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Pánico y locura en Las Vegas

Comedia Un periodista y un misterioso abogado que viajan en un descapotable rojo se dirigen, a través del desierto, a Las Vegas. El maletero del coche es una auténtica farmacia: dos bolsas de marihuana, 75 pastillas de mescalina, 5 hojas de ácidos y muchas otras drogas. (FILMAFFINITY)
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9
9 de diciembre de 2022 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Corría el año 2000, las cafeteras y sandwicheras se volvieron locas, el mundo se encaminaba a la destrucción, y mientras tanto del toro tenía un maletín lleno de drogas, Johnny Deep era Calvo y nos drogabamos para ver películas de videoclub. Las nuevas generaciones no lo entenderán pero la historia de Hunter Thompson es la de muchos que hemos vivido días y semanas absurdas drogados y sin dormir, historias para recordar, historias donde había que escribir libros con vivencias y no lo hicimos, pero él supo plasmar lo que todos alguna vez hemos vivido, un desfase mayúsculo que nadie ha vivido. Peliculón.
Ari
3
17 de diciembre de 2022 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
LO MEJOR: Peculiar, sui géneris, bastante única. La atmósfera consigue que empatices con lo que ellos sienten. No hace falta que atiendas a la trama, puedes desconectar sin perderte ni un poco. Divertida a ratos…

LO PEOR: ...pero soporífera la mayoría del tiempo, se hace larguísima al no saber de qué va. Diálogos infantiles y bobos, incluso para drogados. El argumento solo da para anécdota de bar. Los chistes de “aquí llega condemor” son mejores y menos infantiles. Omnipresente e innecesaria voz en off. Muy adolescente, su único interés es conocer nombres de drogas. Dos personajes sin ningún tipo de background o vínculo emocional, muy fría. No me importa nada de lo que pueda pasar. Palabras, una detrás de otra. Las paranoias son demasiado gratuitas y no nacen de la acción. Se puede hacer mejor y más caótica, con menos caos. Que los personajes tengan retraso le quita carga dramática a que vayan hasta el culo. Johnie Deep y Benicio del Toro, actores del Toro a cien.
6
6 de abril de 2016 Sé el primero en valorar esta crítica
Hay pocos directores como Terry Gilliam. El ex Monty Python se ha destacado por una filmografía de gran creatividad sin abandonar del todo el humor inglés del que tanto éxito logró junto con sus compañeros del Flying Circus, por lo que no es de extrañar que se meta en temas que hagan posible dar rienda suelta a un incesante talento creativo que, además, marida con su sentido del humor. Lo curioso es que él es consciente muchas veces de las barbaridades artísticas en las que se mete. Ya con “Las aventuras del Barón Münchausen” (1988) comentó que el haber rodado la película le demostró la no existencia de Dios, ya que de haber existido, le habría dicho que no la hiciera. Algo así debió de pensar también al rodar el delirio metanfetamínico que nos ocupa.

“Miedo y asco en Las Vegas” ni da miedo ni da asco, pero sí que da un poco de repelús. Gilliam nos ofrece una especie de radiografía de la droga en todas sus vertientes y variedades, y hace que se las metan todas entre pecho, espalda, nariz y vena Benicio del Toro y Johnny Depp. Habla sobre los diferentes tipos, composición y efectos, y de estos últimos hace del subidón su carta de presentación, aprovechando el trance psicodélico constante de los protagonistas como escenario para representar las neuras fantásticas del director.

El filme tan sólo se centra en eso, en la degradación de sus personajes, que no saben ver el mundo sin las lentes de la mescalina, el LSD o cualquier otro estupefaciente que los evada de la realidad. Este es, precisamente, su principal error; no parece haber una estructura narrativa, y si la hay, está muy escondida dentro de la psicodelia de todos sus fotogramas. Todo se resume en ver a Del Toro y Depp colocados durante casi dos horas, haciendo memeces y probando cosas nuevas en la búsqueda de una autodestrucción más rápida y, a la vez, placentera.

Como suele ser habitual en Gilliam, la cinta no es plato de buen gusto para el espectador medio, y ni siquiera lo es para muchos espectadores más abiertos a rarezas cinematográficas. Puede llegar a aburrir hasta extremos indefinibles, puede llegar también a remover incómodo del sillón a más de uno con sus sobreactuaciones, pero de una forma o de otra consigue que se hable de la película, para bien o para mal, y eso sólo lo hacen algunos genios. Gilliam es uno de los más incomprendidos y, aunque “Miedo y asco en Las Vegas” no es su mejor película, tampoco puede defenestrarse totalmente por su falta de claridad y coherencia, precisamente los mismos efectos de un buen colocón. Ver con precaución.
6
10 de abril de 2018 Sé el primero en valorar esta crítica
( AVISO: Película solo recomendable para aquellas personas que vayan muy colgaos en el momento que se decidan a verla y, a ser posible, en compañia de otros colgaos como ellos)


Crítica, crónica y réquiem en recuerdo de un amigo!

