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Plácido

Comedia En una pequeña ciudad provinciana, a unas burguesas ociosas se les ocurre la idea de organizar una campaña navideña cuyo lema es: "Siente a un pobre a su mesa". Se trata de que los más necesitados compartan la cena de Nochebuena con familias acomodadas y disfruten del calor y el afecto que no tienen. Plácido ha sido contratado para participar con su motocarro en la cabalgata, pero surge un problema que le impide centrarse en su trabajo: ... [+]
Críticas 131
Críticas ordenadas por utilidad
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9
13 de enero de 2023 Sé el primero en valorar esta crítica
LO MEJOR: La puesta en escena, Berlanga es único para crear follón dentro del cuadro. Muy bien hilada. Divertidísima, llena de personajes, no paran de pasar movidas entrecruzadas. Prácticamente, en tiempo real. El contexto perfecto para semejante farsa, dura crítica al espíritu navideño. Ni buenos ni malos, solo miserables. Buenos planos, con pocos cortes. Muy auténtica y macabra.

LO PEOR: Puede llegar a agotar semejante follón.

PUNTUACIÓN: 8.5
9
12 de marzo de 2024 Sé el primero en valorar esta crítica
Considerada como una de las mejores películas de Berlanga "Plácido" es una sutil crítica social de la España de los años sesenta en plena dictadura. La película nos cuenta los problemas de Plácido, un pobre transportista que intenta pagar la primera letra de su carricoche recién adquirido el día anterior de Navidad viéndose involucrado sin querer en una campaña organizada por la gente pudiente de la ciudad bajo el lema "siente un pobre en su mesa por Navidad". La película es una obra maestra que mezcla con mucho ingenio el humor negro y el esperpento con la crítica sobre la desigualdad de clases y la falsa caridad. Cassen y José Luis López Vázquez son los dos grandes protagonistas de la película, uno interpretando de forma memorable al sufrido Plácido y el otro bordando el papel de Quintanilla, el organizador de la campaña, en cuanto al resto del reparto destacan Elvira Quintilla, Julia Caba o Manuel Alexandre.
En resumen, una de las grandes comedias del cine español, muy recomendable a pesar del paso de los años desde su rodaje.
8
8 de mayo de 2025 Sé el primero en valorar esta crítica
Vi "Plácido" por primera vez el 6/09/2014. Entonces escribí una crítica que le pareció útil a 2 de 3 usuarios. Hoy, más de una década después, creo que vale la pena rehacerla, porque la película lo merece.

Estamos ante una obra que es, ante todo, una crítica social demoledora. Pero no es una crítica cualquiera: es una que agobia, que estresa, que no da tregua. Porque "Plácido" está construida a base de secuencias largas, con múltiples capas de acción, donde todo se encadena sin pausa. Es puro Berlanga: su dominio técnico, su forma de mover la cámara entre diálogos cruzados y personajes que entran y salen sin parar, es directamente para estudiar.

Cassen, en su primera película, asume el papel protagonista. Un riesgo que Berlanga supo manejar, aprovechando su fama como humorista. Y alrededor de él, una galería de actores que es una joya del cine español: José Luis López Vázquez, descomunal; Julia Caba Alba, Amparo Soler Leal jovencísima, Manuel Alexandre, Agustín González (irreconocible de lo joven que está), Luis Ciges, José Orjas... y, casi escondido, pero inconfundible por su voz, un joven Chanquete (Antonio Ferrandis).

Toda esta troupe no está ahí por capricho. Está para representar, con ironía y brutal honestidad, la hipocresía de una sociedad que, bajo lemas como "siente un pobre a su mesa", pretendía maquillar su conciencia por unas horas. Una campaña navideña que el régimen franquista quiso impulsar, y que Berlanga convirtió en cine con bisturí.

Incluso el villancico final tuvo problemas con la censura por la letra. Berlanga no se cortó: lo dejó todo tan claro, tan directo, que es imposible no captar el mensaje. No hay medias tintas. Lo suelta con todo.

Pese a eso (o quizás por eso), la película fue un éxito en taquilla, y hasta logró una nominación al Oscar. No ganó, pero quedó ahí, como testimonio de que en España también se hacía cine valiente.

Plácido es una obra maestra. Técnica y socialmente impecable. Y lo mejor: sigue doliendo, sigue molestando, como toda buena sátira.

Le subo 1 punto de 7 a 8 puntos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Crítica escrita el 6/09/2014

Butal la crítica

Genial por la crítica social que hace. Pero hay algo malo que no me ha gustado mucho, no sé si el ritmo, o el no lograr que la comedia sea comedia perenne.

