Pacto de sangre
1944 

8.4
35,320
Cine negro. Intriga. Thriller
Un agente de seguros (Fred MacMurray) y la mujer de uno de sus clientes (Bárbara Stanwyck) traman asesinarlo para cobrar un cuantioso seguro de accidentes suscrito a sus espaldas. Todo se complica cuando entra en acción Barton Keyes (Edward G. Robinson), investigador de la empresa de seguros. (FILMAFFINITY)
26 de junio de 2016
26 de junio de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Clásico fundamental del cine negro. Una obra de Billy Wilder que no consta del ritmo ni de la fescura de guión de otras de sus grandes obras, pero que tiene detalles y seuencias muy destacables, que lo han convertido en una obra de referencia para las películas del género. Un agente de seguros contacta con una mujer interesada en asegurar de accidentes a su marido sin que él lo sepa.
22 de diciembre de 2016
22 de diciembre de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La tercera película de Billy Wilder como director en Hollywood tras la aventurera “Cinco Tumbas al Cairo” (Five Graves to Cairo, 1943) es toda una síntesis en lo que confiere la más primordial de les lecciones que ha ofrecido la serie negra: el crimen perfecto. Si directores de su época como Alfred Hitchcock, o Fritz Lang encumbraron al género desde perspectivas distintas, Wilder lo hizo a la suya y para ello tenía que retomar su faceta de guionista con la colaboración de Raymond Chandler y ponerse manos a la obra para trabajar en un guión basado en la novela “Double Indemnity” de James M. Cain. El resultado ésta sordida, compleja y bien planificada, como su crimen, obra maestra que dejaba claro en Wilder como el director acomodado a todos los géneros.
Empezando por un final en que el agente de seguros de Pacific All Risk, Walter Neff (Fred MacMurray) le confiesa por grabación a su colega de profesión Barton Keyes (Edward G. Robinson) su implicación en un asesinato premeditado como un accidente con la implicación de la viuda (Barbara Stanwyck) de la víctima. A partir de allí se va desgranando un intenso relato ennegrecido por los recursos adecuados a una trama muy bien elaborada: desde la seducción inicial (la peluca que lucía Barbara Stanwyck, de lo mejor), la maquinación de un plan perfecto con sus coartadas ocultando la ejecución perfecta al desenlace que lleva al brusco destino de cada uno de los implicados. Los Seguros se convierten así en el mejor instrumento del policíaco para realizar las acciones más inverosímiles y así salirse con la suya.
El film técnicamente hablando es un prodigio del blanco y negro aunque por merecimientos se lo lleva “El Crepúsculo de los Dioses” (Sunset Boulevard, 1950), otra obra maestra, con sus momentos de cine negro, sobre el Hollywood decadente que Billy Wilder realizaría cuatro años después. Un Wilder primerizo pero en plena, plena forma.
Empezando por un final en que el agente de seguros de Pacific All Risk, Walter Neff (Fred MacMurray) le confiesa por grabación a su colega de profesión Barton Keyes (Edward G. Robinson) su implicación en un asesinato premeditado como un accidente con la implicación de la viuda (Barbara Stanwyck) de la víctima. A partir de allí se va desgranando un intenso relato ennegrecido por los recursos adecuados a una trama muy bien elaborada: desde la seducción inicial (la peluca que lucía Barbara Stanwyck, de lo mejor), la maquinación de un plan perfecto con sus coartadas ocultando la ejecución perfecta al desenlace que lleva al brusco destino de cada uno de los implicados. Los Seguros se convierten así en el mejor instrumento del policíaco para realizar las acciones más inverosímiles y así salirse con la suya.
El film técnicamente hablando es un prodigio del blanco y negro aunque por merecimientos se lo lleva “El Crepúsculo de los Dioses” (Sunset Boulevard, 1950), otra obra maestra, con sus momentos de cine negro, sobre el Hollywood decadente que Billy Wilder realizaría cuatro años después. Un Wilder primerizo pero en plena, plena forma.
