Ahora con la fiebre de Netflix, he vuelto a ver a Mad Men, esta vez con ojos más criticos. La Serie otra vez nos atrapa, nos cautiva. Sin dudas, una obra que casi es perfecta.

No lo es, porque su autor, Mathew Weiner nunca deja evolucionar a Don Drapper que se pasa la Serie completa de mujer en mujer, de hundirse cada vez más -aún cuando en su entorno lo ven como un triunfador-. De un Don siempre ambiguo, incapaz de hacer feliz a nadie y mucho menos saber levantarse y ver la vida en otra actitud.

Es un personaje con tantas aristas que pudo darle mejores momentos en el guión a Weiner explotando la parte de su doble identidad que nunca se descubrió y que Weiner desvia realizando capitulos redundantes finales, sin ton, ni son, con un final insipido, indigno de un melodrama con ese nivel de calidad.

Empecé a ver esta serie sin mucha esperanza de acabarla. Acabó la primera temporada, la que me dejó con muy buen sabor de boca, y sin darme cuenta estaba ya en la séptima.
La estética, la música, las interpretaciones, las tramas, la evolución de los personajes y supongo que todo lo que la rodea la convierte en una serie excelente.

Me ha gustado mucho, me parece muy buena. Me encanta el vestuario, la ambientación, y el fiel reflejo a la vida en esos años. Gran reparto. Hoy no se entiende el acoso y menosprecio a las mujeres, la forma casi convulsiva tanto de fumar, como de beber de todos, nos recuerda, y casi se puede percibir, el pestazo que padecíamos en lugares cerrados donde se fumaba.

- "Lo único que te aleja de ser feliz es la creencia de que estás solo.
- Las personas no cambian."

- "Un día estás ahí y, entonces, de repente, falta una parte de ti y te preguntas a dónde se fue, si está viviendo en algún sitio fuera de ti. Y empiezas a pensar que quizá la recobres. Y entonces te das cuenta de que simplemente ha desaparecido."...
Y en ese momento te viene a la mente aquella chica que conociste cuando creías que nada de eso volvería a aparecer...
Aquella que agarraba la vida de la manera más linda que habías visto; aquella que resplandecía y estaba tan a gusto en el mundo; aquella en la que viste un corazón; aquella a la que, de repente, un día, estabas acariciando mientras dormía; aquella a la que comenzaste a mirar de otro modo; aquella que te hizo pensar que era posible volver a ver el mar; aquella con la que creíste que se podía empezar de nuevo, y, sobre todo, aquella que te hizo borrar un pasado de décadas...

Aquella con la que te das cuenta de que esta vez tampoco será...

Aquella que podría haber salvado a Don.

Mi paraíso. La buena ola. Mi Japón.

No sé cual es el más desagradable de los personajes de Mad Men; el más hipócrita, el que ostenta mayor doble moral, el más codicioso, mentiroso y hasta aburrido, ni cual me causa mayor repulsión al verlo fumar y chupar como una esponja.
Así y todo no me pierdo un capítulo, me encanta su estética de sueño americano (que en la vida real detesto), la pulcritud inverosímil de sus personajes, y me hipnotiza ver como retrata la capacidad del ser humano de autodestruirse y causarle lo mismo a seres que supuestamente aprecian.
Probablemente de haberla comenzado a ver en otra circunstancia o momento todo esto me hubiera causado un rechazo irreconciliable, como me pasó otras veces con otras series o películas. Entiendo que puede pasarle lo mismo a otras personas; interpreto que la serie es una feroz crítica y no un ensalzamiento de esa sociedad en decadencia hace ya 40 años, momento donde está ambientada.