Lo bueno, pues los actores, el retrato social, la crítica al lavabo de conciencia cuando se hace algo por una única vez y parece que ya con eso tengas ganado el cielo (tal como dice Berlanda que odia los telemaratones, porque es lo mismo).

El villancico final de la película es brutal y lo resume todo: «Madre en la puerta hay un niño y gritando está de frío, ande dile que entre y así se calentará, porque en esta tierra ya no hay caridad, ni nunca la ha habido ni nunca la habrá.»

Raro el tema de la censura, porque realmente, hay muchas cosas censurables aquí.
7
4 de noviembre de 2020 0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Impepinable clásico del cine español que hace uso del humor ácido y de equívocos para ofrecernos una satírica crítica social de una época donde la diferencia de clases y la censura estaban en pleno auge. De este modo la película nos va mostrando de que manera diferentes familias acomodadas van ayudando "gustosamente" a los pobres, lo cual sirve para provocar una serie de gags de enredos y confusiones, a cada cual más histriónico, siempre con el personaje que da título a la cinta, y su dichosa letra hipotecaria, como hilo conductor.

Cabe decir que pese a su concisa duración, algunas escenas se alargan en exceso, cayendo en la reiteración y frenando en ocasiones el vertiginoso ritmo que caracteriza una de las mejores comedias de la historia del cine español.

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10
30 de marzo de 2021 0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué mejor momento del año para demostrar uno su inmensa benevolencia y caridad? Porque son fechas de compartir, olvidar las diferencias sociales y arrimar el hombro para sostener al prójimo...
antes de que se caiga de boca sobre el arroyo del que todos salimos y se percate de la pantomima...

En ese momento el sr. Luis G. Berlanga ha levantado polvaredas de controversia con su brutal sátira sobre la hipocresía religiosa en "Los Jueves, Milagro"; debido a ello se mantiene en un semiforzado retiro de su profesión...hasta que hace buenas migas con el prestigioso guionista Rafael Azcona. Este encuentro, milagroso, determina su colaboración para un proyecto más grande del valenciano, inspirado en un suceso tan real pero increíble como fue una campaña propuesta por el Gobierno del general Francisco Franco para que los burgueses y gente de clase alta compartiera su comida con los más desfavorecidos, bautizada "Siente a un pobre a su mesa".
Así precisamente es como quiso llamar el director a su película, pero la censura de la época se cruzó en su camino y se ha quedado con el nombre que todos conocemos, el de su protagonista y guía del esperpento que vamos a presenciar en la ciudad catalana de Manresa. De todas formas no es correcto considerar a "Plácido" obra de un solo personaje principal, pues Berlanga decide romper con su propio cine y construir una fábula a base de historias cruzadas, que plasmará en pantalla por medio de elaboradísimos planos-secuencia para dotar de una profundidad nunca vista a las situaciones colectivas.

Esta visión es fundamental para contemplar en su totalidad el revuelo que se ha armado en esa ciudad tan española como otra cualquiera de la España de la época franquista y el "boom" industrial. Mientras el irritante Gabino dirige el gran proyecto para que ricos y pobres compartan el hogar en Nochebuena, un desesperado Plácido se ve acorralado al vencerle la letra de su motocarro, usado para la campaña y único medio de existencia de su numerosa familia; se podría observar su viaje, conducido por la desagradable burocracia de las instituciones legales, como un peregrinaje aciago y terrible a través de numerosos sucesos importantes que vienen a destapar la verdad sobre las apariencias con respecto a esa labor social.
Porque la idea procede, cómo no, de los burgueses del lugar, por tanto, y debido a la evidente hipocresía, Berlanga nos sumerge, con toda su destreza tras la cámara, en los farragosos abismos de un mundo demasiado malévolo como para plantear su discurso en tan solo una hora y media. Una compañía patrocina la subasta donde famosos actores son comprados como muebles de segunda mano por los ciudadanos de clase media-alta; éstos, regodeándose en su propia crapulencia, discuten sobre qué pobre van a llevarse a casa; el representante de los famosos, como es lógico, discute su comisión por toda esa buena labor que están realizando.