17 de abril de 2017
17 de abril de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La acción tiene lugar en Los Angeles entre finales de mayo y el 16 de julio de 1938. En un flashback, pertinente y acertado, ya el protagonista cuenta la última verdad del film, lo que sumerge en la amargura al resto del relato.
Billy Wilder crea una de las obras culminantes del género negro con un gran ritmo narrativo. Esta película es una clase magistral de cómo utilizar dos recursos cinematográficos interesantes (si se usan bien, como es el caso): el “flashback” y la “voz en off”, para construir un thriller en toda regla. Con el flashback, articula la historia contándonos el final en el minuto cinco; y con la “voz en off” introduce al espectador en los razonamientos, emociones y deliberaciones más recónditas del protagonista.
El guión es de Raymond Chandler y Billy Wilder, adaptación de la novela Three of Kind (1935), de James M. Caine, basada en hechos reales. Diálogos a quemarropa, no sé si más de Wilder o de Chandler. Con un ritmo y agudeza indescriptibles. Wilder se había quedado prendado de la novela de Cain y junto al mítico escritor de novela negra Chandler (El sueño eterno) escribió el libreto del film. Cuentan que no fue un camino de rosas la relación entre ambos, se llevaron mal, pero ese trabajo de conjunto concluyó en uno de los mejores diálogos de la historia del cine.
La música de Miklós Rózsa aporta intensidad, estridencias y disonancias, sumamente adecuadas. La fotografía en blanco y negro de John F. Seitz marcó una época y un género, inspirada en el expresionismo alemán (Lang y otros), luces y sombras creando ambientes oscuros y tenebrosos de gran fuerza; la luz entrando a través de las persianas, reflejándose a modo de barrotes de celda sobre el salón de la casa de los Dietrickson y sobre los protagonistas.
En el reparto tenemos a un Fred McMurray genial y elegante incluso con los pantalones hasta el cuello, magnífico en su rol de vendedor de seguros que se deja arrastrar al abismo; Barbara Stanwick, interpretación extraordinaria en uno de sus mejores papeles que marcaría para siempre con su actuación lo que debe ser una perfecta “femme fatale”. Edward G. Robinson, uno de los mejores actores del cine clásico americano, que aquí lo borda como enanito de lógica implacable. A destacar la intervención del español, afincado en Hollywood, Fortunio Bonanova en el papel de Sam Garlopis.
Esta película, tal vez por contar una historia muy arriesgada, macabra y rompedora para la época, y contraria a la moral puritana por demasiado truculenta y atrevida, no mereció el reconocimiento que merecía, y sólo obtuvo en 1944 algunas nominaciones: 7 nominaciones al Oscar, incluyendo película, director, actriz (Stanwyck) y guión (pero ningún Oscar, inaudito; triunfó la ramplona historia llamada Siguiendo mi camino, sobre un cura bonachón). Círculo de críticos de Nueva York: 2 Nominaciones.
La película tiene un ritmo palpitante y una gran tensión visual; Wilder sabe trascender las convenciones del género, retratando un relato de pasión y muerte con su singular estilo. A nadie se le escapa que esta es de esas películas que crean afición. Y no me refiero a nuestros ya mayores abuelos que la vieron en su estreno, sino a quien la vea en la actualidad, pues es mi parecer que no ha perdido un ápice de vigencia. Esta obra cumbre del cine negro, con una pérfida Stanwyck seduciendo al cínico McMurray; con una sexualidad “apuntada”, no explícita, pero que hace temblar la pantalla; personajes al borde del precipicio; un meticuloso plan de conspiración que acabará por explotarles en las manos a los protagonistas; y presidiendo la historia la degradación moral y la pulsión autodestructiva de ambos. Absorbente y tórrida historia.
