El gran pez
7.9
133,379
Drama. Fantástico. Aventuras
William Bloom (Billy Crudup) no tiene muy buena relación con su padre (Albert Finney), pero tras enterarse de que padece una enfermedad terminal, regresa a su hogar para estar a su lado en sus últimos momentos. Una vez más, William se verá obligado a escucharlo mientras cuenta las interminables historias de su juventud. Pero, en esta ocasión, tratará de averiguar cosas que le permitan conocer mejor a su padre, aunque para ello tendrá ... [+]
17 de agosto de 2015
17 de agosto de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Generalmente las películas de Tim Burton llegan a todo tipo de público, le aprecian desde los cinéfilos sesudos y los niños hasta los amantes del cine de terror, además de conectar especialmente con el público femenino. Sus personajes se parecen al lado “outsider” que todo el mundo encierra en mayor o menor medida en su interior. Un cineasta tan original que en toda su filmografía podemos hallar sus obsesiones personales, de personajes encerrados en escenarios que han surgido de su imaginación. En esta ocasión, se trata de “Big Fish”, una obra que da la sensación de ser un tratado sobre el arte de componer imágenes y también una especie de declaración de principios por parte de su director, convencido de que quien sabe hacer ver también sabe hacer creer.
No concibo a alguien que no quiera participar de lo maravilloso y de la fantasía. Sin embargo, hoy en día se rechazan muchos films precisamente por ser demasiado imaginativos, porque la gente ya no parece saber qué hacer con la imaginación y la fantasía. Cuando en realidad cada uno de nosotros llevamos un niño dentro. Por otro lado, toda reconstrucción histórica tiene una parte de fantasía y eso es la que narra el film de Burton. Edward Bloom (Albert Finney, el viejo y Ewan McGregor, el joven) es un antiguo vendedor de comercio de Alabama que, en los últimos días de su vida, recibe la visita de su hijo (Billy Crudup) con el que ha estado distanciado demasiado tiempo. Ahora es el momento para que ambos se reconcilien y que se descubra la verdadera personalidad de Edward, todo un soñador que mezcla las historias de su existencia con realidad y fantasía. Una vida repleta de personajes extravagantes tales como brujas y gigantes en unos cuentos imposibles que acabarán por hacer comprender a su hijo todo lo que su padre pudo llegar a ofrecerle.
Hay algo en su forma de contar sus historias que hace que todo el mundo las sienta como suyas. Quizás la comprensión hacia sus semejantes, quizás el lado maravilloso de las narraciones que combinan con maestría la realidad y la ficción que abren puertas y ventanas sin ser compartimientos estancos sin luz ni aire, en silencio. El cineasta quiere hacernos creer que Ed es el último gran narrador, el mago de las palabras, capaz de hacer con ellas lo que los alquimistas obtenían de los metales: oro puro. De un puñado de narraciones visualizadas en “flash-back” es de donde surge “Big fish”. Gracias al talento pictórico de Burton en su relación con el cine, esas historias de ese cine que guarda desde su infancia, llevándolo a un terreno estético más contemplativo. Su fuerza visual emana de diferentes fuentes, como los cómics, las series de televisión, los seriales radiofónicos y los catálogos de las mejores pinacotecas.
Los campos de amapolas, las calles de espectra (una ciudad pavimentada con hierba), el tiempo detenido… “Big fish” tiene algo de delirio visual que no tienen otros film del autor. Además de un puñado de fascinantes y estrafalarios personajes: Jenny, la bruja (Helena Bornhan Carter), el gigante Karl de apariencia terrorífica (Matthew McGroy), Amos (Danny de Vito) como jefe del circo. Un enternecedor cuento fantástico que Tim Burton realiza en memoria de sus padres recién fallecidos, su padre en el 2.000 y su madre dos años después. Adaptando la novela de Daniel Wallace como una gran catarsis para recuperar la memoria de sus seres queridos. El mundo imaginario que crea Burton se aleja de sus imágenes góticas y turbadoras para pasar a formar parte de lugares tiernos, luminosos, sentimentales y románticos.
