Dos extraños amantes
8.0
74,605
Romance. Comedia
Alvy Singer, un cuarentón bastante neurótico, trabaja como humorista en clubs nocturnos. Tras romper con Annie, reflexiona sobre su vida, rememorando sus amores, sus matrimonios, pero sobre todo su relación con Annie. Al final, llega a la conclusión de que son sus manías y obsesiones las que siempre acaban arruinando su relación con las mujeres. (FILMAFFINITY)
13 de enero de 2013
13 de enero de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Woody Allen hace cine por acumulación. Dudo de que sepa hacia donde va su cine o qué rumbo tomará su filmografía. Tal y como muestra el reciente documental sobre su vida y obra, filmado por Robert B. Wiede, director muchos de los episodios de Curb your enthusiasm, Woody saca del cajón de su mesita unas hojas amarillas garabateadas en la mesa de cualquier restaurante, o tecleadas en su vieja máquina de escribir y empieza a escribir una película tan pronto como acaba de editar la anterior. Es un modo de vida.
Mario Vargas Llosa, en su último libro "la civilización del espectáculo", pone a Woody Allen como ejemplo de banalización de la cultura. Dice que antes existían autores como Bergman, Antonionio o Tarkovski y que, en la actualidad, Woody Allen representa ese tipo de cine pero que no llega a la altura de los directores anteriormente considerados "autores". Para el premio nobel de literatura esto forma parte de la banalización que ha convertido la cultura en productos digeribles, amenos pero intrascendentes. Eso es más o menos lo que dice aunque yo lo cite de memoria. No sé si Llosa es muy justo con Allen, porque en la actualidad hay directores como Malick, Haneke o, si me apuras, Bela Tarr que hacen cine igual de "trascendente" que el de Tarkovski en el pasado. Esa corriente antimainstream siempre ha existido y siempre existirá. La diferencia, de la que también se queja Mario Vargos Llosa, es que ahora la crítica no tiene el predicamento que tenía en el pasado. En eso tiene razón. Filmaffinity, la crítica acumulada de los propios usuarios tiene más peso que la crítica especializada, entronizada y enclaustrada en su torre de marfil. Se siente.
En lo que respecta a Annie Hall, la primera película presuntamente seria de la filmografía del autor, hay que decir que tiene esa capacidad de crear un torrente desordenado de sensaciones relativas al amor y al desamor. Larry David dice en el documental anteriormente citado que Woody Allen cambió la manera de hacer las comedias. No sé qué parte de verdad tendrá una afirmación de ese tipo, pero sí es verdad que la estructura de Annie Hall es muy libre. La estructura no es clásica. Tiene flash backs sin subrayar, elipsis que no molestan, aunque se salten meses o dejen en negro la ruptura o el reencuentro. Va a golpe de sensación, como si Allen pusiese en pantalla los momentos que la memoria destaca de entre los otros de una manera caótica y sin jerarquía. Un poco a lo woody allen. No creo que él fuese consciente de que esta película inaugurara un ciclo serio de su filmografía. Filmografía en la que las películas se suceden igual que las escenas de Annie Hall. A una película seria le sigue una metalingüística o una revisitación de Bergman o un thriller personalizado. Su realización es igual de libre. Da la sensación de que improvisa en el rodaje, de que no le concede demasiada importancia a la colocación de la cámara o los movimientos de cámara. Da la sensación de que hay una desgana de planificación de la que puede salir el genio o el plomo. En el caso de Annie Hall el conjunto parece coherente y con gran capacidad para generar emociones. Otras películas de Allen no han corrido la misma suerte. Por ejemplo, desde Roma, con amor.
Woody Allen reconoce que lo único que le aleja de la excelencia es él mismo. Tiene la posibilidad de rodar libremente, tiene todos los mimbres en la sala de montaje, dispone del tiempo y los recursos para pulirlo todo. Sólo que él no es un pulidor. Confiesa que, a veces, prefiere hacer una toma imperfecta a estar repitiendo la toma perfecta. Prefiere irse a casa a buscar la excelencia, prefiere sacarse el clavo de una película imperfecta con otra nueva. Sus películas rayan a un nivel excelente aunque unas veces hierra el tiro y da en la diana. Es el caso de Annie Hall, una gran película hecha de la memoria de su vida, de su relación con Diane Keaton, en la que la vida y la ficción se entrelazan como el tejido de un tapiz.
