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El gran Gatsby

Drama. Romance Nueva York, años 20. En la alta sociedad norteamericana, llama la atención la presencia de Jay Gatsby, un hombre misterioso e inmensamente rico, al que todos consideran un advenedizo, lo que no impide que acudan a sus fastuosas fiestas en su gran mansión de Long Island. Gatsby vive obsesionado con la idea de recuperar al amor que dejó escapar años atrás. Para ello se hará amigo de su vecino recién llegado, el joven Nick Carraway. (FILMAFFINITY) [+]
Críticas 228
Críticas ordenadas por utilidad
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6
18 de junio de 2013 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Reinterpretación caleidoscópica y barroca de un clásico, oscila entre lo sobresaliente y el fracaso. Baz Luhrmann se propuso ejercer de cronista de los años 20. Y, al son de unos anacrónicos Jay-Z, Lana del Rey y The xx, lo hizo. Tras Moulin Rouge, Romeo y Julieta y Australia, su fijación por la tragedia y el desamor alcanza un nuevo estadio. Con la adaptación de Scott Fitzgerald al cine recupera su obcecación por el amor imposible, y se enmascara en un peligroso barroquismo estético.

Otro buscador del sueño americano es acogido por la Nueva York de 1922. El aspirante a escritor Nick Carraway (Tobey Maguire) vislumbra entre el meteórico ascenso de Wall Street, el libertinaje moral y un ambiente impregnado de desenfrenado jazz, una fascinación mayor: el misterioso Jay Gatsby (Leonardo DiCaprio). Carraway se convertirá en silencioso confidente de cómo una vida convertida en un escaparate de fiestas y diversión alberga el deseo de reencontrarse con el amor de Daisy (Carey Mulligan). Nueva York, teatro en el que es representada una historia de titánicas renuncias para reconquistar un idealizado corazón.

Diagnóstico de la decadencia del portentoso mundo de Gatsby, no obstante es una radiografía kitsch y desbocada en 3D, un artificio que suplanta la complejidad de los personajes y la historia. Las acertadas actuaciones de un reparto de primera, lideradas por un sobresaliente DiCaprio, quedan asimismo en segundo plano, enmascaradas por la constante música hip-hop. Detrás del gongorismo visual hayamos el desvanecimiento de la prosa que convirtió una novela en una de las cumbres de la literatura norteamericana.

¿Extravagancias fascinantes o excesivas, caleidoscopio de tonalidades o de exhibicionismo recargado, espectáculo que rehúye de lo convencional o se resguarda en el vulgarismo? El gran Gatsby de Baz Luhrmann es un sinfín de incógnitas que emigran de las respuestas genéricas y se auxilian en el gusto del particular. No estamos delante de un producto innovador, sino ante uno que recoge la estela la María Antonieta de Sofía Coppola y su anacronismo musical.

Luhrmann peca de alardear tener en manos la “adaptación definitiva”. No es que sea un producto fallido, pero la circense presentación de videoclip alberga un producto para el entretenimiento, y no una composición maestra. Con el paso de los años, El gran Gatsby se convertirá en esa lejana luz ambarina que se desvanece entre la oscuridad.
5
20 de junio de 2013 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Centrada en el espectáculo y la lujuria de los Años 20 muy bien ambientada, la obra de Fitzgerald pierde totalmente el sentido que él quiso darle.

Nada más empezar a ver la película fue para mi una decepción. Un guión muy mal adaptado, ampliado sin necesidad y que hace perder una parte muy importante del personaje de Nick Carraway (el reflejo de Fitzgerald).

Si quieres disfrutar de un espectáculo para la vista, te la recomiendo,pero si eres amante de la lectura no te recomiendo que la veas.