En conclusión, un film inolvidable para ser visionado con devoción y respeto, a ser posible en versión original subtitulada. Una obra absorbente y trágica que sabe combinar inmoralidad y fogosidad. Barbara Stanwyck como una de las mujeres fatales más fascinantes de la historia del cine y un derroche del maestro austríaco Wilder, que sentó precedentes de peso en los códigos visuales del género; arquetipo de cine negro, que sitúa en la secuencia final una sobrecogedora confesión de amor entre dos hombres.
Billy Wilder crea una de las obras culminantes del género negro con un gran ritmo narrativo. Esta película es una clase magistral de cómo utilizar dos recursos cinematográficos interesantes (si se usan bien, como es el caso): el “flashback” y la “voz en off”, para construir un thriller en toda regla. Con el flashback, articula la historia contándonos el final en el minuto cinco; y con la “voz en off” introduce al espectador en los razonamientos, emociones y deliberaciones más recónditas del protagonista.
El guión es de Raymond Chandler y Billy Wilder, adaptación de la novela Three of Kind (1935), de James M. Caine, basada en hechos reales. Diálogos a quemarropa, no sé si más de Wilder o de Chandler. Con un ritmo y agudeza indescriptibles. Wilder se había quedado prendado de la novela de Cain y junto al mítico escritor de novela negra Chandler (El sueño eterno) escribió el libreto del film. Cuentan que no fue un camino de rosas la relación entre ambos, se llevaron mal, pero ese trabajo de conjunto concluyó en uno de los mejores diálogos de la historia del cine.
La música de Miklós Rózsa aporta intensidad, estridencias y disonancias, sumamente adecuadas. La fotografía en blanco y negro de John F. Seitz marcó una época y un género, inspirada en el expresionismo alemán (Lang y otros), luces y sombras creando ambientes oscuros y tenebrosos de gran fuerza; la luz entrando a través de las persianas, reflejándose a modo de barrotes de celda sobre el salón de la casa de los Dietrickson y sobre los protagonistas.
En el reparto tenemos a un Fred McMurray genial y elegante incluso con los pantalones hasta el cuello, magnífico en su rol de vendedor de seguros que se deja arrastrar al abismo; Barbara Stanwick, interpretación extraordinaria en uno de sus mejores papeles que marcaría para siempre con su actuación lo que debe ser una perfecta “femme fatale”. Edward G. Robinson, uno de los mejores actores del cine clásico americano, que aquí lo borda como enanito de lógica implacable. A destacar la intervención del español, afincado en Hollywood, Fortunio Bonanova en el papel de Sam Garlopis.
Esta película, tal vez por contar una historia muy arriesgada, macabra y rompedora para la época, y contraria a la moral puritana por demasiado truculenta y atrevida, no mereció el reconocimiento que merecía, y sólo obtuvo en 1944 algunas nominaciones: 7 nominaciones al Oscar, incluyendo película, director, actriz (Stanwyck) y guión (pero ningún Oscar, inaudito; triunfó la ramplona historia llamada Siguiendo mi camino, sobre un cura bonachón). Círculo de críticos de Nueva York: 2 Nominaciones.
La película tiene un ritmo palpitante y una gran tensión visual; Wilder sabe trascender las convenciones del género, retratando un relato de pasión y muerte con su singular estilo. A nadie se le escapa que esta es de esas películas que crean afición. Y no me refiero a nuestros ya mayores abuelos que la vieron en su estreno, sino a quien la vea en la actualidad, pues es mi parecer que no ha perdido un ápice de vigencia. Esta obra cumbre del cine negro, con una pérfida Stanwyck seduciendo al cínico McMurray; con una sexualidad “apuntada”, no explícita, pero que hace temblar la pantalla; personajes al borde del precipicio; un meticuloso plan de conspiración que acabará por explotarles en las manos a los protagonistas; y presidiendo la historia la degradación moral y la pulsión autodestructiva de ambos. Absorbente y tórrida historia.