Mario Vargas Llosa, en su último libro "la civilización del espectáculo", pone a Woody Allen como ejemplo de banalización de la cultura. Dice que antes existían autores como Bergman, Antonionio o Tarkovski y que, en la actualidad, Woody Allen representa ese tipo de cine pero que no llega a la altura de los directores anteriormente considerados "autores". Para el premio nobel de literatura esto forma parte de la banalización que ha convertido la cultura en productos digeribles, amenos pero intrascendentes. Eso es más o menos lo que dice aunque yo lo cite de memoria. No sé si Llosa es muy justo con Allen, porque en la actualidad hay directores como Malick, Haneke o, si me apuras, Bela Tarr que hacen cine igual de "trascendente" que el de Tarkovski en el pasado. Esa corriente antimainstream siempre ha existido y siempre existirá. La diferencia, de la que también se queja Mario Vargos Llosa, es que ahora la crítica no tiene el predicamento que tenía en el pasado. En eso tiene razón. Filmaffinity, la crítica acumulada de los propios usuarios tiene más peso que la crítica especializada, entronizada y enclaustrada en su torre de marfil. Se siente.
En lo que respecta a Annie Hall, la primera película presuntamente seria de la filmografía del autor, hay que decir que tiene esa capacidad de crear un torrente desordenado de sensaciones relativas al amor y al desamor. Larry David dice en el documental anteriormente citado que Woody Allen cambió la manera de hacer las comedias. No sé qué parte de verdad tendrá una afirmación de ese tipo, pero sí es verdad que la estructura de Annie Hall es muy libre. La estructura no es clásica. Tiene flash backs sin subrayar, elipsis que no molestan, aunque se salten meses o dejen en negro la ruptura o el reencuentro. Va a golpe de sensación, como si Allen pusiese en pantalla los momentos que la memoria destaca de entre los otros de una manera caótica y sin jerarquía. Un poco a lo woody allen. No creo que él fuese consciente de que esta película inaugurara un ciclo serio de su filmografía. Filmografía en la que las películas se suceden igual que las escenas de Annie Hall. A una película seria le sigue una metalingüística o una revisitación de Bergman o un thriller personalizado. Su realización es igual de libre. Da la sensación de que improvisa en el rodaje, de que no le concede demasiada importancia a la colocación de la cámara o los movimientos de cámara. Da la sensación de que hay una desgana de planificación de la que puede salir el genio o el plomo. En el caso de Annie Hall el conjunto parece coherente y con gran capacidad para generar emociones. Otras películas de Allen no han corrido la misma suerte. Por ejemplo, desde Roma, con amor.
Woody Allen reconoce que lo único que le aleja de la excelencia es él mismo. Tiene la posibilidad de rodar libremente, tiene todos los mimbres en la sala de montaje, dispone del tiempo y los recursos para pulirlo todo. Sólo que él no es un pulidor. Confiesa que, a veces, prefiere hacer una toma imperfecta a estar repitiendo la toma perfecta. Prefiere irse a casa a buscar la excelencia, prefiere sacarse el clavo de una película imperfecta con otra nueva. Sus películas rayan a un nivel excelente aunque unas veces hierra el tiro y da en la diana. Es el caso de Annie Hall, una gran película hecha de la memoria de su vida, de su relación con Diane Keaton, en la que la vida y la ficción se entrelazan como el tejido de un tapiz.
20 de enero de 2013
20 de enero de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película divertida, entretenida y original en el que Alvie Singer, que comienza la película contando unos chistes directamente a la cámara, relata su vida mediante diversas regresiones y digresiones, especialmente su relación con Annie Hall, una encantadora Diane Keaton, casi tan rara como él.
La película no me ha disgustado, si pudiera le pondría de nota un 7.5. Algunos gags son realmente divertidos, pero en general, y pesar de tocar temas relevantes, la película carece de un sentido más profundo que a haga realmente memorable. El final de la película logra subir el nivel (con esa música tan acertada) que deja un sabor melancólico sin llegar a ser amargo.
La película no me ha disgustado, si pudiera le pondría de nota un 7.5. Algunos gags son realmente divertidos, pero en general, y pesar de tocar temas relevantes, la película carece de un sentido más profundo que a haga realmente memorable. El final de la película logra subir el nivel (con esa música tan acertada) que deja un sabor melancólico sin llegar a ser amargo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Frases divertidas:
Psicoanalista:¿Cuantas veces hacen el amor?
