Hace mucho que quería ver “Charlie y la Fábrica de Chocolate”, por cuanto de niño había leído la obra original de Roald Dahl en que se basa esta película. Es muy probable que esa lectura haya influido en esta crítica.

Hasta donde recuerdo, la historia de Dahl era mucho más positiva que esta cinta. “Charlie y la Fábrica de Chocolate” es una película extraña, oscura, y si uno no va prevenido sobre su director, hasta macabra. No tiene tanto del toque característico de Tim Burton, pero es tan particular que puede tomar desprevenidos a algunos espectadores.

El eje de la historia no está en el jovencito del título, encarnado por el niño Freddie Highmore (que, por cierto, es carismático y cumple muy bien su papel), sino en el pueril, amanerado, inseguro, traumatizado, y desconcertante señor del chocolate, Willy Wonka (a quien da vida el eficientísimo Johnny Depp). El sr. Burton narra la historia de Wonka de modo que, en lugar de una lúdica fábula sobre los niños buenos y los niños malos, resulta un oscuro drama sobre la familia, su valor, y los conflictos que puede generar una mala relación entre padres e hijos. Claro que el sr. Burton también tiene tiempo para mostrar la moraleja de la historia original: cómo los vicios modernos afectan a los niños, y los convierten en seres más adultos que los propios adultos, y por ende, echados a perder (como la rica y engreída Veruca Salt, que sufre un macabro castigo en la mejor escena del film).

Si a la rareza de esta cinta le sumamos cuatro aun más raros números musicales (producto de la siempre original mente de Danny Elfman), protagonizados por unas diminutas criaturas llamadas “Oompa-Loompas” (encarnadas por el actor keniata Deep Roy; vaya cantidad de trabajo para un solo hombre), tenemos una película extraña, muy extraña; pero sólida, interesante y, también, muy entretenida.

Aunque no es gran cosa, ojalá todas las películas para niños fueran así. La parafernalia de Tim Burton ya cansa un poco, pero la música está divertida y, viendo a los niños de hoy en día, la moralina es necesaria.

Debo reconocer que la segunda parte no me gusto, tanta parafernalia de fábrica y triquiñuelas me pareció un tanto empalagoso, sin embargo la primera parte me encantó como un cuento encanta a un niño, Tim Burton se pasó un poco de la raya esta vez, pero viniendo de él, es lo que me esperaba.

Me declaro un gran admirador de las cintas de Tim Burton, quien a pesar de que a buenas a primeras es rechazado por presentar historias extrañas, se ha convertido en todo un fabricante de historias que generan un cambio en la manera de ver las cosas en el mundo de hollywood, a pesar de eso, Charlie y la fábrica de chocolates, me parece decepcionante.
Aunque con toques muy modernos, la película sigue paso a paso la versión que vimos hace años, aunque con la colorida y única perspectiva de Tim Burton. A mi parecer le faltó ese encanto oscuro que caracteriza a los antiheroes del director, que le dan un gran toque de cuento de hadas a todas sus historias. Sin duda es una cinta digna de verse y que seguramente muchos disfrutarán, pero es de extrañar a aquel Tim Burton visto en Edward Scissorhands y Beetlejuice.

Tim Burton tiene un toque inquietante en su manera de hacer, entiendo muy bien que haya sido Johnny Depp la persona que encarnase al dueño de la fábrica de chocolate porque propicia eso que transmite en sus películas. Es muy entretenida de ver con niños