No concibo a alguien que no quiera participar de lo maravilloso y de la fantasía. Sin embargo, hoy en día se rechazan muchos films precisamente por ser demasiado imaginativos, porque la gente ya no parece saber qué hacer con la imaginación y la fantasía. Cuando en realidad cada uno de nosotros llevamos un niño dentro. Por otro lado, toda reconstrucción histórica tiene una parte de fantasía y eso es la que narra el film de Burton. Edward Bloom (Albert Finney, el viejo y Ewan McGregor, el joven) es un antiguo vendedor de comercio de Alabama que, en los últimos días de su vida, recibe la visita de su hijo (Billy Crudup) con el que ha estado distanciado demasiado tiempo. Ahora es el momento para que ambos se reconcilien y que se descubra la verdadera personalidad de Edward, todo un soñador que mezcla las historias de su existencia con realidad y fantasía. Una vida repleta de personajes extravagantes tales como brujas y gigantes en unos cuentos imposibles que acabarán por hacer comprender a su hijo todo lo que su padre pudo llegar a ofrecerle.
Hay algo en su forma de contar sus historias que hace que todo el mundo las sienta como suyas. Quizás la comprensión hacia sus semejantes, quizás el lado maravilloso de las narraciones que combinan con maestría la realidad y la ficción que abren puertas y ventanas sin ser compartimientos estancos sin luz ni aire, en silencio. El cineasta quiere hacernos creer que Ed es el último gran narrador, el mago de las palabras, capaz de hacer con ellas lo que los alquimistas obtenían de los metales: oro puro. De un puñado de narraciones visualizadas en “flash-back” es de donde surge “Big fish”. Gracias al talento pictórico de Burton en su relación con el cine, esas historias de ese cine que guarda desde su infancia, llevándolo a un terreno estético más contemplativo. Su fuerza visual emana de diferentes fuentes, como los cómics, las series de televisión, los seriales radiofónicos y los catálogos de las mejores pinacotecas.
Los campos de amapolas, las calles de espectra (una ciudad pavimentada con hierba), el tiempo detenido… “Big fish” tiene algo de delirio visual que no tienen otros film del autor. Además de un puñado de fascinantes y estrafalarios personajes: Jenny, la bruja (Helena Bornhan Carter), el gigante Karl de apariencia terrorífica (Matthew McGroy), Amos (Danny de Vito) como jefe del circo. Un enternecedor cuento fantástico que Tim Burton realiza en memoria de sus padres recién fallecidos, su padre en el 2.000 y su madre dos años después. Adaptando la novela de Daniel Wallace como una gran catarsis para recuperar la memoria de sus seres queridos. El mundo imaginario que crea Burton se aleja de sus imágenes góticas y turbadoras para pasar a formar parte de lugares tiernos, luminosos, sentimentales y románticos.
18 de marzo de 2018
18 de marzo de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recuerdo haberla visto en una trasnoche de cine en mi ciudad natal junto a mi hermana, de casualidad.
Entré sin tener la menor idea sobre que película estaba por ver, lo cual genera menos expectativas. Nunca imaginé que me encontraría con este peliculón.
Salí maravillada, emocionada.
Se convirtió fácilmente en uno de mis films preferidos.
Dan ganas de volver a verla una y mil veces.
Sus escenas y mensajes, hablan por si solos.
Entré sin tener la menor idea sobre que película estaba por ver, lo cual genera menos expectativas. Nunca imaginé que me encontraría con este peliculón.
Salí maravillada, emocionada.
Se convirtió fácilmente en uno de mis films preferidos.
Dan ganas de volver a verla una y mil veces.
Sus escenas y mensajes, hablan por si solos.
1 de septiembre de 2020
1 de septiembre de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay cosas que no se enseñan en la escuela, que tienes que vivir. Amar, inventar, equivocarte, sufrir... Esto es lo que nos muestra está película.
Con un alto grado de fantasía y cuentos entrelazados con la mayor historia de amor y vida jamás contada, Big Fish nos plantea la delgada línea que hay entre realidad y ficción. Una película bonita de ver, colorida y divertida, en ocasiones, que hace difícil poder reconocer a su autor, Tim Burton.
Película muy digna de un cine fórum, dónde si te paras a analizar trata temas como la enfermedad, el amor, la familia, la amistad, la muerte, la religión, el arte y un largo etcétera de temas vitales con sencillos cuentos y vivencias del personaje principal y su entorno.
Instagram: @TuAmigoCultureta
Una maravilla que hace que personalmente la valore como una gran película, no llegará a clásico ni será lo mejor que habrá hecho este equipo (director, actores, sonido, maquillaje, arte...) Pero el cine esta hecho para entretener, emocionar, concienciar, abrir mentes, reflexionar... y esta película es, sin lugar a dudas, todo eso y más, es CINE.
Con un alto grado de fantasía y cuentos entrelazados con la mayor historia de amor y vida jamás contada, Big Fish nos plantea la delgada línea que hay entre realidad y ficción. Una película bonita de ver, colorida y divertida, en ocasiones, que hace difícil poder reconocer a su autor, Tim Burton.