El año pasado falleció un buen amigo y compañero de travesuras y tropelias. Y hoy he vuelto a ver una película que habíamos visto hace años y con la cual nos habíamos reído muchísimo.

Solíamos ver este tipo de películas cuando tomábamos algún tipo de sustancia psicotrópica, estimulante o simplemente alcohol.

No he podido volver a ver la película con mi compañero de borracheras porque no pudo superar la enfermedad que arrastraba después de la extirpación de dos tumores en la cabeza.

Solíamos, al principio, ver películas de Cheech and Chong: “Como humo se va” (1978), “Como flotas tío” (1980), “Vendemos chocolate” (1981) o “Seguimos fumando” (1983). ... Qué buenos tiempos fueron aquellos años!

Vimos la mítica “Miedo y asco en las Vegas” como un gran revival de este tipo de películas que representaban un modelo de joven sociedad norteamericana de los años 70.

Hay que decir que Terry Gillian era un megacrack para nosotros pues nos deleitó con grandes obras de cine y televisión desde los años 70.

Y seguíamos viendo las películas de colgaos y fumaos de los años 2000.

Y en la década del 2010 llegó la saga de “Resacón en las Vegas” (2009). Era como una vuelta a las alocadas aventuras de los años 70, pero claro ahora con más glamour y con otros elementos de la actual sociedad del siglo XXI.

Y ahora que ha pasado un cierto tiempo, y una cierta edad acumulada en el cuerpo, volviendo a visionar la cinta de “Miedo y asco en las Vegas”, pero claro, ahora sin alcohol, sin drogas y por desgracia, sin la presencia de mi compañero de aventuras, creo que no resulta igual.

El poder ver esta película a día de hoy, que en otro tiempo consideré fantástica, no ha sido lo mismo, pues todo se ha de decir, este tipo de películas se han de ver en compañía de colegas y en complot conjunto de una gran fumada o algo similar.

Hoy, al verla, me ha parecido excesivamente larga, y un sin sentido, sin ningún tipo de mensaje y de lo único que me ha servido es de poder recordar los buenos momentos pasados, pero claro, para algunos estos momentos se les fue de las manos.

Y sí, también me ha servido para recopilar y sintetizar un modo de vida pasado. Primero el de estos personajes de la sociedad norteamericana de los años 70 y luego transplantada en nuestra sociedad a finales de los 80 y principios de los 90 y así en adelante. Una sociedad de la juventud basada en el desmadre y la fiesta a base de drogas.

Y es que ya nos lo advertía la película “Tell your Children (Refeer Madness)” en 1936, Nos advertía de la sociedad que estaba por llegar, una sociedad desinhibida y alocada.


Así pues, ahora me encuentro en un dilema a la hora de dar un voto a esta película. Pues para mí fue mítica en su tiempo, pero hoy día, después de volverla a ver no me trasmite nada más que recuerdos pasados en los que no desearía volver, pues ya no es posible volver a recuperar a un amigo y compañero de borracheras.

En tiempos pasados, no más de una década, le hubiera puesto un 9, pero hoy no le puedo dar más de un simple 6.

Hay que ver, qué Miedo y qué Asco! , Cómo cambian los tiempos!
7
16 de abril de 2018 Sé el primero en valorar esta crítica
Bien, vamos a repasar: dos sacos de maría, setenta y cinco bolas de mezcalina, cinco papelas con LSD, un salero medio lleno de cocaína, un litro de tequila, otro de ron, unas cervezas y medio litro de éter.
¿Por qué este exceso? Pues porque vamos a acompañar a través de una galaxia multicolor a Hunter Thompson y Óscar Acosta en un viaje salvaje hacia el mismísimo corazón del Sueño Americano. Un viaje que no olvidaremos.

Posiblemente no hubo nunca en la historia americana un periodista tan cachondo, rebelde, extravagante y que fuera tanto por libre como Hunter Stockton Thompson, un nativo de Kentucky que se declaró completamente inclasificable y que acabó por inventar una nueva manera de hacer periodismo, conocido como "gonzo", un método de narración confusa y bastante bizarra donde el informador se da más importancia a sí mismo y al ambiente y la época donde se sucede la noticia en lugar de a ésta misma.
Como miembro del movimiento "hippie", para Thompson, quien encarnaba a las mil maravillas la decadencia de aquel sentimiento contracultural, el cubrir una noticia se convertía en la excusa perfecta para liarse a tomar todas las drogas que pudiera, dando rienda suelta a sus historias alucinógenas que la prestigiosa Rolling Stone publicaba encantada. En los dos viajes que hizo a Las Vegas junto a su abogado Acosta, donde debía cubrir dos eventos, Thompson narraba de forma excesiva, veloz y surrealista su aventura por la ciudad, con lo que el supuesto artículo pasó a ser una novela, titulada "Fear and Loathing in Las Vegas", con la que se ganó tanto elogiadores como detractores.