Mientras tanto, en el submundo, Plácido es manipulado por los bien trajeados banqueros, notarios y empleados de oficina; a su mujer Emilia le va a dar un ataque por tener que estar paseando a los niños de aquí para allá siguiéndole a todas partes; y su hermano Julián es estafado por un vendedor de cestas de Navidad. Y entre medias de este caos, un locutor de radio disfraza con mentiras muy bien urdidas la situación vivida en las casas de los ricos que han acogido a "su pobre".
Vitorio de Sica, Roberto Rossellini o Renato Castellani podían haber dirigido el film, y es que cada secuencia, plano o encuadre exhala el olor del neorrealismo más amargo, todo impregnado con el espíritu de Frank Capra, Billy Wilder y Ernst Lubitsch.

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

"Plácido" pasó la censura y se ganó todos los elogios de crítica y público, hasta llevar a Berlanga a la ceremonia de los Oscar, donde perdió contra Bergman, pero también llevó el cine español a un nuevo nivel de modernismo que sólo era posible alcanzar en el cine internacional, y demostrar que, pese al progreso y el avance, la sociedad seguía siendo la misma.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Pero Berlanga remata la función y va más allá de influencias y referencias añadiendo un toque de farsa único, pues la comedia, como siempre ha defendido, es el mejor género para disimular la crítica, y la suya le atraviesa a uno hasta el hígado.
Su visión es ácida como el más pesimista de los neorrealistas, y es una suerte que lograra evitar la censura del momento, pero él y Azcona son genios en mostrar por medio de sutilezas el recalcitrante cinismo, el detestable oportunismo y la imperiosa necesidad de aparentar de los privilegiados, además del uso de la miseria de los pobres para fingir ante el resto de la sociedad una inexistente humildad a la que ni en sueños aspirarían.

La ilusión de Navidad vivida ese día es por tanto una pantomima, esperpento de una sociedad dirigida por ricos donde entre ellos se disputan el altruismo para alimentar su soberbia mientras tratan a los desfavorecidos como meros animales de compañía. En uno de los más divertidos y a la vez terroríficos "episodios", un pobre hombre llamado Pascual es víctima de un infarto en casa de unos burgueses cuyo patriarca es un gordiflón arisco y detestable; se siente angustia por la vida del enfermo para evitar un escándalo social. Todo este tramo, con Plácido aún dando vueltas y en posesión de una cesta que a modo de señal usará para pagar su letra, corroe las entrañas por su exposición, entre realista y vodevilesca.
Como en todos los hogares privilegiados, las escaleras conducen hacia arriba (si se quiere ir al mundo de los miserables hay que bajarlas, como veremos más tarde en casa del protagonista), y en ese espacio reducido los dueños de la casa, los familiares, un odontólogo y un amigo de Pascual dan vueltas a su alrededor; en el colmo de lo inenarrable, se descubre que el ya próximo finado mantiene una relación amorosa con la también pobre Concepción. Por supuesto este acto tan inmoral, tan propio de gente no civilizada, ha de ser curado con el parche del conservadurismo y la tradición.

No obstante nadie se entera de la aventura amorosa que mantienen los dos amantes que acogen a la señora; se debe casar en "articulo mortis" al enfermo con su concubina Concepción para tapar la mancha del pecado, y uno debe arrodillarse ante la maestría de Berlanga pues esos 9 minutos y medio que discurren entre la grotesca "boda" y la repentina muerte de Pascual son una lección magistral de cine y uno de los momentos más aterradoramente ingeniosos que se han visto en la comedia (la comedia social en especial); minutos donde se concentra toda la esencia del discurso del director hasta conseguir ahogarnos en una atmósfera agobiante, viscosa y crispante.
Minutos donde también se puede apreciar mejor su impronta a la hora de captar la realidad con su intrusiva cámara y el talento de un extenso plantel de actores entregados en cuerpo y alma a sus personajes, desde Manuel Alexandre, Mari Carmen Yepes, José Orjas, Antonio Gandía y Julia Caba Alba a José Franco, Elvira Quintillá, Julia Delgado Caro, Agustín González y José Álverez, encabezados por dos soberbios José Luis López Vázquez y un Casto Sendra que descansaba de su oficio de cómico y debutaba en el cine con el que fue y será su papel más legendario.

Desde luego gran parte del encanto de la película reside en la calidad interpretativa de todos y cada uno de sus actores, que gozan de sus momentos estelares individuales para no ser considerados uno por encima del otro.
La acción y el argumento se desarrolla gracias a ellos hacia un clímax negro como el carbón en el que los ricos ya tienen limpia la conciencia y de nada de esto se acordarán al día siguiente, los pobres regresan a sus chabolas frías y alejadas y las cestas de Navidad vuelven a los brazos de sus codiciosos amos; con esa cesta entregada a la fuerza se rompe el sueño, y todo vuelve a la normalidad.
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