Para mí es destrozar una gran obra de un gran autor.
9
22 de junio de 2013 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Completamente llena de magia y carisma mostrando la realidad de la que muchos no nos damos cuenta en la que vivimos. Sorpresas y más sorpresas! Gran escenografía, emotiva música y película que te abstrae de todo sin despistarte. Han sabido llamar la atención de tal novela. Buena elección de personajes también. La recomiendo a todo aquel que le encante el mundo de la música, espectáculo, diseñadores, arquitectos, fotógrafos...Es una explosión e intensa creación de imaginación.
7
22 de junio de 2013 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La mejor forma de definir esta película es diciendo que está dirigida Baz Luhrmann. Si hay algo que nadie pone en duda es que el director australiano no deja a nadie indiferente. Desde ‘Romeo y Julieta’ hasta ‘Australia’, pasando por ‘Moulin Rouge’. Su estilo y sus formas como narrador consiguen adeptos y detractores a partes iguales. Si eres de los que disfruta con un ritmo frenético, excesivo, recargado y colorido, ‘El Gran Gatsby’ es tu película
Jay Gatsby, el protagonista, es un millonario con un oscuro pasado y cuya ambición le lleva a pretender comprar el tiempo para poder revivir un antiguo amor. Para interpretarlo se requería o bien a un actor desconocido que desapareciese bajo el personaje y que hiciese más fácil especular sobre él, o a una inalcanzable superestrella que proyectase en la pantalla la aureola misteriosa y etérea que requiere el enigmático Gatsby. La elección de Di Caprio obviamente significa que los responsables de la película se han decantado por la segunda opción, siendo un acierto: Di Caprio ofrece una muy buena interpretación, muy convincente. Hace años que superó el lastre que como actor constituía el ser un ídolo de adolescentes y se ha convertido en un sobresaliente intérprete dramático.
La obra de Fitzgerald hablaba de la decadencia moral de la clase adinerada, de la hipocresía de las grandes mansiones y las sonrisas falsas y, en última instancia, de la vacuidad personal y ética de cada uno de los personajes que rodeaban a Jay Gatsby. Era una obra sencilla pero incómoda. La autocomplacencia y la fascinación por el mundo de la alta alcurnia, no tenían cabida entre las páginas del libro.
El director cuelga sobre los hombros de DiCaprio todo el peso dramático. Él es el personaje con matices, con sombras, con recovecos. Él es el único que entendemos y con el que simpatizamos. Sus actos tienen un propósito. Sus desmanes favorecen un prisma emocional. Ésta es su película. Él es la película en sí. Y por ello se salva.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El monólogo final es simplemente precioso.Al final uno descubre que Daisy era una aprovechada,Tom un hijo de puta y DiCaprio una persona que arruinó su vida por culpa de un amor que no valía nada y que acabó condenándolo hasta su muerte.
6
22 de junio de 2013 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nos encontramos con una nueva adaptación del clásico de Scott Fitzgerald. Como todo remake, la película pretende ser valiente, atrevida, incluso temeraria. Desde el comienzo, su objetivo es aportar algo diferente, una “brisa de aire fresco”. Se entiende que “como todo remake” aspire a ser un buen largometraje, en vez de ofrecer la misma historia narrada con el mismo lenguaje.

Su predecesora databa de 1974 (obviando una adaptación televisiva realizada posteriormente). Muchos recordarán aquel filme por su protagonista, Robert Redford. Sin duda, fue una buena película. Y el estreno que nos ocupa, ¿está a la altura?, ¿supera a su antecesor?, ¿se queda corto? La respuesta es cuestión de gustos, y perdón por el tópico. Lo que sí puedo afirmar es que esta película de Luhrmann cumple su propósito a la perfección: es diferente. Narra la historia de Fitzgerald sin renunciar a su estilo cinematográfico, marcando el ritmo y tratando las imágenes de una manera completamente opuesta a la película dirigida por Jack Clayton en los años 70.

Es una película muy barroca, exuberante, que carga. No deja lugar a espacios humildes ni sobrios. Viene arropada por una atmósfera de majestuosidad, de grandeza. De agobio. Se suceden constantes fiestas apoteósicas, planos generales de la ciudad de Nueva York, de su ruido, de sus trabajadores… Todo en concordancia con la sociedad de hoy en día: prisas, estrés, alborotos… El mismo arranque de la película es un claro ejemplo de ello. Un arranque magnífico. La voz en off de Nick Carradine nos da las primeras pinceladas del relato, mientras contemplamos las imágenes de Nueva York, del barrio residencial donde se desarrollará la historia, de cómo son las personas que allí habitan… Un ritmo demasiado ágil frenético. Asistimos perplejos a la presentación de aquellas casas, nos maravillan sus fiestas, sus personajes. Todo ello acompañado de una cuidada fotografía, exquisita. El azul del lago, los primeros planos de las flores, los bailes, el vestuario… Un derroche visual. Y la presentación de Gatsby, no tiene desperdicio. Soberbia.

Lo que resulta curioso es el concepto de ambientación histórica que tiene Baz Luhrmann. Los bailes y conciertos de los años 20 que se nos muestran vienen complementados por melodías de canciones propias de la actualidad, que actúan como acompañamiento de fondo. ¿Molesto? Peculiar, insólito cuanto menos. Quizá un intento de acercar la historia de Fitzgerald al público más joven, que se suma a los planos barrocos comentados anteriormente. Propio del siglo XXI, de la época de las imágenes.

La versión de 1974, provista de menor calidad visual, dejaba más lugar para inspirar la melancolía que invade a los personajes. Por sus silencios, por sus fenomenales diálogos y por sus miradas nos empapábamos de la decadencia de aquella sociedad de la Belle Époque. Hoy en día los hombres solo comprendemos por la vía de lo explícito, tiene que chocar la realidad contra nuestra cara. Claro ejemplo de ello es una secuencia brutal, que se nos muestra en pantalla con toda su realidad, con todas sus consecuencias. El espectador se hace cargo de ella. Y sin embargo, tal argumento no produce el mismo efecto que en la versión de Jack Clayton en los 70. En esta, la pantalla no muestra el acontecimiento. Sabemos de él de un modo implícito, por boca de los personajes, por recursos indirectos… y aquello causaba un impacto mayor. ¡Precisamente sin haberlo visto! No tiene esto que representar una lacra para el filme. Tan solo es un modo distinto de narrar la historia. Un modo que se adecúa a la sociedad en que vivimos, a lo que presumiblemente demanda el público. Un lenguaje basado en la imagen, no en la palabra.
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