Película muy digna de un cine fórum, dónde si te paras a analizar trata temas como la enfermedad, el amor, la familia, la amistad, la muerte, la religión, el arte y un largo etcétera de temas vitales con sencillos cuentos y vivencias del personaje principal y su entorno.
Instagram: @TuAmigoCultureta
Una maravilla que hace que personalmente la valore como una gran película, no llegará a clásico ni será lo mejor que habrá hecho este equipo (director, actores, sonido, maquillaje, arte...) Pero el cine esta hecho para entretener, emocionar, concienciar, abrir mentes, reflexionar... y esta película es, sin lugar a dudas, todo eso y más, es CINE.
17 de junio de 2005
17 de junio de 2005
9 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acerca de “El gran pez”:
¿Cuándo se estrenó? La prensa capitalina le dio cobertura, estoy seguro. ¿Este año?
No lo recuerdo. Las oleadas de emociones anticipatorias que me asaltan por poco no me desbaratan. Quedo maltrecho, de todos modos.
Y, como una aparición, se dejan ver de repente las locaciones de “El jinete sin cabeza” y los personajes que las habitan. Destacan las tonalidades umbrías y arriesgo una certeza: son los colores que le calzan a una leyenda. Las leyendas vueltas películas deberían tener colores singulares como éstos. ¿Los tendrá “El gran pez”?
No debería, pero estoy predispuesto.
Una típica frase peruana; eso creo: Tim Burton es harina de otro costal. A él o a sus películas los críticos le adosan un calificativo: gótico. De una historia desenfadadamente pavorosa e improbable pero verosímil y con alusiones científicas se dice eso, que es gótica.
Yo no sé cómo calificar “El gran pez”. No tengo un modelo para valorarla. Sí puedo hablar de los momentos inmediatamente posteriores a la visión, no de los mediatos, obvio, porque no soy vidente.
¿Hubo llanto, sollozo? No. Ojos anegados en lágrimas, sí. Deseo de estallar, claro que sí. Pero aun tengo esta camisa de fuerza que es la conciencia y también el sentido de ridículo o defecto de la vergüenza que me acompaña toda la vida.
¿Qué hice terminada de ver la película? No acababa cuando ya estaba pensando en mi padre. Recordé sus relatos tantas veces contados. No como los de la película, increíbles, felices. Mi padre contaba cuentos que el abuelo o la abuela le habían narrado. Relatos tristes o desoladores. La versión de primera mano de la epidemia de gripe de la segunda década del s. XX. Procesiones continuas y pletóricas al cementerio. Las apariciones fantasmales en la ruta de acarreo de guano del abuelo Liborio.
Quise escribir de los sentimientos desembalsados por la cinta. Y encendí la computadora. Y antes de sentarme a escribir, no sé si exactamente esto, llamé a Pativilca. Conversé con la vieja y con el viejo. Quise decirles que los quiero pero no dije nada de eso. Hubo una cháchara sentimentalona, hasta un nudo en mi garganta, por breves minutos y después nada.
Desconozco si la película pueda significar algo. Sirvió para reencontrarme con mis padres y eso no es poca cosa. Gracias, Tim.
¿Cuándo se estrenó? La prensa capitalina le dio cobertura, estoy seguro. ¿Este año?
No lo recuerdo. Las oleadas de emociones anticipatorias que me asaltan por poco no me desbaratan. Quedo maltrecho, de todos modos.
Y, como una aparición, se dejan ver de repente las locaciones de “El jinete sin cabeza” y los personajes que las habitan. Destacan las tonalidades umbrías y arriesgo una certeza: son los colores que le calzan a una leyenda. Las leyendas vueltas películas deberían tener colores singulares como éstos. ¿Los tendrá “El gran pez”?
No debería, pero estoy predispuesto.
Una típica frase peruana; eso creo: Tim Burton es harina de otro costal. A él o a sus películas los críticos le adosan un calificativo: gótico. De una historia desenfadadamente pavorosa e improbable pero verosímil y con alusiones científicas se dice eso, que es gótica.
Yo no sé cómo calificar “El gran pez”. No tengo un modelo para valorarla. Sí puedo hablar de los momentos inmediatamente posteriores a la visión, no de los mediatos, obvio, porque no soy vidente.
¿Hubo llanto, sollozo? No. Ojos anegados en lágrimas, sí. Deseo de estallar, claro que sí. Pero aun tengo esta camisa de fuerza que es la conciencia y también el sentido de ridículo o defecto de la vergüenza que me acompaña toda la vida.