Alvie: Poco, unas tres veces por semana.
Annie: Constantemente, unas tres veces por semana.
Annie:¡Qué limpia está esta ciudad! (Los Ángeles)
Alvie:Claro, aquí no sacan la basura. La convierten en programas de televisión.
Niña: ¡Por favor Alvie si hasta Freud hablaba de un periodo de latencia!
Una escena:
La de la parodia de Blancanieves con dibujos animados.
Psicoanalista:¿Cuantas veces hacen el amor?
Alvie: Poco, unas tres veces por semana.
Annie: Constantemente, unas tres veces por semana.
Annie:¡Qué limpia está esta ciudad! (Los Ángeles)
Alvie:Claro, aquí no sacan la basura. La convierten en programas de televisión.
Niña: ¡Por favor Alvie si hasta Freud hablaba de un periodo de latencia!
Una escena:
La de la parodia de Blancanieves con dibujos animados.
24 de febrero de 2013
24 de febrero de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excelente comedia de Woody Allen. Merecidamente galardonada con cuatro oscars, entre ellos el de mejor película y el de mejor director, supuso la consagración de Allen y su mayor éxito entre el público estadounidense, con el que mantiene una peculiar relación de amor-odio de todos conocida.
"Annie Hall" abandona cierta sensibilidad "slapstick" que venía impregnando trabajos anteriores para abrazar unos códigos más clásicos. Ello no obsta para que Allen someta su historia de amor y desamor, tan sencilla como eterna, a un montaje prodigioso; o para que, con sumo desenfado y acierto indiscutible, se lance a juegos experimentales- los pensamientos subtitulados en la famosa escena del balcón de Annie, o la reescritura del cuento de Blancanieves, por ejemplo-.
La aguda y oscarizada pluma de un Woody Allen en plena forma aborda los grandes temas de su cine. A saber: la frustración sexual y la alienación de la vida en pareja, la obsesión antisemita de muchos judíos, Nueva York y las bondades de la vida urbana, las falacias del psicoanálisis, y, por supuesto, su pasión por el cine- europeo principalmente: Bergman, Resnais, Carné, Fellini, etc-. Lástima que la reiteración cansina de los mismos durante cuarenta años y la desgana con que han venido tratándose en la última década, hayan acabado por degradarlos a meros tópicos, sombras desdibujadas de aquello que en "Annie Hall" irrumpe con vigor y frescura inusitados.
Redondean la función unos diálogos de corrosiva mordacidad y la fantástica interpretación de Diane Keaton, ganadora del cuarto de los oscars antes citados. Su Annie Hall, personaje tan lleno de aristas y matices que se hace digno de un estudio psicológico en profundidad, trasciende lo cinematográfico para convertirse en icono. Ni que decir tiene la tendencia estética que su vestimenta inauguró y que, aún hoy, la propia Keaton y tantísimas mujeres siguen con religiosa reverencia.
"Annie Hall" abandona cierta sensibilidad "slapstick" que venía impregnando trabajos anteriores para abrazar unos códigos más clásicos. Ello no obsta para que Allen someta su historia de amor y desamor, tan sencilla como eterna, a un montaje prodigioso; o para que, con sumo desenfado y acierto indiscutible, se lance a juegos experimentales- los pensamientos subtitulados en la famosa escena del balcón de Annie, o la reescritura del cuento de Blancanieves, por ejemplo-.
La aguda y oscarizada pluma de un Woody Allen en plena forma aborda los grandes temas de su cine. A saber: la frustración sexual y la alienación de la vida en pareja, la obsesión antisemita de muchos judíos, Nueva York y las bondades de la vida urbana, las falacias del psicoanálisis, y, por supuesto, su pasión por el cine- europeo principalmente: Bergman, Resnais, Carné, Fellini, etc-. Lástima que la reiteración cansina de los mismos durante cuarenta años y la desgana con que han venido tratándose en la última década, hayan acabado por degradarlos a meros tópicos, sombras desdibujadas de aquello que en "Annie Hall" irrumpe con vigor y frescura inusitados.
Redondean la función unos diálogos de corrosiva mordacidad y la fantástica interpretación de Diane Keaton, ganadora del cuarto de los oscars antes citados. Su Annie Hall, personaje tan lleno de aristas y matices que se hace digno de un estudio psicológico en profundidad, trasciende lo cinematográfico para convertirse en icono. Ni que decir tiene la tendencia estética que su vestimenta inauguró y que, aún hoy, la propia Keaton y tantísimas mujeres siguen con religiosa reverencia.