En la cambiante Norteamérica de 1.971, cuando el movimiento "hippie" y contracultural se halla atravesando irremediablemente su ocaso hacia la decadencia y el olvido, un estrafalario periodista llamado Duke se dirige a Las Vegas en compañía de su abogado Gonzo y de una maleta llena de estimulantes, alucinógenos y alcohol para cubrir una importante carrera de motos y, posteriormente, una convención sobre narcóticos. La pareja se dispone a cruzar esa gomorra de luces, depravación, vicio y perdición.
Ese monstruo que ilumina intensamente el desierto de Nevada, símbolo del consumismo y la falta de valores y moralidad, hasta las cejas de todo estupefaciente que puedan aspirar, inyectarse, beber o meterse. Una descontrolada peripecia en la cual la realidad se distorsionará y acabará confundiéndose más de una vez con la ficción, mientras van siendo testigos de la corrupción, el cinismo, la hipocresía y la precipitación del pueblo americano a la autodestrucción, al igual que la de su propio estado físico y mental. La vida y milagros del señor Thompson ya habían sido llevados a la gran pantalla en 1.980, cuando Art Linson dirigió a un genial Bill Murray encarnando al mítico periodista en "Where the Buffalo Roam"...

Pero la idea de hacer una película de "Fear and Loathing in Las Vegas" nunca llegaba a buen puerto, hasta que a mediados de los '90, barajándose multitud de directores, el proyecto cayera en las manos de un Terry Gilliam que saboreaba las mieles del éxito gracias a "12 Monos". En realidad, aunque en un primer momento los productores quisieran a Lee Tamahori, Gilliam era el indicado para dar vida al alucinógeno, psicotrópico y decadente imaginario que Thompson inventó en el libro. Y eso es lo que hace. Así que no esperen una película normal o convencional, ya que hablamos de una novela escrita por el periodista más chiflado de su generación adaptada por Terry Gilliam.
Por supuesto en el film no existe ni rastro de lógica, todo es un puto sinsentido; nos limitamos a seguir a los dos colgados de Duke y Gonzo en una surrealista aventura repleta de drogas y excesos por los hoteles y clubs de Las Vegas, lo que hace que resulte tedioso y pesado durante esa eterna primera hora, salvo por el genial "flashback" en el que vemos a Duke en la discoteca (¡en el que, por cierto, aparece el mismísimo Hunter Thompson!). A partir del retorno a la ciudad y la introducción de Lucy la película mejora algo, pero sigue en su línea. El director pone todo su talento por recrear el espíritu de la novela, llenando las mareantes secuencias de violencia y un humor negro de mal gusto, con un estilo experimental y frenético cercano al que imprimió Stone en "Asesinos Natos".

Al mismo tiempo, Gilliam plasma con inteligencia la nación post-Vietnam cínica, sucia, perversa y corrupta en la que vive Duke, quien recuerda con nostalgia una época mejor, una época de libertad, donde había personas con ilusión por cambiar el Mundo (atentos al demoledor discurso de "la ola"), y presentando Las Vegas de los '70, tal como hizo Thompson, como lo peor de los EE.UU.. El camaleónico Johnny Depp se caracteriza y se mete con empeño en el papel hasta quedar convertido en un fiel reflejo del propio Thompson, seguido de un Benicio del Toro que engordó casi 20 kilos para parecerse a Acosta, los dos al borde de una taquicardia y absolutamente magistrales.
Destacan las fugaces apariciones de Cameron Diaz, Christina Ricci, Gary Busey, Harry D. Stanton, un irreconocible Tobey Maguire y Michael Peter "Flea" Balzary, el bajista de los Red Hot. Masacrada en su momento por la crítica, hoy en día es una pequeña joya de culto (sobre todo tras el suicidio de Thompson), convertida en influencia seminal para muchos cineastas.

Sí, carece de historia y sentido, los personajes no evolucionan, a veces es excesiva, vomitiva, repugnante, da dolor de cabeza pero, joder...es flipante. Eso sí que no se lo quita nadie.
Trece años más tarde, Depp volvería a encarnar al protagonista de una novela de Thompson en "Los Diarios del Ron", dirigida por Bruce Robinson (curiosamente, el mismo que el actor quería en un primer momento para realizar "Miedo y Asco en Las Vegas").
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