabajo que hizo, por sus escenarios magníficos y la visión de futuro.
9
25 de enero de 2020 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocas críticas tan demoledoras, más totales, se han conseguido articular en tan poco tiempo. Normalmente requieren de una larga disertación, una tesis, una argumentación, con un lenguaje grave, solemne, acorde a la importancia de aquello que se enuncia.
Chaplin no necesita nada de eso en Tiempos modernos, en forma de sátira, le sobra con los primeros minutos que conforman la película. Todo comienza con un reloj, aquel que esclaviza según Cortazar y marca el ritmo de la vida de los hombres, que como ovejas, entran en la fábrica, que Chaplin, influenciado por Metrópolis, futuriza para que encaje mejor en la mirada distópica al sistema. Esa fábrica que no requiere de personas, solamente de alimentadores de la cadena, y los hombres se vuelven ella, tanto es así, que acaba por tragárselos, en una de las escenas más memorable del cine. Chaplin critica la alienación, la cosificación del sistema capitalista, de esa ansia de beneficios del empresario que le llevará a aceptar la prueba de aquella endemoniada máquina para alimentar a los trabajadores mientras siguen produciendo. Producir, producir y producir. Y en esa sátira al extremo, Chaplin consigue la gran denuncia del sistema, de lo que este le hace al hombre.

Después de aquello, quedan minutos. Hay otras grandes escenas, risas, cuando abre la posibilidad al amor, a la dulzura. Pero no vuelve nada a ser aquellos minutos totales que no necesitan más que a si mismos. Minutos que no solamente son capaces de hacer una crítica a su tiempo, sino de conseguir hablar del hoy, que bajo el mismo sistema, el hombre continua a merced de la máquina y del capital que se encuentra detrás de esta. El genio de Chaplin no necesita más que aquellos primeros veinte minutos.
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