15 de abril de 2013
15 de abril de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Probablemente este título represente el punto álgido en la carrera del maestro neoyorkino ya que supone ese equilibrio perfecto entre el fino humor que Allen implementaba en obras previas y la adición de drama existencialista, al tiempo que se nos presenta a ese fresco y memorable personaje que definiría al propio Woody como el eterno neurótico de buen corazón. Y es que hablar de Annie Hall es adentrarse en ese universo netamente Alleniano donde convergen todas sus pasiones que van desde las referencias a Bergman o Fellini (sus eternos maestros), su postura política y por supuesto esos miedos que a todos los seres humanos nos embargan en lo más profundo de nuestro ser como son la trascendencia, el amor o la muerte y que por supuesto aquí son retratados de forma honesta.
Incluso desde la primera toma que abre esta exquisita cinta, el espectador descubrirá que esta se trata de la obra más personal e intimista de Allen (se nota los rasgos autobiográficos), pues el propio autor quien aquí interpreta a un comediante llamado Alvy le habla directamente al respetable para contarle la agridulce historia de amor que tuvo con una bella mujer llamada Annie Hall (Diane Keaton), dama que vino a moverle todo el esquema en su vida al descubrirse como un ente independiente, inteligente y libre sexualmente, por lo cual era indudable que un sujeto como Alvy (quien lleva una vida más o menos monótona) quedara prendado a esta cuando descubre la particular visión que esta tiene sobre la vida.
El hecho es que Alvy (Allen) se nos muestra como un sujeto algo inseguro de sí mismo pues en su niñez su formación al judaísmo le prohibió varias cosas, pero tal vez una de las más representativas fuese la de no poder expresar su sexualidad, si no basta con ver como el presente asiste a los años mozos de colegio donde un joven Alvy de unos seis años sin más ni más besa a una compañera de clase, lo que causa obviamente el disgusto de la maestra y el de la niña, jajajajaja. De hecho este segmento es bastante divertido y por supuesto encontramos un análisis muy puntual y mordaz sobre el psicoanálisis, aspecto que Allen ha abordado infinidad de veces en su obra para entender su propia naturaleza y por supuesto para pitorrearse de la misma.
Por supuesto la personalidad de nuestro protagonista es aún más compleja e interesante con todo y sus manías, por lo cual también ha desarrollado un sentido bastante exquisito (por no decir sardónico) sobre la condición humana, y cito uno de sus fabulosos diálogos "Creo que estoy obsesionado con la muerte... Tengo un concepto muy pesimista de la vida. Para mí la vida oscila entre lo horrible y lo miserable. Lo horrible sería los enfermos incurables, los ciegos y los inválidos... y los miserables nos incluye al resto de nosotros"
Es por esto que ha desarrollado un sentido del humor bastante peculiar, motivo por lo cual comenzó su carrera como cómico escribiendo chistes para otros hasta que se dio cuenta que era lo suficientemente talentoso para contar sus propias bromas, lo que le ha permitido tener participación regular en televisión (aspecto que lo ha transformado también en una especie de celebridad, algo que odia por cierto, jajajaja), de ahí que Allen vuelva a anotarse otro punch con uno de los gags más soberbios del film (y vaya que hay muchos) cuando este y Annie (Keaton) se encuentran formados en una larga fila para ver una cinta de Fellini y un sujeto bastante pedante que se encuentra tras la pareja comienza a expresar de manera bastante grandilocuente sus impresiones sobre la obra del director italiano y cómo la televisión ha afectado al cine. Por supuesto nuestro amigo Alvy no soporta la petulancia y presunción del tipo y de manera bastante puntual, Allen rompe la barrera narrativa del filme y se dirige al espectador para decir que este tipo debería guardarse sus comentarios para sí mismo por lo poco sustentables que son, jajajaja.
argumentando “¿acaso no puedo expresar lo que pienso?”, acto seguido Allen confronta al individuo por sus posturas poco acertadas con lo que respecta a la influencia de los medios en la psique del sujeto y para sorpresa de todos trae a escena a Marshall McLuhan (jajajaja) y el tipo que se creía una eminencia se queda con cara de idiota al no poder respaldar sus argumentos, jajaja. Definitivamente esta secuencia es una demostración de la genialidad que Allen tiene para que en pocos minutos suelte infinidad de disertaciones sobre política, arte y filosofía sin resultar grandilocuente, y por supuesto para descubrir que este maneja bastante bien los tiempos narrativos rompiendo el discurso lineal y utilizando el sentido metalingüístico.