En conclusión, un film inolvidable para ser visionado con devoción y respeto, a ser posible en versión original subtitulada. Una obra absorbente y trágica que sabe combinar inmoralidad y fogosidad. Barbara Stanwyck como una de las mujeres fatales más fascinantes de la historia del cine y un derroche del maestro austríaco Wilder, que sentó precedentes de peso en los códigos visuales del género; arquetipo de cine negro, que sitúa en la secuencia final una sobrecogedora confesión de amor entre dos hombres.
13 de junio de 2017
13 de junio de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Arranca el film de una forma atrayente dejándote con la curiosidad de conocer como acaba así esta historia.
La puesta en escena que hace Billy Wider del guion supera a la novela de M. Cain. El desarrollo de la trama pone al espectador en conocimiento de los hechos lo que le hace poder tomar partido por la ética de cada personaje. La escena en la que muestra en profundidad escalonados a los tres actores principales en un pasillo, uno de ellos tras una puerta refleja muy bien el punto de vista que quiere darnos Billy W. de esta intriga.
Otra gran escena a destacar es la del supermercado con una Bárbara S. seductora e inocente a la vez, tras una gafas de sol y un peinado angelical planeando un acto cruel.
Bárbara S. interpreta un gran papel, se muestra seductora, manipuladora, celosa y todo ello con la sensación que deja en el espectador de engaño, que se está aprovechando de Fred M. y en cualquier momento le va a dar la patada, que por otro lado se la merece por arrogante.
Película entretenida, con algunas inconexiones en el guion que los actores intentan soslayar con una gran interpretación y unos monólogos explicativos.
La puesta en escena que hace Billy Wider del guion supera a la novela de M. Cain. El desarrollo de la trama pone al espectador en conocimiento de los hechos lo que le hace poder tomar partido por la ética de cada personaje. La escena en la que muestra en profundidad escalonados a los tres actores principales en un pasillo, uno de ellos tras una puerta refleja muy bien el punto de vista que quiere darnos Billy W. de esta intriga.
Otra gran escena a destacar es la del supermercado con una Bárbara S. seductora e inocente a la vez, tras una gafas de sol y un peinado angelical planeando un acto cruel.
Bárbara S. interpreta un gran papel, se muestra seductora, manipuladora, celosa y todo ello con la sensación que deja en el espectador de engaño, que se está aprovechando de Fred M. y en cualquier momento le va a dar la patada, que por otro lado se la merece por arrogante.
Película entretenida, con algunas inconexiones en el guion que los actores intentan soslayar con una gran interpretación y unos monólogos explicativos.
9 de noviembre de 2018
9 de noviembre de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los grandes regalos de Billy Wilder al cine es el arranque de "Perdición": la confesión de un Fred MacMurray que, aparte del dinero, aparte de una mujer, lo que realmente busca en esta historia es comerle la tostada al tremendo Edward G. Robinson. ¿Qué es lo que puede mantener enganchado al espectador después de que la peli comience con un spoiler como una catedral? La historia de un hombre sediento como pocos.
Un hombre sediento fundamentalmente de reconocimiento. A medida que avanza su relato, todos podemos sentir esa sed e identificarnos con ella. Porque la promesa de amor (el flechazo con Barbara Stanwyck es uno de los puntos débiles de la trama) o la promesa de un rico botín pueden ser motivos complementarios, pero el bueno de Fred lo único que anhela es ganar de goleada. Ganar en una historia inevitablemente abocada a la derrota.
De ahí lo acertado del título que se le puso aquí.
Un hombre sediento fundamentalmente de reconocimiento. A medida que avanza su relato, todos podemos sentir esa sed e identificarnos con ella. Porque la promesa de amor (el flechazo con Barbara Stanwyck es uno de los puntos débiles de la trama) o la promesa de un rico botín pueden ser motivos complementarios, pero el bueno de Fred lo único que anhela es ganar de goleada. Ganar en una historia inevitablemente abocada a la derrota.
De ahí lo acertado del título que se le puso aquí.
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