¿Qué hice terminada de ver la película? No acababa cuando ya estaba pensando en mi padre. Recordé sus relatos tantas veces contados. No como los de la película, increíbles, felices. Mi padre contaba cuentos que el abuelo o la abuela le habían narrado. Relatos tristes o desoladores. La versión de primera mano de la epidemia de gripe de la segunda década del s. XX. Procesiones continuas y pletóricas al cementerio. Las apariciones fantasmales en la ruta de acarreo de guano del abuelo Liborio.
Quise escribir de los sentimientos desembalsados por la cinta. Y encendí la computadora. Y antes de sentarme a escribir, no sé si exactamente esto, llamé a Pativilca. Conversé con la vieja y con el viejo. Quise decirles que los quiero pero no dije nada de eso. Hubo una cháchara sentimentalona, hasta un nudo en mi garganta, por breves minutos y después nada.
Desconozco si la película pueda significar algo. Sirvió para reencontrarme con mis padres y eso no es poca cosa. Gracias, Tim.
19 de abril de 2007
19 de abril de 2007
9 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre resulta interesante ver una película de Tim Burton, porque generalmente es capaz de agradar o incluso sorprender a los seguidores del cine fantástico. Aquí el director vuelve a demostrar que es un cineasta con mayúsculas, aportando un toque personal, especial, pero quizá demasiado increíble. Ése es el problema de esta cinta. La fotografía, la música, el manejo de la cámara en cada situación están muy conseguidas; pero para mí "Big Fish" está a un nivel inferior a "Charlie y la fábrica de chocolate", pese a que ésta sea un remake ( por cierto, en relación a esta alusión cabe apuntar como curiosidad que el "Sr. Mojapompis" está interpretado por uno de los "Umpa-Lumpas" de Willy Wonka).
Me da la impresión de que Edward Bloom es una especie de "Forrest Gump", pero cuyo progreso en la vida se mueve en lo irreal en lugar de lo verdadero (de hecho, la escena de fútbol americano parece un plagio a Zemeckis). Eso sin haber advertido previamente que para que esta obra te guste, has de estar muy familiarizado con las características del cine de Tim Burton.
Nadie puede negar que la película es bonita, que está muy bien narrada - como no puede ser de otra forma tratándose de un cuentahistorias - y que su culminación llega al final, dotado de una gran belleza, poesía y lirismo simbólico.
Sin embargo, "Big Fish" peca de que es totalmente inverosímil, una auténtica utopía para que el mundo sea feliz, además de que no terminó de engancharme; aunque Tim Burton juegue a intentar confundirnos.
Me da la impresión de que Edward Bloom es una especie de "Forrest Gump", pero cuyo progreso en la vida se mueve en lo irreal en lugar de lo verdadero (de hecho, la escena de fútbol americano parece un plagio a Zemeckis). Eso sin haber advertido previamente que para que esta obra te guste, has de estar muy familiarizado con las características del cine de Tim Burton.
Nadie puede negar que la película es bonita, que está muy bien narrada - como no puede ser de otra forma tratándose de un cuentahistorias - y que su culminación llega al final, dotado de una gran belleza, poesía y lirismo simbólico.
Sin embargo, "Big Fish" peca de que es totalmente inverosímil, una auténtica utopía para que el mundo sea feliz, además de que no terminó de engancharme; aunque Tim Burton juegue a intentar confundirnos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
- Ya quisiera llamar a la puerta de una chica que me guste y decirle: "Hola, no me conoces pero yo a ti sí, y te quiero", sin que me diera un portazo por pensar que estoy loco o soy un raro. Vale que es muy romántico, pero eso sólo puede ocurrir en la fantasía o tal vez era otra época. Prueba a hacerlo hoy y ya me dirás el resultado. Eso sin mencionar el seguirla a todas partes sin que te denuncie por acoso.
- ¿Resulta que el pez grande era una metáfora del propio Edward Bloom?
- Lo del gigante e incluso el pueblo de Espectro pase, pero Ewan McGregor se va a la guerra, ¿y habla japonés con toda fluidez? Y ya que encuentre un empleo cuando oficialmente ha sido dado por muerto...
- ¿Resulta que el pez grande era una metáfora del propio Edward Bloom?
- Lo del gigante e incluso el pueblo de Espectro pase, pero Ewan McGregor se va a la guerra, ¿y habla japonés con toda fluidez? Y ya que encuentre un empleo cuando oficialmente ha sido dado por muerto...
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