Y es que esta cinta es bastante redonda pues el punto nodal es ese análisis meticuloso y si, intelectual sobre las relaciones de pareja, donde Allen aborda las diversas etapas que experimenta el sujeto cuando decide involucrarse emocionalmente con su contraparte, es por esto que aquí se retratan esos pathos que hacen que las relaciones interpersonales resulten tan interesantes, absurdas pero inevitablemente necesarias para el individuo postmoderno. De ahí que aspectos como la atracción, el enamoramiento, la crisis y el inevitable rompimiento de la pareja protagonista sean abordados de forma jocosa, honesta y por supuesto emotiva, todo gracias a una soberbia exploración de los personajes los cuales no tardan en causar empatía con el espectador gracias a que se perciben naturales y cercanos, sobre todo porque Allen evita los arquetipos en cuanto a la naturaleza entre hombres y mujeres.
Incluso desde la primera toma que abre esta exquisita cinta, el espectador descubrirá que esta se trata de la obra más personal e intimista de Allen (se nota los rasgos autobiográficos), pues el propio autor quien aquí interpreta a un comediante llamado Alvy le habla directamente al respetable para contarle la agridulce historia de amor que tuvo con una bella mujer llamada Annie Hall (Diane Keaton), dama que vino a moverle todo el esquema en su vida al descubrirse como un ente independiente, inteligente y libre sexualmente, por lo cual era indudable que un sujeto como Alvy (quien lleva una vida más o menos monótona) quedara prendado a esta cuando descubre la particular visión que esta tiene sobre la vida.
El hecho es que Alvy (Allen) se nos muestra como un sujeto algo inseguro de sí mismo pues en su niñez su formación al judaísmo le prohibió varias cosas, pero tal vez una de las más representativas fuese la de no poder expresar su sexualidad, si no basta con ver como el presente asiste a los años mozos de colegio donde un joven Alvy de unos seis años sin más ni más besa a una compañera de clase, lo que causa obviamente el disgusto de la maestra y el de la niña, jajajajaja. De hecho este segmento es bastante divertido y por supuesto encontramos un análisis muy puntual y mordaz sobre el psicoanálisis, aspecto que Allen ha abordado infinidad de veces en su obra para entender su propia naturaleza y por supuesto para pitorrearse de la misma.
Por supuesto la personalidad de nuestro protagonista es aún más compleja e interesante con todo y sus manías, por lo cual también ha desarrollado un sentido bastante exquisito (por no decir sardónico) sobre la condición humana, y cito uno de sus fabulosos diálogos "Creo que estoy obsesionado con la muerte... Tengo un concepto muy pesimista de la vida. Para mí la vida oscila entre lo horrible y lo miserable. Lo horrible sería los enfermos incurables, los ciegos y los inválidos... y los miserables nos incluye al resto de nosotros"
Es por esto que ha desarrollado un sentido del humor bastante peculiar, motivo por lo cual comenzó su carrera como cómico escribiendo chistes para otros hasta que se dio cuenta que era lo suficientemente talentoso para contar sus propias bromas, lo que le ha permitido tener participación regular en televisión (aspecto que lo ha transformado también en una especie de celebridad, algo que odia por cierto, jajajaja), de ahí que Allen vuelva a anotarse otro punch con uno de los gags más soberbios del film (y vaya que hay muchos) cuando este y Annie (Keaton) se encuentran formados en una larga fila para ver una cinta de Fellini y un sujeto bastante pedante que se encuentra tras la pareja comienza a expresar de manera bastante grandilocuente sus impresiones sobre la obra del director italiano y cómo la televisión ha afectado al cine. Por supuesto nuestro amigo Alvy no soporta la petulancia y presunción del tipo y de manera bastante puntual, Allen rompe la barrera narrativa del filme y se dirige al espectador para decir que este tipo debería guardarse sus comentarios para sí mismo por lo poco sustentables que son, jajajaja.
argumentando “¿acaso no puedo expresar lo que pienso?”, acto seguido Allen confronta al individuo por sus posturas poco acertadas con lo que respecta a la influencia de los medios en la psique del sujeto y para sorpresa de todos trae a escena a Marshall McLuhan (jajajaja) y el tipo que se creía una eminencia se queda con cara de idiota al no poder respaldar sus argumentos, jajaja. Definitivamente esta secuencia es una demostración de la genialidad que Allen tiene para que en pocos minutos suelte infinidad de disertaciones sobre política, arte y filosofía sin resultar grandilocuente, y por supuesto para descubrir que este maneja bastante bien los tiempos narrativos rompiendo el discurso lineal y utilizando el sentido metalingüístico.
Y es que esta cinta es bastante redonda pues el punto nodal es ese análisis meticuloso y si, intelectual sobre las relaciones de pareja, donde Allen aborda las diversas etapas que experimenta el sujeto cuando decide involucrarse emocionalmente con su contraparte, es por esto que aquí se retratan esos pathos que hacen que las relaciones interpersonales resulten tan interesantes, absurdas pero inevitablemente necesarias para el individuo postmoderno. De ahí que aspectos como la atracción, el enamoramiento, la crisis y el inevitable rompimiento de la pareja protagonista sean abordados de forma jocosa, honesta y por supuesto emotiva, todo gracias a una soberbia exploración de los personajes los cuales no tardan en causar empatía con el espectador gracias a que se perciben naturales y cercanos, sobre todo porque Allen evita los arquetipos en cuanto a la naturaleza entre hombres y mujeres.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Por si fuera poco el sujeto también se dirige con el respetable y defiende su postura
De ahí que también sea una grata sorpresa descubrir que el personaje de Annie Hall (soberbia Diane Keaton) se descubra como ese ente independiente, con capacidades intelectivas y libre en su sexualidad (basta con descubrir que es esta la que corteja al personaje de Allen y es en ese momento que con el paso del tiempo comienzan una relación) por lo cual se puede inferir que Allen entiende y respeta la naturaleza de la figura femenina, por tal motivo también encontramos a una Annie frágil y emocional por momentos, aspectos psicológicos que quedan bien retratados todo gracias a la natural y magnífica interpretación de Diane Keaton quien se mimetiza de su personaje y nos entrega uno de los personajes más entrañables en la filmografía de Woody Allen. Por otra parte también es indudable que la cinta funciona gracias a que Allen ahonda en su propia historia familiar y retrata las vivencias que lo formaron como individuo, esas vivencias que son las del sujeto común y corriente, por lo cual no hay problema en que el respetable se identifique con el personaje central, pues este se descubre honesto y cercano.
No es casualidad que dicho filme significara un parte aguas para el cine norteamericano a finales de la década de los años setenta por sus planteamientos filosóficos y sociales, de ahí que aun a casi cuatro décadas de su gestación dicho largometraje se siga percibiendo fresco, por momentos incendiario incendiario y despojado de cualquier ampulosidad discursiva; por lo cual igualmente el personaje que pone nombre al séptimo filme de Allen también se volviera un referente cultural que sigue permeando per se hasta nuestros días. Por supuesto todavía es importante mencionar que los dos personajes principales se ven arropados por unos secundarios de lujo interpretados por actores como unos jovencísimos Christopher Walken y Jeff Goldblum, o Tony Roberts, por mencionar algunos, personajes que aportan en demasía el planteamiento que Allen nos cuenta por lo cual el discurso se redondea magníficamente.
Por supuesto el apartado visual es una parte fundamental en la historia, y como sucediera posteriormente en Manhattan (1979), la ciudad que nunca duerme se vuelve pieza fundamental para que el relato funcione, y es que la gran manzana se torna como otro personaje más dotando de personalidad al mismo. Así mismo algunas técnicas visuales usadas por Allen además de percibirse originales también refuerzan algunas alegorías como cuando Annie y Alvy tienen sexo y ella se desprende de su cuerpo para pensar en otra cosa porque no disfruta del acto (jajaja), o la animación en dibujos animados donde Alvy sostiene una conversación con la bruja de Blanca Nieves refiriéndose a las características psicológicas del porque el hombre escoge a ciertas mujeres (este es todo un logro visual y discursivo).
Así que estimados lectores si aún no ven Annie Hall o no la han visto hace un rato no duden en revisarla, pues podrían llevarse una grata sorpresa como su servidor quien después de años de no verla volvió a encontrar en esta una cinta intimista y honesta en su discurso, la cual por momentos te lleva de la risa a la reflexión y de esta al llanto y de nuevo te saca una sonrisa (cosa que no he visto en años señores) pero lo mejor de todo es que esta plantea un válido análisis sobre esos aspectos efímeros (como la vida, la muerte, la fe, el sexo, etc.) que siempre permearan en lo más profundo del ser humano y que como lo hiciera también el grandioso Ingmar Bergman en su filmografía, el también gran Woody Allen sabe cómo explorar dichos cuestionamientos pero con un poco de humor. ¡Larga vida a Woody Allen!
vista www.elrincondeharrison.blogspot.com
De ahí que también sea una grata sorpresa descubrir que el personaje de Annie Hall (soberbia Diane Keaton) se descubra como ese ente independiente, con capacidades intelectivas y libre en su sexualidad (basta con descubrir que es esta la que corteja al personaje de Allen y es en ese momento que con el paso del tiempo comienzan una relación) por lo cual se puede inferir que Allen entiende y respeta la naturaleza de la figura femenina, por tal motivo también encontramos a una Annie frágil y emocional por momentos, aspectos psicológicos que quedan bien retratados todo gracias a la natural y magnífica interpretación de Diane Keaton quien se mimetiza de su personaje y nos entrega uno de los personajes más entrañables en la filmografía de Woody Allen. Por otra parte también es indudable que la cinta funciona gracias a que Allen ahonda en su propia historia familiar y retrata las vivencias que lo formaron como individuo, esas vivencias que son las del sujeto común y corriente, por lo cual no hay problema en que el respetable se identifique con el personaje central, pues este se descubre honesto y cercano.
No es casualidad que dicho filme significara un parte aguas para el cine norteamericano a finales de la década de los años setenta por sus planteamientos filosóficos y sociales, de ahí que aun a casi cuatro décadas de su gestación dicho largometraje se siga percibiendo fresco, por momentos incendiario incendiario y despojado de cualquier ampulosidad discursiva; por lo cual igualmente el personaje que pone nombre al séptimo filme de Allen también se volviera un referente cultural que sigue permeando per se hasta nuestros días. Por supuesto todavía es importante mencionar que los dos personajes principales se ven arropados por unos secundarios de lujo interpretados por actores como unos jovencísimos Christopher Walken y Jeff Goldblum, o Tony Roberts, por mencionar algunos, personajes que aportan en demasía el planteamiento que Allen nos cuenta por lo cual el discurso se redondea magníficamente.
Por supuesto el apartado visual es una parte fundamental en la historia, y como sucediera posteriormente en Manhattan (1979), la ciudad que nunca duerme se vuelve pieza fundamental para que el relato funcione, y es que la gran manzana se torna como otro personaje más dotando de personalidad al mismo. Así mismo algunas técnicas visuales usadas por Allen además de percibirse originales también refuerzan algunas alegorías como cuando Annie y Alvy tienen sexo y ella se desprende de su cuerpo para pensar en otra cosa porque no disfruta del acto (jajaja), o la animación en dibujos animados donde Alvy sostiene una conversación con la bruja de Blanca Nieves refiriéndose a las características psicológicas del porque el hombre escoge a ciertas mujeres (este es todo un logro visual y discursivo).
Así que estimados lectores si aún no ven Annie Hall o no la han visto hace un rato no duden en revisarla, pues podrían llevarse una grata sorpresa como su servidor quien después de años de no verla volvió a encontrar en esta una cinta intimista y honesta en su discurso, la cual por momentos te lleva de la risa a la reflexión y de esta al llanto y de nuevo te saca una sonrisa (cosa que no he visto en años señores) pero lo mejor de todo es que esta plantea un válido análisis sobre esos aspectos efímeros (como la vida, la muerte, la fe, el sexo, etc.) que siempre permearan en lo más profundo del ser humano y que como lo hiciera también el grandioso Ingmar Bergman en su filmografía, el también gran Woody Allen sabe cómo explorar dichos cuestionamientos pero con un poco de humor. ¡Larga vida a Woody Allen!
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8 de diciembre de 2013
8 de diciembre de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una genialidad sin paliativos para los que adoramos al genio neoyorquino, diálogos maestros y tanto Diane Keaton como Allen estupendos. A veces es irregular con sus películas, pero cuando Woody acierta, siempre roza la obra maestra.
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